Los santos inocentes Miguel Delibes descargar

ESPACIO Y TIEMPO

El espacio es determinante en las obras de Delibes, especialmente la oposición entre las ambientaciones rurales y las ambientaciones urbanas. Los santos inocentes es una novela rural, pero que frente a otras incorpora el espacio urbano cuando aparece descrito el grupo de los poderosos, y no porque la novela traslade sus escenarios, sino porque la oposición mundo rural / mundo urbano se convierte en la oposición espacio abierto / espacio cerrado. Los espacios abiertos se identifican con la vida que está en consonancia con la naturaleza y, por lo tanto, según la perspectiva de Delibes, por ellos transitan aquellos personajes en los que Delibes vuelca sus simpatías y preferencias: Paco, Azarías…; mientras que el lugar propio de los poderosos es el interior de las casas, de modo que cuando salen a los espacios naturales es para agredirlos, entendiendo por agredirlos, romper la armónía natural mediante el ejercicio de la caza. De hecho, la muerte del señorito Iván sucede porque ha trasgredido de modo injusto y violento el orden natural. El espacio externo, pues, representa la autenticidad del ser humano, los espacios cerrados se asocian a la falsedad y la hipocresía social.

 Si el espacio geográfico no está exactamente delimitado, la acción sucede cerca de la frontera con Portugal desde Salamanca hasta Huelva, sí se describen con precisión las diferentes casas que aparecen en la novela.

  n primer lugar existen dos cortijos: el de la Jara, donde vivía Azarías, y el de la Marquesa. El cortijo viene definido como un conjunto de construcciones, casas y almacenes, que se agrupan en torno a una explanada, el corralón. Es significativo el nombre que se le da a cada una de las casas porque en última instancia es el reflejo semántico de la condición de sus moradores. Tres son las casas mencionadas en el cortijo de la Marquesa:

La casa junto a la verja. Recibe este nombre porque hace las veces de portería, ya que está situada en la entrada principal del cortijo, el portón que Régula debe abrir cada vez que llega un coche. En ella habita la familia de Paco. Es un casa pequeña como corresponde a su categoría social. La casa de Arriba, donde viven don Pedro y su esposa, denota un rango social superior. Este espacio responde a lo señalado sobre los espacios interiores. La casa grande, permanece deshabitada gran parte del año y se utiliza cuando se celebran en la hacienda festejos de cierta importancia. Además cabe citar la casa que está en la Raya de lo de Abendújar, más que una casa una choza en medio de la nada y en la que viven los sirvientes que están destacados en los límites de la hacienda y que, pese a todo, aparece descrita con un intenso carácter bucólico.

  Al hablar del tiempo en la novela debemos diferenciar entre el tiempo de la narración y el tiempo cronológico en que esta se ubica. El tiempo en que se produce la acción es durante la década de los sesenta, como se desprende de dos referencias: la celebración del Concilio Vaticano II y una alusión a la emigración a las ciudades. Los sucesos se producen en un periodo inferior a un año que abarca desde la primavera –comunión del nño- hasta finales del otoño.

Técnicas narrativas

 

            Las técnicas narrativas más destacadas de la novela son el punto de vista, modo en que el narrador ofrece su relato al lector; los usos lingüísticos o literarios que ayudan a desvelar el estilo de Delibes, estilo que básicamente se asienta en la propiedad léxica, en el uso del habla coloquial y en un acertado empleo del diálogo como técnica narrativa; un empleo singular de los signos de puntuación, puesto que solo aparece un punto al final de cada libro, y una mezcla de los estilos indirecto libre y directo libre. Con estas técnicas Delibes pretende conseguir una identificación narrador / personaje que facilite la comprensión de la denuncia social, objetivo último de la novela.

            Tres son las voces narrativas bajo las que aparece el narrador: “narrador-testigo, narrador-subjetivo y las voces de los distintos personajes”. El narrador-testigo es básicamente un observador directo de los acontecimientos narrados, está fuera de la acción y aparece en el texto mediante la tercera persona. El narrador-subjetivo es una voz que se introduce para comentar o valorar los acontecimientos, que cuenta una parte de esa historia, pero sin emplear la primera persona que delataría ese uso partidista que Delibes quiere evitar y evita.  Las voces de los personajes aparecen en el diálogo y caracterizan a los personajes desde su propia interioridad.

Son también importantes: el empleo de un lenguaje de base oral y coloquial, un uso que sobre todo manifiestan los personajes pero que en ocasiones también aparece en la voz del narrador con el fin de cohesionar el relato

– la utilización del estilo indirecto e indirecto libre, por un lado, y, por otro, el directo libre, como medios fundamentales de reproducir los diálogos. Se desprende de este uso una mayor vivacidad de los diálogos y una mayor proximidad y cercanía al lector.

            Aunque en ocasiones se suprimen los verbos dicendi, y siempre las convenciones ortográficas propias del diálogo literario –guiones, comillas-, lo habitual es que aparezcan estos verbos o, en su defecto, se explique la acción que motiva el parlamento.

            El estilo directo libre -enunciación de cada parte del diálogo por los respectivos interlocutores sin que aparezcan convenciones ortográficas ni verbos dicendi– suelen aparecer, en conversaciones directas en las que los personajes ya han sido presentados dentro de la escena.

            Otras técnicas narrativas son la enumeración iterativa y la preferencia por el polisíndeton o la yuxtaposición, ambas con idéntico efecto estilístico. Utiliza una enumeración basada en la repetición de elementos para provocar un efecto de proximidad y afectividad en el lector. Polisíndeton y yuxtaposición provocan agilidad y rapidez a la narración y con ese fin se emplean.

En cuanto a la ausencia de puntos obedece a una voluntad de estilo ligada a los experimentalismos narrativos cuando dicha corriente, sin embargo, ya no estaba en boga. Hay que recordar que en la novela sólo existen seis puntos, cada uno de ellos al final de los seis capítulos. Lógicamente la primera palabra de cada uno de los libros se escribe en mayúscula que solo se usa además para nombres propios.

Los parlamentos suelen ser breves, como corresponde al intento de plasmar en el relato, con la mayor fidelidad posible, el habla coloquial. El uso de este registro es otra de las carácterísticas técnicas importantes pero que se desarrolla en epígrafe propio.


LA DENUNCIA SOCIAL

En esta novela Delibes denuncia directamente y mediante las actitudes y el comportamiento de los personajes, la injusticia en que viven los pobres que protagonizan la novela y que son, a su vez, el símbolo de todos los humillados. Por eso se elige como marco un cortijo, un espacio en que en el tiempo de la narración, década de los sesenta del Siglo XX, todavía pervive ese espíritu feudal en el que los pobres viven en semiesclavitud, en un mundo en que la idea de clan dominado por el rico es lo normal, así se desprende cuando la Régula no alcanza a comprender por qué el señorito de la Jara ha echado del cortijo a su hermano.

Se denuncia la actitud despreciativa hacia el prójimo que muestran los señoritos hacia la gente que de ellos depende, significada en la expresión “cacho maricón” que siempre tiene en la boca Iván; pero se denuncia también la pasividad de los explotados que aceptan sin rechistar el mundo que les ha tocado, perfectamente sintetizado en la muletilla de la Régula, “a mandar que para eso estamos”. Por eso, la actitud del Quirce es una puerta abierta a la esperanza y a la dignidad de las nuevas generaciones. El Quirce simboliza la superación de un mundo semifeudal en que los campesinos son una parte más de la hacienda de los señoritos, por un mundo en que las relaciones se han de basar en lo laboral. Hay que separar, quiere señalar Delibes, la vida individual de la vida laboral.

Aunque se afirma y se defiende la dignidad que deben tener los oprimidos, la crítica, no se basa en postulados radicales, por eso, sino a la concepción cristiana que Delibes posee de la existencia. En ningún momento de la novela se alude a la necesidad de una distribución de la tierra, y menos todavía se exige una expropiación de la misma. La denuncia de Delibes no es material, es espiritual, es ética. El autor denuncia la falta de solidaridad y respeto hacia el prójimo amparándose en la fuerza y el poder del dinero.

A Delibes le indigna y denuncia esa actitud cobarde y pasiva, aunque él sabe que no puede existir otra y por eso lo denuncia, que los oprimidos muestran ante los caprichos de los generosos. Son múltiples los momentos que lo ilustran: el miedo de Paco ante el señorito de la Jara, la aceptación de salir a cazar con la pierna escayolada o el silencio cuando don Pedro se lleva a Nieves para que sirva en su casa.  Esta actitud de sumisión y conformismo cruza toda la novela, pues es la misma que tiene don Pedro cuando pregunta a Iván por Purita. Existen unas jerarquías que todos aceptan porque así está estipulado en ese mundo que es el único que han conocido.

            Un aspecto importante para entender la denuncia es el modo de presentarla. Los personajes, ya se ha dicho, aceptan el mundo que les ha tocado, pero es esa aceptación sumisa la que hace reaccionar al lector. Es el lector quien se rebela directamente contra la injusticia social a través del trato denigrante que sufren los personajes, y ese es uno de los méritos de Delibes, que consigue enervar mediante la lectura, que consigue introducir al lector, con capacidad de reacción, en el mundo injusto de los personajes. Ellos no protestan, resignadamente aceptan y se callan, pero de su silencio de “santos inocentes” nace la solidaridad.

De modo menor también se critica el papel que tiene en España la Iglesia oficial, ligada al franquismo, aunque se atisba la nueva Iglesia que nacerá en el Concilio Vaticano II. En cuanto a la denuncia política no se ejerce con claridad, aunque sí se menciona el atraso cultural que existe en España mediante la conversación entre Iván y René.


Azarías


Existe una nota esencial en la personalidad de Azarías que determina su caracterización como personaje: su retraso mental y una profunda necesidad de afecto, especialmente de entregarlo, siendo la Nina Chica y los pájaros los principales receptores de dicho afecto. Es un ser elemental que actúa movido por pasiones primarias y naturales. Físicamente su carácterísticas más definitoria es su falta de higiene. Azarías, a pesar de, o mejor dicho, desde su marginación social, representa perfectamente el desdén que los personajes “positivos” de Delibes muestran por una sociedad que no comprenden, que los arrincona y en la que no quieren integrarse. 

El señorito Iván


Es un personaje caracterizado negativamente. Es egoísta, autoritario, cínico, cruel, vanidoso, irascible y desprecia al prójimo porque solo ve en los demás un instrumento para su conveniencia o su placer, placer que en la novela aparece representado por su afición desmedida a la caza y, en menor medida, porque es un episodio puntual, en la seducción de Purita. Pero por encima de todo el señorito Iván es el símbolo de los opresores.  Son muchas las muestras de egoísmo que aparecen en la novela, pero de entre todas ellas destaca el momento en el que va a recoger a Paco para la batida de caza cuando este todavía tiene una pierna enyesada…

Paco, el Bajo

Frente a otros personajes en los que poco importa una prosopografía, en Paco sí parece prudente mencionar al menos dos rasgos físicos relevantes, su estatura, el Bajo, y su nariz achatada, en realidad, un olfato extremadamente sensible que le permite ventear las piezas, y que, en definitiva, va a ser la cualidad por la que, frente a los otros sirvientes, establezca lazos con el señorito Iván. Mientras que en su etopeya sobresalen términos como: resignación, conformidad, bonhomía, fidelidad, cualidades estas que pueden ser englobadas bajo un término genérico que las agrupa a todas: servilismo. Paco es servil porque está atado a una sociedad que acepta totalmente a pesar de que su papel en ella, el de siervo, roza por momentos la esclavitud. Sin embargo, la caza, en la que desarrolla ese don especial de rastrear las piezas abatidas, le confiere esa notoriedad que le devuelve por momentos su condición de ser humano. Aunque a ojos del lector todo es una gran trampa, pues, paradójicamente, lo que él siente como su gran triunfo personal, para los señoritos no es más que la constatación de su degradación, un atisbo de animalización sino fuera porque el autor mira y describe con ternura al personaje, y, sin embargo, en su descripción no se libra de esa condición entre el hombre y el animal, es decir, el siervo-perro.

Nieves

Representa, ante todo, el sentido común, la inteligencia práctica y útil, basada en una desbordante capacidad de pensar con lógica, con la que Delibes siempre suele caracterizar a alguno de sus personajes rurales. Su saber queda circunscrito a emplear la lógica o a aprender con rapidez aquello que le enseñan. “la Nieves era espabilada” concluye Delibes estableciendo con precisión el límite entre ser inteligente y ser listo, vivaz. Un episodio curioso, porque entra en confrontación la madurez aludida con un comportamiento infantil, es su voluntad de celebrar la comunión, una idea que producirá estupor y risa en don Pedro porque, además de pobre, Nieves es casi una mujer que es capaz de turbar y encender el deseo sexual de Iván. Por último hay que señalar que ella es el testigo presencial de la relación entre Iván y doña Purita pero, a propuesta de su padre, sabe perfectamente cuál debe ser su actitud, el silencio porque a ellos no les incumbe la vida de los señoritos. Hay que ver y callar.

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