Don Quijote despierta una mañana, tras sacudir la pereza de su cuerpo se dispuso a despertar a Sancho que todavía dormía. Tras decir su mera opinión o dar a entender unos hechos sobre Sancho y su vida, él se despierta y huele el olor de las comidas de unas bodas y se dirigen allí.
Cuando llegaron allí vieron un montón de comida, más de cincuenta cocineros, grandes ollas que conténían la comida de la boda. De los árboles colgaban pájaros, liebres y gallinas para cocinar. A todo esto, y con su dilatado estómago Sancho pidió a un buen cocinero si podía mojar un trozo de pan en esas sus comidas a lo que él contesto que sí que podía coger un par de gallinas con un cucharón y comérselas, que aquel era día de celebraciones.
A todo esto Don Quijote miraba anonadado la fiesta de las bodas, donde había danzas de toda clase, danzas de espadas, de artificio, etc. En esta última, en la danza de artificio el Dios Cupido era el guía de una de las hileras de cuatro ninfas, mientras que el líder de la otra hilera de ninfas era el Interés. Acto seguido se cantaron coplas y mudanzas, una la cantaba el amor, que era contestado, por una mudanza y una copla, por el Interés. De este modo cada ninfa recito sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos. En medio de las dos hileras se encontraba un castillo de madera, con la doncella en él. Cuando acabaron las mudanzas, el Interés tiro al castillo una bolsa llena de dineros haciendo desencajar las tablas que constituían el castillo. Después llego el Interés, con las figuras de su valía y le echo una gran cadena de oro al cuello, prendiendo, rindiendo y cautivando a la doncella, lo cual el Amor y sus valedores quitaron esa cadena del cuello de la dama. Tras esto, encajaron otra vez las tablas del castillo y la doncella se encerró en él, dando por finalizada la danza.
Don Quijote y Sancho empezaron a discutir sobre la valía de Camacho y Basilio. Sancho decía que vales cuanto tienes y tanto tienes cuanto vales, apoyando a Camacho, tras discutir Don Quijote les dio un consejo a Sancho, Tente en buenas, y no te dejes caer.
De golpe se oyeron grandes voces y gran ruido, el ruido de las yeguas que iban a recibir a los novios, De golpe, cuando los novios se acercaban a un teatro que había para celebrar la boda, se oyó una voz, la voz de Basilio, que venía con un gran bastón y una corona de ciprés. Basilio llegó al teatro cansado y sin aliento y clavo su bastón, que tenía una punta de acero, en el suelo. Mirando a Quiteria, la prometida de Camacho le dijo que según la ley mientras él viviera ella no podría tomar a ningún esposo. Entonces él tras unas palabras dijo que se quitaría de por medio, así Quiteria y Camacho podrían contraer matrimonio y Basilio dijo: “¡Viva, viva el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos, y muera, muera el pobre Basilio, cuya pobreza cortó las alas de su dicha y le puso en la sepultura!”. Habiendo dicho esto asíó el bastón que estaba clavado en el suelo y quitándole la mitad de una cobertura mostró que servía de estoque. Basilio de arrojó sobre él, y mostró la punta sangrienta en su espalda, quedando el triste bañado en sangre. A esto, a punto de morir, le pidió la manó a Quiteria, a lo que ella le dijo que si. Estando pues prometido, el cura tierno y lloroso, les echó la bendición y rezó por ellos.
De golpe, tras recibir la bendición con mucha ligereza Basilio se puso de pie y con mucha voluntad y esfuerzo se saco el estoque de su cuerpo. A esto gritaron los asistentes : ¡Milagro, milagro!
, a lo que Basilio contesto: ¡ No “milagro, milagro”, sino industria, industria!
El cura, atónito, puso sus manos en la herida de Basilio y vio que la cuchilla no le había pasado por la carne y sus costillas sino por un cañón hueco de hierro que, lleno de sangre, meticulosamente preparada para que no se helase.
El cura y Camacho se vieron burlados y escarnidos a lo que desenfundaron sus espadas arremetiendo contra Basilio, cosa que provoco el desenfunde de otras muchas espadas protegiendo a Basilio, una de las cuales era Don Quijote que, tomando la delantera con su caballo Rocinante, se puso bien protegido con su escudo y su lanza y a grandes voces dijo que el amor nos hace hacer muchas cosas, advirtió que el amor y la guerra son una misma cosa y así como la guerra es cosa lícita y acostumbrada a usar estratagemas, el amor también, ya que se hacemos marañas para conseguir el fin que deseamos. Don Quijote añadió que Quiteria y Basilio ya eran uno del otro y que Camacho con su riqueza podría comprar su gusto cuando, como y donde quisiera a lo que Basilio solo tenía más que esa oveja.
A todo esto a Camacho se le borró de la mente Quiteria, volvieron las espadas a sus fundas, culpando más a la facilidad de Quiteria que a la industria de Basilio.
Camacho, consolado y pacífico, por mostrar que no sentía esa burla que le había hecho Basilio ordenó que siguiesen las fiestas, aunque no asistieron ni Basilio ni Quiteria ni sus secuaces.
Estos se fueron a la aldea de Basilio, llevándose consigo a Don Quijote, estimado por hombre de valor y de pelo en pecho. A sólo Sancho se le entristecíó el alma, por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho y así, triste y caminante, siguió a su dueño, dejando atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el alma, cuya ya casi consumida y acabada espuma que en el caldero llevaba, le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía, y así pensativo, aunque sin hambre siguió las huellas de Rocinante.