Simbología hombre acecha

3. Temas poéticos de Miguel Hernández

Nacido en 1910 en el seno de una familia humilde, el oriolano Miguel Hernández Gilabert está considerado como

uno de los poetas más significativos del Siglo XX. En su poesía, el canto a la naturaleza, el amor, la vida, la

muerte, la amistad y el compromiso social serán los pilares fundamentales para conformar una identidad poética

propia. Analizamos a continuación, los grandes temas de la poesía del poeta:

a. La naturaleza. Miguel crece rodeado por la naturaleza y el ambiente rural oriolano. No es raro, por lo tanto,

que la introdujera en su poesía inicial de manera casi hiperrealista (“Contemplad”). Con los “acertijos” gongorinos

de Perito en lunas nos dibuja objetos sencillos de la naturaleza “Palmera” o “Gallo”. Y junto a ellos aparece la luna,

nexo vertebrador de todo el libro. Tras sus devaneos con el Surrealismo e influido por Garcilaso, vuelve a aparecer

la naturaleza como marco bucólico. Así, ocurre en El rayo que no cesa, donde las flores y vegas remiten al amor;

el huerto, a la fecundidad; y el oasis, a la amada; El símbolo del viento representa las ansias de libertad y la

tormenta, el dolor. En Viento del pueblo, la tierra (y, sobre todo, las labores agrícolas, ganaderas y mineras),

aparece como metonimia de la naturaleza, como trasfondo de la reivindicación social (“El niño yuntero” o

“Aceituneros”). En El hombre acecha, la naturaleza es símbolo de libertad y cubre al hombre mientras este tenía

esperanza (“Canción primera”). Por último, ya en Cancionero y romancero de ausencias reaparece la naturaleza

como locus amoenus donde se entrelazan los enamorados (“El vals de los enamorados” o “El amor ascendía entre

nosotros”).

b. Amor. Veamos los enfoques principales que da a este tema en su obra:

· AMOR-DOLOR: De la poesía erótico-religiosa y del petrarquismo amoroso surgirá el libro de sonetos El rayo

que no cesa (1935). Aquí el amor es vivido por el poeta como tortura y dolor, no por no poder ser correspondido,

sino por no poder gozarlo sexualmente. Las ganas de amar chocan con la tradicional moral de provincias

provocando la pena hernandiana. Así, el amor cortés de “Mis ojos, sin tus ojos…” adopta un nuevo tinte sexual,

como en “No me conformo, no: me desespero”. Y para magnificar esta connotación amor-dolor, utiliza el

símbolo del toro de lidia (“Como el toro, he nacido para el luto”)

· AMOR-ESPERANZA: Es la faceta que domina sobre su última etapa carcelaria, la intimista. Un amor a su

mujer como esposa y como madre, que entrelaza erotismo y sensualidad. La muerte que le ronda hace que

se sienta cercado y busque nuevas claves de esperanza para seguir viviendo: el amor (“Orillas de tu vientre”).

Así, experimenta la libertad primero a través del vientre de su mujer y después a través de su hijo (“Hijo de la

luz y de la sombra”) que es también el germen de un futuro de esperanza (“Nanas de la cebolla”) que traspasa

el amor-esperanza y llega al AMOR-ALEGRÍA.

c. Vida / Muerte. Aparte de la duplicidad vida/muerte de toda su obra, la amistad provocó que Miguel

Hernández escribiese muchas elegías. Nunca fue ajeno a la muerte y la notó como parte real de la vida. Así,

destacamos su adolescente elegía a “Gabriel Miró”, la grandiosa “Elegía a Ramón Sijé”, o la dedicada a Lorca

(“Elegía primera”) en las que más que cantos fúnebres, nos presenta la muerte como parte inexorable de la

naturaleza del hombre.

d. Amistad: Cercana a la anterior, este tema cruza toda la obra de Hernández: los poemas panegíricos y

odas dedicadas a sus amigos, maestros y compañeros (“Llamo a los poetas”). Quizás las dos más conocidas sean

las dedicadas a Neruda y Vicente Aleixandre durante su ciclo de poesía impura cercano al Surrealismo.

e. Exaltación social. Con su poesía impura llega la ruptura con los valores religiosos y el provincianismo, lo

cual le impregna de un vitalismo personal que utiliza para sus reivindicaciones sociales recogidas en Viento del

pueblo. Es la poesía de tono épico y protagonista colectivo, que incita a la lucha por los ideales y el compromiso

social (“El niño yuntero” o “El sudor”). El hombre acecha, por otra parte, sigue en la misma línea, pero con

pesimismo y dolor por la tragedia de la guerra. La derrota republicana es inminente. El resultado: odio, heridos

inútiles, muertos y presos (“El tren de los heridos”, “Cárceles”. Es la visión pesimista y desgarradora de la guerra.

Las últimas vivencias del poeta —el fallecimiento de su hijo, la caída de la República, su encarcelamiento, su

soledad— se plasman en su poemario póstumo: Cancionero y romancero de ausencias. El oriolano alcanza así la

madurez poética con unas composiciones que beben de la sencillez de la lírica popular y abordan los temas más

obsesionantes de su mundo lírico: el amor, la vida y la muerte, sus tres temas fundamentales, sus «tres

heridas».


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