La poesía española de los años

LA POESÍA ESPAÑOLA A PARTIR DE LA SEGUNDA MITAD DEL S. XX

 Habría que distinguir entre la poesía de los exiliados después de la Guerra Civil y la poesía en España.

 En cuanto a la poesía del exilio mantiene, dentro de la diversidad, unos rasgos comunes como son el tema de la patria perdida en un tono desesperado y amargo que pronto dará paso a la nostalgia de los recuerdos y al ansia de volver. De entre  numerosos poetas podríamos señalar a León Felipe por la influencia que su poesía crítica tuvo posteriormente y en parte a Joan Gil Albert, quien publica en el exilio “Los poemas del convaleciente” y, aunque regresa a España en 1947, vive retirado en un exilio interior. Sin embargo su influencia, desde la publicación en 1972 de la antología “Fuentes de la constancia”, no ha cesado de crecer. Su lengua es sobria y su poesía metafísica busca el interior del hombre. También continúan su obra en el exilio algunos poetas de la generación del 27 como Cernuda, Alberti o Salinas.

Hay que señalar también la figura de Miguel Hernández muerto en la cárcel en 1942, y que encarna al poeta fiel y comprometido con los ideales de la República. De formación autodidacta, conoce a los poetas de la generación del 27 y a Pablo Neruda quienes le influyen en su concepción poética. Publica en 1934 “El rayo que no cesa” escrito en sonetos, cuyos temas son el amor, la vida y la muerte; en el 37 publica “Vientos del pueblo” donde muestra un mayor compromiso político y ya en la cárcel publica “Cancionero” y “Romancero de ausencias” en los que expresa su angustiosa situación en versos de gran calidad y fuerza.

En cuanto a la poesía en España podemos distinguir a partir de los años 40 dos tipos de poesía: arraigada y desarraigada. Se considera poesía arraigada la de aquellos autores que se pliegan a las exigencias de los medios de propaganda franquistas y publican a través de las revistas “Escorial” y “Garcilaso” una poesía que exalta el pasado glorioso de España y a los vencedores de la guerra. Se trata de una poesía clasicista y formal que expresa una visión optimista de la realidad; los representantes principales serían Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo.

La poesía desarraigada en cambio expresa la duda, la angustia y la desesperanza. Se expresa a través de la revista “Espadaña” y frente al clasicismo de los poetas oficiales, éstos utilizan un tono trágico, con imágenes tremendistas, que muestra el desasosiego existencial de sus autores. Los problemas de tipo personal se abren hacia consideraciones de tipo social;
Sus representantes serán José Mª Valverde, Vicente Gaos, José Luis Hidalgo y Carlos Bousoño.

Dentro de esta corriente de poesía desarraigada podemos destacar la publicación de “Hijos de la ira” de Dámaso Alonso.
En él se emplea un lenguaje cotidiano, se abandonan las formas clásicas y se revaloriza el contenido en cuanto reflejo de una historia, de un presente. Estas carácterísticas  preludian la poesía de las generaciones siguientes.

De hecho en los años 50 surge una poesía inconformista, llamada poesía social, que pretende dar testimonio de la realidad española. Sus temas preferidos serán la injusticia social, el mundo alienante de los trabajadores y la libertad, tratados todos ellos con una actitud de solidaridad y compromiso. La poesía se pondrá al servicio de la concienciación social, para lo cual utilizan un estilo coloquial y prosaico. Sus poetas fundamentales serán Blas de Otero:
Que evoluciona desde una poesía religiosa hasta la poesía social de “Pido la paz y la palabra”;
Gabriel Celaya con “Cantos iberos” y José Hierro con “La Quinta del 42.

En los años 60 la poesía social llega a su agotamiento; se rechaza tanto el patetismo de la poesía desarraigada como el prosaísmo y los tópicos de la poesía social, Se inicia una depuración del lenguaje poético y un rigor estilístico como muestra del interés por los valores estéticos y por las posibilidades del lenguaje. El tono de la poesía se vuelve cálido y cordial aunque con una actitud escéptica que se muestra a través del uso frecuente de la ironía. Su temática se caracteriza por un retorno a lo íntimo: (el tiempo, la nostalgia, el amor, el erotismo) sin renunciar a actitudes de solidaridad e inconformismo con la situación del país. Evitan  sin embargo el dogmatismo de la poesía social que reivindicaba el papel de ésta como motor del cambio social ( la poesía es un arma cargada de futuro) y defienden una autonomía del proceso creativo. Los representantes de esta poesía serán Ángel González con “Poemas”, Claudio Rodríguez con “El don de la ebriedad”, Jaime Gil de Biedma con “Moralidades” o “Compañeros de viaje”, José Ángel Valente y Francisco Brines.


En los años 70 aparece una nueva generación de poetas nacidos después de la guerra y que comienzan a escribir en la sociedad de consumo con la televisión, el cine americano, los discos; viajan fuera de España y contactan con las nuevas tendencias culturales del mundo. Por eso su inspiración les llega no sólo de los poetas ingleses o franceses del S. XX sino también del cine, de la música, de los cómics.

En su temática aparecen la infancia, el amor, el erotismo, la opresión o los conflictos raciales y su tono se divide entre la gravedad y lo frívoló e insolente con una actitud sarcástica y corrosiva. (Marilyn Monroe junto a Ché Guevara).

Lo que les importa no es el contenido sino ante todo la forma y, a pesar de su inconformismo social, se niegan a confundir la rebeldía política con las metas estéticas. Por ello emprenden una búsqueda exigente de un nuevo lenguaje y se vuelven a fijar en el Surrealismo como forma de ruptura con la lógica de un mundo absurdo; estamos por tanto ante una nueva vanguardia que se preocupa por renovar la forma del mensaje aunque esto les lleve al hermetismo.

Los poetas de este grupo son:
M. Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer,
Vicente Molina-Foix, Guillermo Carnero, María Moix, Leopoldo Mª Panero, Félix Grande.

A partir de los años 80 diversas tendencias conviven en el panorama de la poesía española: Pervive el Surrealismo junto a tendencias clasicistas que reivindican a Garcilaso (Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, José Luis Alberto de Cuenca)
, pero también se desarrolla una tendencia experimental con collages o metapoesía (José Miguel Ullán, Guillermo Carnero)
, sin olvidar tendencias como la de la poesía de la experiencia en la que se integran poetas como Luis García Montero o Carlos Marzal.

En cuanto a la lírica hispanoamericana habría que señalar en ella la influencia norteamericana y el compromiso de la poesía en transformar las condiciones sociales de sus países. Sus principales representantes son Jorge Luis Borges y Pablo Neruda.

Pablo Neruda  nace en Chile y viaja como diplomático por Asía y Europa; en 1934 ejerce como cónsul en Barcelona y Madrid, donde traba amistad con los autores del 27. Recibe el premio Nobel en 1971.

Su obra se inicia con
Veinte poemas de amor y una canción desesperada” en 1924, donde ya aparecen algunos rasgos definitorios de su poesía: la sensibilidad ante el dolor humano y el anhelo de fusión con la naturaleza.

 La segunda etapa se orienta hacia una poesía comprometida y solidaria; de esta etapa son “España en el corazón” y “Canto general”, en las que el autor recurre a la fuerza avasalladora de la naturaleza para mitificar los orígenes americanos y justificar las diferencias con la cultura occidental.

 Con “Odas elementales” empezará la tercera etapa, caracterizada por la presencia de elementos antipoéticos, simples y humildes, con los que canta a la utilidad más que a la belleza de las cosas y adopta tonos didácticos y moralistas.

En los últimos años de su vida, recluido en su casa bajo la dictadura de Pinochet, reflexiona y recrea las experiencias vividas.

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