Movimiento literario al que pertenece mario vargas llosa

DETALLANDO ETAPAS

Antes de llegar a ese periodo de experimentación (años 40) por el que tanto se destaca la narrativa hispanoamericana, hemos de hablar de manifestaciones realistas de carácter regional (a este tipo de novela también se la conoce como novela de persuasión):

-En la que podemos destacar al colombiano Eustasio Rivera con textos como La vorágine (1924), con la que establece el prototipo de novela de la selva, género que va a plantear el trágico enfrentamiento entre la naturaleza, salvaje, y el hombre urbano. En este tipo de narraciones, la fuerza opresora va a ser el entorno natural, visto como un espacio de corte romántico dominado por fuerzas ocultas, incontroladas, de las que el hombre no puede huir. Algunas narraciones de Horacio Quiroga, uno de los mejores representantes del cuento criollo, como El salvaje (1920) o Anaconda (1921) sirven de antesala a esta tendencia.


-Hay también que atender a la novela indianista.
Hemos de matizar, el indígena ha sido valorado de manera distinta, según la época, por la ideología del blanco (Vargas Llosa El sueño del celta).


-En los años 20 se va a insistir en la importancia de su educación, tal y como es el caso de Raza de bronce (Alcides Arguedas, 1919).


-En los 30 va a ser visto como una fuerza política, como sector social potencialmente reivindicador, así en Huasipundo (Jorge Icaza, 1934).

-Posteriormente se van a intentar revalorizar las culturas autóctonas, mostrando los elementos positivos del rechazo por los indios del sistema de vida europeo, como ocurre en El mundo es ancho y ajeno (Ciro Alegría, 1941).


-Al margen de estos dos tipos de novela, en el caso de Méjico, hemos de señalar una novela de tono reivindicativo, fuertemente politizada, que sirve de crónica del proceso revolucionario del país. Mariano Azuela y Los de abajo (1915) La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes, 1962), si bien el tema de la revolución va a ser cultivado en otros países, tal que otros temas de carácter político como el de los estados dictatoriales (Conversación en La Catedral,del peruano Mario Vargas Llosa).


Este tipo de novelas, ligadas al realismo (incluso de corte regionalista), van a ir perdiendo o compartiendo importancia con una narrativa que intenta liberar a la novela de sus patrones tradicionales. Por ello, van a aparecer una serie de textos que se acogen a estilos y técnicas novedosas, pudiendo dictaminar dos etapas:


-Hasta los años 50 (época de experimentación que coincidirá con la popularidad que alcanza el realismo mágico), donde hemos de enmarcar a autores de la talla de Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier o Miguel Ángel Asturias;


A partir de 1960, cuando Juan Rulfo, Gabriel García Márquez o Julio Cortázar irrumpen en el panorama literario latinoamericano.


El primer autor que vamos a destacar respecto a ese intento de originalidad propio de los años 50 va a ser el argentino Jorge Luis Borges, ligado a la ciudad de Buenos Aires, de un ambiente intelectual del que van a surgir ideas innovadoras.

Ficciones es un título revelador a la hora de abordar la fascinante literatura borgiana, dado que el autor mezcla con sabiduría lo real y lo falso. Para Borges, el texto es un ámbito donde la lógica de la palabra crea y justifica cualquier (i)rrealidad . La ambigüedad y el juego intelectual son tónica constante de su literatura.


Borges participó activamente en la vanguardia creadora de los años 20. Así, fue representante del ultraísmo argentino; pero Borges alcanza su definido estilo en sus cuentos, en los que elabora un maravilloso discurso acerca de la subjetividad de lo percibido. Borges prefiere la exposición y la argumentación a la narración, pues su rompedora concepción del cuento tiene que ver no con la peripecia y la anécdota sino con la reflexión y el estudio. Ficción y realidad se confunden, verdad y mentira propiciando un juego con el lector de carácter, tal y como antes hemos dicho, marcadamente intelectual.

Ahondando en esta breve descripción que estamos haciendo de su literatura, hemos de decir que le atrae más a Borges el idealismo que el realismo, pues le permite dar rienda suelta a su imaginación, al mundo interior de la mente y la memoria. Para Borges, el universo no se puede conocer en muchos aspectos y, por ello, prefiere el universo ideal, más rico en especulaciones creadoras. La obra literaria es una vía de escape, pues sobre el papel crea el escritor un cosmos más humano y más lógico que la propia realidad física.


En Ficciones, la realidad reflejada se presenta claridad engañosa; las constantes alusiones a la Historia, los lógicos razonamientos, las referencias a aspectos culturales contribuyen a enredar al lector en una maraña en la que la lógica de la palabra crea ese jardín de senderos que se bifurcan.

En cierta forma, esta mezcolanza perfecta entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y lo fantástico parece contener un aspecto característico de la literatura hispanoamericana, el tan popular realismo mágico, si bien ha señalado la crítica a Alejo Carpentier como uno de los iniciadores de esta tendencia. En su obra, los habitantes de los pueblos latinoamericanos (pequeños y preindustrializados) muestran una conducta diferente a la del europeo, inmerso en sociedad masificada, padeciendo un sistema de industrialización que fuerza al artista a buscar lo maravilloso en posturas artísticas vanguardistas (el surrealismo, por ejemplo). Para Carpentier, lo maravilloso, en Hispanoamérica, no hay que forzarlo dado que se da en la vida cotidiana.

Esta tendencia va a aparecer en otros textos, así en la literatura de José Lezama Lima, en la que el salto de la realidad a lo fantástico es constante, tal y como ocurre en Paradiso (1966).

Además, esta tendencia, también presente en Gabriel García Márquez, va a articular una de las obras maestras del periodo: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.


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-Hasta los años 50 (época de experimentación que coincidirá con la popularidad que alcanza el realismo mágico), donde hemos de enmarcar a autores de la talla de Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier o Miguel Ángel Asturias;


A partir de 1960, cuando Juan Rulfo, Gabriel García Márquez o Julio Cortázar irrumpen en el panorama literario latinoamericano.


El primer autor que vamos a destacar respecto a ese intento de originalidad propio de los años 50 va a ser el argentino Jorge Luis Borges, ligado a la ciudad de Buenos Aires, de un ambiente intelectual del que van a surgir ideas innovadoras.

Ficciones es un título revelador a la hora de abordar la fascinante literatura borgiana, dado que el autor mezcla con sabiduría lo real y lo falso. Para Borges, el texto es un ámbito donde la lógica de la palabra crea y justifica cualquier (i)rrealidad . La ambigüedad y el juego intelectual son tónica constante de su literatura.


Borges participó activamente en la vanguardia creadora de los años 20. Así, fue representante del ultraísmo argentino; pero Borges alcanza su definido estilo en sus cuentos, en los que elabora un maravilloso discurso acerca de la subjetividad de lo percibido. Borges prefiere la exposición y la argumentación a la narración, pues su rompedora concepción del cuento tiene que ver no con la peripecia y la anécdota sino con la reflexión y el estudio. Ficción y realidad se confunden, verdad y mentira propiciando un juego con el lector de carácter, tal y como antes hemos dicho, marcadamente intelectual.

Ahondando en esta breve descripción que estamos haciendo de su literatura, hemos de decir que le atrae más a Borges el idealismo que el realismo, pues le permite dar rienda suelta a su imaginación, al mundo interior de la mente y la memoria. Para Borges, el universo no se puede conocer en muchos aspectos y, por ello, prefiere el universo ideal, más rico en especulaciones creadoras. La obra literaria es una vía de escape, pues sobre el papel crea el escritor un cosmos más humano y más lógico que la propia realidad física.


En Ficciones, la realidad reflejada se presenta claridad engañosa; las constantes alusiones a la Historia, los lógicos razonamientos, las referencias a aspectos culturales contribuyen a enredar al lector en una maraña en la que la lógica de la palabra crea ese jardín de senderos que se bifurcan.

Esta mezcolanza perfecta entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y lo fantástico parece contener un aspecto característico de la literatura hispanoamericana, el tan popular realismo mágico, Alejo Carpentier iniciadores de esta tendencia. En su obra, los habitantes de los pueblos latinoamericanos (pequeños y preindustrializados) muestran una conducta diferente a la del europeo, inmerso en sociedad masificada, padeciendo un sistema de industrialización que fuerza al artista a buscar lo maravilloso en posturas artísticas vanguardistas (el surrealismo, por ejemplo). Para Carpentier, lo maravilloso, en Hispanoamérica, no hay que forzarlo dado que se da en la vida cotidiana.

Esta tendencia va a aparecer en otros textos, así en la literatura de José Lezama Lima, en la que el salto de la realidad a lo fantástico es constante, tal y como ocurre en Paradiso (1966).

Además, esta tendencia, también presente en Gabriel García Márquez, va a articular una de las obras maestras del periodo: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

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