Teatro neorromantico

EL TEATRO DEL Siglo XX HASTA 1939


A principios del Siglo XX, seguían triunfando las tendencias teatrales de finales del XIX. El teatro neorromántico de Echegaray y el teatro realista de Galdós triunfaron por encima de las tendencias renovadoras de otros autores. El denominado teatro de masas contaba con la burguésía como público fiel y su finalidad era distraer sin más. Los intentos renovadores más serios vinieron de los hombres del 98 (Unamuno, Azorín y Valle-Inclán) y en los años treinta de los poetas de la generación del 27 (García Lorca).

  1. El teatro neorromántico de Echegaray

Echegaray representa el Romanticismo teatral tardío. El público adoraba la espectacularidad de sus temas y el patetismo de sus argumentos. En 1904, se le concedíó el premio Nobel de Literatura. Entre sus obras destaca “El gran galeoto”.

  1. El teatro realista

Galdós y Dicenta desarrolaron un teatro preocupado y comprometido por los problemas contemporáneos que contó con el apoyo del público.

Joaquín Dicenta

Preocupado por los enfrentamientos de clases finales del Siglo XIX, publica su gran obra “Juan José”, situada en una taberna frecuentada por albañiles en la que plantea una disputa de celos y honor entreverada con la denuncia de la situación del proletariado de la época. Su teatro es el primer ejemplo del teatro social, que aparece en “Daniel”, “Lorenza” y “El crimen de ayer”.

Benito Pérez Galdós

Su producción comienza con tres obras que desarrollan los mismos argumentos que algunas de sus novelas: “Realidad”, “La loca de la casa” y “Gerona”. Una de sus obras principales es “Electra”, en la que la protagonista se debate entre el amor de Máximo y el fanatismo de Pantoja, que quiere recluirla en un convento. Es frecuente en su obra la lucha entre lo liberal y lo conservador. También destacan “El abuelo”, “Alceste”, “Sor Simona” y “Antón Caballero”.


  1. El teatro modernista

Las carácterísticas de estos autores, que desarrollan un teatro que huye de la realidad, son heterogéneas, pero todos tienen la finalidad del intento de renovación del teatro, su dignificación y su elevación intelectual.

Miguel de Unamuno

Líder de la Generación del 98, intenta crear un teatro intelectual basado en el desarrollo de ideas abstractas a través del diálogo con un lenguaje directo y claro y muy pocos personajes. Algunas de sus obras son versiones dialogadas de sus novelas y ensayos. Destacan “Fedra”, “El otro”, “El hermano Juan” y “Medea”.

José Martínez Ruiz, Azorín

Azorín apuesta por el Surrealismo y emprende su renovación teatral a través de la experimentación e innovación en cuanto a la forma, aunque ideológicamente mantiene posturas conservadoras. Sus temas principales son el paso del tiempo, la muerte y la felicidad. Destacan “Old Spain”, “Brandy, mucho brandy”, la trilogía “Lo invisible” y su obra maestra “Angelita”.  

Ramón Mª del Valle-Inclán (1866-1936)

Es uno de los mejores dramaturgos de la literatura española. Sus intentos de renovación lo lleva al desarrollo del esperpento (subgénero). Su obra puede dividirse en cinco grupos:

  1. El primer grupo denominado farsas expresionistas supone la aparición de lo grotesco. Destaca: “Farsa y licencia de la reina castiza”.

  2. La tendencia de las farsas se agudiza con la tragicomedia, a través de “Divinas palabras”.El tercer grupo está formado por los melodramas, dirigidos a la representación por medio de marionetas cuyos argumentos se basan en sentimientos como la codicia, la lujuria y los celos. Destaca: “La rosa de papel” y “La cabeza de Bautista”.

  3. Los autos para siluetas son el paso previo hacia la gran creación del esperpento. Destacan “Ligazón” y “Sacrilegio”.

  4. Su último grupo lo compone el esperpento, que consiste en deformar intencionadamente la realidad para mostrar de una manera más clara los aspectos más rechazables. El lenguaje mezcla registros vulgares y de audaces metáforas. “Luces de bohemia” supone la consolidación del esperpento. Narra la historia de Max Estrella, un poeta ciego que deambula durante veinticuatro horas por un Madrid injusto y mísero, cruel y violento. Acaba con la muerte del protagonista.

Otros autores modernistas destacados representantes del teatro poético o en verso, que supone la presencia en el escenario del arte verbal modernista, son Jacinto Grau (“El señor Pigmalión”), Francisco Villaespesa (“El alcázar de las perlas” y “Doña Mª de Padilla”), Eduardo Marquina (“Doña Mª la Brava” y “Las hijas del Cid”), Pedro Muñoz Seca (“La venganza de Don Mendo”) y José María Pemán (“El divino paciente, “Cisneros” y “Cuando las Cortes de Cádiz”).

El teatro poético poco a poco va desapareciendo debido al cansancio de su público ante tal cantidad de obras en verso que dificultan su expresión. Además, su tendencia evasiva se ve superada por la realidad de finales del primer tercio del Siglo XX.


  1. El teatro de masas

Está dirigo a las clases sociales acomodadas (alta burguésía) y se convierte en la principal actividad de ocio del período.

Jacinto Benavente

Es el mejor representante de esta tendencia. Su teatro es apreciado a causa de su finura y su habilidad técnica. Suele introducir una cierta crítica o ironía con el fin de denunciar los vicios y aspectos negativos de su sociedad, dirigido especialmente a las clases sociales que lo siguen: la aristocracia y la alta burguésía, aunque con un tono superficial y raramente moralizador. Así sucede en sus obras “Los intereses creados”. En obras como  “Señora Ama” y “La malquerida” continúa la crítica social en un ambiente rural.

Los hermanos Machado

Desarrollaron un teatro popular en el que la acción es escasa, y se ve sustituida por la narración que hacen los personajes de lo que ocurre. Escribieron cinco obras en verso, como “La Lola se va a los puertos, una en prosa y verso denominada “La duquesa de Benamejí” y una en prosa titulada “El hombre que murió en la guerra”.

Alejandro Casona

Pone en escena un teatro más renovador. Su técnica teatral es más audaz y menos simplista y tuvo gran éxito. En 1933 gana el premio Lope de Vega con “La sirena varada” que, junto con “Otra vez el diablo”, son una de sus obras más destacadas.

Enrique Jardiel Poncela

Contribuye a elevar la calidad del teatro cómico con obras como “Una noche de primavera sin sueño” y “Usted tiene ojos de mujer fatal”, las cuales lo convierten en el principal dramaturgo de la época, junto a Benavente. Su comedia más recordada “Eloísa está debajo de un almendro” combinan el diálogo realista con la acción disparatada.

En esta primera mitad del Siglo XX se desarrolla un nuevo género teatral heredero de las tramas musicales de la zarzuela o género chico, denominado sainete
. Se trata de un teatro cómico, popular y desenfadado, llevado a cabo por autores como:

Serafín y Joaquín Álvarez Quintero

Los hermanos Álvarez Quintero son los principales representantes del costumbrismo teatral andaluz. Sus obras están llenas de tópicos: el andaluz es alegre y gracioso y va superando mejor que peor los problemas que se le ponen por delante. Los ambientes suelen ser amables y desenfadados y los argumentos sencillos, basados en el enredo. Este teatro ha recibido muchas críticas por olvidarse de la trágica realidad andaluza de esta época y presentarla como una por una sociedad idealizada, perfecta. Otro factor polémico fue el lenguaje de los personajes, quienes presentan los rasgos típicos de las diferentes hablas andaluzas, lo que ha contribuido a la mofa, una de las finalidades del autor. Destacan “El patio”, “Las flores”, “Amores y amoríos” y “Malvaloca”.

Carlos Arniches (1866-1943)

Comienza escribiendo sainetes musicales, como “El Santo de la Isidra”, aunque pocoa poco deriva hacia la creación de sainetes cómicos costumbristas. Destacan los sainetes “El amigo Melquíades” y “La cara de Dios”. Se centra en el Madrid de principio de siglo y en sus tipos: el albañil, el sereno, el chulo, la moza o la vecina criticona. Además de imitar el habla típica madrileña, crea expresiones que han pasado al pueblo. También cultiva la tragedia grotesca (lo dramático y lo caricaturesco), entre las que destaca “La señorita Trevélez” y “Es mi hombre”. También cultivó el costumbrismo levantino en “Dolores” y el andaluz en “Gazpacho andaluz”.

  1. El teatro de los autores del 27

Federico García Lorca (1898-1943)

Lorca es uno de los principales autores teatrales, tanto que sus obras se siguen representando. Presta especial atención al mundo femenino, a la frustración amorosa o el amor imposible. Fundó la compañía teatral “La Barraca”.

Comienza su obra teatral con “El maleficio de la mariposa”, que supuso un fracaso. Escribíó varias farsas dirigidas a la representación con marionetas, como “Los títeres de Cachiporra”. “El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín” y “La zapatera prodigiosa” narran el amor imposible entre un viejo y una joven. En obras como “Así que pasen cinco años” y “El público” el autor huye de la realidad a través del subconsciente. Además publicó dos obras denominadas piezas granadinas: “Mariana Pineda” y “Doña Rosita la soltera”.

Sus grandes obras son sus tres tragedias rurales, centradas en el mundo femenino, basadas en la frustración. “Bodas de sangre” narra el amor imposible por causas sociales. “Yerma” se centra en la frustración por la maternidad insatisfecha de la protagonistas. “La casa de Bernarda Alba” retoma el conflicto entre autoridad (la madre Bernarda Alba) y el ansia de libertad (sus cinco hijas), desencadenado por el amor a Pepe el Romano.

Rafael Alberti (1902-1999)

Sus obras más importante son “El adefesio”, con elementos esperpénticos, y “El hombre deshabitado, tragedia surrealista de la creación, vida y tentación del hombre condenado a muerte.

Miguel Hernández (1910-1942)

Compuso tres obras en verso: “Quien te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras”, “El labrador de más aire” y “Pastor de la muerte”. Además de una la serie de obras cortas en prosa denominadas “Teatro de guerra”. Estas obras tienen una clara finalidad política y son portadoras de la ideología republicana del autor.

En conclusión, el teatro español del Siglo XX alcanzó la cima con la obra de Valle-Inclán y de Federico García Lorca. También autores del Novecentismo, como Gómez de la serna y, después, la generación del 27 aportarán nuevos enfoques ideológicos y nuevas formas de expresión estética.


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