El amor ,vida ,muerte en poesía de Miguel hernandezresumen

TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

Miguel Hernández comienza su andadura poética muy joven, evolucionando desde una etapa juvenil de aprendizaje hasta la consecución de una poesía personal y auténtica. La doble influencia de autores clásicos y contemporáneos muestra la genial y magnífica fusión entre tradición y vanguardia, que marca su cercanía y parentesco con el grupo del 27.

En su primera etapa (1925-1931), se inicia como poeta en Orihuela con un Modernismo caduco y en sus poemas se reconocen las voces de Miró, Bécquer, Rubén Darío y  Juan Ramón Jiménez. En esta época lee y admira a Virgilio, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Góngora… estas lecturas fueron sugeridas por Ramón Sijé y Luis Almarcha, sus mentores, que infundieron en él la militancia católica y el amor a los clásicos.

En 1931 emprende su primer viaje a Madrid, con el que arranca su segunda etapa (1931-1935). Regresó a su pueblo con las ideas literarias renovadas, y con el convencimiento de que sus poemas debían tener un registro más elevado.
El poeta oriolano crea, , al entrar en contacto con Góngora a través de la Generación del 27, una producción literaria más hermética, de una sintaxis más compleja, de imágenes y metáforas perfectamente trabajadas. En Perito en Lunas (1933) los guías son Góngora y algunos poetas del 27 como Alberti, Gerardo Diego y Jorge Guillén (Cántico), influidos por la poesía pura de Juan R. Jiménez y por técnicas vanguardistas como la greguería de Ramón Gómez de la Serna. Las cuarenta y dos octavas fusionan magistralmente tradición y vanguardia:

Gongorismo, poesía pura y Vanguardismo

En 1934 viaja a Madrid y allí se acerca a Pablo Neruda y se aleja de Ramón Sijé, de la poesía religiosa y de la poesía pura. Mueve sus pasos hacia la poesía impura, más humanizada.

Cuando Hernández concibe El rayo que no cesa (escrito en 1935 y publicado en Enero de 1936), vive una crisis amorosa y personal. Sus imágenes están más próximas al Surrealismo, a Neruda y Vicente Aleixandre . Es la estela de la  tercera etapa (1935-1936) su poesía servirá para expresar sentimientos que le provoca el descubrimiento del amor de la mujer:
El del noviazgo tradicional (Josefina Manresa, la que será su esposa, a la que le dedica tres sonetos: , el carnal (Maruja Mallo, que parece ser la musa inspiradora de más de la mitad de los poemas), y el platónico (María Cegarra, a quien supuestamente dedicó el libro). En cuanto a la métrica, es de factura renacentista: 27 sonetos, una cuarteta , una silva (“Me llamo barro”) y los tercetos encadenados (“Elegía a Ramón Sijé”).

En la cuarta etapa (1937-1939) surge la poesía revolucionaria, la poesía como arma. Al irrumpir la guerra, Miguel Hernández se convierte en un “poeta-soldado” con Viento del pueblo (1937).
Busca ahora una poesía más directa
De ahí el empleo abundante del romance y del octosílabo, metro popular e inmediato que hunde sus raíces en la poesía tradicional. Después comienza la introspección pesimista con El hombre acecha (1939). 

Finalmente, su última etapa (1939-1941) se abre con Cancionero y romancero de ausencias.
Se trata de un  intenso diario íntimo de un tiempo de desgracias , de muerte, protagonizada por un yo lírico privado de casi todo.
Supone una vuelta de Miguel Hernández a sus fuentes, a la poesía oral. Es la vuelta a su pueblo, . Se trata de un neopopularismo peculiar que mezcla con poemas de estructura solemne y verso complejo como “Hijo de la luz y la sombra”.   En definitiva, tradición y vanguardia conviven magistralmente en una poesía marcada por tres heridas (vida, amor y muerte) y nacida desde la pasión por la vida, la necesidad del compromiso y el dolor por la ausencia.

EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

Se ha dicho que Miguel Hernández es un “poeta arraigado apasionadamente”.
Su origen humilde y su propia experiencia será lo que lo conducirá a una toma de conciencia y a un posterior compromiso con los desheredados. En Marzo de 1934 realiza el escritor su segundo viaje a Madrid y en Julio de ese mismo año el tercero. Comienza para él una nueva etapa en la que se introducirá en la intelectualidad de la capital , lo que provocará una crisis personal y poética de la que saldrá su voz definitiva.

En 1935, año en el que escribe su poemario amoroso El rayo que no cesa, conoce a Vicente Aleixandre, colabora con Pablo Neruda en una revista y se incorpora a las Misiones Pedagógicas, un proyecto educativo español  inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza y cuyo fin era “difundir la cultura general a las zonas con altos índices de analfabetismo”. Aquí comienza el compromiso social de Miguel Hernández. El estallido de la Guerra Civil le obliga a dar un paso hacia el compromiso político y de aquí nacerán sus dos poemarios más comprometidos:
Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939).  Su respuesta ante la contienda fue defender la República: en Septiembre se incorporó como voluntario al Quinto Regimiento; ocupó varios cargos importantes y publicó poemas en el semanario “Al ataque”. El poeta será trasladado al Altavoz del Frente Sur, en Andalucía, entre cuyos cometidos estará el uso de la poesía como arma de combate  y la dirección del periódico “Frente Sur”.


En 1937 el poeta viaja a la URSS para participar en el V Festival de Teatro Soviético. A su regreso, el poeta sufre una depresión al contemplar una Europa ajena e insensible al drama español; su fe en el hombre se tambalea y su voz va adquiriendo un pesimismo que se refleja en su segundo libro de guerra:
El hombre acecha (1939). El lenguaje se ha hecho más sobrio y encierra en su léxico el lamento por todo lo visto y vivido.
Arranca con “Canción primera” y la terrible afirmación: “Hoy el amor es muerte, / y el hombre acecha al hombre”. Impacta “El tren de los heridos”.
Otro tema clave es España, proyección del “me duele España” del noventayochismo, en poemas como “Llamo al toro de España” y “Madre España”.
En medio de ese clima de muerte y desaliento de la guerra, MH invoca a todos los poetas para ver si entre todos pueden llevar a las gentes un mensaje de fe en el ser humano, de unidad, de solidaridad, tal y como sucede en “Canción última” con la que se cierra el libro. Pero, lamentablemente, Miguel no pudo ver cumplidos sus deseos, pues le sobrevino la muerte el 28 de Marzo de 1942  tras un largo  periplo por diferentes cárceles. //En 1939, perdida la guerra, muerto su primer hijo, el poeta es detenido en la frontera portuguesa y conducido a Sevilla para ser encarcelado. Curiosamente, fue puesto en libertad meses después sin ser juzgado pero comete el error de volver a Orihuela; allí es delatado y detenido definitivamente. En mitad de ambas detenciones, Miguel Hernández entregó a su esposa un cuaderno manuscrito con poemas que había titulado Cancionero y Romancero de ausencias.
El poeta es ahora una víctima más,  y sus versos expresan dolor por todas las ausencias que sufre: la muerte de su primer hijo y la de la esposa y su segundo hijo que mama “sangre y cebolla” mientras él está en la cárcel.  En definitiva, Miguel Hernández nos quiso dejar en sus últimos versos de hombre vencido con sabor a pueblo, el mensaje pacifista de un hombre cuya empresa fue el amor y cuyas armas fueron las palabras:

“Tristes guerras/ si no es amor la empresa”

.


VIDA, AMOR Y MUERTE EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ

Su poesía gira en torno a tres grandes temas: vida, amor y muerte, las tres heridas hernandianas del Cancionero y romancero de ausencias (“Con tres heridas yo: /la de la vida, /la de la muerte, / la del amor”).

la del amor es la que más profundamente le hiere.
MH contempla la vida siempre amenazada por el espectro del ‘carnívoro cuchillo’ que cuelga sobre su cabeza como una condena. Este sentimiento marca una profunda huella trágica en toda su obra y ensombrece su concepción de la vida.

Sin embargo, en los primeros poemas se refleja una actitud vital despreocupada y optimista.
El poeta percibe las cosas como si estuvieran vivas: ‘la piedra amenazada’, ‘la luna se diluye’… La muerte, poetizada en los atardeceres, se percibe leve y lejana.

Ya en Perito en lunas (1933) encontraremos un toque de muerte y de tristeza, aunque sigue habiendo vida.
El tema amoroso aparece con una clara intencionalidad de carácter sexual (octavas como “Sexo en instante”, “Serpiente”, “Negros ahorcados por violación”). Se llena esta etapa juvenil del enfrentamiento entre la inclinación natural de la carne y la represión moral derivada de su formación religiosa. Pero la muerte como ingrediente de la vida todavía no se ha hecho sentir.//En El Rayo que no cesa (1936) el motivo central será el amor, un amor insatisfecho por imposible (Maruja Mallo), por el recato y la distancia de la novia (Josefina Manresa) y por la lejanía platónica (María Cegarra). Sin embargo, en ningún caso es un amor satisfecho o pleno. Sus modelos clásicos serían el ‘cancionero petrarquista’ de la tradición del amor cortés, el ‘dolorido sentir’ de Garcilaso y el ‘desgarrón afectivo’ de Quevedo, y sus modelos actuales, Aleixandre, Guillén y Neruda.


También amistad y muerte provocan un dolor desgarrador en la mejor elegía de la lengua castellana, “Elegía a Ramón Sijé”, que refleja el inmenso dolor que siente a causa de la muerte de su gran amigo, ocurrida el día de Navidad de 1935.  Estos versos rabiosos contra la muerte (‘manotazo duro’, ‘golpe helado’, ‘hachazo invisible y homicida’)
nos hablan de la concepción de MH en este momento de su vida:

Vivir es amar, penar y morir

En “Umbrío por la pena, casi bruno” dice: “¡Cuánto penar para morirse uno!”.
Con el estallido de la Guerra Civil en 1936, en Viento del pueblo (1937) manifiesta su admiración y amor incondicional hacia el pueblo combatiente.
En algún poema el amor se funde con la poesía de combate y se supedita al enfoque socio-político. La muerte es ahora parte de la lucha y de la vida.
Sin embargo,  se aleja la esperanza de la victoria y España se tiñe de sangre. MH entonces modula su voz hacia el dolor y el pesimismo ante el género humano en El hombre acecha (1939), que arranca con su  “Canción primera y una terrible afirmación:

“Hoy el amor es muerte, / y el hombre acecha al hombre”

A pesar de todo, el poemario se cierra cantando al amor como la única esperanza en la “Canción última”, dedicada a enaltecer el amor apasionado de la joven pareja en su hogar familiar:

“Florecerán los besos / sobre las almohadas

”.

Acabada la guerra, llega el período de cárcel, enfermedad y muerte propias. Aparece Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). La muerte de su primogénito, etc.. Son un rosario de penalidades que le agonizan cuando dice “voy alado a la agonía”. Ha llegado la hora de la resignación, al final, la muerte por tuberculosis convierta al poeta en “un cadáver de espuma” y ese fatídico veintiocho de Marzo de 1942 la muerte venciera a la vida y al amor. En definitiva, Vida, amor y muerte, las “heridas” del poeta cierran el círculo en su Cancionero final para hacerlo inmortal:

“Tres palabras, / tres fuegos has heredado: / vida, muerte, amor. Ahí quedan / escritos sobre tus labios”

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