Comentario de texto fue sueño ayer mañana sera tierra

30 Días

Shayla Kersten

RESUMEN

Biton Savakis es un rico abogado de 42 años de la ciudad de

Nueva York que se siente perdido sin su amado esclavo por más de

diez años: hace tres meses, Erik fallecíó de cáncer y desde entonces

su voluntad de vivir como un Dom se está alejando. Hasta que una

simple mirada a un hermoso pelirrojo tan perdido y desesperado

como él mismo hace reaccionar a Biton. Tal vez el joven pueda

ayudarlo a aliviar su dolor, aunque sea por un breve tiempo.

Lamentablemente, el joven viene con su propio equipaje

emocional.

Es muy duro brindar paz y felicidad a alguien que jamás las ha

conocido. Pero más duro es sentirse impotente ante un joven a quien

nadie jamás en su vida ha amado, y te mira horrorizado sólo porque

eres amable.

Cavan nunca escogíó la vida de un esclavo, pero no puede

recordar que alguna vez no lo fuera. Golpeado casi hasta morir y

tirado a la calle por su antiguo Amo, no sabe qué hacer. Cuando Biton

le ofrece un contrato temporal, Cavan no entiende el significado de las

palabras de su nuevo Amo. Todo lo que entiende es que tiene una

nueva casa y alguien a quien servir. Pero qué le pasará cuando el

contrato se termine… en treinta días…

Y tampoco entiende que hay Amos que te alejan del dolor de

una manera que te hace añorar y desear que esos treinta días jamás

terminen.

Biton y Cavan no lo saben, pero tendrán treinta días para

comprender qué hay más allá del dolor que padecen.

CAPÍTULO UNO

Biton Savakis estaba hambriento. Pero no de comida en el

sentido literal de la palabra. Su cuerpo ansiaba un sustento diferente,

un alimento diferente. Tres meses atrás, su mascota, su adorado y

muy amado esclavo, había muerto. Biton no pudo salvarlo, nada

podría haberlo hecho. El cáncer había atacado a Erik rápidamente y a

pesar de la riqueza de Biton y su influencia, el pronóstico había sido

desesperanzador.

Hasta el final, Erik permanecíó como su fiel esclavo; nunca ni

una vez cedíó ante los intentos de Biton, de cambiar su relación en

bien de su salud. Nada habría hecho a Erik más feliz que servirle a él,

y finalmente Biton dejó de insistir. Cualquier cosa que hiciera feliz a

Erik, se la hubiera dado durante el tiempo que le quedaba.

Cuando Erik partíó, el deseo de Biton de dominar a otra persona

se fue con él. Hasta esta noche.

Biton entró al establecimiento, un poco más que agitado. Su

incomodidad no se mostraba, no podía. Como un experimentado

dominante, nunca se permitiría mostrar sus sentimientos, pero la idea

de estar con alguien, que no fuera Erik, dolía más de lo que esperaba.

El silencio cayó sobre los presentes, al tiempo que volteaban para

mirarlo. Un vistazo, alrededor del cuarto en penumbras, le reveló un

par de caras familiares.

Cabeceando en su dirección, los otros Amos volvieron a sus

propios asuntos.

Tan temprano en la tarde, no habría muchas personas allí, por

eso Biton decidíó entrar. Demasiadas preguntas, demasiadas miradas

dolorosas, no podría soportar la compasión.

El club no había cambiado. Los paneles de madera oscura en la

pared y la mala iluminación, hacían difícil ver, algo más, que la oscura

madera veteada de la barra. El humo irritaba sus ojos, mientras

caminaba por el cuarto.

Biton cabeceó al camarero.

—Whisky escocés, solo.

—Biton, amigo mío, ¿cómo estás?

Girando hacia la voz familiar, se encontró a Antonio Casala,

seguido por su esclava, Liá.

Una mano fuerte agarró su hombro, pero Biton se apartó.

—He tenido mejores momentos. Ha sido muy duro. —Biton

tomó un sorbo de whisky, para aliviar la opresión en su garganta. El

gesto comprensivo hacía que fuera demasiado fácil ceder ante lo que

él sólo podría hacer en la privacidad de su propia casa. Apreciaba la

bondad de Antonio y sabía que el hombre entendía su pérdida.

La mujer silenciosa, de piernas largas, que permanecía cerca,

llevaba, con Antonio, más de los diez años que Erik había estado con

Biton. Actualmente se encontraba en remisión1, recuperándose de un

cáncer de mama2. Si alguien podía entenderlo, sería Antonio.

—Tal vez esto es una mala idea. —Biton tomó el resto de su

whisky. El sonido del vaso vacío sobre la barra, parecíó exagerado.

—Necesitabas salir. Han pasado meses.

—Ya lo sé, pero… —Otra vez, su garganta se apretó. Sus ojos se

cerraron, para aliviar el ardor de las lágrimas—. No aquí.

—Entonces, ¿qué te parece mi casa? El viernes por la noche. Tengo

una fiesta. Habrá varias personas libres allí.

1Remisión:
Disminución o desaparición de los signos y síntomas de cáncer. En el caso de la

remisión parcial, algunos signos y síntomas han desaparecido, pero no todos ellos. En el caso

de la remisión completa, todos los signos y síntomas han desaparecido, pero el cáncer todavía

puede estar en el cuerpo.

2 Si quieres información sobre el cáncer de mamas en Internet:
Puedes preguntar en línea y

obtener ayuda inmediata, por medio de LiveHelp en Internet en http://www.Cáncer.Gov. Muchos

folletos del NCI y hojas informativas pueden verse en http://www.Cáncer.Gov/publications.

(colaborando en la lucha contra

Biton asintió bruscamente. Sabía a qué tipo de fiesta se refería

Antonio. Tal vez podría deshacerse de la tensión, que amenazaba con

desgarrarlo.

—El viernes. —Biton debería decir algo más, pero no podía.

Caminando rápidamente hacia la puerta, hizo una salida precipitada.

Antonio observó a su amigo escapar de sus recuerdos. Lástima

que no fuera así de fácil. Biton necesitaba seguir adelante. Como

Amo, Antonio entendía la necesidad de controlar su vida. La muerte

de Erik había sido algo que Biton no esperaba.

—Liá.

—Sí, Amo.

—Organiza un play party3 para el viernes. Y asegúrate de que tu

joven amigo está allí.

—Sí, Amo.

Un cambio leve, en su tono de voz, lo hizo mirarla. Los

atractivos y deliciosos labios curvados ligeramente en una esquina.

—¿Deseas decir algo? —Antonio no podía controlar la sonrisa

burlona que amenazaba con mostrarse, en su propia boca.

—No, Amo. —Ella mordíó sus labios para contener la risa.

—Bruja. —Un agudo golpe, en su redondo trasero, resonó en la

tranquila barra. Tirando de su collar, la dirigíó de regreso a su mesa.

Había sido idea de ella el presentarle Cavan a Biton.

La enorme cama de matrimonio se tragaba a Biton, sin el calor

3 Una fiesta de SDBM, que se caracteriza por que sus asistentes llevan sus trajes de

dominantes o sumisos. El alcance de esta fiesta va detallado en la tarjeta de invitación, por

ejemplo se indica si habrá o no penetración. ¿Qué quieres que diga amiga lectora? El mundo es

muy ancho y cabemos todos. (N.T.)

de Erik a su lado. Le había costado casi un mes dormir en ella,

después de la muerte de su amante. Esa noche dormir en el sofá,

escuchando el estruendo de la televisión, parecía más atractivo, pero

se quedaría donde estaba. Necesitaba regresar a su vida normal,

incluso si el agujero en su alma nunca volvía a llenarse.

—Erik, te extraño tanto —susurró a la oscuridad, mirando

fijamente hacia el techo—. No debería haber ido allí esta noche. No

era lo mismo sin ti. —Las lágrimas rodaron por su cara—. Antonio

estaba allí, con Liá. Ella se veía muy bien. Su pelo volvíó a crecer.

Erik y Liá habían sido amigos muy cercanos, incluso más que

Biton y Antonio. Erik la acompañó a sus tratamientos de

quimioterapia, cuando su Amo no podía ir. El amado de Biton, había

lamentado la pérdida del largo pelo negro de Liá. Apenas un año más

tarde, ella le devolvíó el favor.

—Está casi tan largo como antes… —Las palabras lo ahogaban.

El recuerdo del pelo negro y espeso de Erik, cayendo a puñados, hizo

a Biton gemir de dolor.

Afeitarse la cabeza fue agregado a las tareas diarias de Erik,

junto con afeitarse los genitales.

Poniendo una almohada contra su cara para sofocar los sollozos,

masculló:

—Todavía te amo.
Solamente necesito… Necesito continuar.

Espero que lo entiendas.

Biton rodó a un lado, apretando contra su pecho la almohada,

que ya no olía a Erik. La suave funda de algodón amortiguó sus

sollozos, hasta que finalmente cayó en un sueño profundo.

El viernes llegó con demasiada rapidez para Biton. Mirando

fijamente su reflejo en el espejo, se veía más viejo de los cuarenta y

dos años que tenía. Su pelo negro como el carbón, cortesía de su

herencia griega, comenzaba a estar salteado con mechas plateadas.

Incluso el espeso pelo de su pecho mostraba colores grises salpicados

en él. Las manchas oscuras bajo sus ojos atestiguaban su incapacidad

de dormir. Su tono muscular era todavía bueno. El ejercicio lo

ayudaba a mantener sus demonios a raya. Había perdido peso. A

veces comer era demasiado esfuerzo. Además, la cocina había sido el

dominio de Erik. Biton se sentía como si estuviera violando su

espacio, cuando entraba a cocinar algo para comer.

Los ojos oscuros que reflejaba el espejo se veían atormentados

y perdidos. ¿Los demás también lo notaban, cuándo lo miraban?

Su trabajo como abogado ya no le despertaba ningún interés

verdadero. Como uno de los socios mayoritarios en uno de los

despachos de abogado más grandes en Nueva York, podría permitirse

delegar la mayor parte de sus casos a otros. Jubilarse temprano había

cruzado por su mente, cada vez más a menudo, estos últimos días. El

dinero no era un problema. Sus ahorros e inversiones lo mantendrían

cómodamente, durante años. Pero, ¿qué haría? Enroscarse en la

oscuridad y morir, muy probablemente. El trabajo era la única cosa

que lo anclaba a esta vida.

El triste y oscuro hombre del espejo sacudíó la cabeza y

abandonó el cuarto de baño.

Biton aparcó en la estrecha calle, cerca de la casa urbanizada de

Antonio. Sentando en el coche, observó a varias personas subir la

escalera hacia la puerta. Esperaba que no hubiera muchas personas

esta noche. Su mano se movíó para volver a poner la llave en el

contacto, entonces vaciló. Control, tenía que recuperar el control de

su vida. Ir a trabajar cada día y regresar a casa, para afligirse por la

pérdida de Erik, no era vida.

Resuelto a aprovechar al máximo esta noche, Biton salíó del

coche y subíó los escalones, de dos en dos. Esto era un play party, se

récordó. Tal vez, solamente tal vez, podría encontrar a alguien que le

interesara, aunque sólo fuera por una noche.

Antonio miraba como Liá echaba una ojeada, a través de las

persianas. Su trabajo, como esclava del anfitrión, era saludar a los

invitados y hacerlos sentir cómodos. Aunque la casa podía acomodar

a más, él había planeado una pequeña reuníón, menos de diez

personas. Antonio no quería abrumar a Biton. Su mirada vagó por el

salón, hasta que cayó sobre el objeto de su búsqueda.

Cavan había encontrado una esquina y se había hecho casi

invisible. El delgado pelirrojo, vestido con unos vaqueros descoloridos

y una camisa con cuello de botones abierta, parecía fuera de lugar,

aferrado al último pedazo de su antigua vida. A no ser que un Amo se

lo ofreciera, llevar el ancho collar de cuero no estaba permitido. Sin

embargo, Cavan no lo dejaría en su cuarto. Se había convertido en su

manto de seguridad.

Antonio sacudíó la cabeza. ¿Cómo se las había arreglado para

recoger un alma tan herida?

Volvíó la vista hacia la puerta, mientras Liá la abría para Biton.

Su hermosa esclava saludó al invitado, con la deferencia debida al ser

amigo de su Amo. A veces Antonio se preguntaba quién era realmente

el esclavo en esta relación. Él podía tener el control de su cuerpo,

pero ella poseía su corazón. Ella quería ayudar al desamparado joven

pelirrojo, que se veía perdido, sentado en una esquina de la sala de

estar de Antonio.

Ahora tenía que conseguir que Biton se fijara en él.

Biton echó un vistazo alrededor del salón, encontrando muchas

caras familiares. Un pequeño suspiro de alivio escapó de su control,

cuando notó el número. Demasiadas personas y temía que pronto

hubiera escapado de allí.

Con un nudo en la garganta récordó su última visita con Erik,

tan cerca, detrás de él, que podía oler su esencia. Su esclavo siempre

olía a café. Una sonrisa aparecíó en sus labios. Erik era un aficionado

tan grande a la caféína que, cuando Biton tenía que castigarlo,

negarle el café era una verdadera tortura.

—¡Biton! ¡Bienvenido! —Antonio caminó hacia él, saludándolo.

—Gracias —contestó, estrechando firmemente la mano de

Antonio—. Pequeña fiesta.

—Sí, no estaba de humor para nada demasiado complicado.

Debes conocer a la mayoría de la gente aquí.

Mientras se soltaban las manos, Biton echó un vistazo alrededor

del cuarto, nuevamente. Sólo había un par de personas que él no

conocía. Posiblemente los disponibles que Antonio había mencionado

la otra noche.

Un hombre de pelo y ojos oscuros, de aproximadamente treinta

años, caminó hacia él. Deteniéndose a unos pies de distancia, guardó

un respetuoso silencio. Claramente ya entrenado, el hombre mantuvo

la mirada fija hacia abajo, su cuerpo inmóvil.

—Hola —dijo Biton en voz baja.

—Hola, ¿puedo traerle algo de beber?

—Whisky escocés, solo.

El sumiso se alejo rápidamente para traer su bebida.

Biton echó un vistazo a Antonio.

—¿Quién es?

—Mark Davenport. Es nuevo aquí en Nueva York. Se mudó

desde California cuando su empresa se trasladó. Su viejo Amo, lo

líberó de su contrato. No puede ser un 24/74, pero tiene excelentes

referencias.

Biton tuvo que sonreír. La escena sadomasoquista parecía a

veces tan organizada. Desde luego, necesitaba ser así. Aunque

muchas personas pensaran que el sadomasoquismo era malo y la

forma más perversa de satisfacer las fantasías sexuales, había reglas.

La mayoría de la gente las cumplía y la organización ayudada a evitar

que aquellos que no lo hacían, causaran demasiados problemas.

Seguridad, prudencia y consentimiento eran sus normas. Pero había

algunos que no seguían las reglas. Y aquellos eran de los que siempre

se oía hablar en los periódicos.

Biton simplemente asintió, cuando el sumiso aparecíó con su

bebida. El hombre estaba, probablemente, en mitad de los treinta,

cerca a la edad de Erik. Una camiseta apretada revelaba sus tensos

músculos y un físico bien hecho. Interesante, pero Mark estaba muy

cerca en su físico y aspecto a Erik. Biton no quería un sustituto para

su esclavo. Algo nuevo, algo diferente sería mejor. Haría que su

mente dejara de extrañar a Erik.

—Gracias, Mark. —Biton sonrió al hombre y se volvíó hacia

Antonio. Escuchó los pasos suaves de Mark alejándose.

—Bien, creo que ya le rompiste el corazón. —Antonio bromeó

riéndose—. El muchacho esta un poco desesperado por un Amo

nuevo. Lleva aquí, alrededor de tres meses. Pero, por suerte, ha

seguido el camino seguro y sólo se encuentra con los que la Sociedad

le recomienda.

4 Expresión propia del lenguaje sadomasoquista, 24 horas los siete días de la semana. Ahora

me preguntó, ¿esos chicos D/s no trabajan nunca? (N.De T. Intrigada.).

La Sociedad era un “extraoficial” grupo del club de BDSM5 de la

zona. Existía una jerarquía dentro de ella y Antonio era uno de sus

líderes. Biton había sido un miembro activo hasta que Erik enfermó. El

BDSM podía ser peligroso, con la gente inadecuada. Amos inexpertos

podían dañar seriamente a un sumiso. El tener un grupo para

moderar los juegos era sabio.

Biton notó a otro hombre que estaba de pie cerca. Echando un

vistazo sobre su hombro, encontró a un hombre rubio, delgado y con

pelo muy corto, los ojos mirando al suelo, parado a unos pies de

distancia. Demasiado joven para sus gustos, el sumiso no podía tener

más de veinte.

Biton regresó su mirada a Antonio.

—¿Esto es un montaje, verdad? —dejó que una sonrisa,

suavizara la acusación.

Antonio se encogíó de hombros.

—Me descubriste. —Extendíó una mano y la puso sobre el

hombro de Biton—. Desde que estuviste en el club, supe que habías

comenzado a buscar otra vez, solamente quería hacértelo más fácil.

—¿Entonces esta es mi selección?

Antonio se rió, su mano apretó el hombro de Biton antes de

soltarlo.

—No, hay otro más. ¡No podía ofrecerte un rubio y un moreno

sin lanzarte un pelirrojo! Aunque Cavan es un poco tímido.

5 BDSM es la denominación usualmente empleada para designar una serie de prácticas y

aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidad extrema

–no convencional. El término se emplea a menudo, de forma equivocada, como sinónimo de

sadomasoquismo. En realidad, es un acrónimo que abarca prácticas de sexualidad no

convencional, y que da nombre a lo que hoy en día es considerado como una subcultura

específica. Actualmente, e independientemente de su génesis, el acrónimo se entiende formado

por las iniciales de algunas de dichas prácticas: Bondage: B; Disciplina: D; Dominación y

Sumisión:
D&S y Sadomasoquismo:
S&M (N.T.)

Biton se dio la vuelta para seguir la mirada de su amigo. Un

pelirrojo con una mirada desolada en sus ojos estaba sentado, con

sus piernas enroscadas bajo él, en una esquina del cuarto.

Mientras caminaba hacia el joven, Biton podía ver el tono de sus

músculos a través de la camisa abierta. Con la mirada baja, Cavan

obviamente, no había notado la presencia de Biton, hasta que éste se

inclínó sobre él.

—Lo siento, Am… —La voz del joven se cortó bruscamente

mientras se levantaba del pequeño sofá—. ¿Puedo servirle? —Era más

alto de lo que parecía mientras estaba sentado. Tal vez era el modo

en que se hacía más pequeño, acurrucado como una pelota apretada.

—Relájate, Cavan. Solamente quiero hablar. —Biton se sentó e

hizo señas a Cavan para que hiciera lo mismo.

El joven obedecíó, pero Biton podía ver la reticencia en su

conducta. Tenso e incómodo, Cavan se sentó en el borde del sofá, su

postura tiesa y sus nudillos blancos mientras sosténía el collar de

cuero.

—¿Es ese tu collar?

—Sí, Am…

Una vez más, Cavan dejó incompleta la palabra al responder.

No era apropiado llamar a alguien Amo sin su permiso. Por lo general,

ese privilegio no era concedido, hasta que no se alcanzaba un

entendimiento. Pero tal vez él se relajaría un poco…

—Si te hace sentir más cómodo, Cavan, puedes llamarme Amo

o Señor, pero esto no es un contrato.

—Gracias, Amo. —Los ojos verde pálido ascendieron y la dura

tensión, de los músculos de su espalda, se suavizó un poco—.

¿Contrato, Amo?

—Un contrato… Entre un Amo y un esclavo. ¿Tu Amo anterior

no tenía un contrato contigo?

—No, Señor.

—Un acuerdo, entonces. Uno sobre sus responsabilidades y las

tuyas.

—Mi responsabilidad era obedecer a mi Amo, en todas las cosas.

Las palabras parecían memorizadas.

—¿Y qué pasaba con la responsabilidad de cuidarte y ocuparse

de tus necesidades?

—Mi única necesidad era servir a mi Amo.

—¿Tienes trabajo?

Los ojos de Cavan se movieron rápidamente entre Biton y el

amplio collar de cuero, todavía sosteniéndolo en sus puños apretados.

—Lo tengo ahora. Sirvo… Trabajo en la casa del Am… Señor

Casala. Soy un criado en su casa.

Biton oyó la dificultad que tenia Cavan de pronunciar el nombre

de Antonio sin agregar el título de Amo.

—¿Pero no trabajabas antes, con tu anterior Amo?

—No, Señor. Mi trabajo era servirlo a él. —Un estremecimiento

recorríó su espalda.

Biton echó un vistazo para ver que Antonio se acercaba hacia

donde ellos estaban sentados. Era necesario hacer algunas preguntas,

pero obtener respuestas de Cavan era como sacarle un diente.

—Cavan, necesito otra bebida. Whisky escocés, solo.

El joven se levantó de un salto como impulsado por un resorte.

—Sí, Amo. —El alivio inundó las dos palabras, como si estuviera

desesperado por servirlo de algún modo.

Cuando el joven corríó para servirle, Biton llamó con un dedo a

Antonio, quien los observaba.

—¿Cuál es su historia? —Biton preguntó mientras Antonio se

sentaba en el lugar vacío, dejado por Cavan.

—Su último, y único, Amo fue Maxwell Wainwright.

—Wainwright… El nombre me es familiar.

—Probablemente recibiste correos electrónicos de la Sociedad

sobre el incidente, una semana, mas o menos, después de la muerte

de Erik. Estoy seguro que no les prestaste atención. Cavan aparecíó

en la sala de urgencias golpeado. Su espalda ensangrentada, el brazo

roto, dos costillas fracturadas y laceraciones en el recto, por algún

tipo de objeto extraño. Se negó a demandar a su atacante. Liá me

llamó porque reconocíó el nombre del hombre que pagó las facturas.

Él asintió, recordando que Liá era enfermera, en la sala de

urgencias.

—Bien, la Sociedad advirtió a Wainwright, amenazándolo con

excluirlo y previno a todos los posibles sumisos. Una semana más

tarde, inmediatamente después de ser dado de alta, Cavan regresó a

la sala de urgencias, con la mandíbula rota y la nariz ensangrentada.

Wainwright lo había echado a la calle, con nada más que un par de

vaqueros, su collar y sus nuevas heridas. Liá intervino y pidió permiso

para traerlo a casa.

Biton apretó los dientes, encolerizado. Nadie tenía derecho a

abusar de un esclavo. La escena BDSM no tenía que ver con el dolor

por el dolor. El pelirrojo no podía tener más de veinticinco o veintiséis

años.

—¿Cuánto tiempo estuvo con Wainwright?

—Desde que tenía dieciocho años, nueve años.

Entonces, tenía veintisiete años.

—¿Era siempre así? ¿El abuso? —Biton vio al joven, que se

apresuraba hacia ellos, con la bebida en la mano.

—Eso creo. Hacer que hable es difícil. Creo que Wainwright lo

amenazó. Y está tan bien entrenado, que dudo alguna vez, rompa su

silencio. —Antonio se levantó mientras Cavan se acercaba—. Hablaré

contigo más tarde. —Antonio cabeceó a Cavan mientras se marchaba

para mezclarse con sus otros invitados.

Cavan se arrodilló, para presentar la bebida a Biton, como si

fuera algo precioso y raro.

Biton tomó la bebida con una mano y palmeó el cojín, a su lado,

con la otra.

—Gracias. Siéntate aquí. No tienes que arrodillarte.

—Sí, Amo. —El joven se movíó encantado de obedecer, pero sus

dedos estaban otra vez agarrados al collar.

Biton tomó un sorbo de su bebida en silencio. Cavan le

interesaba, pero estaba tan herido, tan perdido. Por otra parte, tal vez

por eso el joven había llamado su interés. Biton se sentía de igual

forma, sin Erik.

CAPÍTULO DOS

El amanecer llegó, con Biton sintiéndose más descansado de lo

que se había sentido en mucho tiempo. Dejó la fiesta antes de que

comenzara realmente. No creía estar listo, aún, para algo más que

socializar, y la única persona que había atraído su interés, era el

tímido pelirrojo. Hacer una escena en público, no habría sido una

buena idea.

La pálida luz del sol se filtraba por las ventanas. Eran los

primeros días de primavera, se esperaba que fueran más claros y

cálidos de lo normal. Tenía una cita, para almorzar, que aguardaba

con gran interés. Obtener información de Cavan, anoche, se había

parecido al juego de las veinte preguntas. El pálido joven sólo

contestaba preguntas directas. Biton quería saber más. En vez de

seguir con la conversación forzada, le pidió a Cavan que almorzara

con él. Tal vez, sin un montón de gente mirándolos, Biton podría

obtener más respuestas.

El reloj indicaba casi las nueve. Se estiró perezosamente y fijó

la vista al techo. Entre su curiosa mente, meditando sobre Cavan, y

los vasos de whisky que había bebido, no mantuvo su habitual

conversación nocturna, con Erik.

—Necesita a alguien —susurró—. Y yo también. Sé que lo

entiendes. Eso no significa que no te extrañe. Siempre te amaré. —

Las familiares punzadas de lágrimas lo hicieron parpadear

rápidamente—. Tal vez, ayudarlo a curarse, me ayude a mí también.

Rodando fuera de la cama, se dirigíó a la ducha. No había

decidido dónde llevar a Cavan a almorzar. Traerlo aquí no era una

idea muy buena. El joven podría sacar conclusiones erróneas de eso.

Almorzar en un lugar tranquilo y público sería una idea mejor. Algún

lugar que no fuera tan amenazador, que no se relacionara con el

mundo BSDM, probablemente sería lo mejor, pero la tendencia al

servilismo de Cavan podría ser embarazosa. Erik había mostrado

respeto a Biton en casa o en clubes o casas de amigos de similar

mentalidad, donde era apropiado.

El agua caliente derramándose en él, se sintió bien. De pie, con

las manos contra el frente de la ducha, dejó que el agua cayera sobre

su cabeza. Sus pensamientos regresaron a Cavan. La pálida cara,

salpicada de pecas y sus tristes ojos verdes, había revoloteado en sus

sueños. El respeto casi natural y la sumisión de Cavan hicieron que su

polla también se interesara.

La idea de sus piernas, abiertas completamente, para el placer

de Biton, lo hizo jadear de excitación. Su polla se engrosó, al imaginar

las pecas en la espalda y el culo del joven. Por su pigmentación, el

hombre era obviamente pelirrojo natural, pero se preguntó si su ingle

estaría afeitada o si el vello sería del mismo color que el de su cabeza.

La camisa abierta que Cavan llevaba anoche revelaba un pecho

lampiño, músculos suaves y diminutos pezones rosados. No tenía

piercings visibles, ni siquiera en las orejas. Sus labios eran un poco

menos llenos de lo que le gustaba, como los de Erik, pero, aún así, lo

tentaban.

Biton no había tenido un orgasmo satisfactorio, desde antes de

la muerte de Erik. Masturbarse, con el solo propósito de descargarse,

no le interesaba. En las raras ocasiones, cuando se ponía duro, la

necesidad se aplacaba, incluso antes de correrse. Pero imaginar esos

pálidos ojos verdes mirándolo, con los labios de Cavan apretados

alrededor de su polla, lo hicieron tomar la inflamada erección en sus

manos. Unos cuantos bombeos rudos, y vio su semilla girar alrededor

del desagüe de la ducha y ser arrastrada.

Quizás, su casa sería el mejor lugar para almorzar. Si se

convirtiera en algo más que un almuerzo…

La puerta de la residencia de Antonio se abríó, antes que Biton

tuviera la posibilidad de llamar. Cuando entró, Cavan se mantuvo

silenciosamente a un lado.

Antonio esperaba en la sala de estar con Liá.

—Bienvenido, amigo mío. —Agarró la mano de Biton

firmemente.

Liá sonrió e inclínó la cabeza, cómo saludo.

Antonio se dio vuelta hacia Cavan.

—Ve a buscar tu chaqueta. Todavía está fresco afuera.

Todos miraron, mientras el joven salía apresuradamente del

cuarto.

—Adelante, Liá. —La voz de Antonio era tranquila cuando le dio

permiso para hablar.

—Está sumamente nervioso, pero muy excitado. He estado

intentando aconsejarlo, pero está muy perdido sin un Amo. —Liá

mantuvo su voz en tono bajo mientras se dirigía a Biton—. No sé

dónde planeas llevarlo, pero no recomendaría ningún lugar público,

fuera de nuestro círculo.

—Ya pensé en eso. Decidí que almorzaríamos en mi casa. —

Biton miró con inquietud el corredor por donde Cavan había

desaparecido.

Liá asintió con la cabeza.

—Probablemente será lo mejor. Es casi agorafóbico6. No creo

que su Amo le permitiera salir de casa.

—Bien. Seré cuidadoso, Liá. Gracias.

Su conversación quedó interrumpida con el regreso de Cavan.

Biton reflexionaba sobre las palabras de Liá mientras conducía

hacia su casa. ¿En qué se estaba metiendo?

Un vistazo a Cavan, revelaba a un joven asustado con una

mano dentro del bolsillo de la chaqueta, la cual seguramente estaba

apretada alrededor de su collar.

Optando por no hablar en el coche, condujo en silencio por el

resto del recorrido.

El alivio fue evidente en la postura de Cavan, que se relajó un

poco al entrar en el garaje. Su enorme suspiro casi provocó una

sonrisa burlona en Biton.

La decisión de comer allí había sido definitivamente una buena

idea. Había ordenado una comida fría en un restaurante local. La

mesa ya estaba puesta y la comida en el refrigerador.

—Toma asiento. Traeré la comida. —Biton se movíó al

refrigerador, pero la tensión de Cavan se intensificó.

El agarrotamiento de su cuello y los dientes apretados

mostraban su incomodidad con que alguien lo sirviera a él.

—Pensándolo bien, toma esto. —Le dio al angustiado joven una

fuente con pollo frito al curry antes de que Biton agarrara la ensalada

y una botella de vino blanco.

Después de permitir que Cavan sostuviera su silla para él, Biton

le hizo señas para que se sentara.

—Cavan, tienes que escuchar atentamente. Hasta que

6 La agorafobia, es una neurosis de ansiedad; también una condición común en la cual una

persona tiene episodios de miedo o ansiedad intensa, que ocurren de repente, y con frecuencia

sin ningún aviso. Estos episodios —llamados ataques de pánico— pueden durar desde minutos

hasta horas. Pueden ocurrir sólo de vez en cuando o puede ocurrir con bastante frecuencia. La

causa o «desencadenante» para estos ataques puede no ser obvia. Pero pueden controlarse. Si

tienes ataques de pánico, es muy importante que busques atención médica, y que hables con tu

médico sobre tu problema. Después de que te haya hecho una evaluación cuidadosa, tu médico

podrá decirte si tus ataques de pánico están relacionados con neurosis de ansiedad o con otro

problema. Existen tratamientos simples para ayudar a controlar la neurosis de ansiedad. (N.T.)

lleguemos a un acuerdo o un contrato como el que mencióné anoche,

no tienes que servirme. Este almuerzo es solo para que podamos

conocernos mejor y ver si queremos llevar las cosas más lejos.

Cavan asintió con la cabeza, sus músculos se pusieron tirantes

por la ansiedad mientras se sentaba.

—Dime que lo entiendes. Quiero oírte. Quiero que me digas qué

piensas, qué es lo que quieres. Esto es parte de llegar a conocernos

uno al otro.

—Sí, Amo, entiendo.

Biton suspiró y cambió de tema, mientras llenaba el plato de

Cavan y luego el propio. Incluso aquel simple gesto puso a Cavan

nervioso. ¿Qué tipo de monstruo lo había entrenado?

—Come, Cavan. Está bien.

Los pálidos ojos verdes volaron de Biton a su plato con comida y

de vuelta hacia él, casi como si esperara que fuera una trampa o una

broma.

Tal vez no fue tan buena idea. La propia psique de Biton estaba

demasiado frágil, lidiando con la pérdida de Erik. Tener a alguien tan

asustado cerca… Y de nuevo, Cavan había apartado la pena de su

mente, por un rato.

Levantándose despacio, para no asustar a su nervioso invitado,

Biton dio vuelta por detrás de Cavan.

Los músculos en su cuello se hinchaban con la tensión.

Con cuidado colocó sus manos sobre los hombros de Cavan, lo

que hizo al joven estremecerse, aunque lo controló rápidamente.

Frotando los agarrotados hombros con las palmas de sus manos, se

inclínó para susurrarle:

—Cavan, tienes que relajarte. No voy a castigarte por nada. No

eres mío para castigarte. —Los dedos de Biton comenzaron a

masajear la tensa carne—. Quiero que comas. Quiero que me hables.

Necesito saber cosas sobre ti, sobre tu último Amo, tal como tú tienes

que conocer cosas sobre mí. No te meterás en problema por hacer

cualquiera de estas cosas.

El temblor bajo las manos de Biton, empezó lento, pero pronto

el joven temblaba con fuerza.

Deslizando sus brazos alrededor del pecho de Cavan, Biton

susurró:

—Está bien, Cavan. Está bien.

Líberándose y prácticamente cayendo de la silla, Cavan se

arrastró hacia Biton y abrazó sus piernas.

—Sólo quiero servir, Amo. Por favor… Necesito…

Aflojando el férreo apretón del desesperado hombre, Biton se

agachó. Con sus brazos alrededor de Cavan, lo levantó y,

manteniéndolo estrechamente abrazado, lo llevó hacia la sala de estar

y al sofá.

Bajando a Cavan con él, Biton lo abrazó, a pesar de su débil

resistencia. ¿Acaso Wainwright nunca le había mostrado ternura o

preocupación?

—Cavan, cálmate. Aún puedo dejar que me sirvas, pero quiero

saber sobre ti primero. Hay cosas de las que tenemos que hablar. —

Biton no sabía qué fue lo que funciónó, si el tono severo que había

usado o la promesa de que le permitiría servirlo, pero la débil

resistencia cesó.

El cuerpo de Cavan se quedó casi flácido contra él, la cabeza

apoyada sobre su pecho.

El calor de un cuerpo contra Biton despertó algo más que sólo

preocupación por su aterrorizado invitado, pero tenía que anular su

excitación. Nada evitó que su polla aumentara contra los vaqueros. Y

no escapó de la atención de Cavan.

—Por favor, déjeme… —con mano temblorosa, Cavan acarició el

aumento ahora visible—. Por favor, Amo.

El susurro lastimero desgarró el corazón de Biton, pero le envió

una descarga de calor a la ingle. Asintiendo con la cabeza, se reclinó

en el sofá para ver lo que Cavan hacía.

Sin intentar ningún otro contacto, un beso o una caricia, Cavan

se deslizó al piso, arrodillándose entre las piernas de Biton, y

desabrochó sus vaqueros. Liberando la dolorida polla de los boxers,

Cavan chupó la punta, para luego lamer alrededor de la corona. Una

mano se deslizó más profundo, acariciando sus pelotas, mientras la

boca de Cavan se abría para tomarlo entero.

Los músculos de su garganta se contrajeron alrededor de la

sensible cabeza de su polla.

—Oh, Dios —gimió Biton. Recostándose con los ojos cerrados,

dejó que sus dedos vagaran por el corto y espeso pelo de Cavan.

Había pasado tanto tiempo, casi una eternidad, desde la última vez

que se había sentido tan bien—. Sí… Oh, sí —gimió.

La boca de Cavan se retiró para detenerse sobre la punta. Una

lengua caliente golpeó la sensible hendidura. Tan tímido como era, así

de osada era su boca. Tomándolo profundamente otra vez, casi

agresivamente, la lengua de Cavan trabajó con firmeza contra su

polla. Biton no podría aguantar mucho más sin explotar. No quería

que terminara tan pronto.

Tirando bruscamente del cabello entre sus dedos, alejó a Cavan.

Deslizando sus manos bajo los brazos de éste, lo atrajo encima de él.

Los labios sonaron con fuerza, dientes chocando mientras Biton lo

besaba.

La boca de Cavan se abríó obedientemente, pero no había

pasión en sus labios. Sus brazos quedaron a los lados, no dándole la

bienvenida a su abrazo ni defendíéndose de él.

—Bésame, Cavan —susurró Biton—. Bésame tú también.

Despacio, los suaves y finos labios comenzaron a moverse.

La lengua de Biton persiguió a la evasiva de Cavan, besándolo

profundamente y enredándose en la cálida carne húmeda.

—Abrázame —susurró, mientras jadeaba por aire—. Rodéame

con los brazos.

Los brazos de Cavan obedecieron, pero su abrazo era débil.

—Más apretado, Cavan. Abrázame más fuerte.

Biton movíó una mano entre ellos y la deslizó hasta abrir el

botón de los vaqueros de Cavan. Bajando la cremallera, buscó la

erección del hombre más joven, sólo para encontrar la carne fláccida.

Tomando las flojas pelotas, su mano encontró un anillo en la polla,

tan apretado que era peligroso. El flujo de sangre a su pene y pelotas

también estaría constreñido7.

Si el daño era permanente, Cavan sería con seguridad un

eunuco.

Los dedos de Biton hurgaron para liberarlo, pero no pudo

quitarlo.

—Cavan, quiero quitarte esto. ¿Cómo se abre?

El cuerpo contra Biton se tensó.

—Mi Amo dijo que no podía quitármelo. Sólo para rasurarme.

Biton retiró su mano de los vaqueros. Usando ambas manos

tomó la pálida y pecosa cara y obligó a Cavan a mirarlo a los ojos.

Una decisión precipitada, pero ya estaba tomada, sin embargo.

—Cavan, escúchame con cuidado. Él ya no es más tu Amo. Esta

tarde prepararé un contrato entre tú y yo perfilando tus

responsabilidades y las mías. —Ver sus ojos brillando con esperanza y

alegría, casi mató a Biton por tener que apagarlos—. Será temporal.

Treinta días. Durante ese tiempo serás mío. Me obedecerás, seguirás

mis reglas, no las de tu viejo Amo, y te comportarás como yo indique.

Si no lo haces, serás castigado. Por otra parte, soy responsable de tu

seguridad, tu salud y tus condiciones de vida. —Apretando la cara de

Cavan con cuidado, siguió—: ¿Entiendes lo que digo?

—Sí, Amo. —Las lágrimas llenaban los ojos de Cavan.

—Bien, la primera cosa que voy a ordenarte hacer es que te

quites el anillo del pene. Lo llevarás únicamente siempre y cuando yo

quiera. ¿Lo entiendes?

—Sí, Amo —dijo Cavan, sin aliento cuando se alejó de Biton.

 7 Ahora vamos a hacer algo de intertextualidad. Hay una novela de Sandra Brown, “El sabor del

escándalo” dónde el malo de la película es estéril por haber tenido un accidente de auto que

apretó sus testículos, lo que hizo que la sangre estuviera restringida. Así que ya conoces un

método anticonceptivo: compra un anillo. (N.T colaborando con embarazos no deseados.)

Dejando caer sus pantalones sin vacilación ni vergüenza, hurgó en la

apretada correa alrededor del pene y las pelotas. Resultó que era

elástica, como una banda de goma.

Biton se estremecíó al pensarlo. Había leído una vez que los

carneros eran castrados usando un método similar.

—Sácate los zapatos y termina de quitarte los vaqueros. Quiero

examinarte.

Cavan rápidamente obedecíó y se paró delante de Biton, tan

solo con camisa y calcetines.

Parecería tonto si la situación no fuera tan seria.

Acarició el pene fláccido circuncidado, pálido como el resto de la

piel de Cavan. Tirando de la carne blanda con cuidado primero a un

lado y luego el otro, examinó la piel más oscura donde había estado el

anillo. Curiosamente, Cavan no reacciónó. Mirándolo, Biton vio la

tensión en sus hombros y en su cuello.

—¿Te hace daño que te toque?

—No, Amo.

—¿Te excita algo, siquiera?

—No se supone que deba estar excitado. Mi Amo dijo…

Biton deslizó una mano alrededor del culo de Cavan y golpeó

una nalga. El entusiasmo fluyó por Biton, directamente a su todavía

erguido miembro.

—Yo soy tu Amo ahora. Recuérdalo. Tú haces lo que yo digo. —

Otra nalgada por añadidura envió fuego a través de Biton.

—Sí, Amo. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo servirte?

Sosteniendo la carne, todavía blanda, del pene de su nuevo

esclavo, chupó con cuidado la punta. Podía sentir un estremecimiento

correr a través de Cavan. Cuando se separó sonreía.

—Te quiero duro, sufriendo y rogando por mi toque.

Despacio, la suave carne comenzó a ponerse rígida.

Biton lamíó la cabeza, jugando en la hendidura con la punta de

su lengua. Otra fuerte nalgada trajo un gemido desde arriba y más

evidencia de que la polla de Cavan no tenía daños permanentes.

Biton lamíó y pellizcó alrededor de la corona que se hinchaba.

Sus dedos encontraron la afeitada y sedosa textura de las irresistibles

pelotas de Cavan. Haciendo rodar los sacos apretando suavemente,

Biton tragó la creciente polla, disfrutando de sentir la erección

endurecíéndose en su boca.

—Amo… —La palabra salíó como un quejido, el primer signo

audible del placer de Cavan.

Biton se alejó lo suficiente como para hablar.

—¿Qué, Cavan? ¿Qué quieres?

—Servirte —gimió.

Después de saborear una última vez la carne dura, se levantó.

Acercando a Cavan, lo besó con fuerza, entrechocando sus dientes, y

empujando la lengua profundamente en su boca.

El movimiento repentino desequilibró al joven. Instintivamente

colocó sus brazos alrededor de Biton para evitar caer. Sus cuerpos se

encontraron con fuerza bruta, las duras pollas se apretaban entre

ellos.

No queriendo abandonar la boca de Cavan, Biton los movíó

despacio hacia el cuarto de juegos. Mientras empujaba la puerta

abierta y movía a Cavan a través de ella, la pasión de Biton vaciló

brevemente. Desde que Erik muriera, raras veces entraba aquí. Los

recuerdos eran demasiado dolorosos.

Las manos desesperadas, que se agarraron a la camisa en su

espalda, rápidamente devolvieron su mente al presente.

Sufriendo por alivio, Biton movíó a Cavan hacia el mueble más

cercano, un cabestrillo grande de cuero. Empujándolo sobre él,

todavía vestido solo con camisa y calcetines, Biton rápidamente

aseguró sus muñecas y tobillos en los grilletes.

Inclínándose sobre su esclavo ahora cautivo, lo besó con fuerza

mientras sus dedos tanteaban los botones de la camisa de Cavan.

Hurgando con deseo, se enderezó, agarró ambos lados de la camisa y

les dio un tirón. Los botones volaron exponiendo el pálido y pecoso

pecho.

La respiración rápida y los puños apretados fueron los únicos

signos, más allá de la rígida polla, de su excitación. Ningún gemido,

ninguna súplica, ningún sonido. Wainwright debía haber exigido

silencio. Biton no lo necesitaba.

—Háblame, Cavan. Dime qué sientes. —Biton pellizcó un pezón

diminuto, un pellizco apacible—. ¿Se siente bien?

—Sí, Amo.

Un pequeño gemido acompañó las palabras que hicieron sonreír

a Biton.

—Escúchame atentamente. Soy tu nuevo Amo. A excepción de

la obediencia, todas las reglas de Wainwright se han ido. Aprenderás

las mías. ¿Entiendes? —Biton pellizcó el pezón que se endurecíó de

nuevo, esta vez con un poco más de presión.

—Sí, Amo.

—Una de mis reglas: A no ser que te pida silencio, quiero oírte

cuando jugamos. Quiero oír tus gemidos, tus gritos. ¿Cómo puedo

saber si lo que hago es bueno para ti si no me lo dices?

—Sí, Amo. —Esta vez el gemido que exhaló fue fuerte.

Tomando la hinchada y goteante polla de Cavan, la acarició con

su mano suavemente. Se inclínó hasta que sus labios casi tocaron las

orejas de Cavan.

—Quiero que sientas placer en el dolor —le susurró.

—Sí… Amo…

Alcanzándolo con su otra mano, Biton pellizcó ahora un

endurecido pezón apretándolo con fuerza.

—Dime qué sientes.

—Bu… bueno, Amo. Bueno…

La palabra tartamudeada hizo sonreír a Biton. Había decidido

darle pequeños pellizcos y tocarlo con las manos. Hasta que no fuera

adiestrado, cualquier cosa más ruda podría ser peligrosa. Cavan

podría no decirle cuándo parar, si las cosas iban demasiado lejos.

Con una caricia alrededor de la goteante polla, Biton caminó

hacia el cajón de los juguetes. Pequeños instrumentos de dolor,

abrazaderas, castigadores y similares, estaban almacenados en los

cajones de un alto aparador. Los condones y varios lubricantes

estaban colocados allí también. Agarrando el lubricante y un condón,

Biton miró algunas abrazaderas de pezones. ¿Un par no muy

apretado, quizás? De la clase que usaba como preparación para unas

más apretadas. Tomando las abrazaderas, se volvíó hacia Cavan.

Sus verdes ojos llenos de lágrimas lo miraron.

—¿Qué está mal, Cavan? —Biton volvíó de una zancada

rápidamente hacia el cabestrillo donde estaba atado el esclavo.

Depositando sus juguetes en el cuero a su lado, Biton acarició el

brillante pelo rojo—. Háblame.

—Mi… mi polla, Amo. Duele.

Besando las lágrimas junto con el sudor que se deslizaba hacia

abajo por la cara de Cavan, Biton susurró:

—¿Cuándo fue la última vez que te permitieron correrte?

—No me lo permiten…

—Ahora sí. —Una llamarada de cólera abrumó a Biton. A veces,

él se lo había negado a Erik, pero sólo para obtener más placer. Que

no le hubiera permitido correrse era absolutamente inconcebible.

¿Cómo podría Wainwright negarle, a su esclavo, algo tan básico? No

era cuestión de torturar por torturar. Se trataba de encontrar placer

en el dolor entre personas que pensaban de forma similar, en obtener

placer de infringirlo y placer de recibirlo. Se preguntó si Cavan

realmente había disfrutado del dolor o si sólo había sido condicionado

para ello.

Agarrando el lubricante, se movíó alrededor del cabestrillo y

entre las piernas de Cavan. Después de lubricarse los dedos de la

mano izquierda, Biton agarró la polla hinchada con la derecha.

—Vas a correrte para mí. —Bajando su cara a la enojada y

rojiza carne, Biton chupó la punta mientras su dedo lubricado buscaba

el fruncido agujero de Cavan—. Córrete para mí ahora, Cavan. Quiero

probarte.

Trabajando con su dedo en el apretado pasaje, mientras su

boca chupaba la cabeza del caliente falo, Biton probó un chorro de pre

eyaculación. Su pulgar embutido contra el perineo, en tanto su dedo

buscaba la próstata de Cavan. La otra mano de Biton sosténía la base

de su polla, sus dedos masajeaban las apretadas pelotas. Su boca

líberó la carne caliente, Biton susurró:

—Ahora, Cavan. Déjame probarte.

La boca de Biton apenas cubríó el eje rígido, antes de que el

primer chorro de fluido acre llegara a su lengua. Retirando su boca

otra vez, le susurró:

—Déjame oír cómo se siente. —Su corrida salpicó sus labios—.

Déjame oírte. Dime cómo te sientes. —Su boca engulló la carne dura

otra vez. Deslizando un segundo dedo en el paso aterciopelado,

apretó contra el nudo duro de la próstata de Cavan.

—Oh, Dios, se siente tan bien, tan bueno, Amo, tan bueno…

El balbuceo de Cavan, hizo sonreír a Biton alrededor de la carne

todavía dura. Chupándolo hasta dejarlo seco, agregó un tercer dedo al

agujero que se aflojaba. Su propia polla necesitaba de seria atención.

Líberó a Cavan y deslizó sus dedos del tentador culo. Rodando un

condón y lubricándose él mismo generosamente, miró las lágrimas

que se derramaban bajo la cara de Cavan.

—¿Te duele?

Cavan sacudíó su cabeza diciendo no, pero sus lágrimas no

disminuyeron.

Biton se apoyó hacia adelante y besó el líquido salado de sus

mejillas.

—¿Quieres que me detenga?

—No, Amo…

Sosteniendo su polla estable, Biton se alineó con el agujero de

Cavan. Empujando despacio, más allá del apretado anillo de

músculos, Biton gimió de placer.

—Se siente bueno…

Cavan suspiró y empujó contra la carne invasora de Biton.

Hundíéndose profundamente hasta las pelotas, luchó contra el

impulso de vaciar su semen en la vaina aterciopelada. No quería que

terminara tan pronto. Inclínándose hacia adelante, sus labios

capturaron los de Cavan.

El cuello de Cavan se estiró, para alcanzar un contacto más

cercano. Tirando de sus grilletes, los delgados músculos de sus brazos

se abultaron.

Los gemidos del joven fueron como fuego, quemando a través

de Biton.

—Háblame, Cavan —susurró, sus labios rozaron los de Cavan—.

Dime qué sientes.

—Bien…tan bien…Amo…

Biton no podía moverse más rápido sin perderse. Los apretados

músculos se adhirieron a él mientras Cavan luchaban para moverse

contra él. La polla, aún erecta, del joven rozaba contra el estómago

de Biton. Deslizando sus manos bajo el cuerpo sudado de Cavan,

Biton encontró su boca con duros besos. El gusto a cobre de la sangre

en su labio lastimado, no paró el asalto sobre la boca de Cavan.

Los golpes lentos y estables, en el cuerpo apretado,

rápidamente se hicieron frenéticos, cuando Biton comenzó a perder el

control. Sufría por esto, necesitaba esto; un esclavo dispuesto que le

pidiera más, un cuerpo caliente para hacer lo que se le antojara.

Alguien a quien cuidar, alguien a quien amar.

—Córrete conmigo, Cavan… —susurró rudamente. Las lágrimas

de Biton se mezclaron con las de Cavan mientras su cuerpo

explotaba. El esperma caliente mojó su vientre cuando Cavan se

corríó otra vez. Tan perdido como Cavan, aunque a su manera,

lágrimas, sudor, saliva y semen se mezclaron cuando encontró, de

nuevo, vida en el cuerpo de Cavan.

CAPÍTULO TRES

Biton besó las muñecas de Cavan cuando las líberó. Lamiendo la

piel enrojecida, probó la sal de su sudor, mezclada con los restos

almizcleños del cuero. Cavan miraba cada movimiento como si

estuviera esperando que sucediera lo inevitable. Movíéndose una vez

más entre sus muslos blancos como la leche, Biton líberó los tobillos

de sus restricciones.

—Ven aquí —dijo abriendo los brazos.

Con un leve quejido, Cavan se metíó entre ellos.

—Abrázame. Quiero que lo hagas.

Con las palabras susurradas de Biton, los brazos de Cavan lo

apretaron hasta casi provocarle dolor. Los suaves susurros se

convirtieron en ligeros sollozos.

—Está bien. Ahora yo voy a cuidar de ti.

Los sollozos sacudieron el cuerpo de Cavan, que se

convulsionaba casi como si sufriera un ataque de histeria.

Frotando la espalda de Cavan por debajo de su descuidada

camisa, Biton susurró:

—Déjalo salir. Las cosas van a ser diferentes, pero para mejor.

Después de una ducha caliente, un Cavan más tranquilo se

sentó en el sofá y se acurrucó contra Biton, apoyando la cabeza

contra su pecho. Vestido con sus vaqueros y una camiseta prestada,

parecía más cómodo que antes, menos tenso por el contacto cercano.

Con un brazo rodeando al nervioso joven, Biton comenzó a

indagar.

—¿De dónde eres? —tal vez con preguntas sencillas obtendría

más información.

—De aquí. De Nueva York.

Las respuestas también fueron sencillas. Esto podría llevarle

algún tiempo.

—¿Tienes familia aquí?

—No. Están todos muertos.

—Lo siento. Sé lo que es perder a alguien que quieres —dijo

Biton mientras le acariciaba el pelo.

—No los recuerdo.

—¿Quién te crió?

—Familias adoptivas.

—¿Una o varias? —no le extrañaba que no estuviera

acostumbrado a las muestras de cariño. Entre Wainwright y el sistema

de adopción, no le sorprendía que tuviera miedo de todo.

—Seis. Fueron seis.

—¿Cuántos años tenías cuando fuiste adoptado por primera

vez?

—Cinco, creo.

Demasiado mayor para ser adoptado con facilidad. Biton cerró

los ojos pensando en el pobre niño, perdido en el sistema.

—¿Cómo eran tus padres adoptivos?

—Yo era desobediente. Tenía que ser castigado. Esa fue la razón

por la que mi último padre adoptivo me vendíó a mi Amo. Dijo que él

me haría ser obediente.

Biton luchó por mantener escondida la cólera que sentía.

—¿Cuántos años tenías cuando pasó eso?

—Dieciocho, creo.

—¿No sabías cuántos años tenías?

—Creía que tenía dieciséis, pero mi padre adoptivo me dijo que

tenía dieciocho, porque de otra forma no podría haberme vendido. —

El tono de Cavan era tan tranquilo, de hecho, como si esa fuera la

manera en que las cosas se supónía que tenían que suceder.

—¿Cómo servías a tu padre adoptivo? Dime todas las cosas que

hacías.

—Limpiaba la casa, lavaba el coche, lo ayudaba cuando se

bañaba y si era bueno de verdad, me dejaba que se la chupara. Pero

eso no ocurría demasiado a menudo, porque yo era malo.

Biton cerró los ojos contra el escozor de las lágrimas. Había

esperado los abusos de Wainwright, abusos graves según lo que le

había dicho Antonio, pero no se había dado cuenta de lo joven que

era cuando habían comenzado.

—¿Dónde estaba tu madre adoptiva? ¿Qué hacía mientras tú

te… Encargabas de las cosas? —su voz vaciló, cuando la bilis subíó a

su garganta. Biton necesitaba saber más sobre el hombre que había

abusado de Cavan. Necesitaba ponerse en contacto con la policía. Era

posible que hubiera otros niños en peligro.

—Estaba allí. A veces miraba. —La voz de Cavan sonaba

confusa, como si no se le ocurriese qué más podría estar haciendo

ella.

Biton tuvo que levantarse. Su estómago se agitaba con

repugnancia.

—Perdóname, Cavan. Tengo que ir al baño.

Con la puerta del baño cerrada y el cerrojo puesto, Biton vomitó

lo poco que había tomado en el desayuno.

Incapaz de pensar en comer después de escuchar la historia de

Cavan, Biton insistíó de todas formas en que el joven comiera.

—Mi estómago está un poco revuelto. Creo que algo me sentó

mal. El hecho de que yo no pueda comer, en este momento, no

significa que tú no puedas hacerlo.

Cavan comía dando minúsculos bocados. Sus dedos picoteaban

en el pollo, mientras su mirada se movía rápidamente entre su plato y

Biton.

Manteniendo un tenso control sobre su estómago y sus

pensamientos, Biton sonreía con cada bocado, tranquilizándolo.

Necesitaba llamar a alguien. Antonio era policía y aunque trabajaba

en homicidios, sabría qué hacer. Debería conseguir más información

antes de llamar a nadie. Cavan se sentía tan incómodo con gente

alrededor que podría ser más fácil conseguir que hablase con Biton

solo.

Ni siquiera estaba seguro de que Cavan fuese su nombre

verdadero. Seguramente, alguien lo habría estado buscando. El

cambio de nombre habría sido una precaución lógica para los que

habían abusado de él.

—¿Siempre te han llamado Cavan?

Casi dejó caer el trozo de pollo. Con los ojos abiertos como

platos, a causa del miedo, se sonrojó y tembló jadeando en busca de

aire.

—¿Qué ocurre?

—No debo decirlo.

—¿Tu verdadero nombre?

—¡Cavan es mi verdadero nombre! Mi único nombre. ¡Lo dice mi

Amo!

Aunque sorprendido por la vehemencia de la voz de Cavan,

Biton simplemente sonrió.

—Pero yo soy tu Amo ahora. Necesito saberlo todo sobre ti.

Sobre todo tu verdadero nombre. Lo necesito para el contrato.

Entonces podré hacerte mío. —No era totalmente cierto, pero Cavan

no lo sabía.

Su pecosa piel alternaba entre el sonrojo y la palidez. Su

respiración llegaba en rápidos jadeos, mientras sus manos dejaban

caer la comida.

—Lo necesito, Cavan. Cualquier Amo nuevo lo necesitaría. —el

tono de Biton era duro, casi severo.

—Mi… mi… Michael —escupíó la palabra, casi hiperventilando.

—Tu apellido también. —Biton alzó una mano para apretarle un

hombro.

—Delaney… —dijo con un jadeo, antes de caerse de la silla

totalmente desmayado.

Biton logró moverse lo suficientemente rápido, para impedir que

se golpeara contra el suelo con demasiada fuerza.

—Oh, joder…

—¿Dónde está? —las carácterísticas sumisas de Liá no se

aplicaban, cuando ejercía de enfermera.

—En la habitación de Erik. Todavía está inconsciente. —Biton no

necesitaba mostrarle el camino. Liá había estado allí muchas veces,

durante la enfermedad de Erik.

Biton y Antonio se dirigieron al sofá y Biton se dejó caer con un

suspiro de alivio. No había sabido qué hacer. Llamar a Antonio fue la

primera cosa que se le había ocurrido.

—Han abusado tanto de él. No sé por dónde empezar.

—¿Te contó algo sobre lo que pasó, cuando estaba con

Wainwright?

Poniendo los codos sobre las rodillas, Biton enterró la cara en

sus manos.

—No, me contó cosas de antes. Vivíó con una familia adoptiva.

¡El padre abusaba de él mientras la madre miraba!

—¡Oh, no… pobre chico! —Antonio se detuvo por un momento—

. ¿Conseguiste algún nombre?

—No el de la familia adoptiva, pero sí su verdadero nombre. Es

Michael Delaney. —Biton se enderezó para mirar a su amigo—.

Evidentemente, lo amenazaron si alguna vez lo decía. Con algo tan

terrible, que comenzó a hiperventilar y se desmayó.

Antonio sacudíó la cabeza.

—Después de lo que Wainwright le hizo, ¿qué podría ser peor?

—No lo sé. Después de todo por lo que ha pasado, no me lo

puedo ni imaginar. —Biton echó la cabeza hacia atrás, estirando su

dolorido cuello. Ese día había resultado muy diferente de lo que había

esperado.

—Consultaré los datos con el departamento y veré si pueden

encontrar a alguien con ese nombre, en el sistema. —Antonio sacó un

pequeño cuaderno y un bolígrafo y garabateó algo.

—¿Crees que podrían tener todavía un archivo sobre él?

—Puede ser. Habría estado fuera del sistema por cuánto,

¿nueve, diez años?

Biton sacudíó la cabeza.

—Posiblemente, no tanto tiempo. Me dijo que su padre adoptivo

lo vendíó a Wainwright cuando tenía dieciocho años, pero que

pensaba que en ese momento tenía dieciséis. El hombre insistíó en

que era mayor.

Liá entró silenciosamente en la habitación y carraspeó. Su

comportamiento sumiso habitual significaba que la crisis había sido

superada.

—¿Cómo está? —preguntó Antonio mientras ambos hombres se

levantaban.

—Bien, su presión sanguínea está un poco alta, pero debería

normalizarse dentro de poco. Dormir es lo mejor para él, en estos

momentos.

Las palabras de Liá lo tranquilizaron.

—¿Quieres que lo llevemos de vuelta a nuestra casa? —se

ofrecíó Antonio.

Biton bajó la cabeza mientras reflexionaba sobre ello. Si Cavan

despertaba pensando que Biton lo había apartado de él…

—No. Siempre y cuando creas que está bien. Estuve de acuerdo

en un contrato de treinta días. Aunque no entiende el concepto, fue la

única forma de conseguir que hablase. Podría considerar el ser

enviado de vuelta con vosotros como un castigo.

Liá sonrió mostrando su aprobación.

—¿Quieres que nos quedemos un rato más? —preguntó Antonio.

Biton sólo sacudíó la cabeza. Con el subidón de adrenalina

debido a la crisis anterior, en esos momentos solo quería descansar.

—Les haré saber, si averiguo algo más sobre él. —Antonio le

sostuvo la mano durante unos segundos más de un apretón normal,

mostrándole su apoyo antes de soltársela.

—Gracias.

—¡Oh, Dios! —Biton despertó con el sonido de su propia voz. Su

polla palpitaba mientras se corría dentro de una boca caliente e

impaciente. Mientras convulsionaba con las secuelas de su orgasmo,

su cerebro registró el hecho de que no estaba soñando—. ¡Cavan!

—¿Te he complacido, Amo? —claros ojos verdes encontraron su

mirada durante un breve segundo, antes de que Cavan se deslizara

de la cama para arrodillarse a un lado.

El joven estaba desnudo excepto por el ancho collar que Biton le

había visto el primer día en casa de Antonio.

—Cavan, no debiste hacer eso. Tienes que esperar hasta que te

dé permiso. —No debía evitar el tono severo. Si tenía que entrenarlo,

o “reciclarlo” en el caso de Cavan, la disciplina tenía que empezar en

algún momento.

Cavan se estremecíó por su tono de voz y, aún de rodillas, se

inclínó hacia delante, hasta colocar la frente sobre el suelo de madera.

—Solo quería servirte.

La visión de su pálido cuerpo contra la oscura madera, tan

sumiso, tan dispuesto, hizo que la saciada carne de Biton se crispara.

Deslizando una mano dentro de sus boxers, acomodó su polla en

ellos. No podía creer que Cavan no lo hubiese despertado, cuando se

movíó a gatas sobre la cama.

Sentado y ahuyentando el sueño de sus ojos, lo miró otra vez.

Las largas y anchas cicatrices, que entrecruzaban la espalda de

Cavan, enviaron una ráfaga de compasión a través de su cuerpo.

—Levántate.

Cavan se levantó con una lánguida elegancia. Su cuerpo se

enderezó y se mantuvo rígido, excepto por su cabeza inclinada.

Más cicatrices, anchas y brillantes franjas de carne, atravesaban

sus costillas. La marca de un latigazo fuera de control, rodeaba su

cuerpo. La circuncidada polla de Cavan, flácida, seca y blanda, no

mostraba ningún signo de interés en lo que le había hecho a Biton. El

área de la ingle estaba totalmente afeitada, así como las pelotas.

Había varias cicatrices circulares en la regíón pélvica, quemaduras de

cigarrillo o quizás de puro. Parecían demasiado grandes para ser de

cigarrillo. Con la lujuria que lo había dominado antes, no las había

notado.

—Date la vuelta.

Más cicatrices, más dolor. Una vez más, Biton se preguntó si

Cavan disfrutaba del dolor o solo se había acostumbrado a él.

La mirada de Biton subíó por la espalda de Cavan hasta

descansar en el ancho collar. Demasiado apretado y hecho de áspero

cuero, tenía que ser doloroso y probablemente también peligroso. Un

collar de uso diario, era una prueba de propiedad, no un método de

tortura. Algunos Amos los usaban apretados como un medio para

buscar un final más placentero, pero esos eran collares de juego.

Biton no tenía ninguno de ese tipo. A Erik nunca le había gustado el

estrangulamiento erótico. El collar que le encantaba, y con el que fue

enterrado, era un aro metálico holgado, sólido y delgado. Al amor de

Biton le encantaba el sonido de la cadena, tintineando en el collar, el

roce de metal contra metal. Biton cerró los ojos contra el dolor que los

recuerdos habían despertado.

Al abrirlos, miró fijamente el collar de Cavan. Tenía

almacenadas algunas cosas de Erik, pero ninguna en casa. De todas

formas, no quería que Cavan llevara nada de su antiguo Amo.

—Quítate el collar.

Cavan se giró para encararlo, con la reticencia marcada en la

frente durante un segundo. Con una vacilación, breve pero real, sus

manos se movieron lentamente. Abríó la hebilla con dedos

titubeantes. Un lento rubor comenzó en su pecho, extendíéndose

hacia arriba mientras el broche cedía finalmente.

—Ven aquí. Encima de la cama.

En esta ocasión no dudó. Se arrodilló sobre el colchón con la

cabeza inclinada, su lengua salíó rápidamente, para mojar sus labios,

sus dedos todavía tensos alrededor del collar.

Biton tendíó la mano, esperando el ancho pedazo de cuero, y

Cavan lo colocó sobre su palma.

—No llevarás un collar hasta que no te lo hayas ganado. El

collar es una elección de tu Amo, no tuya. —Tiró el ofensivo trozo de

cuero sobre la mesilla de noche—. Y tú eres mío ahora. Recuérdalo.

Las reglas de tu antiguo Amo no se aplican aquí. Si no estás seguro

de algo, tienes que preguntarme. ¿Entendiste?

Cavan asintió ligeramente.

—Dilo, Cavan.

—Entiendo, Amo.

Biton extendíó la mano para acariciar su pecoso brazo. La

frialdad de la carne lo asustó. No creyó que Cavan pudiese enfriarse

tan rápidamente.

—¿Cuánto tiempo llevabas ahí, antes de que yo despertara?

—No lo sé, Amo.

—¿Qué estabas haciendo?

—Te estaba mirando, Amo. Esperaba para complacerte.

Biton cerró los ojos e inspiró profundamente antes de hacer la

siguiente pregunta.

—¿Por qué? —aunque ya conocía la respuesta.

—Porque es lo que se supone que tengo que hacer.

Abriendo los ojos, simplemente asintió.

—Métete aquí debajo. —Levantó las mantas para que Cavan se

deslizara a su lado.

Su helado cuerpo resultaba frío e incómodo.

—Ven aquí —susurró—. Y relájate.

Cavan se deslizó más cerca, pero “relajarse” no formaba parte

del vocabulario del joven.

Envolviendo el delgado cuerpo entre sus brazos, Biton suspiró.

Sería una difícil empresa reeducar a Cavan. Sin embargo, era algo

que esperaba con ilusión por primera vez, desde la muerte de Erik.

Cavan intentó mantener los ojos abiertos mientras el calor del

cuerpo de su Amo lo rodeaba. El pánico flotaba en el borde de su

mente. El Amo lo quería allí, en su cama, pero él no entendía el

porque. Habían cambiado tantas cosas.

Liá le había dicho que el cambio era bueno, que su antiguo Amo

era un hombre malo. Cavan nunca había visto que el Señor Casala le

hiciera daño a Liá, no como…

El dolor inundó sus recuerdos, los abrasadores golpes del látigo

mientras desgarraban su piel, el agudo olor a carne quemada. Un

temor escalofriante yacía, agazapado en sus entrañas, pero no lo

dejaría salir. Su nuevo Amo yacía en silencio a su lado. Cavan no

debía molestarlo.

Todas las preguntas que le había hecho antes lo habían

aterrorizado, pero si el Amo Biton lo hubiese obligado a marcharse,

eso habría sido más aterrador. En los pocos recuerdos de su niñez

que podía evocar, Cavan siempre había estado solo. La mayoría de

sus padres adoptivos no le habían prestado ninguna atención. No fue

hasta el último de ellos que parecíó que alguien se fijaba en él. Al

principio se opuso a lo que su padre adoptivo quería, pero al final

resultó ser menos doloroso que las palizas. Y entonces el Amo

Wainwright… le había prestado mucha atención aquella noche…

El Amo Biton cambió de posición mientras dormía, abrazando

más fuerte a Cavan.

—Erik… —El susurro fue casi inaudible.

Cavan no se resistíó al apretón de su Amo. Su cabeza descansó

cautelosamente sobre su velludo pecho. Abrigado y absorto en el

sonido del suave latir de su corazón, Cavan no pudo mantener los

ojos abiertos durante más tiempo. En sus sueños, el Amo Biton

susurraba su nombre, con la misma ternura.

Biton despertó totalmente espabilado. En su sueño, los ojos

oscuros de Erik se volvían de un pálido verde. El cálido cuerpo que

estaba a su lado era demasiado delgado para ser el de su amor. Los

recuerdos volvieron y Biton sofocó un sollozo. Como no quería

molestar al dormido pelirrojo, se movíó con cuidado para salir de

debajo de su esbelto cuerpo. Sentándose en el borde de la cama,

estudió al hombre que dormía.

Tenía unos rasgos casi delicados, una nariz ligeramente

respingona y cubierta de pecas, y una ancha boca. Su aspecto no era

impresionante, ni excepcional, pero poseía un aire de inocencia que

contradecía el infierno que había vivido, hasta ese momento.

Biton se pellizcó el puente de la nariz, intentando alejar un

incipiente dolor de cabeza. No estaba seguro de estar en condiciones

de hacerse cargo de la tarea de reeducar a Cavan. Por lo que sabía,

podía ser que el joven nunca fuera capaz de disfrutar del estilo de

vida que le habían obligado a vivir. Pero, ¿sería capaz de vivir de otra

forma después de tantos años de abusos?

El sol casi se había puesto. Habían dormido toda la tarde.

Deslizándose silenciosamente fuera de la habitación, Biton se

preguntó si Antonio habría tenido la oportunidad de averiguar algo

sobre el pasado de Cavan. No estaba seguro de que quisiera saber

más.

Con un ruido sordo, su estómago le récordó su descuido y su

comida perdida. Vestido solo en ropa interior, Biton revolvíó en los

armarios para ver si podía preparar algo de comer. Además de unas

clases de cocina, necesitaba un plan de acción, en relación con Cavan.

Ensimismado en sus pensamientos, se sobresaltó cuando sonó

el teléfono. Se abalanzó sobre él para cogerlo, no queriendo que

Cavan despertara con el ruido.

—¡Hola! —Biton se estremecíó por el agudo tono de su voz.

—¿Te molesto? —Antonio se rió entre dientes con diversión.

—No, perdona. Cavan está durmiendo. No quería que el teléfono

lo despertase.

—¿Todavía duerme? ¿Es necesario que Liá compruebe su estado

otra vez?

—Estuvo despierto durante un rato. —En realidad Biton no

quería entrar en detalles acerca de lo que Cavan había estado

haciendo—. ¿Has visto sus cicatrices?

—Liá me habló de ellas. Mal asunto.

—Sí… —Biton suspiró suavemente—. Cuánto más pienso en ello,

más me pregunto si puedo manejar esto. Es tan… le prometí treinta

días y se los voy a dar, pero…

—Comprendo. Fui a la comisaría después de dejar tu casa.

—¿Has encontrado algo?

—En Octubre de 1992, Michael Delaney fue puesto en una lista

de los Servicios de Menores como fugitivo a la edad de once años.

Entonces desaparecíó de los archivos.

—¿Once? —un rápido cálculo mental ponía a Cavan en los

veinticinco años. Si había estado con Wainwright durante nueve,

entonces tenía dieciséis cuando fue vendido, tal como Cavan

pensaba—. Recuerda seis familias adoptivas. Estaba con una de ellas

cuando tenía dieciséis años. Esas familias no pudieron estar en el

sistema de adopciones si fue puesto en la lista como desaparecido en

el 92.

—He llamado a Víctimas Especiales. Esto es asunto suyo, pero

vendré con ellos para entrevistarlo.

—¿Cuándo? No sé si es lo suficientemente estable para manejar

la presión. Se desmayó cuando lo obligué a decirme su nombre. —

Biton no estaba seguro de que fuera una buena idea. Quizás deberían

esperar.

—Cuanto más tiempo esperemos, más niños podrían estar en

peligro.

—¿Me estás leyendo la mente, Antonio?

—Mira, sé que esto va a ser difícil, pero tiene que hacerse. No

creo que las familias adoptivas sean tan difíciles como Wainwright.

Necesitamos hablar con Cavan sobre eso también, ya que parece que

Wainwright lo tomó cuando era un menor. Y él debería saber a quién

le pagó. Por supuesto, la parte difícil es convencer a un jurado de que

no fue de mutuo acuerdo.

—Sí, va a ser difícil. Él no cree que nadie haya hecho algo

incorrecto. Ha sido condicionado para creer que es un esclavo para el

placer de su Amo y nada más. Para él, no ha pasado nada inusual. —

Biton frotó la palma de la mano contra su frente. La cabeza estaba

empezando a estallarle de dolor—. ¿Cuándo?

—Mañana por la mañana. Pasaremos por allí, para no

traumatizarlo llevándolo a la comisaría. ¿A las nueve?

—No estoy seguro de que pueda manejar esto, Antonio. Quizás

me dejé llevar con Cavan. —Entre los inquietantes acontecimientos

del día y su dolor de cabeza, Biton no podía pensar con claridad.

—Seguro que puedes. Eres uno de los más importantes

abogados de la ciudad. Puedes manejar cualquier cosa. Además, si

nosotros no nos encargamos de esto…

—Ya sé. Ya sé. Tengo que hacerlo. Gracias por todo. —Biton

cortó la llamada antes de que Antonio tuviera ocasión de decir algo

más.

Una vocecilla egoísta, dentro de su cabeza, le advertía que esto

podría sacar a la luz su vida privada. Sus socios, en el despacho de

abogados, sabían que era gay, pero solo uno conocía la otra parte de

su estilo de vida. Si este asunto salía en los periódicos, podría causar

un daño irreparable a la reputación del despacho.

Biton sacudíó la cabeza y se apoyó sobre la mesa. Al cerrar los

ojos se le aparecíó una cara triste y pecosa. Tenía que ver todo el

asunto en su totalidad. Otros como Cavan, probablemente estaban en

algún lugar, ahí fuera.

El despacho sobreviviría. Él podía retirarse. Había pensado en

ello muchas veces. Por lo menos buscar a las abusivas familias

adoptivas y ver a Wainwright tras las rejas, era un objetivo mejor que

renunciar a vivir. La decisión lo hizo abrir los ojos, para ver a Cavan

desnudo, de pie en la puerta del dormitorio. Biton intentó sonreír al

desconcertado joven.

—¿Has dormido bien?

Cavan tragó con fuerza y asintió.

—Sí, Amo.

Su negativa a llamar a Biton de otra forma que no fuera Amo

iba a plantear dificultades al día siguiente.

—Tenemos que hablar, pero antes necesitamos encontrarte algo

de ropa.

CAPÍTULO CUATRO

Cavan parecía cualquier cosa, menos cómodo, con un viejo

chándal de Erik. Sentado en el borde del sofá, con la espalda recta

pero la cabeza inclinada, parecía listo para escapar.

Biton se sentó sobre la mesa, enfrentándolo.

—Cavan, algunas personas vendrán a verte mañana.

Un estremecimiento breve comenzó en el cuerpo delgado, pero

se detuvo rápidamente.

—Los complaceré como desees, Amo.

Biton sacudíó la cabeza. Debería haber imaginado que

Wainwright compartiría a su esclavo.

—Solo quieren hablar y yo quiero que les contestes

honestamente.

—¿Sobre qué? —la respiración de Cavan se aceleró, casi

jadeando.

—Sobre tu padre adoptivo y sobre tu antiguo Amo. —Biton

mantuvo su voz severa. Esta sería la primera, verdadera prueba de la

obediencia de Cavan—. ¿Entiendes?

Los dedos de Cavan retorcieron el material de los pantalones de

deporte.

—Sí, Amo.

El reconocimiento fue un mero susurro mientras sus hombros

temblaban.

—Cavan, mi nombre es Biton. Dilo.

—Amo Biton.

—No, solo mi nombre. —Biton se levantó y luego se movíó hacia

el sofá, junto a Cavan—. Escúchame

Giró el cuerpo, así podía ver el perfil de Cavan.

—Estas personas de mañana, preferiría que no sepan que soy tu

Amo. Por mi negocio, mi trabajo, necesito que hagas eso. Si no

puedes decir mi nombre, entonces no me llames de ningún modo.

Sería más fácil si pudieras llamarme Biton. —Pasó una mano por la

tensa espalda de Cavan—. Inténtalo.

—Biton… —la palabra fue susurrada como una caricia.

—Bien. —tomando la barbilla de Cavan, la levantó hasta quedar

frente a frente. Inclínándose sobre él, Biton colocó un beso suave

sobre sus labios—. Muy bien.

Biton se recostó sobre la cama con un suspiro agotado. Le

extrañó sentirse tan cansado, considerando que había dormido la

mayor parte de la tarde. La tensión de la situación no ayudaba. Metíó

a Cavan en la cama de Erik y lo instruyó para quedarse allí. Dejó muy

claro que no quería una repetición de esa tarde. La boca del hombre

era una maravilla, pero tenía que aprender disciplina.

Mañana no iba a ser fácil. Si tan sólo Cavan pudiera pasar por la

entrevista sin desmoronarse. Los pensamientos de Biton se agitaban

en su cabeza, evaluando todos los resultados posibles. Demasiadas

cosas podrían salir mal, pero la entrevista era necesaria.

El sueño no llegaba a pesar de su agotamiento. Bajando de la

cama, agarró la bata que colgaba del respaldo y se dirigíó hacia la

sala de estar. Abriendo la ventana, respiró el aire fresco de la noche.

Su casa estaba en un vecindario tranquilo, al menos para lo que era

Nueva York. Los sonidos del tráfico eran distantes, pero Biton estaba

acostumbrado a bloquearlos. Los pasos suaves detrás de él parecieron

ruidosos comparados con los sonidos de la noche.

Biton no se giró, sino que siguió mirando fijamente por la

ventana.

—Cavan, deberías estar durmiendo.

—Lo siento, Amo. ¿Me castigarás? —su tono parecía casi

esperanzado.

—¿Quieres que te castigue? —Biton se giró para mirarlo.

Después de todo lo que Cavan había vivido, su petición dejó a Biton

atontado.

—Si lo deseas, Amo.

—¿Y qué deseas tú? —dijo Biton alejándose de la ventana.

Un rayo de luz, de la farola en la calle, cubría a Cavan. Vestido

con un holgado pantalón de deporte y una camiseta, su excitación

tensaba el frente de sus pantalones. Tragó con fuerza mientras su

cuerpo se estremecía.

—Te pregunté qué deseas.

—Servirte, Amo.

La idea de tomarlo lo tentaba. La polla de Biton tironeaba con el

recuerdo de la boca de Cavan, el calor apretado de su culo.

—¿Cómo? Dime cómo quieres servirme. —Biton siguió

movíéndose hasta que su cara quedó solo a unos centímetros de

Cavan.

El delgado pelirrojo parecía bastante más pequeño, pero en

verdad, era sólo un centímetro más bajo que el metro ochenta y tres

de Biton.

—Como tú quieras. —Las palabras jadeantes de Cavan enviaron

un cálido aliento a los labios de Biton.

—¿Disfrutas del dolor?

—Yo… Debo servirte.

—¿Pero disfrutas de él? —Biton tenía que saberlo. Tanto como

quería ver el pecoso culo de Cavan brillando con las rojas marcas de

una pala o un látigo8, quería que fuera porque Cavan lo deseaba.

—Eso… Eso no importa, Amo. Por favor, útilízame… —Las

palabras se ahogaron en un leve sollozo.

Exhalando lentamente, Biton suprimíó los intensos deseos que

se precipitaron por su cuerpo.

—No esta noche.

La severa decepción en los ojos de Cavan facilitó su próxima

decisión.

Levantó una mano para acariciar la cara de Cavan.

—Nada de dolor esta noche. —Sus dedos siguieron el rastro de

barba incipiente—. Esta noche intentaremos suavidad. —Inclínándose,

Biton mordisqueó suavemente el labio inferior de Cavan.

La boca de Cavan se abríó contra la apacible presión aunque sus

manos todavía colgaban a sus lados. La persistencia dio resultado

cuando los delgados labios comenzaron a moverse.

Biton deslizó un brazo alrededor de su cintura atrayéndolo más

cerca. El calor de la erección de Cavan atravesaba la bata de Biton y

sus pantalones. Su propia polla estaba llena y alargada con la

exquisita presión.

—Abrázame —masculló entre besos.

Las manos de Cavan se movieron hacia sus caderas y

descansaron allí. Sus dedos se clavaron en ellas y se aflojaron.

Biton profundizó el beso, desde unos pellizcos juguetones hasta

una intensidad abrumadora, mientras su lengua perseguía la de

Cavan en las calientes profundidades.

Despacio, las manos de Cavan se deslizaron por detrás hasta

que sus brazos rodearon a Biton. Sus dedos tiraron de la delgada

bata.

8 Hay muchos artículos diferentes para el adiestramiento en dominación/sumisión.

Generalmente estos se utilizan para los castigos, los que usados con suavidad resultan

sumamente eróticos. Son símbolos del poder y autoridad del Amo y deben ser tratados con

cuidado y respeto, no se deben utilizar si no se está capacitado para ello, ya que son mucho

más que simples herramientas. Deben provocar un cambio de actitud en la esclava. Ser la

evidencia más tangible de la justicia que impone el Amo, y como tal, ser utilizados con mesura.

(A propósito esta traductora no comulga con estas prácticas pero investigando sobre el tema,

“solo teóricamente” encontré que el 24 de Julio es el día Internacional de BDSM, dos cosas; 1) a

quién se le habrá ocurrido y 2) Memoriza la fecha y acuérdate de darle algunas palmaditas a tu

amor).

La necesidad crecíó en Biton cuando se separó de la boca de

Cavan.

—Ven. —Con el brazo alrededor de la cintura de su amante, lo

condujo hasta el dormitorio.

Determinado a demostrarle a Cavan el lado apacible de hacer el

amor, se desprendíó de su necesidad de dominar, al mismo tiempo

que de la bata. Sus boxers no hacían nada por ocultar su excitación.

Con Erik, no siempre jugaban. La mayor parte del tiempo, su vida

amorosa se parecía a la de cualquier otra pareja gay. Esta noche,

Biton le mostraría a Cavan cómo vivía la otra mitad. Hasta que el

joven no entendiera la diferencia, no podría hacer una elección.

Biton alcanzó la cabeza inclinada de Cavan, sujetándolo por la

barbilla, elevó el rostro para buscar su mirada. La pequeña lámpara,

junto a la cama, reflejaba el miedo de los ojos pálidos.

—No tengas miedo. No habrá nada de dolor esta noche. —Biton

se acercó, su mirada sostuvo la del asustado joven. Sus palabras no

parecieron tranquilizarlo. Tal vez las acciones.

Sus manos ahuecaron la cara pálida mientras lo atraía más

cerca. Un beso ligero se transformó en un mordisco suave. Aún con

miedo, la boca de Cavan respondíó. Biton se retiró y dejó a su pulgar

encontrar el suave labio inferior mojado.

—Te quiero desnudo —susurró.

Las manos de Cavan se movieron hacia el dobladillo de su

camiseta.

—No, quiero desnudarte yo.

Sus brazos cayeron laxos a sus costados.

Las manos de Biton bajaron por la cara de Cavan, hacia su

pecho y sus caderas. Un temblor traspasó el cuerpo esbelto, pero

Biton no supo si el miedo, el deseo o una combinación de ambos era

la causa. Sus labios encontraron los de Cavan otra vez mientras sus

manos se deslizaban bajo la camiseta. La piel suave, fresca al tacto,

atrajo sus dedos. Un estremecimiento recorríó el delgado cuerpo bajo

su toque.

—¿Tienes frío?

Casi imperceptiblemente, Cavan sacudíó la cabeza.

—¿Tienes miedo?

Un asentimiento leve.

—No lo tengas —susurró Biton, contra los labios suaves. Sus

manos se deslizaron sobre el cuerpo de Cavan, sacándole la camiseta

mientras se movían. Inclínándose, su lengua rodéó un pezón

diminuto. Duro como un guijarro y apretado por su atención.

Otro estremecimiento atormentó el cuerpo de Cavan.

—¿Te gusta esto?

Las manos de Cavan se apretaron a sus costados, pero no

contestó.

—Contéstame. ¿Te gusta esto? —Biton chupó el otro pezón.

—Sí… Amo… —su jadeante aliento salíó acompañó de un leve

gemido.

Su lengua rodéó el pezón endurecido, otra vez, antes de

alejarse. Cavan levantó los brazos cuando Biton pasó la camiseta

sobre su cabeza y la tiró a un lado. La pálida piel brillaba bajo la luz

suave de la lámpara. Tirando de las delgadas caderas hasta que sus

cuerpos se fundieron, juntos desde el hombro a la ingle, Biton lamíó

la tentadora curva del cuello. La dura erección de Cavan se frotó

contra la suya, enviando un ardiente calor por todo su cuerpo.

—Te sientes tan bien. —Biton mordisqueó el tenso músculo del

hombro de Cavan, mientras metía las manos por la cintura de sus

holgados pantalones y apretaba su duro culo. Amasando la carne

firme, Biton lo acercó más, aumentando la presión sobre su polla.

Un gemido suave acompañó la agitación de los dedos en la

cintura de Biton.

—Puedes abrazarme, Cavan.

Temblorosas manos se deslizaron alrededor de su cintura para

luego subir por la espalda desnuda de Biton. Húmedas palmas y

dedos extendidos frotaron sus músculos con movimientos suaves,

vacilantes.

Las manos de Biton agarraron el culo de Cavan y lo atrajeron

con más fuerza hasta su polla. Agarrando la caliente carne que

goteaba, Biton se rió del gemido de su amante.

—¿Te gustó cuando te la chupé?

—Oh… Sí… Amo…

Biton lamíó el lóbulo de la oreja de Cavan.

—¿Quieres que lo haga otra vez? —su mano acarició la dura

polla, mientras bajaba a mordiscos, desde la oreja de Cavan hasta su

cuello.

—Yo… Servir…

—Pregunté qué querías.

Los dedos de Cavan se apretaron contra la espalda de Biton.

—Quiero… Lo que tú quieras, Amo —jadeó.

—Quiero besarte por todas partes, Cavan. Quiero chupar tu

polla hasta que te corras en mi boca. Luego quiero follarte, con fuerza

y mucho tiempo, hasta que grites mi nombre debido al placer. ¿Es eso

lo que tú quieres?

—Oh… Oh… Sí, Amo.

Biton sonrió contra la nuca de Cavan. Liberando la llorosa carne

caliente, deslizó los pantalones hacia abajo antes de empujar a Cavan

hacia la cama. Lo colocó sobre el colchón, empujando los pantalones

hasta sacarlos por sus tobillos.

Tumbado ante él, destacado por el suave brillo de la lámpara, la

carne pálida de Cavan temblaba. Su polla, de un rojo furioso y

goteando de deseo, se apoyó contra su estómago. Sus labios se

separaron, su lengua los humedecíó mientras los pálidos ojos verdes

seguían cada movimiento de Biton. La aceptación, mezclada con la

necesidad, sustituía el miedo anterior.

Biton dio la bienvenida al deseo escrito en su cara, prueba de

que Cavan lo deseaba a él y no solo quería servir.

Biton líberó la polla de su ropa interior, empujó el apretado

material por sus caderas, luego se la sacó a patadas.

Comenzando por el interior del muslo de Cavan, Biton besó y

lamíó un rastro mojado hasta las rasuradas pelotas. Primero tocó el

saco con suaves pellizcos antes de que su lengua torturara la textura

arrugada. Biton veía cómo la cabeza de Cavan estaba echada hacia

atrás. Su boca abierta se movíó, pero no salíó ningún sonido de ella.

—Háblame, Cavan—. Lamíó la longitud de dura carne. Su

lengua bajó a la mojada hendidura—. Quiero saber cómo te sientes.

El único sonido fue un suave gemido. Los dientes de Cavan

mordieron sus labios amortiguando cualquier palabra.

Con simples y lentos movimientos, Biton fue besando al

tembloroso hombre hasta que lo cubríó con su cuerpo. Cuando el

calor de sus erecciones chocó, una sacudida eléctrica de placer se

disparó por él. Sus dientes pellizcaron el labio inferior atrapado de

Cavan, hasta que lo líberó. Biton calmó el dolor de la carne con la

suavidad de su lengua. Mecíéndose suavemente contra el cuerpo de

Cavan, Biton susurró:

—Háblame. Dime algo. Ahora mismo somos amantes, no Amo y

esclavo. Esta noche, quiero hacerte sentir bien.

Cavan se empujó contra Biton. Su cuerpo se deslizaba en

sincronización con la cabeza de Biton que bajaba para otro beso. Con

lentos y profundos besos, el enredo de sus lenguas se hizo más duro

mientras los cuerpos se encontraron en un baile cada vez más rápido.

Las manos de Cavan se movían recorriendo la espalda de Biton,

apretándolo más contra sí.

—Sí, Cavan, abrázame—. Una caliente y hambrienta boca

amortiguó las palabras de Biton.

Las piernas de Cavan se unieron a las suyas, hasta que se

enredaron juntos.

—Sí… —resolló Biton.

El líquido preseminal mojó sus vientres mientras Biton se movía

más rápido. Todas las cosas que quería hacerle escaparon por la

ventana, ahuyentadas por el intenso deseo de su ingle.

—Córrete para mí, Cavan.

Unos segundos después, el semen caliente salpicó contra su

estómago. Las piernas de Cavan se apretaron alrededor de él,

obstaculizando su movimiento, pero no le importó. Su dulce liberación

se mezcló con los jugos de su amante. Su boca devoró a Cavan

mientras se estremecía contra el delgado cuerpo hasta que una

lánguida satisfacción lo llenó y sació, agotándolo. Enterrando su cara

en el cuello de Cavan, Biton lanzó un suspiro esperanzador. La

ternura por esta alma perdida ya rezumaba en él.

Con un gemido suave, se obligó a levantar la cabeza para mirar

a su amante.

La boca abierta de Cavan jadeaba con cálido aliento. Sus dedos

remontaron sus labios inflamados por los besos.

—¿Estás bien? —Biton se incorporó sobre sus codos, aliviando

un poco de su peso a Cavan.

—Sí, Amo.

—Di mi nombre. —Cambiando su peso a un brazo, su mano

tomó los dedos de Cavan. Llevándolos hacia su boca, besó sus

nudillos—. Llámame por mi nombre.

Sus dientes mordieron su labio inferior antes de que dijera.

—Biton…

Con miedo a respirar, Cavan no podía relajarse. El brazo de su

Amo rodéándolo abrigadamente era casi tan aterrador como

consolador. No debería tener miedo. Su Amo le había dicho que las

cosas serían diferentes. Su estable respiración y los apacibles latidos

de su corazón lo tranquilizaban. Se había quedado dormido con su

Amo antes y no había tenido problemas. Las diferencias con su vieja

vida confundían su cansada mente. Su lengua recorría de un lado a

otro sus labios. Su antiguo Amo nunca lo había besado, nadie lo había

hecho hasta el Amo Biton.

—Biton —articuló la palabra silenciosamente.

El recuerdo del cuerpo de… Biton sobre el suyo, los besos, el

placer… El aliento se congeló en su garganta. ¿Su vida realmente

podría ser diferente? Tal vez durante treinta días. Después de eso…

Biton esperaba parecer tranquilo, porque seguro que no lo

estaba. Un vistazo rápido al reloj confirmó que sólo habían pasado

cinco minutos, desde la última vez que había mirado. Otra media hora

más, hasta que Antonio y la policía llegaran. Normalmente, Biton

comía polis para desayunar. Como abogado defensor, conocía el modo

en que trabajaban. Conocía también la naturaleza escéptica de

cualquiera cuando trataba sobre BDSM. Regresando hacia la cocina

por más café, encontró a Cavan todavía sentado a la mesa.

Encorvado y vestido con una sudadera demasiado grande para

él, aparentaba tener cerca de quince años. La expresión vacía, casi

catatónica, de su cara no era de buen agüero para la entrevista. Las

pesadillas de Cavan habían despertado a Biton un par de veces

durante la noche. Se calmó rápidamente, pero en ambas ocasiones

insistíó en que nada estaba mal.

En vez de rellenar su tasa, la puso en el fregadero. El cuerpo de

Cavan estaba tan tenso que parecía que se rompería con solo tocarlo.

Biton se acercó y descansó las manos sobre los hombros del hombre

más joven. Un leve estremecimiento fue el único reconocimiento.

—Cavan, no tienes que tener tanto miedo.

—Yo… Oh… —su respiración se aceleraba, al tiempo que se

estremecía—. Amo…

Biton separó la silla de la mesa y se arrodilló delante del

hombre aterrorizado.

—Estaré aquí contigo todo el tiempo.

Parecía una criatura salvaje, atrapada bajo los focos de un

coche, asustado y listo para correr, pero sin saber dónde ir. Su lengua

escapó, mojando los secos labios.

Incapaz de resistirse a la tentación de sus labios húmedos,

Biton se inclínó para darle un suave beso. Cuando se separó, la

mirada salvaje y desesperada se había ablandado.

—Contigo todo el tiempo —susurró mientras enlazaba sus dedos

con los de Cavan.

Ambos se sobresaltaron con el sonido de un golpe en la puerta.

—Un poco temprano. ¿Estás listo?

—Pasen—. Biton hizo señas a Antonio y al hombre de mirada

severa que lo acompañaba. A instancias de Biton, Cavan estaba en la

sala de estar. Biton mantuvo la voz baja, así no los oíría en el

vestíbulo.

—Está muy nervioso. No estoy seguro de que vaya a colaborar.

—Tenemos que hacerlo —susurró Antonio.

—Lo sé. Solo quería advertírtelo.

—Éste es el detective Ramos de Víctimas Especiales. Sabe cómo

manejar situaciones como esta.

Biton cabeceó ante la presentación.

—Biton Savakis.

Después del apretón de manos con el detective, les hizo señas a

ambos hombres para dirigirse hacia la sala de estar.

Antonio se quedó atrás y le susurró:

—Oh, Biton, traje la ropa de Cavan de mi casa.

—Gracias. Planeo conseguirle más, pronto. —Biton aceptó el

pequeño bolso que Antonio le ofrecíó.

Cuando entraron a la sala de estar, encontraron a Cavan

acurrucado en una esquina del sofá, con las rodillas abrazadas y

apretadas contra su pecho.

El corazón de Biton dolíó ante la triste imagen que el joven

presentaba. Dejó caer el bolso al lado de la mesita, se acercó a Cavan

y apretó su hombro.

—Estarás bien —susurró—. Están aquí para ayudarte. Quiero

que les digas todo sobre tus padres adoptivos y Wainwright; todo lo

que pregunten. —Biton sintió el temblor bajo su mano.

Cavan abríó la boca para contestar, pero las palabras no se

formaron. En cambio, cabeceó su asentimiento.

—Tomen asiento, caballeros. —Biton señaló las dos butacas

frente al sofá.

Biton se sentó al lado de Cavan, su hombro tocándole. Tal vez

Cavan pudiera sentirse más seguro con su contacto. Lo que Biton en

realidad quería era abrazar su cuerpo tenso y decirle que todo estaría

bien.

—Michael, entiendo que esto es difícil para ti, pero necesitamos

la información. —Ramos mantuvo su voz de barítono suave, baja y

apacible.

Ante el sonido de su verdadero nombre, Cavan se estremecíó.

Biton se resistíó al impulso de enredar sus dedos con los del

joven.

—¿Puedes decirme el nombre de tu último padre adoptivo?

—Pa… Pablo9. —La palabra tartamudeada fue apenas más que

un susurro.

Ramos bajó la mirada para escribir en su libreta.

—¿Recuerdas su apellido?

El temblor de Cavan comenzó lento, pero pronto su cuerpo se

sacudía con tanta fuerza que sus dientes entrechocaban.

—No puedo… Yo… —Las palabras casi no se oían por su agitada

respiración. Cavan tenía tanto miedo que, Biton pensó, se

desmayaría. Rehuyó la mirada de los atentos ojos de Ramos y deslizó

un brazo alrededor de él, apretándolo.

—Está bien, Cavan. Nadie te hará daño. Lo prometo. Te

mantendré seguro.

—A… Amo… —Cavan giró para enterrar su cara en el cuello de

Biton—. No quiero morir… No como Mateo… Por favor no me hagas

contarlo. —Las palabras de Cavan salieron como un torrente de

pánico—. Por favor, Amo.

Biton cerró los ojos ante el sobresalto que aparecíó en las caras

de los detectives. No sabía si era debido a las palabras de Cavan

sobre morir o al hecho de llamar Amo a Biton. En ese momento,

comprendíó que realmente no le preocupaba si Ramos conocía su

relación con el aterrorizado joven. Lo superaría.

—¿Quién es Mateo, Cavan?

Con el rostro todavía enterrado en el cuello de Biton, las

palabras salieron amortiguadas.

—El esclavo de mi viejo Amo…

Biton abríó los ojos y encontró los de Ramos. El detective

cabeceó para que Biton continuara.

—¿Qué le pasó a Mateo? —Biton mantuvo bajo el tono de voz.

9 En el original (N.T.)

—Era malo… El Amo dijo que tenía que ser castigado.

—¿Hablas de Wainwright?

—Sí. —Los brazos de Cavan se movieron para abrazar a Biton.

—¿Qué le hizo Wainwright?

—¡No puedo contarlo! —sus dedos se clavaron en la espalda de

Biton mientras el pánico en su voz se intensificaba.

—Tienes que decírmelo, Cavan. Recuerda, yo soy tu Amo ahora.

Tienes que obedecerme. —La mirada de Biton se quedó fija con la de

Ramos mientras decía las palabras. Al infierno con el decoro. La

tranquilidad de Cavan era prioritaria—. ¿Qué le hizo Wainwright a

Mateo?

Ramos cabeceó su aprobación.

—Lo golpeó… Tan mal… Tanta sangre… Por favor. —La voz de

Cavan se quebró—. Por favor, Amo, no quiero morir así…

—No te castigaré por decir la verdad. Eso no pasará. Te

protegeré. Eso es parte de mis responsabilidades. ¿Recuerdas ayer?

Hablamos de esto. Tengo la responsabilidad de cuidarte.

Cuando el terror sacudíó el pequeño cuerpo atormentado, los

dedos de Cavan se clavaron en la espalda de Biton con tanta fuerza,

que supo que tendría contusiones.

—Caballeros, ¿nos perdonarían un momento? —la compasiva

mirada de Ramos desbordó de alivio a Biton. Podría haber

repercusiones más tarde por su abierta admisión, pero por ahora…

Antonio se levantó e hizo señas a Ramos para que lo siguiera.

—Vamos. Sé donde guarda el café bueno.

Biton sonrió cuando su amigo condujo al otro oficial hacia la

cocina. Su atención rápidamente volvíó hacia Cavan.

—Está bien. Te tengo y nada va a pasarte por decir la verdad.

—Mecíó al histérico hombre con cuidado mientras besaba sus mejillas.

—Me dolíó tanto cuando me azotó. Pensé… Estaba seguro… No

quería morir como Mateo.

Enredando los dedos entre el pelo de Cavan, tiró con cuidado

hasta que los ojos enrojecidos encontraron su mirada.

—No dejaré que nada así te pase. Antonio y el otro oficial se

asegurarán de que Wainwright no le haga daño a nadie más. Pero

tienes que decirles todo. Tenemos que detenerlo. ¿Entiendes cuán

importante es esto? ¿Tienes idea de lo malo que era Wainwright?

Todavía jadeando, la mayor parte de las lágrimas de Cavan

disminuyeron.

—Era el Amo. Dijo que podía hacer lo que quisiera con sus

esclavos.

—Se equivocó. Sólo porque alguien promete su vida a un Amo,

no lo autoriza a que le haga daño o lo mate. ¿Recuerdas lo que te dije

ayer, sobre un contrato?

Cavan asintió despacio.

—Te dije que era responsable de tu salud. Eso significa que no

haré nada que realmente pudiera hacerte daño. Los juegos sexuales,

como se supone, deben ser buenos para los dos. El dolor, infligido con

cuidado a alguien dispuesto, busca causar un placer eventual. Incluso

si has acordado ser mi esclavo, tienes el derecho de decirme cuándo

es demasiado para manejarlo. Tienes la obligación de decírmelo. —

Biton se inclínó hacia adelante y colocó un beso contra los labios de

Cavan—. Si fuera demasiado lejos, si te hiciera daño, no cumpliría mi

parte del contrato. Tienes que entenderlo —Biton tocó el pecho de

Cavan y luego el suyo propio—, para que lo que hay entre nosotros

funcione.

Cavan cabeceó ligeramente, pero la turbación en sus ojos

permanecíó.

—Tienes que terminar de decirles qué les pasó, a ti y a Mateo y

a cualquiera al que tu padre adoptivo y Wainwright hayan lastimado.

¿Puedes hacerlo?

—Sí, Amo… —Los ojos de Cavan se abrieron enormes con el

miedo—. ¡Lo siento! Yo… Yo…

—¿Qué está mal?

—Se supónía que no debía llamarte Amo. —La relativa calma de

hacía solo unos minutos desaparecíó.

—No, no debías. Pero hablaremos de eso más tarde, después

que se vayan nuestros invitados. Ahora tienes que hablar con ellos

otra vez. —Su tono severo parecíó tranquilizar a Cavan.

El hombre estaba lleno de contradicciones y nociones falsas.

Reeducarlo sería un camino largo y Biton no sería capaz de hacerlo

solo.

Cavan miraba cómo su Amo caminaba hacia la cocina. El miedo

incontrolable todavía burbujeaba en sus tripas como un hambre

profunda. El Amo le había prometido protegerlo y debería creerlo,

pero no podía. Les diría a los hombres lo que quisieran saber. Tenía

que hacerlo. Su Amo se lo había dicho.

La resignación fluyó por él, reprimiendo el miedo. El Amo lo

hacía sentir tan bien. Su toque, sus besos, hasta su polla en él, era

tan distinto de antes, tan maravilloso. Si el Amo Biton quería que

hablara, lo haría, independientemente de las consecuencias. Por

treinta días con él, sufriría cualquier cosa que pasara después.

CAPÍTULO CINCO

Biton suspiró y exhaló lentamente mientras iba hacia la cocina.

La revelación de la naturaleza de su relación había sido inevitable.

Debería haber adivinado que Cavan reaccionaría del modo en que lo

hizo. Era casi un alivio. La mirada de miedo de Cavan y su

incapacidad para consolarlo fueron demasiado duras.

Una leve sonrisa se insinuó en sus labios. En tan poco tiempo,

se había encariñado con este triste pelirrojo. O tal vez, tener alguien a

quien cuidar le daba un nuevo sentido a su vida.

Los detectives alzaron la vista con expectación cuando entró a

la cocina.

—Caballeros, vamos a intentarlo otra vez. Todavía está

alterado, pero creo que tiene muy buenas razones para estarlo.

Parece que Wainwright ha hecho, algo más, que solo abusar de sus

esclavos.

Antonio habló primero.

—¿Te dijo que Mateo murió?

—No, pero suena como si así fuera. Está listo para hablar otra

vez, creo. —Biton se restregó la cara con sus manos—. Cavan ha sido

torturado en forma extrema y Dios sabe qué más. Puede que tenga

veinticinco años, pero emocionalmente no es más que un adolescente.

No creo que alguna vez le hayan demostrado afecto o amor y no sabe

cómo manejarlo.

Mirando al detective Ramos, Biton continuó:

—Mi relación con él es algo que preferiría no divulgar. Usted

debería ser capaz de entenderlo. Quiero que sepa, que yo no le haría

daño, no como el que ha sufrido. Él nunca tuvo la posibilidad de

escoger este modo de vida. Pero ahora mismo no entiende ningún

otro. Le prometí cuidar de él y planeo conseguirle ayuda psicológica.

—Señor Savakis, debe comprender que he tratado con cada

pervertido sexual… —Ramos se detuvo y un rubor leve se elevó por

su cuello—. Lo siento. No puedo entender su modo de vida, pero no

es la primera vez que lidio con ello. Por lo que puedo ver, intenta

hacer las cosas correctamente con el señor Delaney. Lo único que

necesitamos figure en el informe, es su declaración.

—Gracias. —Biton giró para dirigirse hacia la puerta, entonces

se volvíó—. Ah, y sobre su nombre. Llámeló Cavan, podría aliviar su

incomodidad. Ayer, cuando lo hice decirme su nombre verdadero, se

desmayó. Póngalo en sus notas, pero llámeló Cavan.

—Buena idea —cabeceó Ramos.

Cuando volvieron a la sala de estar, Cavan no se había movido

de su lugar en la esquina del sofá. Biton no vaciló esta vez. Tomó

asiento a su lado, deslizó un brazo alrededor de sus hombros, y

entonces lo atrajo apretándolo contra él. Los dedos de su mano se

enlazaron libremente con los de Cavan.

Ramos llevó la butaca más cerca del sofá y se sentó.

—Cavan, realmente tengo que saber qué os pasó a ti y a Mateo.

Sé poco. ¿Te digo lo que sé y me dices si es o no correcto?

Biton cabeceó ante la nueva estrategia de Ramos. Tratar a

Cavan más como un niño que como un adulto podría funcionar.

Cavan cabeceó ligeramente mientras sus dedos apretaban la

mano de Biton.

—Bien, bien, Cavan. Ahora, Biton dice que tu nombre verdadero

es Michael Delaney. ¿Esto es cierto?

—Sí, señor —fue la respuesta apenas susurrada.

—Muy bien. —La amplia sonrisa de Ramos parecíó tranquilizar a

Cavan—. Te buscamos en el sistema de familias de adopción. Allí

dicen que escapaste de la familia Stevens cuando tenías once años.

¿Es cierto?

Biton miró a Cavan con atención.

Con la frente ligeramente fruncida, sacudíó su cabeza.

—No, señor, yo… Yo… —Se dio vuelta para mirar a Biton—. Yo

no haría eso. Yo no me escaparía. —Su jadeó se sentía caliente contra

la cara de Biton.

—Shhh… —Biton se inclínó sobre él, dejando que su frente

tocara a Cavan—. Sé que no lo harías. Solo tenemos que entender por

qué pensaron que lo hiciste.

Los ojos de Cavan se cerraron y su respiración se tranquilizó

otra vez.

—Cavan. —Ramos extendíó la mano y le tocó el brazo—. Si no

escapaste de los Stevens, ¿cómo te fuiste?

—Me llevaron a mi siguiente familia adoptiva, los Smith.

Ramos encontró la mirada fija de Biton.

—Smith. ¿Recuerdas la escuela donde fuiste?

Cavan sacudíó su cabeza.

—No fui a la escuela cuando viví allí. Dijeron que había

terminado. No lo entendí, pero estaba bien. No eran malos conmigo.

—¿Fueron los que te vendieron? ¿A Wainwright?

—No… —Cavan hundíó la barbilla en su pecho—. Mi… Fue…

después de ellos. La siguiente familia.

Biton cerró los ojos contra el doloroso escozor de las lágrimas.

Como una persona que quería el completo control sobre su vida, Biton

no podía imaginarse el horror que Cavan había vivido, desde su niñez

hasta ahora. Esto lo enfermaba del estómago, pero mucho más, hacía

doler su corazón por el perdido joven, que agarraba su mano con

ferocidad.

Biton metíó a su agotado amante en la cama. La entrevista duró

hasta bien tarde y no recogíó mucha información. Pasando su mano

por el corto pelo rojo, Biton sonrió a los ojos soñolientos que lo

miraban.

—Lo hiciste muy bien, Cavan, muy bien. Estoy orgulloso de ti.

—Las lágrimas brotaron, volviendo sus ojos más verdes que la hierba

después de una lluvia de verano—. Duerme ahora. Regresaré más

tarde. Tengo que hablar con Antonio y el detective Ramos. —Se

inclínó para darle un beso rápido, pero la mano de Cavan se deslizó

alrededor de su cuello, manteniéndolo brevemente allí. Biton

profundizó el beso, su lengua se deslizó entre los labios separados. La

lengua de Cavan persiguió la suya cuando se separó. El simple acto

animó a Biton. Con un suave mordisco final a los labios de Cavan, le

susurró—: Regresaré en un ratito.

Con un suspiro largo, los ojos de Cavan se cerraron y su

respiración se estabilizó.

Biton lamentó abandonarlo. Estaba determinado a despedir a

sus invitados tan rápido como le fuera posible y volver. Tenía miedo

de que la entrevista acrecentara las pesadillas de Cavan. Movíéndose

hacia la puerta abierta, salíó de puntillas.

Antonio y Ramos hablaban en susurros en la sala de estar.

Alzaron la vista cuando volvíó al cuarto.

—Tenemos bastante como para detener a Wainwright por

agresión con lesiones, pero tenemos que saber más sobre el asesinato

—dijo Antonio.

Cavan no había sido capaz de decirles qué había pasado con

Mateo después de la paliza. Biton se estremecíó con el recuerdo de la

voz desconsolada de Cavan mientras relataba la sangrienta escena.

Wainwright literalmente había despellejado a su esclavo con una fusta

de nueve colas10. Cavan pensaba que Mateo todavía estaba vivo

10 Conocida como gato de nueve colas, es un dispositivo para azotar, un instrumento de

castigo, muy severo, que notablemente parece ser, al menos Wikipedia, mi amiga, lo afirma, invento de la Marina Británica. Aún es usado en estas épocas, sin embargo, su popularidad ha

cambiado, pues ahora es usado como instrumento de placer sexual para el BDSM. (N.T)

cuando él y otros tres esclavos fueron introducidos en el cuarto como

una advertencia. Les habían obligado a mirar el castigo. No era

asombroso que Wainwright aterrorizara a Cavan. Luego, cuando

recibíó un castigo similar el invierno pasado, estaba seguro de que

moriría.

—Bien, sin un cuerpo no hay ninguna evidencia de asesinato. —

Biton quería deshacerse del abogado que había en él y enfrentar a

Wainwright como un hombre con la venganza en mente.

—Lo sé —suspiró Antonio—. Si sólo…

Biton podía leer sus pensamientos. Sabían que hacía meses que

Cavan sufría. Los informes del hospital serían parte de la evidencia.

Cavan le había dado permiso para consultarlos un rato antes.

Lamentablemente, desconocían cuántos más habrían sufrido o muerto

en esos tres meses pasados.

—Bien, la declaración de Cavan debería permitirnos conseguir

una orden de registro. Tal vez encontremos evidencia del destino de

Mateo. Mientras tanto, hablaré con Cavan un poco más. Tal vez

recuerde más cuando se calme.

Cavan había soportado el interrogatorio bastante bien. Al final

estaba cubierto de sudor y lágrimas, agotado. Cuando el estado lo

ingresó en la lista de fugitivos, se había marchado con otra familia,

con la que vivíó durante un año y medio. Ellos no le habían hecho

daño. Había sido tratado como un criado, un mero sirviente: limpieza

y cocina; pero sin abuso sexual. Y claramente intimidado en la

seguridad en sí mismo y su amor propio.

—De alguna manera, las familias adoptivas lo preparaban para

ser un esclavo en el futuro —dijo Biton mientras caminaba hacia el

minibar. Sosteniendo una botella de whisky, miró a Antonio y a

Ramos. Ambos hombres sacudieron su cabeza—. ¿De servicio, eh?

Bien, yo no. —Se sirvió una copa y la devolvíó al bar. El líquido

ardiente quemó en sus venas, tan caliente como su cólera hacia

Wainwright.

—Sí —suspiró Antonio y frotó sus ojos con sus dedos—, la

primera familia enturbiaría el rastro. Si alguien encontraba a Cavan,

ellos, en realidad, no le habrían hecho nada, excepto sacarlo de la

escuela. Desde el momento en que nadie vino a por él, fueron

capaces de pasarlo a la siguiente familia, para seguir su

entrenamiento.

Ramos tomó un largo aliento y se puso de pie.

—Tenemos un problema más grande que Cavan y algunos

otros. Esto llevará mucho tiempo, demasiado. Odio la idea, pero

tenemos una operación de comercio de esclavos muy organizada que

continúa funcionando. Nadie sabe cuántos niños han sido derivados

del sistema, y solo Dios sabe qué pasó con ellos. Tengo que regresar

a la oficina. —Una arruga plegaba su frente—. Vamos a tener que

comprobar a cada fugitivo que hay en la lista de Servicios Infantiles,

por quién sabe desde hace cuánto tiempo. El calvario de Cavan

comenzó hace catorce años. Con miles de niños en el sistema,

podríamos estar hablando de cientos de víctimas.

Biton ya había pensado en ello, pero el horror en la cara de

Antonio demostrada que él no.

—Dios mío… —La cara de Antonio palidecíó bajo su tez oscura—

. Yo…

Ramos le dio una palmada cuando se dirigíó a la puerta.

—Ves, por eso eres detective de homicidios. Tu visión es

demasiado estrecha. Vamos. Tenemos que salir de aquí. —Él siguió

hacia la puerta.

Biton los siguió detrás.

—Gracias por ser tan amable con Cavan.

—No es la primera vez que veo un caso como éste. Necesita

ayuda profesional y una oportunidad de vivir una vida normal.

Ramos no tenía que decirlo.

Biton cabeceó.

—Lo sé. Pediré una cita con un psiquiatra cuanto antes. Y

tendrá una opción. Sé que no entiende mi modo de vida, pero créame

cuando le digo que quiero un compañero dispuesto, no un esclavo

estúpido.

Ramos cabeceó y ofrecíó su mano.

—Haré todo que pueda para ser discreto.

Biton sacudíó la mano estrechándosela.

—Gracias. —Los observó marcharse mientras bajaban por las

escaleras y salían del edificio.

Más que nada Biton quería una relación dispuesta, consensual. Y

le sorprendíó comprender cuánto la quería con su esclavo pelirrojo.

Cavan luchó contra las manos que lo sujetaban mientras el

miedo lo paralizaba. El cálido capullo que formaban las mantas se

había convertido en una correa de áspero cuero, que lo manténía

atado. Las suaves sábanas se sentían como azotes del gato11 contra

su espalda.

—¡No, por favor, no! —los gritos no habían servido entonces.

Rogar por su vida sólo volvíó al Amo más loco. El olor agudo de la

sangre se mezclaba con el acre del sudor—. ¡No!

—¡Cavan, despierta! Vuelve en ti. Estás a salvo. Nadie te hará

daño aquí. ¿Puedes oírme, Cavan?

—Amo. —El alivio cayó en él mientras unos fuertes brazos lo

atraían más cerca. Su cabeza descansaba sobre un pecho musculoso.

11 Se refiere al látigo de nueve colas, ya mencionado (N.T.)

capa delgada de tela lo separaba de los rápidos sonidos del

corazón del Amo Biton.

—Estás bien. No dejaré que te pase nada. —Los brazos de su

Amo lo apretaban mientras lo mecía—. Has sido muy bueno hoy.

La alabanza causó un dulce nudo en la garganta de Cavan y un

flujo de calor corríó por él.

—Tenían que saber sobre tu vida, por eso el interrogatorio. Esto

cambia muchas cosas… El modo en que has sido tratado…

Su felicidad se disolvíó en una inundación de pánico.

—¿Cambios? Pero dijo que había sido bueno.

—Y es cierto. Hiciste y haces lo correcto asegurando que

Wainwright y tus padres adoptivos nunca hagan daño a nadie más. —

Su Amo hizo una pausa para plantar un beso suave sobre su cabeza—

. Pero tú no escogiste esta vida, Cavan. Ser un sumiso debería ser tu

decisión, no algo forzado. Te robaron la infancia, sufriste abusos y

violaciones. Todas estas cosas están mal y la gente que lo hizo debe ir

a la cárcel. —Otro suave beso acompañado de un apacible suspiro—.

¿Quién sabe si hubieras escogido a un hombre como amante si te

hubieran dado alguna opción?

—Quiero quedarme con usted… —Cavan no podía detener el

pánico que oprimía su garganta—. Yo solo…

—Shhhh… Te quedarás conmigo por ahora; hasta que puedas

tomar una decisión sobre lo que quieres.

—Le quiero a usted.

—Lo dices ahora, pero tienes que esperar hasta que hayas

tenido alguna posibilidad de aprender la diferencia entre una opción y

algo que te es impuesto.

—Quiero quedarme con usted, Amo. —No se marcharía. Si su

Amo le decía que tenía una opción, su decisión ya estaba tomada.

Quería quedarse con su nuevo Amo. El terror comenzó a retroceder.

Se quedaría. Pasara lo que pasara, costara lo que costara, mientras

su Amo lo quisiera, se quedaría.

Biton se relajó cuando la respiración de Cavan se tranquilizó en

el sueño. Estaba seguro de que el joven todavía no entendía lo que

decía. La idea de que se marchara, hacía que su corazón se sintiese

atravesado por el dolor. ¿Cómo podía haber caído con tanta fuerza y

tan rápido? Aunque sus sentimientos no importaban. Mañana, ellos

comenzarían de nuevo. En vez de ayudar a Cavan a ser un verdadero

sumiso, le ayudaría primero a convertirse en una persona

independiente.

Una mano caliente rodeaba su polla. Golpes largos y perezosos,

apartaron a Biton del sueño. La luz de la mañana se mostraba por las

cortinas. Una rápida respiración sacudía el duro cuerpo adherido al

suyo, no sabía si de miedo o de deseo.

—¿Cavan?

—Sí, Amo. —Un temblor de miedo tiñó la tranquila respuesta.

—Te sientes tan bien. —Apretó su brazo alrededor del cuerpo

delgado—. Realmente bueno. —Biton quería rodar sobre Cavan y

abrirse camino a través de su cuerpo hasta que olas de placer lo

atravesaran. Pero la decisión tomada la noche anterior lo detuvo—.

Cavan, ¿por qué me acaricias?

—¿Debería parar? —la turbación coloreó su voz.

Biton no estaba seguro de por dónde comenzar y el placer de

las caricias de Cavan, fundiendo sus neuronas, no ayudaba.

Comenzaría por lo básico.

—¿Disfrutas al estar con un hombre?

—Yo… Lo hago con usted. —La caliente mano vaciló.

Biton deslizó su mano bajo las mantas y la envolvíó alrededor

de la de Cavan.

—No siempre supe que era gay. —La mantuvo apretada,

deteniendo los sensuales movimientos—. Hasta que cumplí veintidós

años, intenté convencerme de que deseaba a las mujeres, hasta mi

primer amante masculino. La revelación fue mucho más explosiva que

el mismo sexo. —Biton tembló con los recuerdos—. Eso no fue dulce

ni sensible, fue duro y áspero y no podía conseguir suficiente. La

relación no duró mucho tiempo, pero supe que ninguna mujer jamás

me satisfaría, del modo en que un hombre lo hacía. Antes de que

separáramos nuestros caminos, había descubierto mi necesidad de

controlar a mi compañero y el deseo de que ese compañero fuera un

hombre. Pero ambas fueron mis propias opciones.

Deslizando sus dedos alrededor de la muñeca de Cavan, separó

la mano del hombre de su polla. Rodando hacia él, Biton acarició la

incipiente barba que había aparecido en su cara.

—Tú nunca tuviste la posibilidad de hacer esa elección. ¿Cómo

podrías saber si te mueve hacia mí el deseo o la gratitud, por darte un

lugar seguro donde quedarte? ¿O si solo obedeces porque nunca has

conocido otro modo de vida?

—Le quiero. Quiero quedarme con usted —el pánico hizo que la

voz de Cavan sonara tensa y sus ojos parecieran salvajes.

—¿Por qué? —susurró Biton—. Si tuvieras la posibilidad de

marcharte de aquí, a un lugar donde vivir sin sentirte obligado con

nadie, ¿la tomarías?

—Yo… —Un sollozo medio ahogado se tragó el resto de sus

palabras.

—No digo que tengas que marcharte. Si te quedas, debería ser

porque quieres esta vida y no porque no tienes otra opción. —Biton

pasó su pulgar por su tembloroso labio inferior. Se inclínó y colocó un

beso contra la línea dolorosa de la boca de Cavan—. Tienes que

decirme qué quieres.

El cuello de Cavan se estiró hacia adelante, persiguiendo la boca

de Biton hasta que la atrapó.

—Por favor… —masculló contra los labios de Biton.

Biton se derritió en un beso apacible. Dolía por la necesidad,

pero su deseo tenía que ser atenuado. Y los sentimientos de ternura

tenían que ser reprimidos, antes que se convirtieran en algo más

profundo. Si Cavan no aceptaba la vida de un sumiso de buen grado,

Biton lo perdería. Esa idea congeló el aliento en su garganta. Mientras

los tentadores labios se apretaban contra su boca abierta, Biton no

pudo evitar sucumbir.

Sus dedos se extendieron sobre la cara de Cavan, en tanto su

cuerpo se acercaba. El calor de su boca no podía compararse con el

caliente miembro que se apretaba contra Biton, a través de la delgada

capa de las sábanas de algodón. El que Cavan lo deseara no era la

cuestión, sino por qué. ¿Porque Biton era suave donde los otros

habían sido crueles? ¿Alguna vez Biton conocería sus verdaderos

sentimientos?

El deseo apartó a un lado las preguntas fastidiosas. Chupando la

tímida lengua que jugaba con su boca, Biton atrajo a Cavan más

cerca. El cuerpo delgado se derritió contra él. Los dedos de Biton

rastrillaron el corto pelo rojo. El dolor en su ingle se intensificó bajo el

calor que quemaba.

—Te deseo… —gimió Cavan. Jadeaba en busca de aire.

El deseo desesperado de empujar en el calor aterciopelado del

apretado culo de Cavan casi lo abrumó.

—Cavan… —Biton quería decirle que no, pero las manos

desesperadas que lo atraían, acallaban sus protestas y disolvían sus

pensamientos.

Sosteniéndolo cerca, Biton hizo rodar sus cuerpos hasta que

Cavan quedó sujeto, debajo de él. El toque frenético de sus besos se

tranquilizó. Biton acarició el corto pelo, alejándose de la boca de

Cavan.

Los pálidos ojos verdes sosténían tal confianza, tal inocencia.

¿Cómo podía, después de todo lo que había pasado, dar su confianza

a alguien?

¿Acaso Biton podría dejar a un lado esa parte suya que ansiaba

el control de su compañero? ¿Olvidaría el placer del dolor para

mantener esa confianza e inocencia que encendía los ojos de Cavan?

Con un suspiro, bajó la cabeza para acariciar la oreja de Cavan.

Un gemido suave cosquilleaba en su mandíbula. Como recompensa

por su lóbulo mordisqueado, las caderas de Cavan se levantaron hacia

arriba. Sus piernas se separaron para restregarse contra Biton,

apretándose juntos. La exquisita presión de una polla contra la otra

hizo que Biton gimiera.

Dejando un rastro mojado hacia los labios de Cavan, Biton

inhaló su quejido de deseo mientras su lengua buscaba la húmeda

caverna. Los dientes chocaron cuando buscó un contacto más

profundo.

La boca de Cavan respondíó a su hambre y sus manos

desesperadas se agarraron a su cuello, manteniéndolos unidos.

—Dios, te deseo tanto. —Biton gimió cuando se detuvo

buscando aire—. Necesito…

—Tómeme, Amo… —el aliento de Cavan jadeaba sobre su

rostro—. Por favor, tómeme…

Biton se estremecíó ante el sonido suplicante de su voz.

Necesitaba eso, alguien pidiéndole alivio y liberación. Separándose,

alcanzó de la mesita de noche un condón y el lubricante y los dejó

caer al lado de Cavan. Con movimientos tranquilos y lentos, dejó que

su deseo lo gobernara, mientras se arrodillaba entre las largas piernas

de Cavan y alcanzaba sus boxers.

Cavan levantó sus caderas y empujó el material hacia abajo

mientras Biton tiraba de él. Los calzoncillos volaron sobre el hombro

de Biton con prisa. La goteante polla de Cavan era pura tentación. Se

inclínó hacia adelante y tragó la caliente carne con su avariciosa boca,

empujando la cabeza hasta alcanzar las profundidades de su

garganta. El cuerpo de Cavan se arqueó, casi haciendo que Biton se

atragantara con el repentino movimiento.

—¡Amo! —su grito estaba teñido tanto de miedo como de deseo.

Biton usó su boca para tranquilizar a Cavan. Separándose hasta

solo chupar la cabeza, levantó los ojos y dio un vistazo al tenso

cuerpo. El miedo se había marchado y la confianza resucitó cuando

Biton pasó su lengua alrededor del duro borde de la corona. Sus

dedos hicieron rodar el saco suave de las pelotas de Cavan antes de

buscar hacia abajo la grieta de su culo para jugar con el fruncido

objeto de sus necesidades.

Con una última lamida de su lengua, Biton se arrancó de la

carne engrosada de su amante.

—Date la vuelta.

Cavan no vaciló, trepando sobre sus manos y rodillas, expuesto

para al capricho de Biton. Enmarcado por sus muslos abiertos, su

dura polla colgaba, pesada, entre sus pelotas apretadas con la

necesidad.

Mirando su dulce y firme culo, Biton luchó contra el impaciente

deseo. Tanto como quería tomarlo con fuerza y rápido, no lo haría. No

debería estar aprovechándose de Cavan en primer lugar, pero la

necesidad de su dolorido cuerpo de clavarse en él era inmensa. Biton

se inclínó hacia Cavan y lamíó un rastro deslizándose bajo su

arqueada espalda. Su garganta se apretó cuando besó las gruesas

cicatrices que cruzaban la espalda de Cavan. Sus manos acariciaron

sus costillas y el estómago mientras se deslizaban hacia la dura carne.

Largas y lentas caricias al eje de Cavan, lo hicieron gemir, pero

nunca exprésó sus deseos.

—Dime qué quieres, Cavan. —Biton rozó con su propia y

dolorida polla la hendidura del culo de Cavan—. ¿Qué quieres?

—A usted… —Cavan empujó su culo contra Biton cuando gimió

las palabras.

—Dime qué quieres y lo haré. —Biton se inclínó hasta que su

pecho descansó sobre la espalda de Cavan. Besando su cuello, le

susurró—. Dime qué quieres que te haga. —Había tantos significados

en sus palabras.

—Oh… Amo… Fólle… Me… —sus palabras seguían el ritmo de

los largos y duros golpes de Biton sobre la polla de Cavan.

Biton se separó, para dejar suaves besos sobre la espalda de

Cavan hasta que alcanzó su tentador culo. Su lengua atormentó el

hoyuelo en la hendidura entre sus nalgas. Al liberar la polla de Cavan,

Biton usó ambas manos para separar los blancos montículos. La

fruncida rosa oscura casi pulsaba con necesidad. Pasó la lengua por el

valle y hacia abajo, atormentando el apretado agujero. Rodéándolo

primero con la punta de su lengua, después lavó su agujero.

Cavan gimió, levantando la cabeza de la cama y apretando las

mantas entre sus dedos.

—¡Amo!

Biton deslizó la mano entre los muslos de Cavan y acarició el

acalorado eje de carne. Su lengua empujó y se introdujo en el

apretado frunce mientras éste comenzaba a relajarse y abrirse.

Lubricado por un flujo casi constante de pre-eyaculación, la caliente

polla de Cavan se deslizaba fácilmente en su mano. Biton hizo rodar

su lengua y empujó contra el relajado agujero de Cavan.

Un lloriqueante gemido y un empuje contra la cara de Biton

precedíó la explosión del orgasmo de Cavan. Biton tiró de la polla que

goteaba y amamantó la caliente carne en su boca. Cavan enterró su

cara bajo las mantas, gimiendo, al tiempo que Biton lo chupaba y

dejaba seco. En cuanto lo líberó, el cuerpo de Cavan se deslizó hacia

abajo sobre el colchón.

Biton sufría con la necesidad mientras tomaba el lubricante. Con

dedos cremosos, rápidamente preparó el culo de Cavan, empujando el

lubricante profundamente en el agujero ya relajado. Rasgando un

condón, lo hizo rodar sobre su carne dolorida y extendíó el lubricante

sobre él, con unos rápidos golpes. Con Cavan extendido sobre la

cama, se empujó en el calor aterciopelado.

—Suave… Debe… —Un empuje leve de Cavan y Biton estuvo

metido profundamente, hasta las pelotas, en su calor líquido.

—Oh, sí… Cavan… —Biton se inclínó hacia adelante, bajando su

cuerpo y cubriendo a su amante. Los lentos movimientos circulares de

su cuerpo lo mantuvieron casi al límite. Una ráfaga de besos y

mordiscos regaron el cuello y el hombro de Cavan. Chupando el lóbulo

de su oreja, Biton murmuró—: Tan bueno… Tan apretado… —Sus

brazos apretaban a Cavan contra su pecho mientras su cuerpo se

ondulaba sobre él, su polla estaba envuelta en un calor intenso. El

nudo en su ingle se apretó hasta que no pudo contenerse más. Con

un duro golpe de sus caderas y un grito ininteligible, cayó al borde y

se vació en su amante.

Con sus miembros pesados y los latidos del corazón tan rápidos,

que pensó que taladrarían su pecho, los temblores del clímax

siguieron estremecíéndolo. Pasaron varios segundos antes de que

comprendiera que no era el único que se sacudía. Los suaves sollozos

ahogados de Cavan lo despertaron de su lánguida dicha.

—¿Cavan?

Se apartó del blando cuerpo. Quitando el condón de su polla, lo

tiró en el recipiente antes de acercarse a Cavan.

—¿Te hice daño? —Cavan sacudíó su cabeza, pero las lágrimas

que se derramaban por su cara no ayudaron a convencer a Biton que

decía la verdad. Biton no se molestó en preguntarle otra vez. En

cambio, tiró de él para acercarlo más, los cubríó a ambos con las

mantas y lo sostuvo, besando las lágrimas que caían.

Cavan despertó solo e, inmediatamente, extrañó el calor del

cuerpo de su Amo. Un temblor lo atravesó, al recordar la pasada

noche. Su antiguo Amo lo había usado a menudo, había dejado que

sus amigos lo usaran, pero nadie nunca lo había tocado como el Amo

Biton. Su cerebro no podía racionalizar la experiencia. Todas las veces

que le habían exigido que satisficiera a alguien, jamás lo había

cuestionado. Eso debía hacer un esclavo, obedecer. El recuerdo de la

caliente lengua de su Amo, penetrando su culo, hizo que su polla se

endureciera. ¿Por qué su Amo haría algo que sólo le tocaba a un

esclavo?

El sonido de movimientos en el otro cuarto le récordó su lugar.

Un esclavo no debería holgazanear, en la cama de su Amo. Pero el

Amo Biton le había dicho que las cosas serían diferentes aquí. Las

reglas de su anterior Amo no se aplicaban. El placer que el hombre le

había dado se lo confirmaban, pero aun así… Salíó rodando de la

cama, más feliz de lo que alguna vez recordara. Una ola de pánico se

extendíó por él. No debía acostumbrarse a esto. Sólo treinta días y

dos de ellos ya se habían ido.

CAPÍTULO SEIS

—Harry, siento llamarte a tu casa, pero no estaré en la oficina

esta semana. —Biton caminó hacia el comedor mientras hablaba con

uno de sus socios del bufete—. Algo ha surgido.

—Biton, sé que has pasado por tiempos difíciles desde la muerte

de Erik, pero las declaraciones en el caso Hargrave son esta semana.

La irritada voz de Harry hizo que Biton se estremeciera. Había

olvidado todo sobre el caso.

—Está bien, estaré allí para eso el martes. —Debería ser claro.

La investigación sobre Wainwright probablemente iba a moverse

rápidamente—. Hay otras cosas que deberías saber. Algunas, que tal

vez no sean muy favorables para el bufete.

—¿Qué pasa? —la irritada voz de Harry fue sustituida,

rápidamente, por preocupación.

—Tal vez deberíamos hablar en persona.

—¿Quieres que nos encontremos para tomar un café en la

oficina?

—¿Por qué no vienes aquí? —Biton no quería dejar a Cavan

solo. Esa era la razón principal para ausentarse del bufete.

—Está bien, ¿A qué hora?

—Ahora estaría bien. Hay alguien que quiero que conozcas, de

todos modos. —Biton confiaba en Harry. Se conocían desde la

Facultad de Derecho y Harry lo sabía todo sobre él.

—¿Alguien? —dijo Harry con una nota de diversión en su voz.

—Sí, alguien —Biton se dio vuelta para encontrarse con la pálida

mirada de Cavan—. Tengo que dejarte. Te veré en unos minutos, ¿de

acuerdo?

—Por supuesto.

Biton colgó el teléfono, antes que Harry pudiera decir algo más.

Caminó hacia Cavan. Su pálido rostro era preocupante.

—¿Te sientes bien? No parece que lo estés.

—Estoy bien, Amo. —El leve temblor en su voz no era muy

convincente.

—¿Tienes hambre? No comiste nada anoche.

Cavan había estado tan agotado que había dormido seguido sin

despertar desde el día anterior. Y después de hacer el amor por la

mañana, se volvíó a dormir. Debería parecer descansado.

—No, Amo.

—¿Por qué no te acuestas un rato? Uno de mis socios vendrá en

unos minutos.

—Sí, Amo.

Biton observó cómo Cavan casi tropezaba al ir de camino al

dormitorio. Algo no estaba bien con él, pero Biton no tenía tiempo

para averiguarlo ahora. Harry vivía a sólo unas millas de distancia. No

le tomaría mucho tiempo llegar. Hablaría con Cavan más tarde.

Biton terminaba el café cuando escuchó sonar el timbre de la

puerta. Harry debía de haber salido de su casa apenas colgó el

teléfono. Biton temía que desde luego, su secreto causara algunos

problemas en el bufete. Echando un vistazo a la puerta cerrada del

dormitorio, se movíó, para dejar entrar a su amigo.

—Gracias por venir —dijo Biton mientras le daba la mano a

Harry.

—Bien, quedé intrigado. Más por tu nuevo amigo, que por el

bufete.

—Ambas cosas están relacionadas. —Biton cerró la puerta antes

de hacer una seña a Harry para que lo siguiera a la cocina—. ¿Café?

—Claro —dijo mientras tomaba asiento en la mesa—. Entonces,

¿dónde está tu amigo?

—Durmiendo. —Biton vertíó café sobre las dos tazas y las llevó

a la mesa, empujando el azucarero hacia Harry.

Introduciendo una cuchara en el azucarero, Harry sonrió.

—En el cuarto de Erik o…

Biton rió a causa de la curiosidad de su amigo.

—En mi cuarto; gracias por preguntar. —Harry había sido una

de las primeras personas a las que había acudido y el único en el

bufete que conocía la verdad sobre su estilo de vida.

—Bueno, aparte de encontrar a un nuevo amigo, ¿qué mas

cuentas?

—Cavan, ese es su nombre, o al menos así lo llaman, lleva una

carga muy pesada encima y quiero ayudarlo. A causa de las

repercusiones que esto podría traer a la firma, quizás sería más fácil

que me retirara, o al menos que tomara un permiso de ausencia.

—Me vas a tener que explicar un poco más.

Biton bebíó un sorbo de su café antes de continuar.

—Han abusado de él gravemente. Torturado de una forma, que

nadie en mi círculo sería capaz de hacer. Y ha estado pasando desde

que era un adolescente. Antonio y un oficial de Víctimas Especiales

estuvieron aquí, ayer. Habrá una investigación y es probable que

tenga mucha publicidad. Sabes cómo es esta ciudad.

—Ah, sí, detalles espeluznantes. Cuanto más, mucho mejor.

—El detective Ramos tiene miedo de que sea un grupo de

pedófilos  que se llevan a los niños del sistema de cuidado adoptivo.

Los ponen en la lista como fugitivos y los mantienen alejados de la

escuela, hasta quedar fuera del radar. Entonces, los entrenan como

esclavos sexuales y los venden.

—¡Ah, Dios mío! —la cara de Harry palidecíó de horror.

—Sí… Cavan fue raptado a los once años y comenzó a ser un

esclavo cuando tenía trece. No sabemos, exactamente, cuándo sufríó

su primer abuso sexual, pero definitivamente fue antes de que

cumpliera los dieciséis. —Biton miró fijamente su taza de café—.

Tengo que hacer todo lo posible para detenerlo.

—¡Por supuesto que lo tienes que hacer! Aunque aún no

entiendo por qué sientes que debes dejar el bufete para hacerlo.

Biton se retorcíó en su silla un poco.

—Estoy… Unido a él. Necesita ayuda, psicológica y emocional.

No lo abandonaré ahora, pero si los detalles se hacen públicos, no

seré capaz de ocultar nuestra relación.

—¿Y?

Biton dejó su taza de café sobre la mesa y se levantó.

—No entiende que ser esclavo es un estilo de vida por elección.

En realidad, nunca conocíó otra forma de vida. Piensa que ser

torturado es normal. —Biton caminó por la cocina, su enfado hacia las

personas habían dañado a Cavan crecía, con cada paso que daba—.Es

un alma noble. No creo que hubiera escogido ser sumiso si no lo

hubieran obligado a serlo.

—Y quieres mantenerlo cerca. —No era una pregunta y Harry se

golpeó con sus dedos en la cabeza.

Biton quería a Cavan, pero la idea de perder la emoción del

control, del poder sobre un cuerpo desvalido, atado y amordazado,

esperando por sus caprichos… Los recuerdos de Cavan atado con una

correa al cabestrillo lo hizo temblar.

—Sí.

Al admitir eso la tensión que había sentido desde el día anterior

fue liberada. ¿Era realmente la idea de la publicidad y la notoriedad lo

que lo había asustado? ¿O la sola idea de perderlo?

—¿Puedo conocerlo? —la voz de Harry lo sobresaltó.

—Uh, sí, veré si está despierto.

Su mente reflexiónó sobre lo que acababa de descubrir mientras

caminaba hacia el dormitorio. Quería que Cavan se quedara, mucho

más que treinta días. La naturaleza sumisa y dulce de Cavan apelaba

a su lado dominante. Parte de él creía que Cavan nunca sería una

persona agresiva. Después de años de formación en los que habían

subyugado cualquier rastro de confianza en sí mismo, tomaría años

de terapia, sobreponerse solo a una pequeña parte del daño hecho.

¿Podría Biton dejar el lado más áspero de su vida sexual para

conservar a Cavan con él? Deteniéndose delante de la puerta del

dormitorio, Biton hizo una pausa. Hacerle el amor a Cavan esa

mañana había sido exquisito. Todavía podía ser que no funcionara,

pero le daba a Biton un pequeño grado de esperanza.

—Cavan —dijo mientras tocaba en la puerta. El espectáculo que

presenció cuando la abríó lo dejó con la boca abierta y la polla

palpitando.

Desnudo y extendido sobre la cama con sus brazos y piernas

separados en forma de cruz, Cavan esperaba. Con la cara pálida y su

polla flácida, sus ojos lo siguieron mientras entraba al cuarto.

Incluso aunque Harry no pudiese ver el interior del dormitorio,

Biton cerró la puerta rápidamente.

—¿Qué estás haciendo? —no quería sonar rudo, pero el

expuesto cuerpo de Cavan lo había sorprendido.

—Esperando por ti… Y tu amigo… —Las lágrimas todavía teñían

su cara.

—Ah… No… Cavan. —Biton fue bajando su voz hasta solo ser

un suave murmullo mientras subía a la cama—. Tú no eres… —Tiró

del tenso y resistente cuerpo hacia él, tragando el nudo que se le

había formado en la garganta—. Yo no comparto, Cavan. Mientras

seas mío, no dejaré que nadie te toque.

—Pero… —un ahogado sollozo cortó sus palabras.

—No traje a Harry aquí para que le sirvieras. Es mi amigo y uno

de los socios en mi despacho de abogados. Lo traje aquí para hablar

con él sobre tomarme algún tiempo de descanso. Necesitaba contarle

todo sobre ti, antes que alguien averigüe sobre la investigación.

—Entonces no tengo que…

—No, nunca —dijo Biton besándolo encima de la cabeza—.

Como te dije, no comparto.

La tensión fluyó en Cavan con atormentados sollozos. Su cuerpo

se enroscó alrededor del de Biton como una manta.

Mecíéndolo con cuidado, Biton comprendíó el porqué, de la

angustiada mirada de antes. Cavan lo habría escuchado por

casualidad, cuando hablaba por teléfono con Harry. Cuando le dijo

que un amigo vendría de visita, la cara de Cavan había cambiado

poniéndose blanca como un papel. Biton debíó comprender lo que eso

significaría para Cavan.

—Eres mío, Cavan —susurró. Y quería que permaneciera de esa

manera.

—Cavan —gritó Biton—. Me voy ya. —Por mucho que odiara

dejarlo solo, no tenía otra opción. El caso Hargrave era demasiado

importante para él como para no asistir a la declaración.

Lamentablemente, Antonio estaba trabajando y Liá no terminaría su

turno, en el hospital, hasta las tres de la tarde.

Biton giró para encontrarse a Cavan merodeando en la entrada

de la cocina. Después que el domingo descubriera lo profundos que

eran sus sentimientos hacia Cavan, había pasado la mayor parte del

día anterior mostrándole cómo funcionaban las cosas en el

apartamento. Quería que se sintiera cómodo. Cuando Cavan

finalmente tomara una decisión, Biton quería que fuera la de

quedarse. Si se sentía como en casa, sería mucho más fácil.

Todavía lo asombraba las cosas que Cavan no sabía, usar el

mando a distancia de la tele o hacer una llamada telefónica parecían

cosas nuevas para él. Podía leer, pero a un nivel de escuela primaria.

Biton récordó que debía buscar algún material de lectura más

fácil.

También se tomó tiempo para redactar el contrato que le había

prometido. Cavan estaba dispuesto a firmarlo sin ni siquiera mirarlo,

pero Biton hizo que lo leyera en voz alta, explicándole todos los

términos del contrato, detalladamente. Incluso aunque lo había

colocado en los términos más simples posibles, Cavan tenía dificultad

con muchas de las palabras. Dado que no había tenido acceso a

ningún material de lectura en más años de los que Biton quería

imaginarse, sus habilidades de lectura estaban muy oxidadas.

También hizo que Cavan firmara con su verdadero nombre, a

pesar de tener que deletrearlo para él. Trabajar con Cavan, como su

tutor, sería uno de los puntos en la lista de cosas que tendrían que

hacer.

—Sólo voy a estar fuera un rato —dijo Biton—. Ven aquí. —

Extendíó los brazos y Cavan fue hacia ellos—. Te enseñé cómo usar el

mando, entonces mira la tele. —Abrazándolo fuertemente contra él,

Biton besó su cuello—. No tardaré mucho. No salgas de la casa y

mantén las puertas cerradas. —Dando un paso hacia atrás para poder

ver la cara de Cavan, sonrió—. ¿Entendido?

Cavan cabeceó, pero continuó sin hablar.

Tal vez no era muy buena idea, pero no tenía otra opción. Con

un beso rápido Biton lo soltó.

—Te veo luego.

A fuerza de voluntad, salíó de allí, cerrando la puerta detrás de

él.

La declaración fue sobre ruedas, pero su siguiente cita no sería

tan fácil. Biton abríó la puerta de la oficina de la doctora Merten,

esperando que sus nervios no lo traicionaran.

Elizabeth Merten era psiquiatra clínica. A menudo era una

testigo experta de la parte acusadora, tenía reputación de tratar los

peores casos de abuso sexual y sus credenciales eran excelentes.

Aunque Biton le contó las principales partes de la vida de Cavan por

teléfono, ella insistíó en que se encontraran personalmente, antes que

decidiera aceptarlo como uno de sus paciente.

La sala de espera era tranquila y elegante con sutiles tonos

ocre. El recepcionista, un rubio y vivaz joven, le sonrió mientras

entraba en al salón.

—¿Puedo ayudarlo, señor?

—Soy Biton Savakis. Tengo una cita con la doctora Merten.

—Si es tan amable de tomar asiento, le haré saber que está

aquí.

—Gracias. —Biton caminó hacia la pintura de un paisaje y fingíó

fascinación por ella. Estaba demasiado nervioso como para sentarse.

Raramente hablaba de su estilo de vida fuera del límite normal de los

clubes locales. En los últimos días, unas cuantas personas se habían

enterado de su inclinación hacia la dominación y la sumisión, más de

las que hubiera querido. Y ahora, otra persona más, quería hacerle

preguntas personales.

—Señor Biton, por favor pase.

Biton se giró para ver a la doctora de pelo oscuro parada frente

a la puerta de su oficina. Su amplia y redondeada figura no le quitaba

mérito a su belleza. Una sonrisa acogedora enmarcada por unos

pómulos altos y una nariz aristocrática que influenciaba a los

miembros del jurado tanto como sus credenciales. Las personas

parecían confiar en ella casi inmediatamente. Definitivamente una

ventaja en su negocio, y una de las razones por la que Biton la había

llamado. Cavan necesitaba cuidados especiales.

—Gracias por verme, con tan poco aviso. —Biton cogíó su mano

entre las suyas, antes de tomar asiento en un confortable sillón. La

decoración de su oficina hacía juego con la tranquilizadora sala de

espera.

—El caso de Cavan parece ser difícil y yo siempre estoy

preparada para nuevos desafíos. —Tomó asiento en una silla que

hacía juego con la de él quedando frente a Biton en lugar de detrás de

su escritorio. Recogíó un cuaderno que estaba cerca sobre una

pequeña mesa—. Ya he hecho algunos extensos apuntes sobre lo que

me dijo por teléfono.

Cuando ayer habían hablado, Biton le contó todo lo que sabía

sobre el rapto de Cavan y su vida hasta hacía tres meses.

—Lo que sea que usted necesite saber; quiero ayudarlo.

La doctora Merten mordíó brevemente su labio superior con sus

dientes, luego inclínó su cabeza.

—Bien, entonces necesito saber sobre su relación con él. Tenga

presente, cualquier cosa que diga será confidencial, aunque no sea la

estricta confidencialidad entre paciente y doctor.

Sus palabras lo hicieron sentirse un poco incómodo, pero quería

lo mejor para Cavan.

—De acuerdo —dijo lentamente.

—Muy bien —ella se puso a escribir—. ¿Tiene usted relaciones

sexuales con Cavan?

—Uh… —Biton debería haber tenido mejor criterio, como para

escandalizarse por su franqueza. Al haber tratado con ella a través de

la oficina del fiscal, ya sabía en realidad cuán directa era.

—Mire, me dijo que había sufrido abusos sexuales por un cruel

dominante. A excepción de su breve estancia con un amigo suyo,

desde los últimos diez o doce años lo han entrenado para servir

sexualmente al hombre que cuidara de él.

—No puede llamar cuidar a lo que le hizo Wainwright —Biton se

irritó ante la idea de ser comparado con aquel monstruo—. Yo no

abuso de él.

—Pero dijo que él no había tomado una decisión consciente

sobre ser sumiso o incluso ser homosexual. Que espera que usted

tenga relaciones sexuales con él. —Levantó su ceja como si esperara

que negara su declaración—.No conoce ninguna otra forma de vida.

—Pero nunca le he hecho daño.

—Eso no tiene importancia. Para que su terapia surta efecto,

tiene que suspender las relaciones sexuales con él.

—Tiene que quedarse conmigo —un repentino nudo en la

garganta le hizo difícil respirar—. No tiene ningún otro lugar a donde

ir, ninguno donde pueda estar a salvo.

—Entiendo eso —su voz era dulce—, y aplaudo su voluntad de

querer cuidarlo, pero las relaciones sexuales entre ustedes tienen que

acabarse.

—Él no entenderá por qué. —Tratar de explicar eso a Cavan

sería difícil. Aún más, Biton no quería que tuviera que dormir solo.

Varias veces en los últimos días, Cavan se había despertado con

pesadillas, los aterradores sueños lo habían dejado cubierto de sudor

frío y lágrimas calientes. Abrazándose a Biton, se había calmado

rápidamente. Si tuviera que dormir solo, sabía que Cavan no vendría

a él en busca de consuelo. No molestaría a su Amo intencionalmente.

—Y preferiría que no le dijera que yo se lo sugerí. —Sus

palabras rompieron su línea de pensamiento.

—¿Lo sugirió? —un bufido de risa irónica se le escapó—. Eso no

sonó como una sugerencia.

—Sabe lo que quiero decir. Si le dice que fue idea mía, entonces

puede que eso lo predisponga en mi contra y eso no sería bueno para

la terapia.

Un sentimiento de desasosiego se instaló en el estómago de

Biton. En los pocos días que habían pasado juntos, su mundo se había

centrado en lograr quitar la tristeza de los ojos de Cavan.

—¿Entiende lo que intento decirle?

—Sí —suspiró—. Sí, lo entiendo, pero él… —Biton frotó sus ojos

con sus dedos—. Solamente quiero que sea feliz.

—Con un poco de suerte, algún día lo será. Pero primero

necesita que sus heridas cicatricen.

—Está bien… —No sería fácil, pero de algún modo durante estos

últimos días, la felicidad de Cavan se había convertido en la cosa más

importante en el mundo para Biton.

Cavan trató de mantener la respiración estable. Su Amo le había

dicho que podía hacer lo que quisiera, ver la tele o leer. La idea hizo

que su estómago se agitara con aprensión. Antes… En su antigua

vida, tocar cosas como esas, lo haría merecedor de una paliza.

Usualmente, cuando su Amo no requería de sus servicios, era

encerrado en un cuarto diminuto. Sin nada, solamente un camastro

en el piso, Cavan pasaba horas tratando de abstraerse del mundo a

su alrededor. Al principio, soñaba con ser rescatado, por una figura

oscura, tal vez su verdadera madre o su padre, entrando en la fría

celda y sacándolo de allí. Pero había crecido, las fantasías dolían

demasiado, así que había aprendido a bloquear todo: las paredes

desnudas, el duro piso frío y sobre todo las acciones de su Amo.

Ahora, libre para vagar por el apartamento del Amo Biton, con

permiso de hacer lo que quisiera, el miedo aceleró su respiración e

hizo que su corazón corriera con velocidad. Alguna parte de su mente

gritaba que era un truco o una trampa. ¿Qué ocurriría si fuera una

prueba? ¿Qué pasaría si fallaba?

El recuerdo del látigo golpeando la piel de su espalda le hizo

abrir la boca para tomar aire. El chasquido del latigazo y el olor a

cobre de su propia sangre llenaba todos sus sentidos. Su mente trató

de decirle que todo eso había terminado, que esa antigua vida había

quedado atrás, pero los recuerdos no podían ser desterrados.

Tambaleándose hasta el cuarto de su Amo, Cavan gateó hasta llegar

dentro del armario. Tal vez en la oscuridad podría esconderse de sus

demonios.

—Cavan, ya regresé. —Biton esperaba oír la televisión, pero el

apartamento estaba extrañamente tranquilo—. ¿Cavan?

La puerta del cuarto de Biton estaba abierta. Tal vez dormía.

Una mirada rápida, mostró que la cama estaba vacía. Comprobando

en el cuarto de Erik, tampoco encontró ninguna señal que Cavan

hubiera estado allí. Sintió cómo el pánico comenzaba a crecer,

subiendo lentamente por su estómago. Pensando racionalmente, Biton

trató de deshacerse de la ansiedad. Cavan no habría salido del

apartamento, no cuando Biton se lo había prohibido. La puerta

principal estaba totalmente cerrada cuando entró. Sólo alguien con

llave lo podría haber cerrado desde el exterior. Cavan tenía que estar

aquí.

—Cavan, ven aquí —dijo con tono severo, usualmente usado

para exigir obediencia inmediata. Conteniendo el aliento, sus oídos se

esforzaron por escuchar cualquier cosa, aparte de los latidos de su

corazón. El sonido de una puerta al abrirse en su dormitorio lo hizo

apresurarse hacia esa dirección—. ¿Cavan?

Las huellas de lágrimas todavía manchaban la cara de Cavan

mientras gateaba fuera del armario.

—Amo… —un sollozo le impidió terminar de hablar al tragar

aire.

Arrodillándose al lado del perturbado joven, Biton lo tomó entre

sus brazos.

—Estoy aquí. Todo está bien. —No se molestó en preguntarle a

Cavan por qué se había escondido. Ahora mismo, lo único que le

importaba era que todavía estaba allí.

Biton descansó su cabeza en la respaldo del sofá, con sus ojos

cerrados. Acurrucado entre sus brazos, Cavan guardaba silencio y su

cuerpo había dejado de temblar. Le tomó casi una hora calmar al

aterrorizado joven.

—¿Por qué te escondías? —acercando a Cavan para apretarlo un

poco más entre sus brazos, acarició con su nariz el suave pelo rojo.

—Lo siento.

—No hiciste nada malo. Solamente quiero saber por qué. ¿Había

alguien aquí? —la idea sobresaltó a Biton. ¿Qué ocurriría cuando

Wainwright averiguara que Cavan había puesto cargos en su contra?

El cuerpo del joven tembló a causa del miedo y eso hizo que guardara

sus pensamientos solo para él.

—No… —Cavan escondíó su cara en el pecho de Biton—. Yo

solamente… Yo nunca… —respirando profundamente, procedíó a

continuar con un torrente de palabras—. Mi antiguo Amo me manténía

encerrado en mi celda cuando no estaba en casa.

Biton frotaba la parte de atrás del cuello de Cavan.

—¿Cómo era tu celda?

—Pequeña. Mantas en el suelo. Un cubo para… Ya sabe.

—¿Siempre estabas solo en ella? —su mano se movíó hacia

abajo para masajear la espalda de Cavan en círculos lentos.

—Sí. A no ser que mi Amo viniera a verme. —Su cara todavía

escondida en el pecho de Biton, amortiguaba las palabras de Cavan.

Los dedos de Biton acariciaron la barbilla de Cavan y la

levantaron para poder ver sus ojos.

—Aquí no permanecerás en una celda. Ésta es tu casa, no tu

prisión.

Sería tan fácil confundir la gratitud que iluminaban los ojos de

Cavan con algo más. Un leve movimiento hacia delante y sus labios se

encontrarían. Biton deseaba tanto tomar sus labios entre los suyos y

dejar que la inocencia que Cavan ofrecía lo reconfortara, pero las

palabras de la doctora Merten lo detuvieron. No sabiendo qué decir, le

dio un casto beso sobre su frente.

—Deberíamos buscar algo para comer.

La decepción sustituyó a la gratitud, pero Cavan solamente

cabeceó.

Mantener sus manos alejadas de él sería duro, pero Biton sabía

que la doctora tenía razón. En cierta forma, el bienestar de Cavan

había reemplazado a su pena y le había devuelto a la vida.

CAPÍTULO SIETE

—Pasa —dijo Biton mientras estrechaba la mano de Antonio.

Había pasado casi una semana desde la entrevista con Ramos. Biton

no había tenido noticias de ningún detective desde entonces—. ¿Qué

te trae por aquí?

—Solo quería ponerte al día sobre el caso.

—¿Detuvieron a Wainwright? —Biton lo condujo hacia la sala de

estar.

—No.

Biton se paró en seco y se dio la vuelta

—¿Por qué demonios no? —la cólera llameó por él.

—Cálmate. El fiscal quiere construir un caso más grande en su

contra.

—¿Un caso más grande? ¡Ttorturó y abusó sexualmente de

Cavan! ¿Cuánto más grande lo necesita?

Antonio se movíó por delante de Biton.

—Sabes tan bien como yo que, con sus recursos, detenerlo sólo

por lesiones lo haría salir bajo fianza en dos horas. Considerando que

Cavan es un sumiso, los abogados de Wainwright argumentarán que

su relación era consensuada. No podemos acusarlo de abuso infantil

en el caso de Cavan porque, según los plazos legales, la causa

prescribíó hace cinco años. Y no tenemos ninguna prueba de

asesinato más que la suposición de Cavan de que Mateo no sobrevivíó

a la paliza.

Biton siguió hacia la sala de estar y se derrumbó sobre el sofá.

Antonio tenía razón. No había un caso verdadero y una vez que ellos

arrestaran a Wainwright, sin evidencia disponible, incluso con

esclavos todavía en su control, todo podría desaparecer.

—El DA13 cree que si podemos conseguir más información sobre

Mateo y sobre lo que le pasó, tendremos una mejor posibilidad de

encerrarlo sin fianza. ¿Crees que Cavan podrá hablar con un poco más

de coherencia ahora?

—Tal vez. Te conoce, confía en ti más de lo que lo hacía con

Ramos. Sólo habló con él porque le pedí que lo hiciera.

—¿Cómo se adapta a ti?

Biton se pasó la mano por la cara.

—Mucho mejor. Tuve que dejarlo solo hace unos días y cuando

me fui, se ocultó en un armario. Desde luego, no he salido a ningún

lado desde entonces. Está viendo a una psiquiatra, Elizabeth Merten.

Por suerte, ella acordó venir aquí para las primeras sesiones. Debes

conocerla, o saber de ella.

—Sí, es toda una bulldog en los procesos para la acusación.

¿Cuánto sabe ella?

—Bastante. Le dije a Harry lo que pasaba y tomé un permiso

para ausentarme de la firma. Si… —hizo una pausa acompañada de

un suspiro—, cuando esto llegue a la prensa, quiero reducir al mínimo

el daño a la firma.

—Cavan podría volver y quedarse con nosotros.

—No, mi carrera puede soportar el escrutinio. Tengo bastante

dinero como para retirarme. En realidad, pensaba en ello cuando me

presentaste a Cavan.

—Por pena; no porque quisieras hacerlo.

Biton sonrió a su amigo.

—Me conoces demasiado bien. Y sí, Cavan ha aliviado la tensión

constante que he sentido desde que Erik murió. Pero esto es más que

solo una distracción.

Antonio se rió.

13 Estas siglas aluden a Dead or Alive, vivo o muerto. Departamento de Investigación Policial

ocupado de la desaparición de personas. (N.T.)

—Fue una buena cosa que no haya apostado contra Liá. Ella

habría ganado. Pensaba que Cavan era perfecto para ti.

—Comienzo a pensar que ella tiene razón, pero en definitiva,

esta será la opción de Cavan. Primero, tiene que aprender cómo

funciona el mundo fuera de su jaula. Pero tenemos que conseguir que

Wainwright tenga su propia jaula y pronto. —Biton se levantó—. Lo

conseguiré.

Cavan se sintió feliz de ver al Señor Casala, pero no le tomó

mucho tiempo para que su placer se evaporarse. Pensar en Mateo le

traía vívidos recuerdos de su propio castigo.

—Cavan, tengo que saber qué pasó con Mateo después de su

paliza. Dijiste que creías que había muerto. ¿Qué te hizo pensar eso?

—Apenas respiraba —Cavan cerró los ojos, sus manos se

apretaron unidas—. El Amo nos hizo dejarlo, ir a nuestras

habitaciones. Lo oí insultar a Mateo, diciéndole que merecía morir por

avergonzarlo.

—¿Avergonzarlo?

—Algunos amigos del Amo estaban allí. Uno de ellos quería a

Mateo. Creo que el hombre era alguien importante. El Amo actuaba

diferente con él.

—Diferente, ¿cómo?

Cavan lanzó una mirada rápida al Amo Biton.

—Como si el hombre fuera su Amo —Cavan suspiró cuando el

Amo Biton le dio una sonrisa alentadora y una cabeceada—.Hasta lo

llamó “Señor”.

—¿Por qué este hombre quería a Mateo?

—Mateo era nuevo. Sólo había estado allí unos días. Ni siquiera

sabía hablar inglés. —Cavan cerró sus ojos cuando récordó el pánico

reflejado en una lengua desconocida—. No creo que hubiese sido

correctamente entrenado. Seguía intentando detener al hombre que

lo tocaba. Tuvimos que atarlo al potro. —Su participación en el

destino de Mateo todavía lo atormentaba. El aterrorizado hombre

había luchado con fuerza—. Pero entonces, el amigo del Amo se enojó

mucho… —Cavan no quería hablar más sobre ello. Los recuerdos que

lo desbordaban eran vívidos, demasiado reales.

—Continúa, Cavan, tengo que saber.

—Había tanta sangre, ya sabe, después de que el hombre lo

tomó. Fue tan rudo. Tiró del pelo de Mateo con tanta fuerza que le

arrancó mechones. Después de que el hombre terminara, le dijo al

Amo que tendría que hacerlo mejor la próxima vez. El Amo se puso

como loco… Mateo estaba todavía sobre el potro cuando él agarró la

fusta. —Suspiró e intentó apartar los recuerdos, pero no funciónó. Las

lágrimas se derramaban por su cara.

El calor lo rodéó cuando los brazos del Amo Biton lo

envolvieron. Besos suaves cubrieron su frente.

—¿Qué pasó después? ¿Viste a Mateo otra vez?

Cavan se apoyó en el abrazo de su Amo y sacudíó su cabeza.

—No… Pero…

—¿Qué, Cavan? —la voz de su Amo era tan apacible.

—Creo que lo enterramos… —No podía parar de sollozar—. La

noche siguiente, el Amo nos hizo llevar una caja grande a una

furgoneta… Tuvimos que subir en ella. Olía realmente mal.

Condujimos un largo rato y luego nos hizo cavar un agujero grande y

enterrar la caja. —Enterrando su cara en el cuello del Amo Biton,

Cavan no podía dejar de llorar.

Nunca se había permitido afligirse por Mateo. Demasiado temor

de encontrar el mismo destino, obligó a la tristeza a meterse en un

pequeño espacio oscuro en su mente, uno reservado para todo el

dolor acumulado en su vida. Con la puerta de ese espacio abierta,

todo el terror, todo el dolor fue inundado con la luz del día.

Biton sostuvo más cerca al joven que temblaba mientras los

sollozos salían de él. Era como si se hubiera abierto una esclusa y

todo el dolor de su vida saliera inmediatamente.

—Cavan, está bien. Se terminó. No tienes que volver a vivirlo

jamás. —Sus palabras no hicieron nada para restañar el flujo de

lágrimas.

Palabras histéricas salían de los labios de Cavan en un murmullo

incomprensible.

—Por favor, Cavan. Te enfermarás —Rozó su tensa espalda con

firmes caricias—. Estás a salvo. No dejaré que nada te pase. Te lo

prometo.

De todos modos las lágrimas seguían fluyendo. Biton dejó caer

besos sobre su pelo, canturreándole palabras consoladoras, pero en

vano. El histérico llanto había tomado con fuerza al joven

aterrorizado.

—Antonio, mi teléfono móvil, está sobre la mesa. Llama a la

doctora Merten. Ella debería llegar pronto, pero…

Antonio miraba la escena con una expresión desvalida. Se

levantó de un salto ante la oportunidad de hacer algo.

Por el rabillo del ojo, Biton vio a Antonio agarrar el teléfono y

buscar en la guía telefónica.

—Cálmate, Cavan. —Utilizó un tono más fuerte, con el que

esperaba que los años de entrenamiento hicieran a su amante

obedecerlo y dejar de sollozar. Todavía la pena atormentaba el

delgado cuerpo. Más pena de la que podría ser explicada por la

muerte de Mateo. Biton entendía lo que le pasaba, pero se sentía

perdido, sin saber cómo consolar a Cavan, sin querer verlo sufrir

tanto dolor.

Su necesidad de dominar a alguien, infligir un dolor exquisito a

un cuerpo desvalido pero dispuesto, no incluía el dolor emocional. Erik

había sido feliz con él, con su vida juntos. Aunque había muerto

demasiado joven, Erik le había repetido muchas veces que no querría

vivir su vida de ninguna otra manera. Biton lo había hecho feliz y ese

conocimiento lo había consolado cuando Erik murió.

Cavan nunca había conocido felicidad de ningún tipo. El dolor

era solo dolor y el dolor había gobernado su existencia. Mientras Biton

sosténía a su afligido amante cerca, la decisión de abandonar esa

parte de su propia vida que Cavan no pudiera manejar parecía fácil.

Usaría todos sus recursos para asegurar que la felicidad de Cavan

rivalizara con la de Erik.

El teléfono móvil interrumpíó sus reflexiones y devolvíó su

atención a Antonio.

—¿Qué te dijo?

—Está aproximadamente a cinco minutos de distancia y tiene

sedantes en su cartera. Dijo que sigamos intentando tranquilizarlo

hasta que llegue. —Antonio se arrodilló cerca del sofá, su mano

tendida frotó el hombro de Cavan—. No dejaremos que nadie jamás

vuelva a hacerte daño, Cavan. Y me aseguraré de que Wainwright

pague lo que te hizo a ti, a Mateo y a todos los demás. Eso es lo que

la policía hace, Cavan. Es por eso que tuve que preguntarte todas

estas cosas.

Biton dirigíó una pequeña sonrisa forzada a su amigo. Nada

ayudaba a Cavan a tranquilizarse. Sólo esperaba que la doctora

llegara pronto.

Atontado por el fuerte sedante, el cuerpo de Cavan se apoyaba

casi sin fuerzas contra Biton.

Los ojos oscuros de la doctora miraron la escena con un leve

fruncimiento de su frente.

—¿Qué lo puso en este estado?

—Lo estaba interrogando. Soy el detective Antonio Casala. —

Ofrecíó su mano a la doctora.

Ella la aceptó casi en el último instante.

—No debería intentar conseguir más información, hasta que

haya recibido algún tipo de terapia antes.

—No puedo esperar. Hablamos de sumar el cargo de asesinato a

los de agresión con lesiones a Wainwright. Tengo que saber qué pasó

y Cavan es el único testigo.

—Entiendo, pero ¿en serio espera conseguir algo si los

recuerdos le provocan este tipo de reacción? —agitó la mano en

dirección a Cavan.

—Creo que es mucho más que el recuerdo de un incidente en

concreto. —Biton todavía acunaba a su amante, que ahora se veía

más tranquilo—. No podía entender la mayor parte de lo que decía,

pero creo que así fue toda su vida hasta ahora.

—Tal vez, ha comprendido que todo eso ha terminado. —La

doctora Merten mostraba una mirada comprensiva—. Sería muy

provechoso para su recuperación. A veces lleva años llegar a ese

punto.

—Espero que sepa, que eso está terminado. —Biton siguió

abrazando al hombre medio dormido sobre su pecho. Después de

darle un beso apacible en la frente ahora relajada, echó un vistazo

hacia sus invitados—. No dejaré que nadie más le haga daño.

Los labios de la doctora Merten se curvaron en una leve sonrisa.

—Yo le creo, pero ¿y él?

—Creo que también. —Miró hacia la pacífica cara—. Al menos

eso espero. Viene a mí cuando tiene miedo. Tomo eso como un signo

de que sabe que lo protegeré.

—Doctora Merten, ¿cree que será capaz de responder algunas

preguntas más? —preguntó Antonio.

—Probablemente hoy no. Le di una dosis bastante fuerte.

—Dijo que Wainwright les hizo enterrar el cuerpo de otro

esclavo. Tengo que saber dónde. Si puedo relacionar un cuerpo con

Wainwright, lo encerraré para siempre. Necesito esa información.

—No sonó como si pudiera ser capaz de ayudarte a localizarlo,

Antonio. —Biton quería que encerraran a Wainwright, pero no estaba

seguro de poder manejar la mirada de sufrimiento de Cavan en un

nuevo interrogatorio—. No si eso lo trastorna como pasó antes.

—Hoy no —dijo la doctora Merten—, tal vez mañana, pero

quiero estar aquí. Puedo darle un sedante suave para ayudar a

mantenerlo tranquilo, antes de que comience.

—Gracias —dijo Biton antes de que su mirada fuera a la deriva

regresando a Cavan.

En su sueño, los labios de Cavan se movían. Sus dedos, todavía

curvados alrededor del brazo de Biton, lo apretaron.

Biton envió una oración silenciosa para que sus sueños fueran

pacíficos. Ignorando la inquisitiva mirada de la buena doctora, Biton

rozó un beso contra los labios de Cavan.

Cavan no se había despertado cuando Antonio ayudó a Biton a

llevarlo a la cama. La doctora Merten comprobó sus signos vitales

antes de marcharse. Les dijo que probablemente dormiría hasta la

noche y tuvo razón.

Biton lo sosténía cerca en la temprana luz de la mañana. Dos o

tres veces, se despertó para oír los murmullos de Cavan en sueños,

pero se calmaba en cuanto Biton lo tocaba. La fuerza de la confianza

de Cavan en Biton lo consolaba. Sólo una semana había pasado desde

que Cavan llegó para un simple almuerzo. Muchas veces Biton se

había preguntado si era solo suerte o debería agradecerle al destino

que trajera a Cavan a su vida.

La pena profunda que sentía por Erik no se había ido, nunca se

iría completamente, pero Cavan había ahuyentado lo peor del dolor.

Parecía que era el turno de Biton, para exorcizar los demonios de

Cavan. Sólo tres semanas quedaban para cumplir su acuerdo

temporal. Si las cosas hubieran sido diferentes, ya habría reclamado

permanentemente a Cavan como suyo. Pero no era solo su decisión y

Cavan no era capaz de hacer una elección objetiva.

Cuando Cavan se removíó contra él, Biton se alejó. En los

últimos días había logrado evitar el sexo diciéndole a Cavan que

estaba cansado. Lamentablemente, su cuerpo no seguía con la

charada. Su gran erección mostraba la verdad de su mentira. Quería a

Cavan tanto que le dolía, pero la doctora tenía razón y lo supo en el

minuto en que ella lo dijo. El sexo enturbiaría la recuperación de

Cavan, así que en lugar de disfrutar del delgado cuerpo, Biton se

arreglaba con duchas frías y su mano, en privado.

—Buenos días —le susurró cuando los ojos de Cavan se

abrieron.

Sus pestañas parpadearon varias veces antes de que Cavan

girara su cabeza para mirar a Biton.

—¿Amo?

—Aquí estoy. —Biton pasó una mano por el suave pelo rojo. La

idea del pelo de Cavan largo hasta los hombros pasó por su mente.

Quiso decirle que se lo dejara crecer, pero de repente se detuvo. Esta

era otra de las decisiones que Cavan debería aprender a tomar. Le

sonrió al hombre más joven. La ironía de reeducar a Cavan, y que él

también tuviera que cambiar, hizo que su sonrisa se ampliara—.

¿Cómo te sientes?

—Dolorido… —Cavan giró su cabeza de un lado a otro,

estirando los músculos del cuello—. ¿Qué ha pasado?

—¿No lo recuerdas?

—El Señor Casala estaba aquí… —Cavan frotó sus ojos y se

sentó. Una arruga plegaba su frente—. Me hizo algunas preguntas.

—Sí, y eso te trastornó.

Cabeceando, Cavan cerró sus ojos.

—¿Amo?

—¿Sí?

—¿Estoy en problemas ahora? Yo ayud… —un sollozo suave

ahogó sus palabras.

—Shhh… —Biton se sentó a su lado y deslizó un brazo

alrededor de él—. No, nunca estarás en problema por decir la verdad.

—Pero ayudé al Amo. Lo ayudé a ent…

—No tenías otra opción. No pienses en ello ahora. Antonio

vendrá más tarde con la doctora Merten. Hasta entonces, no tienes

que preocuparte.

Cavan se inclínó hacia él, sus brazos se envolvieron alrededor

de Biton. El delgado y cálido cuerpo que se presionaba contra él,

hacía difícil resistirse a la tentación.

Biton se separó de él antes de que su voluntad lo abandonara.

—Tienes que comer algo. Ve y toma una ducha, mientras nos

preparo algo de comer. —Saliendo de la cama, tomó su ropa,

esperando que ocultara su excitación.

—¿Amo? —el obvio aumento que tensaba la sábana sobre la

ingle de Cavan explicaba el tono melancólico de su voz.

Biton se inclínó y besó la frente de Cavan.

—Ve. Dúchate. —Biton se apresuró a salir del cuarto antes de

decidir que la doctora estaba equivocada.

—Hola Cavan, realmente no pudimos conocernos ayer. Estabas

un poco alterado cuando llegué. —La dulce sonrisa de la doctora

Merten no parecíó tranquilizar a Cavan y la miró confundido cuando le

ofrecíó su mano. Ella la retiró después de unos incómodos segundos.

Biton estaba apartado mirándolos. Por lo que podía decir,

excepto Liá, hacía ya muchos años que Cavan no había tenido ningún

contacto con una mujer. Había escogido a la doctora Merten

basándose en sus credenciales, pero tal vez debíó considerar su

género también.

—Cavan, ella es la doctora de la que te he hablado.

Cavan no estaba muy contento de tener que hablar con otra

persona y la prueba de su incomodidad se mostraba sobre su cara

ahora. Biton consideró su expresión como un buen signo.

Normalmente, un sumiso no mostraría ningún descontento ante la

petición de su Amo.

La doctora Merten actuó como si no hubiera nada insólito en su

comportamiento.

—Cavan, hablar ayer con el detective Casala te trastornó tanto,

que tuve que darte una medicina para calmarte. Hoy, quiere hacerte

algunas preguntas más, pero esta vez voy a darte una medicina

primero. Te ayudará a mantenerte tranquilo.

Los ojos de Cavan se lanzaron hacia Antonio antes de encontrar

la mirada de Biton.

Cabeceando su aprobación al desconcertado joven, le sonrió.

—Está bien, Cavan. Haremos lo que ella dice.

La doctora Merten cabeceó y abríó el pequeño bolso negro que

trajo consigo.

—Sólo será un pequeño pinchazo, Cavan, y luego comenzarás a

sentirte un poco soñoliento, ¿de acuerdo? —movíó un pequeño frasco

de arriba abajo y después lo pinchó con una aguja hipodérmica a

través del sello de goma.

Biton echó un vistazo a la cara pálida de Cavan.

Sus ojos seguían cada movimiento de la doctora.

—Cavan, está bien. Lo prometo.

Cavan saltó ligeramente ante la voz de Biton y se giró para

mirarlo. Levantó su mano hacia él y luego la dejó caer.

—Oh, al demonio con ello —masculló Biton. Sentándose al lado

de Cavan, rodéó con su brazo los hombros del nervioso hombre.

Con su gesto de protección sintió cómo la tensión de Cavan

disminuía, como si se hubiera puesto bajo un cobertizo para

protegerse de la lluvia. Cavan se relajó bajo el abrazo de Biton. Su

cabeza se inclínó sobre el hombro de Biton mientras exhalaba un

largo suspiro de alivio.

Biton desafió, silenciosamente, a la doctora a decirle algo, pero

su ceja arqueada bajó cuando miró a Cavan.

Una cabeceada rápida fue su único comentario.

—Enrolla la manga, Cavan. —Cuando él condescendíó, ella lo

inyectó rápidamente.

Biton compartíó el leve estremecimiento de su reacción, sin

embargo Cavan no se movíó de su abrazo.

—Esto deberá surtir efecto rápidamente. —Comenzó a recoger y

guardar sus instrumentos mientras Antonio llevaba una silla más

cerca de Cavan.

—¿Cómo te sientes, Cavan? —la voz de Antonio era apacible y

baja.

—Un poco mareado, Señor…

—Es porque te está haciendo efecto la medicina, Cavan. Eso es

normal. —La doctora Merten se sentó en otra silla enfrente del sofá—.

Dime si sientes náuseas.

Cavan cabeceó, pero no miró a la mujer.

—Ayer, dijiste que Wainwright te llevó en una furgoneta, a

algún sitio, para enterrar una caja. —Antonio mantuvo su voz baja,

calmante.

—Sí, Señor —masculló Cavan.

—¿Recuerdas cuándo fue?

—De noche…

—¿Cuándo fue, este año, el año pasado?

—No sé. Todos los días parecen iguales.

Antonio fruncíó el ceño.

Biton casi podía ver sus pensamientos. ¿Cómo Cavan sabría

cuándo? No le permitían mirar la televisión o leer un periódico. Los

años de su vida pasaban sin un modo de contar los días.

—¿Era invierno? ¿Hacía frío cuando cavaban o hacía calor, como

en verano?

—Invierno. Había muchas luces sobre las ventanas de las casas.

—Las palabras de Cavan se pronunciaban un poco mareadas.

—¿Como las luces navideñas? ¿Recuerdas la Navidad?

—Sí… De hace mucho tiempo —Cavan cabeceó y miró a Biton.

Una pequeña sonrisa curvó sus labios—. Recuerdo la Navidad.

—¿Eran esas luces navideñas? —Antonio le preguntó otra vez.

—Sí… Sí, Señor —la cabeza de Cavan se movíó mientras la

medicación hacía pleno efecto.

Biton echó un vistazo a la doctora Merten, pero ella no parecíó

preocupada.

—¿Fue cerca de la época en que fuiste hospitalizado?

—Sí, Señor… Él… —siguió pensando…—. Yo no quería ser la

siguiente caja… —Su voz se quebró ligeramente.

Biton podía sentir que la tensión volvía a los hombros de Cavan.

—Está bien, bebé. —Besó la sien de Cavan—. Lo estás haciendo

bien.

Antonio dirigíó su mirada a Biton.

—La pasada Navidad. Hace cuatro meses. —Volviendo su

atención a Cavan, Antonio le preguntó—: ¿Viste hacia dónde fue la

furgoneta? ¿Algo que podría ayudarnos a encontrar la caja? ¿Como un

letrero de la calle o algún indicador de ciudad?

—No recuerdo…

La doctora Merten se inclínó hacia adelante.

—¿Cavan, no recuerdas o no quieres recordar?

—No se supone que diga… He dicho demasiado. —Cavan se dio

vuelta hacia Biton—. Por favor, Amo, me matará también…

Acariciando la mejilla de Cavan, Biton se inclínó y rozó sus

labios con un beso.

—No, no lo hará, Cavan. Si encontramos la caja, Wainwright irá

a prisión y nunca saldrá. Tú y otros como tú estarán a salvo. Si

quieres que nadie más sufra como tú y Mateo, tenemos que encontrar

la caja.

Con los ojos llenos de lágrimas, Cavan asintió. Giró la cabeza

para besar la palma de Biton antes de alzar la vista hacia Antonio otra

vez.

—Era un nombre gracioso. No sé cómo decirlo, pero comenzaba

con mamá.

—¿Mamaroneck14? —Antonio miró a Biton—. Wainwright tiene

una casa en Mamaroneck. ¿Se atrevería a enterrar la evidencia en su

propia casa?

—¿Por qué no? No tiene ni idea de que a alguien se le ocurriría

mirar allí. —Biton abrazó a Cavan un poco más fuerte. Excepto que

Cavan lo sabía. Se juró no perder de vista a Cavan hasta que

Wainwright estuviera seguro tras las rejas—. La declaración de Cavan

debería bastar para una orden de registro.

14 Ciudad en el condado de Westchester, en Nueva York, famosa por sus marinas y sus centros

de arte. (N.T.)

Antonio cabeceó cuando él se levantó.

—Lo has hecho muy bien, Cavan. Muy bien. Gracias. Biton, te

avisaré cómo va. —Él anduvo hacia la entrada con la velocidad de un

hombre con una misión. Casi en el último momento se volvíó hacia la

doctora Merten—. Doctora, a usted también, gracias. Espero que

pueda ayudar a Cavan. Es un joven bueno. Merece alguna felicidad.

Biton no podía estar más de acuerdo.

Incapaz de molestar al hombre medio dormido en sus brazos,

Biton dejó que la doctora encontrara la salida. La tensión de la

entrevista abandonó despacio su cuerpo mientras acariciaba el pelo

de Cavan. Si ellos encontraran el cuerpo, el dinero de Wainwright no

le ayudaría. Una vez que los detalles del caso fueran presentados,

Biton estaba seguro que el hombre sería detenido sin fianza.

El lunes Cavan comenzaría la terapia con la doctora Merten.

Hasta que él se sintiera cómodo con la mujer, se encontrarían aquí,

con Biton cerca. Cuánto tiempo duraría la terapia era una incógnita.

Más que los veintiún días que quedaban del contrato, eso seguro.

Biton estaba de pie en la entrada del dormitorio mirando el

sueño de Cavan. La primera sesíón con la doctora Merten tomó mucho

de ambos. Al final, sedó a Cavan otra vez. Biton quería acercarse y

sostenerlo mientras dormía, pero la tentación del delgado y cálido

cuerpo contra el suyo sería demasiado. En vez de meter a Cavan en

su propia cama, lo había puesto en el cuarto de Erik. No podía dormir

a su lado o el consejo de la doctora Merten sería historia. Tanto como

odiaba ser incapaz de hacer el amor con Cavan, sabía que lo mejor

era controlar sus deseos.

El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Cerrando

la puerta, se apresuró para cogerlo antes de que el ruido despertara a

Cavan.

—Savakis.

—Biton, soy Antonio. Lo tenemos.

—¿A Wainwright?

—Sí. El cuerpo está en la morgue y Wainwright bajo custodia.

Gritaba que era un arresto ilegal, pero no irá a ninguna parte. Mañana

lo llevarán ante el juez.

—¿Tienes bastante para negarle la fianza?

—Creo que sí. Pero nunca se sabe hasta que eso pase.

—¿Sabe que fue Cavan quien lo delató? —Biton se paseaba por

toda la sala de estar. La última cosa que quería saber era que

Wainwright sabía sobre Cavan.

—No se lo dijeron, pero creo que lo oí mascullar su nombre

cuando lo trajimos.

Biton cerró sus ojos y obligó a su respiración a retornar a la

normalidad.

—¿Y en cuanto a su casa? ¿Hay otras víctimas?

—Ya tengo la autorización y voy de camino hacia allí ahora.

Un suspiro de alivio obligó a salir el aire de los pulmones de

Biton.

—Bien. Eso está bien. Mantenme informado. —Colgó el teléfono

mientras se dejaba caer en el sofá. Cavan estaba a salvo.

—¿Amo?

Biton miró alrededor para ver a Cavan parado en la entrada.

—¡Eh! Deberías estar dormido.

—Tenía una… No estaba allí… —Agachó la cabeza, pero se

mordía el labio, su preocupación era visible.

—Ven aquí. —Biton le hizo señas para que se le uniera sobre el

sofá.

Cavan no vaciló. Un suspiro suave atormentó el cuello de Biton

cuando Cavan se acurrucó bajo su brazo.

—¿Pesadillas?

Una cabeceada fue la única respuesta.

—Ya es hora de que tus pesadillas se terminen. —Biton sonrió

mirando los curiosos ojos verdes—. Antonio llamó: Wainwright está en

la cárcel y es poco probable que escape esta vez. Tu vida es tuya

ahora, Cavan, para hacer todo lo que quieras hacer.

—Quiero quedarme contigo. —Los ojos verdes estaban abiertos,

tan inocentes y, Dios lo ayudara, tan sinceros.

—Cavan, no puedes saber lo que quieres. Nunca conociste otra

cosa excepto el abuso. Ser sumiso es más que la aceptación del dolor

u obedecer órdenes.

—Tú no me haces daño. Me haces sentir bien. —Una pequeña

arruga fruncíó su frente.

Biton rió y sacudíó su cabeza.

—Pero he querido hacerte algunas cosas… Cosas que podrías no

entender. Quiero ser rudo, verte indefenso y atado y rogando…

El miedo revoloteó por los ojos de Cavan, pero no apartó su

mirada.

—Pero durante todo el tiempo en que te haga esas cosas, quiero

que sientas el placer que hay en ellas, no quiero que sientas dolor

porque sí, ni porque yo lo quiero así. Quiero que sientas placer porque

tú lo quieres y me quieres a mí. Hasta que no esté seguro de que es

tu elección, no lo haré. No te tocaré.

—¿Es por eso que me has puesto en el otro cuarto?

Biton suspiró y dejó que su mano acariciara la mejilla de Cavan.

—Sí. Y por eso, tienes que quedarte en el otro cuarto.

—¿Ya no me quieres más? ¿Quieres a Erik?

Biton no podía parar las lágrimas en sus ojos.

—Sí, quiero a Erik. ¿Cómo supiste sobre él?

—A veces susurras su nombre en sueños.

Biton tragó el nudo que tenía en la garganta.

—Estuvimos juntos durante diez años. Lo amé muchísimo.

Los dedos de Cavan capturaron las lágrimas que escapaban.

—¿Por qué no lo recuperas?

Un pequeño sollozo se formó en la garganta de Biton.

—Si hubiera algún modo de recuperarlo lo haría. Pero murió,

Cavan. Enfermó y murió.

Por primera vez, los brazos de Cavan se envolvieron alrededor

de Biton por propia iniciativa.

—Lo siento, Amo. No lo sabía.

—No pensé en decírtelo. —Abrazó a Cavan apretándolo contra

sí—. Nuestro “llegar a conocernos el uno al otro” del almuerzo resultó

un poco diferente de lo que esperé.

—¿Hiciste todas aquellas cosas… Las cosas que quieres

hacerme… Las hiciste con Erik?

—Sí, pero Erik conocía sus límites. Me decía si era demasiado o

insuficiente. Disfrutaba de nuestros juegos, tanto como yo.

—Yo podría hacerlo. Hacer lo que quieres.

Biton respiró y pasó sus manos por sus ojos.

—Sé que podrías, pero no sé si sabrías decirme cuándo

detenerme. Esa es la parte más importante de ser un dominante o un

sumiso, conocer los límites.

—Yo podría hacer eso… —El temblor de la voz de Cavan

traicionaba su miedo.

—Tal vez algún día, pero no ahora. —Biton besó su pelo—.

Ahora nos concentraremos en ponerte mejor. —Le abrazó un poco

más fuerte—. Y para hacerlo, tienes que comenzar durmiendo en otro

cuarto.

—Es por eso que no haces… Ya sabes…

—Sí —suspiró—. Es por eso que no tenemos “ya sabes”. —Un

último beso en la frente de Cavan—. Vamos. Deberíamos comenzar a

hacer algo para cenar.

CAPÍTULO OCHO

Incluso después de tres semanas de dormir solo, Cavan todavía

extrañaba el calor del cuerpo de su Amo contra él. Bueno, realmente

no dormía. Se sacudía, daba vueltas, y despertaba por las pesadillas.

Después de pasar años durmiendo solo sobre un piso frío, debería ser

capaz de dormir en una cama cómoda y caliente. Cuando dormía con

su Amo, no tenía noches agitadas.

Su anterior Amo ya estaba en la cárcel. Otros tres esclavos

habían sido encontrados en su casa, uno de ellos muy joven, según el

Señor Casala. Se quedaría en la cárcel hasta el juicio. Aquella parte

de su vida estaba terminada, excepto que debía testificar contra el

Amo…

No, no el Amo, el nombre del tipo era Wainwright. La doctora

Merten decía que debía dejar de pensar en alguien como en su Amo o

en él como un esclavo. Pero él quería ser esclavo del Amo Biton. De

Biton… Aunque tenía permiso para usar su nombre, Cavan no podía

dejar de nombrarlo así, ni siquiera en sus pensamientos.

El contrato terminaba en un par de días. Cada noche que

pasaba desvelado, lo hacía pensando en que había pasado un día

más. El tiempo nunca le había importado ni significado nada antes. Su

vieja vida era solo dolor infinito y humillación. Entre su celda y los

días pasados en el calabozo del Amo, no había nada que permitiera

diferenciar esos días.

Su tiempo pasado con el Amo Biton, en cambio, parecía

demasiado corto, pasaba tan rápido como un destello, como un

suspiro. Aprendía cosas, las que según el Amo Biton tendría que

saber, si quería vivir su propia vida. Disfrutaba de esas sesiones

juntos. Su Amo trabajaba con él diariamente sobre cosas que

recordaba, vagamente, haber aprendido en la escuela. La lectura era

algo que le había gustado y le seguía gustando. Las matemáticas,

todavía le daban problemas.

Incluso las salidas cortas de compras ya no lo asustaban tanto

como pensaba que lo harían, especialmente cuando fueron a la

librería. Le gustó el olor de todos esos libros mezclados con el rico

aroma del café. Las compras de ropa no eran tan divertidas, pero a su

Amo parecía gustarle mucho comprarle cosas.

Hasta habían salido a comer varias veces. Cavan sonrió

abiertamente con el recuerdo del sushi que había intentado comer. No

le gustó, pero sintió miedo de que su Amo se enfadara si se lo decía.

Aunque el Amo Biton seguía insistiendo en que la verdad era

necesaria. Se había tragado el miedo junto con el pescado crudo y le

había dicho que no le gustaba. Su Amo solo había reído y ordenó algo

que estuviera cocinado.

Todavía encontraba difícil llamar a su Amo por su nombre, pero

había logrado dejar de llamarlo Amo en público. Pequeños pasos,

decía el Amo. Pequeños pasos hacia delante es mucho mejor que

quedarse parado.

La parte más difícil la tenia con la doctora Merten. Parecía

bastante agradable, pero Cavan quería olvidar el pasado, no revivirlo.

Cavan suspiró mientras daba vueltas. Las cosas que Wainwright

le había hecho habían sido crueles e incorrectas. Ahora lo comprendía.

Todavía lo aterrorizaban, aun cuando él estuviera en la cárcel y se

quedaría allí una larga temporada.

Pero Biton jamás le hacía daño. Incluso la primera vez, cuando

lo había atado con correas en el cabestrillo, Cavan no había tenido

miedo. El dolor de la excitación había desechado todos los malos

recuerdos de estar atado y desvalido.

Los pensamientos daban vueltas en su cabeza. ¿Por qué eso

había sido tan diferente? El motivo lo sacudíó con tanta fuerza como

si fuera un golpe. Confiaba en Biton. Y eso marcaba toda la diferencia

del mundo.

Sólo un par de días más y el contrato… Cavan se dio la vuelta

otra vez y miró fijamente la débil luz del amanecer que brillaba por la

ventana. El contrato decía que Cavan tenía que obedecer al Amo

Biton. Y si no lo hacía… Los labios de Cavan se curvaron en una

pequeña sonrisa mientras pensaba un plan.

Biton fruncíó el ceño cuando entró en la sala de estar. Le había

llevado la mayor parte de la noche lograr dormirse finalmente y

despertarse al amanecer, con la televisión resonando no era algo que

esperara o deseara. Se encontró a Cavan vestido con una bata y

estirado sobre el sofá. La pantalla cambiaba rápidamente de un canal

a otro. Claramente, Cavan había estado prestando atención cuando

Biton le mostró cómo usarla.

—¡Cavan! ¿Qué estás haciendo?

—No podía dormir —el tono medio mascullado era casi inaudible

bajo el sonido mezclado de la televisión.

—Baja esa cosa. —La cabeza de Biton ya palpitaba por la

carencia de sueño y los infinitos pensamientos sobre Cavan, sin este

estruendo adicional.

—Me gusta alto…

Biton casi podía sentir que sus cejas tocaban la línea del cabello.

—¿Te gusta qué? —el gruñido no consiguió una respuesta de

Cavan. ¿O sí? ¿Su pecho se había elevado un poco más rápido?

¿Acaso la mano que sosténía el mando había temblado?

—Dije que me gusta alto. —Las palabras fueron un poco más

contundentes, casi desafiantes.

Sacudiendo el sueño de su mente, Biton comprendíó que Cavan

no le había llamado Amo o Señor ni siquiera una vez. Se acercó al

sofá y arrebató el mando de la mano de Cavan. Después de apagar la

tele, lo tiró sobre la mesita de al lado.

—¿A qué estás jugando, Cavan?

Un poco de miedo aparecíó en los pálidos ojos verdes.

—El contrato… Dijiste que teníamos que cumplir con el

contrato.

Biton se mordíó el labio para impedirse mostrar una sonrisa.

—Si soy malo, tienes que castigarme… —su voz se suavizó.

—¿Y crees que tienes que ser castigado?

Cavan asintió despacio mientras el miedo empezaba a

desaparecer de sus ojos. Morderse el labio se convirtió en costumbre,

ya que Cavan imitó el gesto de Biton para evitar sonreír.

El calor inundó la ingle de Biton. El refrenamiento de las tres

semanas pasadas se líberó; en segundos ya estaba duro.

—Levántate. —Su gruñido obtuvo un cumplimiento inmediato.

La bata de Cavan confirmó su verdadero interés en el castigo

esperado. Su sonrisa había desaparecido y ahora sólo el deseo

coloreaba sus ojos. Una lengua furtiva rápidamente mojó sus labios.

Biton se resistíó a besarlo. Debía ser castigado, no

recompensado.

—Sígueme. —Se giró y caminó hacia el cuarto de juegos sin

esperar a ver si Cavan obedecía. Las suaves pisadas de unos pies

desnudos lo siguieron.

El olor del cuero lo invadíó cuando abríó la puerta. El dolor en su

ingle se intensificó cuando encendíó las débiles luces del techo. Por

razones obvias, las ventanas habían sido cubiertas en este cuarto,

pero Biton prefería la iluminación suave y evocadora del alba o del

crepúsculo.

Echando un vistazo alrededor del cuarto, su mente tenía

problemas eligiendo un curso de acción. Incluso si Cavan lo empujaba

a hacer algo, Biton no quería ir demasiado lejos. Su esclavo todavía

era muy frágil debido a su anterior vida.

Echó un vistazo al suave cabestrillo de cuero. Estar tan cerca lo

hacía tentador, pero desechó la idea. Quería acceso pleno a Cavan.

Sus ojos revolotearon alrededor del cuarto antes de descansar

sobre la picota de hierro. Asegurado entre dos postes desde el piso al

techo, expónía tanto el frente como la espalda del esclavo. Con

restricciones para la cabeza y las muñecas, sería perfecto. Permitía

muchas cosas; el diseño de la picota permitía que la cabeza y el cuello

del sumiso permanecieran derechos en vez de obligarlo a permanecer

inclinado hacia adelante. Las restricciones de los tobillos mantendrían

sus piernas abiertas, permitíéndole jugar y atormentarlo así como

tomarlo.

Sintió un doloroso tirón en las pelotas. Un anillo en el pene15 le

ayudaría a suprimir sus inmediatos deseos. Tal vez uno para Cavan

también.

Biton recuperó su expresión severa antes de girarse.

—Desnúdate —ladró.

El tono áspero causó un sobresalto de miedo en Cavan, pero se

deshizo de la bata como si ésta quemase. Su polla saltó orgullosa, ya

llorando. Su carne pálida temblaba y su respiración se aceleró.

La tentación fluyó sobre Biton. Quería dejarse caer sobre sus

rodillas y chupar a Cavan. Pero había mucho más en juego aquí que la

simple satisfacción. Las palabras de la doctora Merten le susurraban,

pero las apartó. La desobediencia deliberada de Cavan era un buen

signo en la mente de Biton. Si Cavan pudiera disfrutar de pequeñas

sesiones… Biton comprendíó cuánto deseaba mantener a Cavan, pero

al mismo tiempo cuánto deseaba liberar su lado dominante. Si ambos

fueran posibles, aunque fuera en pequeñas dosis…

—Ahí —Biton indicó la picota.

Una arruga leve plegó la frente de Cavan, pero no vaciló. Dio un

paso para colocarse en posición, con las piernas abiertas y los pies

plantados cerca de los grilletes. Con la mirada fija pegada al suelo,

descansó el cuello sobre el soporte metálico.

Una dulce excitación se extendíó por Biton al ver la sumisión de

Cavan. Con dedos temblorosos, ajustó el estante superior a la altura

de Cavan. Abrochó las restricciones sobre el cuello y las muñecas en

la barra horizontal. Se arrodilló para inmovilizar las piernas abiertas

de Cavan, y su cara quedó al nivel de la goteante polla. Era una

tentación demasiado fuerte como para renunciar a ella. Pasó la lengua

rodeando la punta para reunir la acre humedad antes de chupar con

cuidado. Unos gemidos recompensaron sus acciones. Se separó antes

de empujar a Cavan al límite de la liberación. Poniéndose frente a su

dispuesto cautivo, dejó que el sentimiento de poder se combinara con

el intenso deseo sexual. Había omitido esta parte de su vida más de lo

que había comprendido.

Inclínándose más cerca, rozó sus labios contra Cavan para luego

susurrarle:

—Escúchame atentamente, Cavan. Te dije que es parte del

juego conocer los límites y que debes hacérmelos saber. ¿Entiendes lo

que digo?

Cavan asintió tanto como la restricción se lo permitía.

—Si las cosas se ponen demasiado intensas, tienes que

decírmelo. A veces decir “para” no es suficiente. Por eso necesitamos

palabras seguras. —Biton pasó la mano hacia abajo por el pecho y el

estómago de Cavan. Hizo una pausa justo antes de la dura erección.

—¿Palabras… seguras, Amo?

—Sí, palabras seguras que me dejaran saber que estás bien o

que mis acciones son demasiado. —Su mano completó el movimiento

sobre la polla de Cavan.

Un jadeo agudo acompañó la larga y lenta caricia.

—Amo… Por favor…

El placer de Biton se agigantó con la súplica. Acarició el pelo de

Cavan mientras sonreía.

—Si dices “rojo”, me detendré. Si dices “amarillo”, tomaré las

cosas con más tranquilidad o reduciré la velocidad y “verde”, significa

que puedo seguir adelante. ¿Has entendido? —La pregunta fue

acompañada por otro tirón fuerte a la dura carne de Cavan.

—Sí… Amo… Verde, por favor…

Biton rió entre dientes. Su esclavo estaba cerca de correrse. Y

Biton también.

—Vuelvo enseguida. —Con un suave y rápido beso jugó con su

mano a lo largo de la caliente erección, luego Biton se movíó a través

del cuarto.

Acercándose a una cómoda, hizo una pausa para despejar la

mente y deshacerse de la bata. Todas las cosas que quería hacerle a

Cavan se revolvían en su mente.

—No lo compliques —masculló mientras abría el cajón superior

de la cómoda.

Un par de abrazaderas de pezón, un par de anillos de cuero

para pollas… Dejó caer las abrazaderas y un anillo encima del

aparador e hizo una pausa para colocarse el otro anillo de cuero

alrededor de su polla y sus pelotas. Tirando hasta apretarlo, lo sujetó

con el cierre de velcro. Cerró el primer cajón y abríó otro. Un

castigador de polla16 se uníó al pequeño montón que se acumulaba

sobre el aparador. Un par de condones, lubricante…

Echando un vistazo hacia Cavan primero, se acercó a los

estantes de la pared. Fustas y palas colgaban en una ordenada fila.

Biton toqueteó un castigador de cuero, pero no se decidíó por él. El

recuerdo de los azotes brutales de Wainwright todavía provocaban

pesadillas a Cavan. La amplia selección de fustas probablemente

tendría que ser desechada. Decidíéndose por una pala liviana de

madera, recogíó los otros juguetes y emprendíó el camino de regreso

hacia su amante inmovilizado.

Un fugaz pensamiento lo hizo regresar a los juguetes. Abriendo

otro cajón, eligió un dildo de tamaño medio. Cuando fuera el

momento, Biton lo quería abierto y preparado.

Por miedo o por falta de atención, la erección de Cavan se

inclinaba a media asta.

Biton colocó los juguetes, excepto el anillo de polla, sobre una

pequeña mesa cerca de la picota.

—¿Quieres que pare?

Cavan sacudíó su cabeza ligeramente.

—¿Qué dices?

—Verde, Amo, verde.

Biton lo recompensó con un pellizco rápido a sus pezones.

—Bien.

La carne que se marchitaba cobró interés.

Deslizando el anillo de pene bajo las pelotas de Cavan, Biton lo

apretó y sujetó con manos expertas.

—Hoy, no puedes correrte hasta que te lo diga. ¿Entendido?

—Sí, Amo.

—Pero cuando lo hagas… —Biton inhaló profundamente

mientras un temblor de deseo barría sobre él. Su boca cerca del oído

de Cavan, susurró—: Cuando lo hagas, será muy bueno.

El temblor que traspasó a Cavan, directamente hasta su polla,

captó su completa atención.

Caminando despacio alrededor de su cautivo, Biton arrastró los

dedos a través de la carne sensible. Deteniéndose detrás de Cavan,

metíó un dedo en la hendidura de su culo, acariciando hacia abajo de

manera juguetona la pálida carne. Un gemido suave lo hizo sonreír.

Una palmada picante, a uno de los dulces globos redondos,

causó un agudo jadeo. Un segundo golpecito, a la otra nalga, provocó

un nuevo gemido.

Movíéndose alrededor del hombre atado, Biton cogíó la

abrazadera que estaba sobre la mesa. Tiró de la cadena para probar

su fuerza y finalmente se colocó frente a su cautivo. La dura y mojada

polla de Cavan tranquilizó a Biton. Sus dedos jugaron con los pezones

ya endurecidos.

—¿Está todo bien?

—Sí… —Los ojos de Cavan se pusieron en blanco cuando los

dedos de Biton apretaron su carne—. Amo…

Inclínándose para chupar con fuerza el diminuto pezón, los

dedos de Biton pellizcaron el otro. Cuando sus dientes rozaron la

carne sensible, el cuerpo de Cavan saltó con un gemido, pero no fue

un gemido de dolor.

Después de liberar el mojado y duro pezón, Biton le colocó la

abrazadera, apretándola muy lentamente.

—¡Amo!

—¿Demasiado?

—¡Verde! —la dura carne se estiraba hacia Biton confirmando la

respuesta enfática de Cavan.

Lamiendo a través del pecho de Cavan, trató al otro pezón con

el mismo cuidado. Con ambos pezones atados, Biton tiró con cuidado

de la cadena que los conectaba.

—Sí, Amo… —El cuerpo de Cavan se arqueaba hacia Biton todo

lo que la picota le permitía. Su polla rozó a Biton.

Biton se agarró las pelotas y dio un tirón para no evitar

correrse. Tanto como quería que esto durara, no estaba seguro de

que el anillo redujera la marcha hacia el clímax. La idea de enterrarse

en el dulce y apretado culo de Cavan era casi demasiado. Se giró

alejándose de la deliciosa vista de la pálida carne desvalida para

recuperar el control.

—¿Amo? —el deseo teñía sus palabras.

Biton sacudíó su cabeza.

—Es solo… Solo necesito un segundo. —El mundo de Biton se

basaba en el control, pero en ese momento, no hacía un trabajo muy

bueno. Volvíéndose hacia su amante atado, sonrió con confianza—.

Estoy bien. —Con un tirón agudo a la cadena, se inclínó hacia

adelante y capturó los labios de Cavan con los suyos. Los mordisqueó

hasta que se separaron.

Cavan aceptó su lengua con un suspiro de alivio y una respuesta

entusiasta. Las lenguas se enredaron mientras el cuello de Cavan se

estiraba contra su restricción. Un quejido suave salíó de su garganta,

cuando sus labios se separaron.

—Amo…

—¿Qué quieres, Cavan? —Biton pasó las manos hacia abajo por

los costados de su esclavo para agarrarle el culo—. Dime cómo te

sientes.

—Quiero… Sentirte… —Cavan jadeó cuando dos inquisitivos

dedos separaron sus nalgas y se deslizaron hacia abajo por la caliente

grieta—. Sí… Verde, Amo…

Biton se rio de su respuesta.

La palabra segura parecía ser el único modo de Cavan de

expresar lo que quería. Eso bastaría por ahora.

Empujó un dedo contra el fruncido y diminuto agujero.

El cuerpo de Cavan se estiró contra sus ataduras cuando

empujó con el dedo.

Biton se separó y líberó su agarre sobre el hombre más joven.

Acercándose a la pequeña mesa, tomó el lubricante. Puso una

generosa cantidad en su palma y levantó el dildo. Cuando mojó el

juguete de goma con el lubricante, se movíó detrás de Cavan. Con un

dedo mojado empujó entre las nalgas del firme culo y lo hundíó en el

agujero de Cavan sin advertencia.

—Oh… Sí… —El cuerpo de Cavan se sacudíó ante la invasión,

pero su tono no era de dolor. Contoneó el culo contra la mano de

Biton, haciendo que el dedo entrara más profundamente.

Un segundo dedo se uníó al primero. Biton se inclínó cerca del

oído de Cavan.

—No te corras. Recuerda, no puedes correrte hasta que te lo

diga. —Inclínó los dedos para acariciar el duro nudo de la próstata de

Cavan—. ¡No te corras!

Cavan gritó cuando el placer sacudíó su cuerpo.

Biton se movíó para alcanzar con su mano libre la dura polla

que lloraba con un flujo casi constante de esperma, pero le había

obedecido. Giró los dedos y los separó, abriendo el apretado agujero

un poco más. Deslizándolos fuera del calor aterciopelado, entonces

presiónó la punta del dilatador contra el orificio. Lentamente estabilizó

la presión y el dildo se deslizó hasta el fondo. Empujó hasta que solo

la punta sobresalíó ligeramente, haciendo subir el duro caucho contra

la próstata de Cavan.

—¡Amarillo! —el cuerpo atado se estremecíó con fuerza y se

convulsiónó.

El grito de Cavan lo asustó y soltó el dilatador. Envolviendo con

sus brazos el tenso cuerpo, besó su cuello.

—¿Qué está mal? ¿Te hice daño? ¿Tengo que parar?

El pecho de Cavan se elevó y cayó rápidamente bajo las manos

de Biton.

—Estaba… Yo… Yo no… ¡No pude parar! Lo siento, Amo… —un

estremecimiento lo sacudíó, mientras la voz de Cavan se ahogaba con

los sollozos.

Biton sonrió abiertamente cuando sus manos se deslizaron hacia

la polla de Cavan.

Con absoluta seguridad, Cavan le había desobedecido. La

semilla goteaba de su aún rígida polla.

—Te has portado mal, ¿verdad?

—Sí, Amo… —Los sollozos hicieron que se le cortara la

respiración y sacudieron su cuerpo.

Biton reuníó el líquido acre con los dedos, untándolo encima del

pecho de Cavan. Con dos dedos presionando los labios de Cavan,

susurró:

—Pruébate…

A pesar del aliento desigual, la boca de Cavan se abríó. Una

lenta presión de succión rodéó los dedos de Biton. Con la espalda de

Cavan apretada contra él, Biton hizo rodar sus caderas, su polla se

deslizó contra la lubricada grieta del firme culo. El nudo del dilatador

quedó atrapado entre sus apretadas y doloridas pelotas.

—Creo que mereces unos azotes por desobedecerme.

Un suave gemido vibró alrededor de los dedos de Biton.

Mordíéndose los labios contra el impulso de sustituir el dildo por su

polla, retiró los dedos del mojado calor que lo chupaba. Se alejó de la

tentación. Caminando se colocó delante de Cavan y miró a su esclavo

atentamente. Su respiración era rápida, pero sus ojos no mostraban

signos de miedo. Su tensa polla no había perdido fuerza a pesar de la

eyaculación esparcida en el suelo y sobre el cuerpo de Cavan.

Inclínándose, Biton tomó la mojada polla en la boca y saboreó el

gusto acre de su corrida.

Las caderas de Cavan se movieron como si no supiera si tenia

que empujarse hacia el placer o separarse.

Sus gemidos eran una dulce música para Biton, sin embargo lo

líberó y se enderezó sobre él. Acercándose lo suficiente para tocar su

polla, Biton suavemente gruñó en el oído de Cavan:

—Tendrás que ser castigado por el lío que has hecho.

Se giró y cruzó de un paso, hasta la mesa. La liviana pala de

madera era una de sus favoritas. El peso requería un control muy fino

y siempre dejaba delicados surcos que mostraban interesantes

patrones en un culo bien azotado. Apretó la mano alrededor del

mango hasta encontrar el equilibrio perfecto. Parado al lado de Cavan,

esperó. La anticipación era la mitad de la diversión de una buena

azotaina. Por otra parte, saboreaba el momento anterior a que la

madera entrara en contacto, casi como una meditación. En cuanto a

su esclavo, pues encontrarlo con la guardia baja cuando daba el

primer golpe provocaba en Biton emociones que no podía describir.

Una idea repentina le sobrevino. Poniendo la pala sobre la

mesa, se apresuró a través del cuarto al cajón de los juguetes y lo

abríó. Sus ojos y manos buscaron rápidamente. Con su premio entre

las manos, regresó con Cavan.

Como todo un experto, Biton rodéó con la suave seda negra

varias veces la cabeza de Cavan, cegándolo.

—¿Estás bien? —preguntó al hombre que temblaba.

—Sí, Amo…

—Bien… Muy bien. —Ahora, cuando Biton diera el primer golpe,

Cavan no lo sabría hasta que la pala lo golpeara.

Recuperando la pala, Biton hizo rodar el mango entre las palmas

de sus manos mientras daba vueltas alrededor de su cautivo.

Apretando la pala en una mano con fuerza, se acercó al otro hombre y

tiró de la cadena que pendía entre las abrazaderas de los pezones. Un

gemido suave, que separó sus labios, lo animó a darle un tirón un

poco más duro.

Mientras se movía alrededor del cuerpo atado, arrastraba los

dedos alrededor de la cintura de Cavan hasta que el poste que

sosténía la picota lo obligó a levantar la mano. La idea de suspender a

Cavan del gancho del techo la próxima vez atravesó su mente.

Enfrentándose otra vez al atractivo culo, Biton dobló la muñeca,

probando el equilibrio de la pala. Con la otra mano, acarició la espalda

de Cavan. Alejándose, se colocó para el primer golpe. Su polla se

derramaba con la anticipación. Se preguntó si iba a correrse con sólo

golpear a Cavan. No, no quería eso. Ese placer era para el apretado y

caliente agujero de Cavan. Un tirón rápido a sus pelotas ayudó a

controlar el impulso por ahora. Pero no sería capaz de esperar mucho

más tiempo. El dolor de la sobreestimulación era demasiado para

manejarlo.

Con un balanceo rápido, la madera encontró la carne. La

sacudida de satisfacción del golpe envió el placer por el brazo de

Biton, directamente a su dolorida polla.

Cavan brincó, un grito salíó de su cuerpo con una exhalación

rápida de aire.

Biton miró cómo la pálida carne se tornaba de un tono rojo en

un modelo de líneas blancas entrecruzadas. Levantando la pala otra

vez, golpeó la otra nalga. Otra vez, un rubor rosado coloreó el culo de

Cavan. Una tercera palmada enturbió las líneas blancas con rojo. Una

cuarta siguió rápidamente mientras alternaba ambos lados.

El sudor goteaba de la espalda de Cavan, reuníéndose en la

pendiente donde comenzaba su redondo culo. Los músculos en su

cuello y espalda se destacaban mientras se preparaba para el

siguiente golpe.

Haciendo rodar el mango de la pala entre las palmas de sus

manos, Biton esperaba que la tensión se aliviara. Quería mantenerlo

con la guardia baja, que no supiera cuándo llegaría la próxima

palmada, pero la carne tensa rechazaba relajarse.

Movíéndose hacia atrás hacia la mesa, dejó la pala y cogíó el

castigador de pollas. Con pasos silenciosos, se movíó para enfrentar

al ciego cautivo. Pasando los dedos por los suaves hilos de cuero,

admiró la vista.

El corto cabello rojo sobresalía de la venda que cubría su

cabeza. Se veía húmedo, gotas de sudor caían por la frente de Cavan.

Los delgados labios estaban atrapados entre sus dientes. Sus brazos

estaban estirados hacia atrás debido a los grilletes de las muñecas,

obligando a sus delgados músculos a hincharse. Rastros mojados de

sudor coloreaban su pecho. Su polla se erguía, dura y orgullosa, y

parecía a punto de correrse otra vez.

Biton por un instante envidió su juventud.

Eso fue lo que le provocó mayor placer a Biton. Desvalido y

atado, todavía lo deseaba, un esclavo dispuesto a darle a Biton lo que

necesitaba en una relación. ¿Estaba mal? Lo que le habían hecho a

Cavan antes sí. No había dudas en su mente sobre ello. Pero esto…

—Verde, Amo… —jadeó Cavan mientras su cuerpo temblaba—.

Verde… Por favor…

—Dime que quieres más. No te ocultes detrás de la palabra

verde. Dime que quieres más…

Su cuerpo saltó con la voz de Biton al revelar la posición de

éste, pero sus palabras no vacilaron.

—Más, Amo… Más… Sí, por favor… Quiero más…

Biton pasó los hilos suaves de cuero del castigador de pollas

sobre la furiosa erección roja de Cavan.

—Más… —Fue la estrangulada respuesta.

Un suave golpe con el castigador a la polla de Cavan no paró las

frenéticas súplicas. Una vez más, con más fuerza, Biton balanceó el

pequeño azote y su dispuesto esclavo pidió más.

Con pasos apresurados, Biton volvíó a la mesa, abandonando el

castigador por la pala. No hizo ninguna pausa hasta que estuvo en la

posición otra vez detrás de Cavan. Un golpe más duro que los demás

marcó una redonda nalga.

—Sí, Amo… Tómame… Soy tuyo… Quiero ser tuyo…

Otro golpe, y otro, y los gritos de Cavan pidiendo más

acrecentaron el placer de Biton.

Y eso fue demasiado. Biton necesitaba alivio. El dolor del anillo

en su polla y la necesidad de liberación lo hacían sentirse mareado de

deseo. Dejando caer la pala al suelo, dio un paso cerca de Cavan. Con

una mano, tiró del extremo libre del dilatador, mientras que con la

otra abría y rasgaba el cierre del anillo en su polla. Ambos cayeron al

suelo cerca de la pala.

Entonces, con un golpe duro, introdujo su dolorida polla hasta

las pelotas profundamente dentro del dulce y aterciopelado calor.

Agarrando la parte superior de la picota, se retiró y empujó con

fuerza, y otra vez más. Sosteniéndose con una mano para no caer,

con la otra alcanzó y dio un tirón al anillo de la polla de Cavan. Un

brazo se apretó alrededor del pecho de Cavan, y el otro se extendíó

rodeando su cintura para tirar de su caliente carne erecta. Gruñó en el

oído de Cavan:

—Córrete conmigo, Cavan. ¡Ahora!

El apretado agujero se contrajo a su alrededor mientras su

esclavo obedecía. La semilla de Biton corríó libremente agregando su

calor al pasaje que ya ardía.

—¡Oh, Dios, sí! —sus gritos se emparejaron con los de Cavan

cuando la exquisita liberación sacudíó su cuerpo.

—Biton…

El sonido de Cavan gritando su nombre lo desconcertó.

—Dijiste mi nombre… —En las cuatro semanas que había vivido

con él, Cavan jamás había sido capaz de usar su nombre sin el título

de Amo.

—Por favor no hagas que me marche, Biton. Te amo. No quiero

marcharme. —Los sollozos atormentaron el cuerpo de Cavan donde el

placer recientemente lo había tomado.

La garganta de Biton se sobrecogíó con la emoción.

—No tienes que… —susurró—. Nunca tendrás que hacerlo.

—El contrato… Mañana…

—Prepararemos otro. —Biton abrazó al hombre que temblaba

con un brazo mientras que con el otro comenzaba a liberarlo de la

picota. El torso liberado de Cavan se hundíó en el pecho de Biton. Lo

bajó con cuidado al suelo, sus piernas todavía atrapadas por la parte

inferior del dispositivo.

Biton lo dejó tumbado en el suelo para moverse y desatar sus

piernas. Levantándolo, Biton lo abrazó estrechamente.

—No tienes que marcharte.

La cara de Cavan se enterró en su cuello, sus palabras sonaron

amortiguadas.

—¿Otros treinta días?

—No, haremos éste más largo.

Los temblores y los sollozos disminuyeron hasta que Cavan

simplemente sorbíó por la nariz.

—¿Más largo?

—Sí, ¿cómo suena para siempre? —las manos de Biton

acariciaron el pelo alisado por el sudor.

—¿Para siempre?

—Sí, para siempre.

La sal del sudor y las lágrimas eran tan dulces como la boca

hambrienta de Cavan cuando cubríó la suya. El miedo de perder a su

amante y su estilo de vida se desvanecíó mientras su beso se hacía

más profundo. Sabía que Cavan tenía un duro camino por recorrer,

pero estaría allí, para él, en todo momento. Aunque nunca olvidaría a

Erik, Cavan había curado el corazón partido de Biton. A cambio, él se

ocuparía del alma herida de su esclavo.

FIN

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