La literatura se convierte en un instrumento para denunciar la realidad

La Guerra Civil española (1936-1939) condiciona completamente la posterior actividad cultural. La literatura se convierte en una vía de escape para unos y en un instrumento de denuncia para otros. Durante los años cuarenta, autores como Camilo José Cela (“La familia de Pascual Duarte”) (1942), Carmen Laforet (“Nada”) (1944) o Miguel Delibes (“La sombra del ciprés es alargada”) (1947) incorporan la literatura a una actitud de compromiso con la realidad, de Realismo. 

– Cela:

Sus novelas no son propiamente de denuncia social, sino documentales. Su obra principal es “La colmena”, donde presenta, desde un punto de vista objetivo, tres días en la vida de un gran número de personajes en el Madrid de 1942. Esta novela abre el camino a la novela social de los años cincuenta. Otras novelas son “San Camilo”, “Madera de boj”, “Viaje a la Alcarria”…

– Miguel Delibes:

A partir de la publicación de “La sombra del ciprés es alargada” ha continuado una trayectoria literaria bastante coherente y uniforme. “El camino” es la primera de sus novelas rurales. En la misma línea se encuentran “Diario de un cazador” y “Las ratas”. También escribe otra serie de obras que pueden ser calificadas como urbanas: “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953), “La hoja roja” (1959) y “Cinco horas con Mario” (1966), la cual marca un hito dentro de la renovación de la novela. Una de sus mejores novelas es “Los santos inocentes”. Otras novelas son “El príncipe destronado”, “El disputado voto del señor Cayo”…

Los autores posteriores repiten los mismos modelos narrativos, basados en el reflejo fiel de la sociedad española de los años cuarenta y cincuenta. La censura y la imposibilidad de publicar novelas extranjeras en nuestro país condicionan el panorama literario hasta el punto de que la novela se circunscribe a los contenidos sociales y a la crítica más o menos solapada del régimen de Franco. Estos autores utilizan la técnica objetivista, es decir, se limitan a contar lo que ven sin intervenir en la narración. Sin embargo, esta tendencia no es general, y por ello se distinguen dos grupos:

Realismo objetivista:


Los autores pertenecientes a esta tendencia reflejan la realidad cotidiana tal y como la perciben. Escriben sobre la pobreza, la miseria, la injusticia social o la soledad, llevados por una solidaridad humanitaria exenta de partidismos políticos. La mayor parte de estos autores mantuvieron estrechos contactos personales: Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite (Entre visillos),Ana María Matute (Primera Memoria), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama) , Jesús Fernández Santos (Los bravos ).

Realismo social:


El compromiso social de los autores que forman este grupo es bastante más profundo que los anteriores, ya que conciben la literatura como un instrumento de denuncia. Continuamente se ven limitados por la censura y por la falta de libertad de expresión. Escriben del lado de los obreros y de los habitantes de los suburbios, y critican a la clase burguesa, acomodada e ineficaz. Estos autores, surgidos a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, están comprometidos políticamente y dejan a un lado la imaginación para centrarse en el objetivismo:

– Juan García Hortelano

: “Tormenta de verano”.

– Juan Marsé:

“Últimas tardes con Teresa” y “Si te dicen que caí”.


– Juan Goytisolo



escribe sus primeras novelas dentro del Realismo social:
“Juegos de manos”, y sus novelas posteriores acusan un mayor compromiso político (“Fin de fiesta”). Poco a poco se va cansando de la novela social, y a partir de 1966 evoluciona hacia el experimentalismo (“Señas de identidad”) haciendo análisis exhaustivo de la sociedad española, que acaba en el desarraigo total. 

– Luis Goytisolo:

también cultiva la novela realista social en “Las afueras Posteriormente”, y sin abandonarla completamente, evoluciona hacia el experimentalismo.

– Caballero Bonald



Se fija en los jornaleros, terratenientes y bodegueros andaluces en “Dos días de Septiembre”. Su novela “Ágata, ojo de gato” (1974) puede clasificarse como experimental.  

Durante los años sesenta comienza a agotarse esta fórmula, y a los contenidos sociales se añaden  innovaciones estructurales y argumentales, que enriquecen las técnicas narrativas. Las tendencias novelescas se diversifican y es muy difícil dar unas carácterísticas comunes a todas ellas. Los escritores españoles se dejan influir por autores europeos (Proust, Kafka, Joyce), norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) o latinoamericanos (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez), de manera que las novelas pasan a ser más complejas y experimentales, quizás dirigidas a un lector con mejor preparación intelectual que en los años cincuenta.

Las novedades no afectan sólo al argumento o la estructura, también a la ortografía, ya que algunos autores suprimen los signos de puntuación o los párrafos, y es frecuente que se mezclen los géneros. Ahora también se persigue la belleza formal, es decir, que la novela constituya un producto bello en sí mismo. La experimentación contribuye a esta finalidad con la introducción de otros elementos tales como el perspectivismo argumental o los continuos saltos en el tiempo del argumento. Los modelos de las nuevas tendencias son: “Tiempo de silencio” de Luis Martín Santos y “Señas de identidad” de Juan Goytisolo.

– Juan Benet:

es uno de los principales representantes de la renovación de la novela (“Volverás a Regíón”). Otros títulos (“Una meditación”, “Una tumba”, etc.) se caracterizan por la dificultad lingüística y sintáctica.

– Francisco Umbral:

Parte del Realismo social en novelas como “Travésía de Madrid”. Tiene un gran número de obras: autobiográficas (“Memorias de un niño de derechas”), evocadoras de su ciudad (“Trilogía de Madrid”) o tiernas y emotivas.

– Gonzalo Torrente Ballester

: triunfa con “La saga/fuga de J. B.”. Anteriormente había publicado la trilogía “Los gozos y las sombras”. Mientras que esta última es realista tradicional, “La saga/fuga de J. B.” pertenece a la experimentación más avanzada, situada en un pueblo gallego imaginario del cual el autor nos va dando datos a través de leyendas y anécdotas aparentemente desordenadas.

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