Símbolos de rafael alberti

En el primer tercio del SXX, España vivíó una de las épocas de mayor esplendor en relación a la Humanidades y las Artes. Fruto del Regeneracionismo y de la Institución Libre de Enseñanza, nacíó una generación de cineastas, artistas plásticos, poetas y músicos que dotó al país de un brillo cultural que se vio truncado con el inicio de la Guerra Civil. Los artistas convivieron con multitud de influencias y movimientos artísticos que impregnarán sus obras desde sus inicios. En 1927, en el Ateneo de Sevilla, una serie de jóvenes escritores se reunieron para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. Este fue el hecho que supuso un hito significativo para que se les comenzara a considerar generación poética, cuya obra


compartíó muchos rasgos hasta el estallido de la Guerra Civil española. Entre los rasgos comunes que presentan, destacamos su excelente formación académica e intelectual; una edad aproximada y la amistad surgida entre ellos, en algunos casos debido a que vivían en la Residencia de Estudiantes de Madrid; la admiración por Góngora, Quevedo o Bécquer y por las vanguardias, aunando tradición clásica y novedad artística; destaca, asimismo, la colaboración en las revistas literarias como La Gaceta Literaria, España, Litoral, en las que mostraban una visión común de la cultura de su época. En relación al estilo, se encuentran bajo el influjo tanto de la figura de Juan Ramón Jiménez, en búsqueda de un arte puro atento solo a


la belleza y desligado de las circunstancias históricas, como de la poesía impura y la tradición popular, de la que toman elementos como el romancero o la canción popular. En cuanto a los temas, comparten cierta tendencia a tratar el amor desde diferentes perspectivas; muestran también interés por todo lo relacionado con el mundo moderno; se preocupan por cuestiones políticas y sociales y, más adelante, por el exilio y el desarraigo que provocaron la Guerra Civil y la posterior dictadura. En cuanto a la evolución del grupo se vienen señalando tres etapas:
La primera hasta 1927, etapa de fundación del grupo, con la influencia de las vanguardias y la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. La segunda etapa desde 1927 hasta la Guerra


Civil, etapa de consolidación, en la que se inicia un proceso de rehumanización y, según los casos, mayor compromiso social y político. La tercera etapa tras la Guerra Civil, la diáspora, que destaca por el exilio de muchos poetas, con la nostalgia de la patria perdida, la angustia ante el desastre o el desarraigo moral. Comenzaremos nuestro breve repaso de los principales integrantes de la Generación del 27 ocupándonos de la obra poética de Pedro Salinas, de un marcado tono intelectual, con abundantes metáforas. Entre sus poemarios destaca, La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936), que reflejan una visión idealista del amor. En una segunda etapa, después de la Guerra Civil, escrita en el exilio, su poesía se acercó a temas como el propio exilio, los


recuerdos de juventud, la nostalgia de España y la modernidad de los EEUU, en poemarios como Largo lamento (1939).
Gerardo Diego destacó por sus inicios vanguardistas en la línea del Creacionismo, antes de la Guerra Civil, en cuyas obras expresaba su libertad creadora con imágenes inesperadas, originalidad tipográfica y verso libre, ejemplo de ello son Imagen y Manual de espumas; después de la guerra, compuso una poesía más realista y tradicional, con metros clásicos, como Alondra de verdad. El estilo de Jorge Guillén, el miembro de la Generación del 27 más apegado al concepto de poesía pura de Juan Ramón Jiménez, prescindíó de elementos superficiales para buscar la esencia de la realidad. Su tono es vitalista,


expresado a través de exclamaciones que reflejan su admiración o sorpresa y prefiere metros cortos y estrofas clásicas. Toda su producción se reúne bajo el título Aire nuestro.
Vicente Aleixandre, a quien se le concedíó el Premio Nobel en 1977, fue uno de los poetas en los que el Surrealismo influyó con mayor fuerza. En su primera etapa aparecen técnicas surrealistas y se centra en el amor, en obras como Espadas como labios o La destrucción o el amor; en su madurez, pasó a concebir su poesía como comunicación, más preocupada por la existencia humana, como en Historia del corazón o Poemas de la consumación.
Concha Méndez fue la promotora e impresora de muchas de las revistas literarias de la época y de los poemarios de sus


compañeros de generación. Supo aunar la tradición popular con imágenes visionarias propias de las vanguardias, dando lugar a una poesía de corte neopopular. Entre sus obras destaca Surtidor o Niño en sombras, en el que plasma el dolor de la maternidad frustrada tras la muerte de su hijo. La producción de Rafael Alberti es extensa y variada estilísticamente. De su obra previa a la guerra se puede destacar su maestría en el empleo de formas tradicionales y clásicas, así como de las técnicas surrealistas. Sus obras más representativas son Marinero en tierra y Sobre los ángeles. Su obra posterior a la guerra, de mayor carácter social y tono nostálgico, fue escrita ya en el exilio. Un ejemplo es Retornos de lo vivo lejano.


Se casó con María Teresa León, autora de una gran obra eclipsada por la figura de su marido. Memoria de la melancolía fue su libro autobiográfico, testimonio imprescindible de su tiempo.
Luis Cernuda produjo una obra que destaca por la originalidad de símbolos y metáforas y por su profunda sensibilidad. Su obra se reúne bajo el título La realidad y el deseo y sus poemarios más destacados son los siguientes: Perfil del aire, en la que trata la imposibilidad de alcanzar sus sueños y el amor, debido a que la homosexualidad era rechazada por la sociedad de la época; Los placeres prohibidos o Donde habite el olvido, en los que el poeta manifiesta el abismo que separa sus deseos de la realidad, lo que provoca en el yo poético la frustración,


la soledad y la muerte; y, finalmente, Desolación de la quimera, en la que el yo poético medita sobre la guerra, el exilio y la ausencia.
En cuanto al poeta y dramaturgo Federico García Lorca debemos decir que su obra es, con la de Miguel de Cervantes, la de mayor repercusión internacional dentro de los autores nacidos en España. Su estilo se caracteriza especialmente por la fusión de lo culto y lo popular, por la recurrente simbología que emplea, que destaca por su expresividad, así como por sus imágenes y metáforas. Su obra poética se puede dividir en dos etapas: en la primera etapa, de 1921 a 1928, sus composiciones tienen un tono popular, muy musicales, en las que aparecen temas como el misterio y el amor frustrado.


En esta etapa escribe Poema del cante jondo (1921) y Canciones (1927), en los que aparece la Andalucía rural del amor y la muerte, la libertad y la represión, aspectos que culminan en Romancero gitano (1928), que comienza ya a mostrar rasgos del Surrealismo. En su segunda etapa, de 1929 a 1936, compuso su obra Poeta en Nueva York (1930), en la que las técnicas surrealistas abundan ya en los versos del poeta. En esta etapa también escribíó Sonetos del amor oscuro (1936), dedicados a la imposibilidad del amor homosexual. La implicación de Lorca con el teatro quedó patente con la fundación de La Barraca.
Esta compañía teatral itinerante se propónía dar a conocer obras clásicas por los pueblos de España. En cuanto a las carácterísticas de su producción teatral,


sigue una evolución estilística similar a la poética, aunque en el estilo de estos textos lo más carácterístico es el empleo de los símbolos para revelar la fatalidad que se cierne sobre los protagonistas, a menudo mujeres de mucho carácter que encarnan valores absolutos enfrentados entre sí o contra el mundo, como se puede observar en las tragedias Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936) que, como la mayor parte de la obra de García Lorca, tratan sobre el enfrentamiento entre las convenciones y la libertad y la pasión. Su estilo se caracteriza por el empleo del verso y la prosa. Algunas obras están escritas íntegramente en verso; otras alternan el verso y la prosa. El verso suele subrayar los momentos de mayor intensidad emotiva.


En el teatro de Lorca son muy importantes los signos no verbales (música, danza, vestuario, iluminación…), ya que el autor consideraba que el teatro era un espectáculo total.
Finalmente, lo que ha llevado al teatro de Lorca al reconocimiento internacional es que supo captar y reflejar las pasiones humanas de un modo sublime; todo ello adornado con un lenguaje altamente poético, colmado de símbolos que han traspasado fronteras y ocupan un lugar privilegiado en la Hª de la Literatura Universal.
El enorme valor de la producción lírica de los poetas del 27 ha eclipsado la narrativa y el ensayo de otros autores coetáneos como es el caso de la novelista Rosa Chacel, del periodista y escritor Ramón J. Sénder o del escritor de origen judío Max Aub o la poetisas Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcin que participaron también en la efervescencia de la cultura española de la época.


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