Sociedad ilustrada

TEMA7 . EL TEATRO ESPAÑOL POSTERIOR AL 36: TENDENCIAS, RASGOS PRINCIPALES, AUTORES Y OBRAS MÁS SIGNIFICATIVAS


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ELTEATRO EN EL EXILIO

 La Guerra Civil interrumpe la innovación teatral que se había iniciado en España por los autores vinculados al grupo del 27. Muchos dramaturgos continúan su actividad en el exilio y la actividad teatral se mantiene en los países americanos de la mano de Jacinto Grau, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Max Aub, José Bergamín y Alejandro Casona.

EL TEATRO DE LOS AÑOS 40: LA COMEDIA BURGUESA, EL TEATRO CÓMICO (ENRIQUE JARDIEL PONCELA Y Miguel Mihura)


Comparado con la riqueza del foráneo, el teatro español posterior a la guerra presenta evidentes limitaciones, debidas a los especiales condicionamientos políticos o culturales de la época (intereses empresariales, preferencias del público burgués, censura férrea), a los que hay que sumar la muerte o el exilio de autores y directores. El teatro de la primera posguerra cumplíó básicamente dos funciones:
entretener, pues el público prefería el esparcimiento a la evocación de la tragedia reciente, y transmitir ideología.
Así se negaron las aportaciones más relevantes de la preguerra, como el teatro de Valle, Lorca o Alberti; se estrenaron obras que exaltaban los valores de los vencedores y se programaron clásicos (Peribáñez, Don Juan Tenorio…), como referentes de épocas gloriosas. Se establecíó un férreo control sobre las obras nuevas y los repertorios, ocasionando la consiguiente autocensura de los dramaturgos. Pese a ello, la actividad teatral fue muy abundante, aunque en general mediocre. En toda esta producción cabe señalar las siguientes tendencias:

La comedia burguesa, en la línea del teatro benaventino. Cumplíó la función de entretener y educar mediante el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción y por su intrascendencia, con ciertas dosis de humor y ternura. Sobresalen los temas del amor y la exaltación de la familia, el matrimonio y el hogar, con personajes mayoritariamente burgueses, como su público. Autores y obras son, además del propio Benavente:
José María Pemán (Los tres etcéteras de don Simón), Joaquín Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid), Juan Ignacio Luca de Tena (Don José, Pepe y Pepito, ¿Dónde vas, Alfonso XII?);
Víctor Ruiz Iriarte (El puente de los suicidas);
Edgar Neville (El baile), y, en años posteriores, Alfonso Paso (Los pobrecitos). Algunos críticos incluyen como continuador del teatro benaventino a Alejandro Casona, si bien lo dotó de imaginación y lirismo. Casona, como Alberti o Max Aub, publicó sus obras más importantes en el exilio: La sirena varada (1934), La dama del alba (1944), Los árboles mueren de pie (1949). Puso en conflicto lo real con lo onírico, logrando un tipo de drama en donde combinaba la sorpresa escénica con una depurada técnica que le garantizó el éxito tanto en su exilio en Buenos Aires como después, a su vuelta a España, durante el franquismo. En el teatro humorístico destacan dos autores:
Enrique Jardiel Poncela, con sus comedias de humor inverosímil, llenas de personajes en constante movimiento que representan una sociedad feliz cuyos objetivos son el amor y el dinero. Entremezcla en ellas el humor verbal (chistes, retruécanos…) y el de situación (hechos ilógicos, disparatados). Ya tuvo éxito en la preguerra con títulos como Angelina o el honor de un brigadier.
Obras suyas de este período son: Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa deshabitada… Y otro autor importante es Miguel Mihura, cuyas comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana, la vaciedad de los tópicos y las convenciones sociales que impiden al hombre ser feliz. Distorsiona la realidad por medio de la imaginación y la fantasía poética, y gusta de los asuntos policíacos. Al igual que Poncela, se convierte en un precedente del teatro del absurdo. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa (estrenada en 1952, veinte años después de ser escrita). A ella se suman El caso de la señora estupenda, Melocotón en almíbar, Maribel y la extraña familia o Ninette y un señor de Murcia. Al concluir esta década, comienza a revelarse un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial.
Dos fechas resultan claves: 1949, con el insólito estreno de Historia de una escalera, de Buero Vallejo, y 1953, en que un teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre.
Con ellas nacíó una corriente realista que es lo más destacable de la década siguiente, y que se extiende más allá de los años 70.

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