Teatro español anterior a la Guerra Civil

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En España, el contexto histórico y social de la primera mitad del Siglo XX está marcado por la Regencia de Mª Cristina Habsburgo, la monarquía de Alfonso XIII con quien nos vemos implicados en la guerra con Marruecos, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil española.

En este primer tercio de siglo confluyen en el tiempo varias corrientes y generaciones literarias: continuadores del Realismo del XIX, modernistas, noventayochistas, novecentistas y la Generación del 27.

Si en Europa habían surgido autores como Chéjov o Pirandello que comenzaron a renovar el teatro de principios del Siglo XX,  en el teatro español de la primera mitad de siglo se producen tres grandes corrientes, el teatro comercial, intentos de renovación y ruptura, y la verdadera renovación de mano de Valle Inclán y Lorca.

El teatro que realmente triunfa de cara al público es el que continúa la tradición española precedente, más cercano al gusto del gran público, esto es: la comedia burguesa, representada por Jacinto Benavente, con obras como Los intereses creados (1907) y La malquerida (1913); el teatro cómico costumbrista de Carlos Arniches (con su dislocación expresiva del habla castizo en sus diálogos)
, los hermanos Álvarez Quintero, que reflejan la vida andaluza y la madrileña de forma superficial y estereotipada, y Pedro Muñoz Seca, quien crea el “astracán”, un género que persigue el humor mediante el ingenio (La venganza de don Mendo)

y el teatro poético, caracterizado por el verso brillante, la atención al lenguaje, el lirismo, temas históricos e ideología tradicional, del que destacamos a Eduardo Marquina y los hermanos Machado.

Los dramaturgos de la Generación del 98 y algunos de la del 14 intentaron introducir en España las nuevas tendencias del teatro europeo, pero tuvieron que renunciar prácticamente a estrenar, pues su teatro era para minorías. Los del 27, con su concepción del arte como transformador del mundo, optaron por formar al público recuperando a los clásicos, que representaban incluso con sus propias compañías.

Será Ramón María del Valle-Inclán –autor de la Generación del 98- quien renueve la escena española y la ponga a la altura del teatro europeo contemporáneo, con una obra de absoluta originalidad, donde acotaciones y diálogos, música, pintura, arquitectura y luz forman un único texto literario indisociable. Su teatro es difícil de representar: introduce episodios sexuales en escena, desnudos de mujer, muchos cambios de escenarios, cadáver en descomposición, etc. Se trata de romper con el teatro de su época. Valle Inclán evoluciónó desde un Modernismo inicial hasta el esperpento, una deformación grotesca de la civilización europea, donde “los héroes clásicos han ido a pasearse al  callejón del Gato”, cuyos espejos deforman grotescamente la realidad. Así se manifiesta en Luces de bohemia (1920), donde Valle cuenta el dantesco viaje de Max Estrella, poeta ciego, por las calles de Madrid hasta que encuentra la muerte. Los personajes humanos aparecen cosificados, animalizados o muñequizados; son fantoches en los que lo humano se degrada al máximo. Al mismo tiempo, los animales adquieren carácterísticas humanas. La muerte se vacía de trascendencia, se confunde con una borrachera, y se ridiculiza el velatorio y el entierro de Max se lleva a cabo con total falta de respeto .Otro grande del teatro español es Federico García Lorca, quien mantuvo siempre un equilibrio entre tradición y modernidad, carácterística por la que se define la Generación del 27. Su teatro es eminentemente poético, poniendo el lirismo al servicio de lo social. Su compañía “La Barraca”, formada por estudiantes y aficionados sin sueldo, tenía una misión educativa: que los españoles conociesen las más famosas obras de teatro. En el teatro de Lorca se unen múltiples tradiciones e influencias: la de los clásicos (Calderón, Lope de Vega), el teatro de títeres, la tragedia griega, el teatro de Shakespeare, el teatro de vanguardia, el teatro modernista. De ahí la gran variedad de géneros que cultivó: la farsa, el guiñol, el drama simbolista, el “teatro imposible” de estirpe surrealista, la tragedia, el drama urbano o rural… Con el tiempo va dando más importancia a la dimensión educadora del teatro, que considera como “uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país”.

Los temas de su teatro eran similares a los de su poesía: el amor frustrado, el conflicto entre la realidad y el deseo, y el enfrentamiento entre la libertad y la autoridad. La grandeza de Lorca está en la creación de sus personajes, auténticos símbolos dotados de una gran hondura. Escoge mujeres, porque son las grandes marginadas de la sociedad patriarcal. Su teatro puede dividirse en cuatro etapas: modernista (El maleficio de la mariposa (1919)), etapa de las farsas (La zapatera prodigiosa (1930)), etapa surrealista (Así que pasen cinco años (1931)) y etapa neopopular (La casa de Bernarda Alba (1936)).

Tanto las obras de Valle-Inclán como las de Lorca invitan a una lectura detenida, pues en la representación no queda constancia del lirismo de las acotaciones que ambos autores introducen.

3. CONCLUSIÓN

El teatro anterior a 1939 está dominado fundamentalmente por el gusto burgués y se entiende más como un espectáculo de entretenimiento y de evasión, sin embargo podemos hablar de una renovación sin precedentes bajo la pluma de dos grandes autores, Valle Inclán y Lorca, que elevan al género al mismo nivel de las tendencias europeas y consiguen la valoración de la crítica literaria universal.

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