Teatro Siglo XXX

A finales del siglo XIX, se producen varios intentos de acabar con el teatro retórico y melodramático
heredado del Romanticismo por parte de escritores realistas como Galdós y Dicenta. Pero este tipo de
teatro no tendría continuidad. Sería Benavente el encargado de dar forma al nuevo teatro.
La comedia burguesa o benaventina (subgénero ya del período realista)
Jacinto Benavente (Premio Nobel de Literatura) El fracaso de su obra El nido ajeno, obra en la que
criticaba el oscuro lugar de la mujer casada de clase media, le llevó a escribir otras obras más
acordes con el público al que había que halagar. Sus tramas presentan problemas poco conflictivos:
ponía en escena leves defectos de las relaciones personales o sociales. Predomina el diálogo, un diálogo
elegante, natural e ingenioso. Su obra incluye comedias burguesas, como Rosas de otoño y dramas
rurales como La malquerida y Los intereses creados, su obra más apreciada.
La comedia costumbrista de carácter cómico:
Otra línea teatral son los sainetes, caracterizados por el ambiente pintoresco de Madrid y Andalucía,
por los personajes típicos y por su lenguaje humorístico. Carlos Arniches, el autor más exitoso, refleja
las costumbres madrileñas de los barrios populares, con sus chulos y chulapas, como en El santo de la
Isidra. Creó un nuevo género, la tragicomedia grotesca, con personajes caricaturescos y trágicos a la
vez, en donde se advierte una cierta crítica social, como en La señorita de Trevélez. Los hermanos
Álvarez Quintero escriben cuadros de costumbres andaluzas. Pedro Muñoz Seca es el creador de la
astracanada que se basa en situaciones disparatadas y en juegos de palabras, su obra más famosa es
La venganza de don mendo.
El teatro poético (Escrito en verso y de carácter histórico)
Destacan Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina con Las hijas del Cid, y con un drama rural popular

Manuel y Antonio Machado en La Lola se va a los puertos.
El teatro renovador soterrado:

Del Modernismo y del 98 destaca tanto el teatro de vanguardia de Azorín, como el teatro filosófico
y existencial de Unamuno ( Fedra, El otro). Jacinto Grau con El señor de Pigmalión, sobre la rebelión
de unos muñecos que acaban matando a su creador. También Ramón Gómez de la Serna escribió obras
teatrales distintas de las comerciales, como Los medios seres, sobre las frustraciones humanas.
Pero es Valle-Inclán el gran dramaturgo innovador de esta generación. De su extensa producción se
podrían destacar: Las Comedias bárbaras y Divinas palabras (Ciclo mítico) que se sitúan en una Galicia
arcaica y supersticiosa, con personajes faltos de moral, y un mundo de pasiones donde conviven lo
sobrenatural, lo misterioso y la muerte; La marquesa Rosalinda ( Ciclo de la farsa) y el ciclo del
esperpento, que consiste en una deformación sistemática de la realidad para ofrecer su imagen
grotesca. Se caracteriza por la deformación idiomática. Se mezcla la forma discreta y refinada, con
las expresiones más vulgares o la jerga más oscura y castiza. Es magistral el uso de la ironía y el
sarcasmo para revelar lo absurdo de una sociedad grotesca que vive de las apariencias y
desenmascarar la corrupción. Este ciclo se inicia con Luces de bohemia, en la que teoriza sobre este
nuevo género. Es una crítica de la situación de España y una denuncia de la falsedad y la hipocresía
social. Continúa este ciclo con Martes de carnaval y Los cuernos de don Friolera.
El teatro del 27 se caracteriza por tres facetas: una depuración del teatro poético, la incorporación
de las formas de vanguardia y el propósito de acercar el teatro al pueblo. Compañías teatrales como
“La Barraca”, de Lorca, y las “Misiones Pedagógicas” republicanas pretendieron, con sus giras, una
educación teatral del público distinta de la dominante. Destacan autores como: Rafael Alberti (El
hombre deshabitado) ; el teatro rural de Miguel Hernández; Max Aub; Alejandro Casona que recrea
una realidad poética, estilizada y misteriosa ( La sirena varada y Nuestra Natacha). Sin embargo, el
más significativo es el teatro de Lorca. El teatro lorquiano es un espectáculo total al que contribuyen
el texto, la escenografía, la música, la danza… En él deja ver el tema central de toda su obra, la
frustración del hombre, algunas veces en un plano metafísico en el que las fuerzas enemigas son el
tiempo, la muerte, otras en un plano social, los prejuicios raciales, la presión de la sociedad que no nos
deja realizarnos libremente. Su primer éxito llega con el drama histórico de Mariana Pineda, en verso.
Lorca sufre una profunda crisis de la que nacen obras que él llamó misterios o comedias imposibles de
carácter surrealistas (El público). Sus años de plenitud serán los años de sus famosas tragedias de
tema social: Bodas de sangre (amor trágico), Yerma (obsesión por la maternidad), La casa de Bernarda
Alba (amor y libertad frustrados), drama de las mujeres de los pueblos de España y obra cumbre del
autor.

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