Tercera etapa de miguel hernandez

Trayectoria poética


La evolución poética de Miguel Hernández supone un proceso de aprendizaje, de asimilación y experimentación, en el que va incorporando diferentes aportaciones: de los clásicos y de sus contemporáneos.Su trayectoria está asimismo marcada por una evolución ideológica que lo lleva desde el catolicismo hasta la militancia republicana y comunista durante la Guerra Civil.

Primera etapa (hasta 1936)

En esta época, su producción lírica  se caracteriza por la búsqueda de un lenguaje poético propio y por la influencia conservadora de Ramón Sijé. A esta etapa pertenecen los poemas publicados en la revista El Gallo Crisis y las obras Perito en lunas y El Rayo que no cesa.Perito en lunas (1933) reúne cuarenta octavas reales de influencia gongorina y vanguardista. El autor concibe esta poesía como experiencia inefable, semejante a la mística, en la que el hermetismo resulta esencial. En los poemas, incorpora el género de la adivinanza y propone acertijos por medio de elaboradas descripciones de objetos cotidianos o de elementos de la naturaleza.En El rayo que no cesa (1936), Miguel Hernández reelaboró poemas de un texto previo, El silbo vulnerado. El tema fundamental del poemario es un amor que no puede ser completo porque las pautas morales impiden a la amada acceder a su pasión erótica.El rayo que no cesa destaca por la perfección formal de sus sonetos. Hernández maneja también la canción en el poema introductorio Un carnívoro cuchillo, y los tercetos encadenados en la célebre Elegía a Ramón Sijé, centrada en la fuerza de la amistad y que constituye uno de los más bellos poemas de la lírica española.

Segunda etapa (1937-38)

La segunda etapa de la producción hernandiana está marcada por la influencia de Neruda y su concepción de la poesía impura, comprometida con la realidad. Tras una crisis personal, y al hilo de los acontecimientos de la época, Miguel Hernández se convierte en un poeta social y militante.Con Viento del pueblo (1937), dedicado a Aleixandre, siente que su poesía es la voz del pueblo, cuyo sentimiento necesita comprender y compartir. Sus versos se cargan de angustia y de airada protesta frente al sufrimiento de los pobres  y de los niños.La dedicatoria de El hombre acecha (1938) tiene como destinatario a Neruda. El ardor del libro anterior se ve matizado por la decepción y la tristeza ante el cariz que toman los acontecimientos. La guerra se revela en sus aspectos más terribles y descubre la verdadera naturaleza sanguinaria del hombre.En esta etapa, las estrofas clásicas alternan con el verso largo: el endecasílabo libre o el alejandrino


Últimos poemas (1938 – 1941)


Los  últimos poemas de Miguel Hernández, escritos en la cárcel, se recogen el Cancionero y romancero de ausencias. Estas composiciones giran alrededor del sentimiento de ausencia: la de su primer hijo, que ha muerto; la del segundo y la de su mujer, a los que no puede ver; y también la ausencia de libertad. El dolor impregna sus versos y nuevamente aparece el hambre, que da origen a uno de sus poemas más bellos: las Nanas de cebolla.En estas composiciones, Miguel Hernández recuerda una guerra que sólo ha causado odio, que ha sumido al hombre en la tristeza. Pero aún así, levanta la bandera del amor, que es esperanza: amor al hijo, que significa el futuro, y amor a la esposa, con la que ha llegado a la plenitud afectiva y erótica.

Miguel Hernández entre dos generaciones: la del 27 y la del 36

Tras el fin de la Primera Guerra mundial (1914-1917), comienzan a descubrirse nuevos caminos poéticos,se  trata de un proceso que quedó definido como la “deshumanización del arte”.Dos son los caminos que confluyen en este movimiento:

Las vanguardias

: surgen diferentes tertulias vanguardistas por influencia  europea.que darán paso a la experimentación formal. El Dadaísmo, el Futurismo, el Cubismo… tendrán en España su eco.Los experimentos de las Vanguardias influirán profundamente en las primeras obras de los jóvenes del 27.

Poesía pura

Comienza en el Simbolismo, y su máxima es “el arte por el arte”. La huída de lo sentimental y lo social y la búsqueda de la perfección formal que supone la poesía pura tiene en España un maestro, Juan Ramón Jiménez, que marcará los primeros pasos de los poetas del 27. La aparición en 1916 de su poemario Diario de un poeta recién casado supondrá un hito en la superación del Modernismo y será el inicio del canon de la “poesía pura”.La poesía del “Grupo del 27” marcó realmente el inicio de la poesía contemporánea española e implicó una verdadera fusión entre Tradición y Vanguardia.
Las convulsiones histórico-sociales que azotarán al mundo a partir de la crisis del 29 llevarán a una “REHUMANIZACIÓN DEL ARTE” que, en el terreno de la Vanguardia, tendrá su base en el Surrealismo. Con la entrada de la década de los treinta, que en España vivirá la llegada de la 2ª República y la Guerra Civil, comenzará lo que Neruda llamará en su poesía “Caballo verde para la poesía” la poesía “impura”, manchada de sudor, lágrimas y humanidad. Aleixandre, cuyo poemario La destrucción o el amor (1935) marca un hito en el surrealismo español. Y pronto, con la amenaza y la llegada de la Guerra civil, muchos de los poetas del 27 convierten su “poesía impura” en “poesía comprometida”, un compromiso que llevará a muchos al exilio. Miguel Hernández, nacido en 1910, pertenece cronológicamente a la Generación del 36; sin embargo, por su evolución poética, sintetiza en su corta carrera literaria la trayectoria de los poetas del 27.Comenzó su formación en su Orihuela natal, de la mano del sacerdote Almarcha, con los clásicos de nuestro Siglo de Oro. Cuando era adolescente, comenzó a conocer a los poetas del 27, que le llevaron a conocer la obra de Góngora. Quienes no lo ignorarán y serán sus padrinos en el camino de la madurez poética ya en su estancia madrileña serán Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Se adentra ya Miguel  Hernández en el camino de la poesía “impura”, el surrealismo y la “rehumanización del arte”, siempre fusionado con la tradición de nuestro Siglo de Oro.Con la llegada de la guerra y su compromiso político, Miguel Hernández se adentra en la poesía comprometida con Viento del pueblo y, más tarde,  El hombre acecha. Es aquí donde ya se perciben sus coincidencias con la generación del 36, mucho más  preocupada por cuestiones sociales y existenciales.  Ya en la cárcel, encontramos al Miguel Hernández más original y maduro: poesía popular y poesía íntima, humanísima y depurada será la del Cancionero y romancero de ausencias.

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