Introducción a los Kentukis
Los Kentukis son muñecos electrónicos con forma de peluche, los cuales te espían a través de una cámara integrada en sus ojos. Se desplazan sobre tres ruedas en su base y tienen un costo de 279 dólares. Existen numerosos modelos, cada uno con una función distinta. Una vez que la batería se agota, si no regresan a su base para recargarse, no pueden volver a utilizarse.
Capítulo 1: Las Tres Amigas
Personajes
- Katia (rubia)
- Amy
- Robin: Tiene un Kentuki, una especie de peluche de oso panda. Este observa las acciones de sus dos “amigas”. Robin no se siente parte del grupo, ya que no le gusta hacer las mismas cosas que las otras dos, pero desea permanecer en él.
Temas y Conflictos
«Hablaban inglés, que es lo que habla todo el mundo» —una presuposición era que quien estaba detrás de la cámara era un hombre.
Le muestra al Kentuki un álbum de fotos de su clase de gimnasia para que extorsionen a la familia de ‘la culogota’ (Susan) con un video de ella en el baño. Dado que la familia poseía mucho dinero, de esta manera ellas también consiguieron algo de plata.
Surgen temas como el sexting (muestran sus pechos a quien esté detrás de la cámara), el bullying (cuando intentan extorsionar a la familia de ‘la culogota’) y la difusión de información privada (cuando el peluche transmite toda la información que había visto en casa de Robin y afirma que con eso hará dinero). Finalmente, el peluche termina extorsionando a las tres amigas, amenazando con enviar toda la información de Robin a ‘la culogota’.
Capítulo 2: Emilia, el Kentuki Conejo
La Vida de Emilia
Su hijo vive en Hong Kong por motivos de trabajo. Emilia recibe regalos que él le envía y los vende para pagar sus expensas y subsistir. Dado que su hijo vivía en la otra punta del mundo, no sabía cómo vivía su madre; apenas la conocía, ya que se fue de casa a los 19 años.
Emilia recibe una tarjeta que su hijo le envía para que se convierta en un Kentuki. Al lograr conectarla a la computadora, se enlaza con un Kentuki en otra parte del mundo. Lo que no percibía era que, del otro lado, no podían ni verla ni escucharla. Se da cuenta de esto cuando habla y nadie le responde. En la pantalla de la computadora le aparecen acciones que ella acepta o rechaza, y así es como va dando órdenes al peluche.
La dueña del Kentuki comienza a darle órdenes después de haber leído el manual. Al principio, Emilia cree que las órdenes son para ella, hasta que se da cuenta de que son para el peluche y que ella es quien lo maneja.
El Kentuki es un conejo. Habla con su hijo, quien finalmente le explica cómo funcionan los Kentukis. Es entonces cuando Emilia comprende su funcionamiento, aunque deseaba comunicarse con Eva (su ama). Pasados los días, se da cuenta de que está en una ciudad de Alemania. Se lo cuenta a sus amigas del café de los jueves; Gloria se fascinó y dijo que compraría uno para las tardes en que cuida a su nieto. En cambio, a Inés no le gustó en absoluto.
Emilia decía que ahora tenía dos vidas en lugar de media. Le contaba a su hijo lo que hacía, hasta que él se dio cuenta de que el Kentuki nunca se cargaba y que estos tenían una caducidad programada. Esto significa que, una vez que se quedan sin batería, no hay más vínculo entre amo y Kentuki. Sin embargo, Eva la ponía a cargar todas las noches.
Conflictos y Desenlace
Había un hombre en casa de Eva. Emilia se asustó. Se llamaba Klaus y no le resultaba muy confiable, por lo que ella tenía el teléfono y el número de emergencias por si acaso.
Su hijo también se compró un Kentuki, pero no lo utilizó hasta que vio a Emilia tan contenta. Gloria le había comprado un Kentuki a su nieto, y les gustaba intercambiar anécdotas.
A Emilia no le gustaba la forma de ser de Klaus, por lo que Gloria le dio su camarita de mano y ella filmaba cosas por si en algún momento pasara algo, para enviárselo a la policía. Se dio cuenta de que él era jugador de fútbol, lo googleó, consiguió su número y le habló. Klaus no tardó en enojarse y le escribió a Eva ‘puta’ con un labial en su espejo antes de irse. Cuando Eva volvió, pensó que el Kentuki lo había hecho todo y, al enojarse, lo metió en la bañera, cerró la puerta y se fue. Al rato, suena el timbre; había olvidado que Gloria pasaría por su casa. Gloria le regaló un Kentuki idéntico al que ella era. Emilia se levantó en mitad de la noche y prendió la computadora. Vio el departamento desde una nueva perspectiva: Eva la había perdonado y había puesto en su heladera una foto junto a su conejita. Emilia le sacó una foto y la puso en su heladera también.
Klaus llamaba a Emilia y le gritaba hasta colgarle. Emilia no entendía nada y era uno de los pocos seres que eran amos y, a la vez, tenían un amo. Eva y Klaus la llamaron; la conejita de Emilia le alcanzó el celular para que atendiera, y fue entonces cuando le dijeron que sabían quién era. La conexión finalizó. Fue a la cocina y metió a su coneja bajo un chorro de agua, ahogándola hasta que la luz verde de la base dejó de titilar.
Capítulo 3: Alina y Sven, el Cuervo
La Relación Desigual
Alina es mendocina y es la esposa de Sven. No sabía quién era él ni a qué se dedicaba. Sven es artista, trabajador, y llevaba a Alina a todas partes para que lo acompañara.
Alina mira por la ventana hacia los talleres de abajo; el de Sven era el quinto y ella todavía no lo conocía. No podía pagar todo porque era el dinero de él; ella gastaba y él pagaba. Fue al supermercado y, en la sección de electrodomésticos, vio los Kentukis. No estaban junto a los juguetes y costaban 279 dólares. A Alina le costaba mucho tomar una decisión; estaba entre el dragón y el cuervo. Lo único que sabía era que compraría uno sí o sí. No sabía si para ese caso era mejor parecerse o no al muñeco, pero terminó eligiendo el cuervo. Cuando se dirigía a la caja, un empleado le comentó que su hermano tenía uno y que eran FANTÁSTICOS (lo cual se relaciona con la ciencia ficción, ya que aún no existen pero podrían ser posibles), y que él estaba ahorrando para comprar uno.
El peluche era gris y negro, feo, con tres ruedas en la base (una en cada pata y otra en la cola) y alas pequeñas pegadas al cuerpo. No era más que un peluche articulado con un teléfono integrado, que incluía una cámara, un micrófono y una batería que duraba entre uno y dos días.
Quería saber qué tipo de ‘ser’ le había tocado ser. Ella mostraba su vida de forma transparente, mientras que de un Kentuki no se sabía nada. «Un amo no quiere saber de sus mascotas».
Tiene un Kentuki por despecho, para gastar el dinero de su marido, ya que era una relación desigual. El Kentuki lo sabe todo, pero el amo del Kentuki no sabe nada.
Descubrimientos y Consecuencias
Alina había pensado todas las preguntas que Sven le haría y había repasado mentalmente lo que le respondería. Lo que nunca pensó fue el nombre del cuervo, y cuando Sven se lo pregunta, dice que le va a poner Coronel Sanders, como el creador de KFC. Cuando va a la biblioteca a mostrárselo a Carmen, ella le comenta que su exmarido le había comprado un gato amarillo para sus dos hijos, pero que, como a ella le incomodaban, les vendó los ojos.
Se entera de que su marido la está engañando con la asistente, confirmando que sus sospechas eran reales.
Su madre la llama por primera vez para ver cómo está y le pregunta sobre el Kentuki. Había muchas cosas que no entendía, y lo que dejó pensando a Alina fue para qué servía, cuál era la gracia. Tenían una especie de rutina: Alina se levantaba, salía a correr, pasaba por la biblioteca y, después de eso, el Kentuki le hacía masajes en los pies. Si Alina hubiera descifrado mejor, en vez de comprar un Kentuki, hubiera SIDO uno. Bajó a tomar sol con el Kentuki y, cuando se quitó la malla, este le tocó los pechos. A Alina esto no le gustó, por lo que subió a su cuarto rápidamente y se encerró. Cuando el Kentuki volvió a golpearle la puerta, después de imaginarse muchas cosas, le abrió y se pusieron a buscar videos porno con Kentukis. Más tarde, Alina y Carmen salieron a pasear, y cuando Alina volvió a casa, no encontraba al Coronel Sanders por ninguna parte. Sabía que su marido había pasado y se había vuelto a ir. Bajó a los estudios, paseó por todos hasta llegar al de Sven. Cuando entró, se encontró con tres cajas de Kentukis, y esta ‘traición’ le dolió más que la de la asistente.
Las cosas entre ellos dos iban cada vez peor. Sven se llevaba al Kentuki todas las mañanas y regresaba solo entre las 6:00 y las 6:30, cuando finalizaba la jornada. Alina hacía experimentos con el Kentuki: le pegó el pico en un ojo, le hizo una esvástica en la frente y, al final, lo colgó del ventilador y le cortó las alitas.
Muchos de los artistas ahora tenían Kentukis. Sven le contó la historia del ruso y la ‘loca’, que se habían confundido y habían intercambiado Kentukis sin querer, ya que tenían el mismo tipo de modelo. Alina se quería volver, pero siempre le decía a su madre que estaba muy bien. Además, Carmen no la dejaba regresar sin antes vivir ‘el día de los muertos’. Había muchos Kentukis y la cantidad que morían por día era tan grande que no había más lugar donde enterrarlos. Compraría su vuelo de regreso a Mendoza los primeros días de noviembre. Al Kentuki lo llevaría con ella, pero lo dejaría en el avión.
Se despidió de Carmen y fue a la galería donde se encontraban todos los artistas. Pasó por algunas hasta llegar a la de Sven, quien expuso todas las imágenes de Alina grabadas desde el Kentuki. Las circularon entre todos y empezaron a reconocerla.
Capítulo 4: Marvin, el Dragón Liberado
La Doble Vida de Marvin
Marvin era un adolescente que se llevaba muchas materias. Le iba muy mal en el colegio y tenía problemas en él. Su padre le hizo prometer que se quedaría todos los días, dos horas, en el colegio estudiando, pero en realidad iba a ser Kentuki.
Tenía dos amigos que ya poseían uno. La diferencia era que uno estaba en Dubái y el otro en Trinidad, y en vez de una tablet, tenían un visor. Uno de sus amigos era un conejo y el otro un topo, aunque a los tres les hubiera gustado ser un dragón. A Marvin le toca uno que está en una vidriera y le cuesta darse cuenta, ya que al principio veía todo blanco y se aburre de ello, hasta el punto de casi preferir estudiar. Una mujer lo levantó de la vidriera, lo puso en la mesa y le empezó a hacer mimos; se terminó encariñando. Desde esa noche, noche por medio lo iba a visitar. Una noche, en vez de dejarlo en la mesada, lo dejó frente a un espejo y fue entonces cuando Marvin se vio y se dio cuenta de que era un dragón; festejó mucho. Se conecta con su ama a través de código morse. Hizo un trato que consistía en liberar al Kentuki de noche y, cada madrugada, antes de que el marido (dueño del local) llegara, él debería estar en su cargador bajo la escalera. De esa forma, nadie se enteraría.
La Revolución Kentuki
Salió a pasear y alguien lo levantó inesperadamente. Justo en ese momento, lo llamaron para cenar. Él no sabía qué hacer. Cuando volvió a ver la tablet, estaba en un gimnasio enorme frente a un Kentuki topo. Había otro Kentuki conejo y personas, una de las cuales era el adolescente que pasaba todas las noches y le tocaba el vidrio, el cual escribía en la vidriera: «¡Liberen a los Kentukis!».
Era una revolución. Lo importante ya se lo habían explicado; lo demás lo iría entendiendo solo. Era un plan que el chico de la vidriera había planeado: el Kentuki de Marvin no había sido raptado, sino liberado. Se estaba comunicando a través del correo electrónico. Le habían mandado una aplicación para que liberara su Kentuki; la bajó y así lo liberó. El chico se llamaba Jasper y era hacker, DJ y bailarín. Si pagaban 45 euros, les ponía alarma y GPS por si les llegaba a pasar algo. Tiempo después, le pide que lo haga todo terreno y que le ponga una extensión de batería. Para lograr esto, gastó todo el dinero de la cuenta de su madre.
Los Kentukis que habían sido liberados se comunicaban por una aplicación. El Kentuki de Marvin se perfeccionó para que su batería durara más y se le pusieron ruedas más altas, aptas para la nieve. De esta manera, salió a la calle a tocarla. El adolescente le envió un mapa por correo electrónico para que viera dónde podía cargar su Kentuki si había algún problema.
Se había quedado atorado entre el piso y una camioneta. Mientras intentaba salir, lo llamaron para cenar. Solo le quedaba cruzar los dedos y esperar a que la camioneta se fuera sin que a él le pasara nada, y así fue. Al día siguiente, cuando se despertó, la camioneta no estaba, pero su batería estaba en un 4%. Buscó en el mapa que le había mandado Jasper y había una estación para cargarla a dos cuadras. Llegó y dejaría cargar su Kentuki toda la noche para poder seguir recorriendo los próximos días; estaba muy atrapado con ello.
Una noche, dos hermanos lo agarraron y empezaron a jugar con él. Un hombre los vio, los retó y los metió en una camioneta junto al Kentuki de Marvin. Se alejaban cada vez más de la ciudad e iban por calles de tierra. Los saltos que pegaba la camioneta hacían saltar al Kentuki, que no estaba agarrado de nada, hasta que saltó y cayó al piso. Mientras tanto, a Marvin lo llamaban para comer. Cuando subió a buscarlo para comer, Marvin se sentía tan mal que no quería ir; no sabía cómo explicarle a su padre lo que estaba pasando.
Capítulo 5: Enzo y el Topo
Un Vínculo Inesperado
Enzo está divorciado y tiene un Kentuki, un topo, que le compró a su hija, obligado por la madre de la niña y la psicóloga. Él quería un perro, pero le dijeron que era mucho esfuerzo y que era mejor tener un Kentuki. Como ya le habían explicado lo que era tener un Kentuki, Enzo lo trataba de usted. Aunque al principio le incomodaba su presencia, después lo empezó a querer, a diferencia de Luca, a quien le molestaba mucho su presencia y no lo quería. Enzo había leído que, una vez que se agotara la batería, el amo y quien era un Kentuki se desvincularían. Se logra comunicar con él y así es como le termina encontrando una utilidad al peluche, ya que le va preguntando cosas: si ronronea es un Sí y si se queda quieto es un No. Enzo no sabía nada de quién era su Kentuki; lo único que sabía era que era un señor mayor, aunque no sabía qué tan mayor.
La Desaparición y el Conflicto Familiar
No encontraba al Kentuki; lo estaba buscando por toda la casa. Temía que Luca, su hijo, lo hubiera escondido o le hubiera puesto trampas para que no pudiera llegar al cargador. Cuando Luca estaba en casa, el Kentuki lo perseguía por todos lados, pero con distancia y sin pasarle entre las piernas, a diferencia de con Enzo. El Kentuki le avisaba muchas cosas a Enzo sobre el niño: si estaba o no estudiando, si se quedaba dormido, etc. Se le ocurrió escribir su número en una hoja para que quien estuviera del otro lado del Kentuki lo llamara, pero estuvo esperando como una hora y nadie lo llamó. Cuando volvieron a entrar, el peluche se fue para el cuarto de Luca y cada vez que Enzo lo llamaba, no iba. Esa fue la última vez que lo vio. Horas después, lo encontró en el canasto de la ropa sucia; había agotado casi toda su batería tratando de salir de ahí, algo que era imposible.
Seguía sin interactuar con él; lo único por lo que interactuaba era por Luca. Un día, llegó la exmujer, empezó a preguntar por el Kentuki. Ella nunca lo había visto y le pidió que lo apagara, ya que decía que eran pedófilos.
Llevaría al topo a su fin de semana con Carlo para que viera cómo era y se ablandara.
Cuando Nuria fue a buscar a Luca y vio el Kentuki, enfureció. Lo dejó en la casa y salió.
Hacía semanas que el niño no veía a su padre, por ‘culpa’ del Kentuki. Habían ido a una comisaría la madre, la psicóloga, Enzo y su hijo para discutir la tenencia de Luca. Lo obligaron a firmar que se mudara, desactivara el Kentuki y que le permitiera a la madre ir cuando quisiera a ver que no hubiera nada raro. Recién después de firmar eso, podría volver Luca a vivir con él. Fue una última vez a la casa vieja a ver el vivero y, como el Kentuki seguía donde él lo había dejado, sonó el teléfono. Una voz áspera le preguntó por su hijo. Enzo le cortó. Enzo enterró al Kentuki en medio del vivero.
Historia 6: El Geriátrico y los Conejos
Camilo trabaja en un geriátrico. Querían algo para el lugar que lo hiciera más único de lo que era, y a una empleada se le ocurrió comprar Kentukis conejos. Tardan mucho en conectarse y, una vez que lo logran, hay uno que deja de funcionar rápido y el otro quiere salir. Cuando sale, termina suicidándose: se tira a la pileta.
Historia 7: Grigor y el Negocio de las Conexiones
El Plan de Grigor
Grigor decide poner en marcha el Plan B. Decide gastar lo que quedaba de sus ahorros (su indemnización) y los de su padre, para así romper la mala racha y poder comprarle un Kentuki a su padre, que sería una buena compañía para él. Cuando se encendió la pantalla, vio que su amo era un niño de 6 años que lo estaba golpeando contra el piso. Hay veces que los Kentukis no se llevan bien con sus amos y terminan relacionándose con algún otro familiar. Lo que le importaba a Grigor era mantener las conexiones activas. Si él quería venderlas, debía establecer una buena relación de los Kentukis con sus amos. Esto implicaba utilizar varias horas por día para cada uno; de otra manera, perdería a los Kentukis, como ya le había pasado alguna vez. Grigor compraba tablets y tarjetas para SER un Kentuki, un IP por conexión. Había vendido tres a precios muy bajos, pero esperaba que el negocio creciera. Había intentado explicarle a su padre lo que estaba haciendo, pero él no entendía. Había pensado que si la gente gastaba 70 dólares para comprar una tarjeta, estarían dispuestos a gastar el cuádruple para elegir dónde estar. Le había dicho que había que aprovechar el bache legal. El padre se alarmó porque pensaba que era ilegal y, al ser de otra generación, le llamaba mucho la atención.
Grigor había vendido bastantes conexiones; debía aprovechar la mayor cantidad de tiempo posible y de esta manera, ahorrar. A uno de sus Kentukis se lo llevaron del lugar donde estaba a una caja llena de gallinas con los picos cortados y heridos. Por esta razón, Grigor desconectó el Kentuki y lo dio de baja en el sistema.
El Osito Número 47
Había conseguido la ayuda de Nikolina, la chica del segundo C. Un día la encontró llorando porque su Kentuki había muerto; tenía un osito.
Cuando Grigor volvió de comprar tablets, Nikolina le planteó un problema con el osito número 47. Estaba siempre en la misma habitación a la cual entraba un adolescente una vez al día a dormir o a jugar. Esta vez, habían dejado la puerta abierta, por lo que salió a explorar y se encontró en un rancho humilde, un pueblo chato de alguna zona calurosa y húmeda. Salió de la casa, de la cual no había nadie, y tres cuadras más adelante encontró una con dos señores sentados en la puerta con una escopeta en medio. Entró a investigar la casa; había hombres y habitaciones vacías, excepto la última, donde había una chica. Al ver el Kentuki, se le iluminaron los ojos. Agarró una servilleta y escribió su nombre y el número de su mamá. Decía que la habían raptado y les dijo el pueblo en el que estaba: era en Brasil. Grigor y Nikolina llamaron a la policía, pero nadie entendía inglés, por lo que empezaron a difundir las fotos. Como se estaban quedando sin batería, volvieron a cargarlo para no abandonar a la chica.
El Plan B había funcionado tan bien que había más ventas de las que ofrecían. Estaban pendientes del Kentuki número 47, pero cada vez que lo prendían veían negro y no escuchaban nada, hasta que un día escucharon voces y, cuando abrieron los ojos, estaban en un comedor grande pero humilde. Cuando vieron gente, Nikolina se dio cuenta de que era la chica y que estaba con su madre y niños. No le gustó lo que estaba viendo, por lo que terminó la conexión y decidió vender lo que le quedaba y dedicarse a otra cosa.
Historia 8: Cheng Shi Xu y el Amor Prohibido
Cheng Shi Xu no hacía otra cosa durante el día más que mirar su computadora; era un Kentuki. Su ama Kentuki se llamaba Cecile y se lo habían regalado para su cumpleaños. Era un panda de tela de felpa rosa y turquesa. Su ama le puso muchas reglas, y aunque el departamento de Cecile le resultaba increíble, el de enfrente, donde vivía su hermano, era aún mejor. Cruzaban cada tanto a tomar el té y allí fue donde conoció al amor de su vida. El hermano de Cecile también tenía un Kentuki panda y se llamaba Titina. Entre los Kentukis lograron comunicarse por un abecedario que había pintado el hermano de Cecile en el baño. Se pasaron los correos electrónicos, y cuando se fueron de casa del hermano de Cecile, le escribió. Ahí se enteró de que estaba casada y que se quería separar. Una noche, habían quedado en hacer FaceTime, y Taolin nunca llegó. Al día siguiente, cuando Cheng Shi Xu se despertó, tenía un correo del esposo de Taolin, diciendo que si intentaba hablar una vez más con su mujer, le pasaría algo horrible, por lo que él enloqueció. Trató de explicarle a Cecilie, pero ella no entendía. Durante una semana, su ama cruzaba a casa del hermano y lo dejaba en su casa solo. Una noche, cuando Cecile salió, el hermano entró con una bolsa blanca y un destornillador y empezó a hablar para que dejara a Taolin en paz, pero lo terminó desconectando, y para Cheng Shi Xu fue de las peores noches de su vida.
Historia 9: Claudio y la Despedida
Claudio viajó para ver a su tío, que ya se había quedado mudo. Vio detrás de la silla de la enfermera un cargador parecido al de su pava eléctrica y ahí recordó que tres meses atrás le había enviado un Kentuki. La enfermera le dijo que era momento de dejarlo ir y le dio un sobre que le había dejado el padre la semana que había pasado a despedirse de su hermano. El sobre contenía dinero para pagar los gastos necesarios por la muerte del tío de Claudio. Oyó y vio que el Kentuki que estaba debajo de la mesa tenía poca batería, pero no tenía ganas de ir a cargarse a la base. Se muere el tío y el Kentuki se tira por la ventana. La conexión había durado unos 84 días.
Historia 10: El Cuervo Verde Flúor
Sus dos hijas concordaban en el mismo berrinche después de mucho tiempo. Decidieron comprar un cuervo verde flúor con antifaces amarillos. Cuando se encendió, les dio miedo a las hijas y la madre lo empezó a revolear y a pegarle hasta que se apagó. Su conexión total fue de un minuto.
Historia 11: Ishmael y el Ciclo Repetitivo
Veía caras distintas que lo agarraban y lo lanzaban al cielo reiteradas veces. Cuando cayó contra el suelo, la pantalla y la música se apagaron. Ishmael se dejó caer sobre la silla. Veía que la historia se repetía: sirenas, disparos y las luces de la tienda de la enfermería otra vez encendidas.
