El Túnel
Capítulo I
Juan Pablo Castel, pintor que mató a María Iribarne Hunter.
«Todo tiempo pasado fue peor»; la gente olvidó las cosas malas. Quisiera aprovechar mi libertad liquidando a seis o siete personas. En un campo de concentración, un expianista se quejó de hambre y lo obligaron a comerse una rata viva.
Capítulo II
Voy a relatar mi crimen.
La Vanidad y la Búsqueda de Comprensión
La vanidad: Motor del Progreso Humano. León Bloy, gran vanidoso, que dijo servir a quienes no le llegan ni por las rodillas.
Viajó durante dos días sin dormir para ver a su madre que iba a ser operada de cáncer y llegó a tiempo. Esta, al verlo, le sonrió a pesar de que se encontraba muy mal. Más tarde murió.
Le anima la idea de que alguien llegue a entenderle a partir de este libro. Por lo menos a una persona. Podría hablar ante más de 100.000 rusos, pero no lo entenderían. Una sola persona podía entenderme, pero fue la mujer que maté.
Capítulo III
Presentó su obra Maternidad en el Salón Primavera, en Buenos Aires, 1946.
El cuadro tenía en la parte superior izquierda una ventana con una playa en el fondo, con una mujer cuya mirada parecía esperar algo. Nadie lo notó, solo una persona. En los siguientes meses solo pintó para esta mujer que notó este detalle, pero lo que sentía en realidad era que esa ventana se iba haciendo más grande.
Capítulo IV
Soy tímido, por lo que pensé mucho en qué decirle al verla. Nunca voy a salones de pintura. Mis razones son muchas, entre ellas:
- Detesto los grupos, sectas, etc.; en fin, detesto los conglomerados.
- También detesto el psicoanálisis, el comunismo, el fascismo, el periodismo, etc.
El Incidente con el Psicoanálisis
En cuanto al psicoanálisis, lo puedo explicar, ya que una vez acudí al Doctor Prato, al cual también consideraba mi amigo. Pero en el momento en que todo el mundo comenzó a perseguirme, él también lo hizo.
- Un día me invitó a un cóctel que denominó «en sociedad», cosa que le molesta mucho a J.P. Castel, ya que a su parecer no es lo mismo reunirse una sociedad que una sociedad psicoanalítica.
- También recordé haber leído sobre una junta de psicólogos presidida por Bernard o Bertrand y le pregunté si a donde iríamos estaba relacionado con este hombre, y me dijo que era un charlatán, que la única Junta de Psicoanálisis de Buenos Aires acreditada desde Chicago era la suya.
En la junta había mucha gente, entre ellos Goldenberg, recién salido del manicomio, quien me elogió tanto mis pinturas, que me di cuenta de que las detestaba. Denominó a los psicólogos… freudianos (por S. Freud).
Capítulo V
Me he apartado un poco del propósito del libro, por mi maldita costumbre de justificar todo. Escribiría un largo ensayo titulado: «De la forma en que el pintor debe defenderse de los amigos de la pintura».
Mi idea era conseguir a alguien quien me la presentase. Me avergonzó la idea de preguntarle a Mapelli o a Lartigue sobre ella. Me he encontrado a personas en el Barrio de Berlín, luego en un lugar desconocido en Italia y después en una librería en Buenos Aires. Para conocer a la chica, primero pensó en presentársele, luego en que se la presentaran y finalmente se resignó a que esta tomara la iniciativa. Se imaginó aquel encuentro muchas veces con distintas respuestas y reacciones de su parte.
Capítulo VI
Finalmente la vio, y todas las variantes se amontonaron y se resolvieron en su cabeza. Pero, en conclusión, decidió optar por que ella tomase la iniciativa. La persiguió hasta que ella entró en el edificio de la Compañía T, y ahí, en la espera del ascensor, muy toscamente decidió hablarle. Todo le salió mal y optó por retirarse muy cobardemente, y a las dos cuadras, ella lo llamó e intentó hablar con él, pero ella también se retiró tímidamente. De este encuentro solo recuerda la frase: «la recuerdo constantemente» (la ventana).
Capítulo VII
Después de esto, decidió buscarla en el edificio. Subió —por compromiso— al piso 8. En el ascensor, como él pensó, alguien comentó con el ascensorista acerca del calor húmedo.
Las Tres Posibilidades
Al llegar abajo, pensó en tres posibilidades:
- Realizaría una gestión larga.
- Quedé excitado con el encuentro y di unas vueltas.
- Trabaja ahí.
Se fumó un cigarro, y fue a un café que quedaba a una cuadra de la compañía donde podía ver quién se retiraba (3:15). No ocurrió nada y a las 6 decidió ir a la puerta para ver detalladamente quién salía al terminar el horario de trabajo. A las 6 y pico empezaron a salir todos. A las 6:30 ya habían salido casi todos. A las 6:45 solo salían altos empleados y sus secretarias. A las 7, resignado, se fue.
Capítulo VIII
Pensó en ir al día siguiente a la Compañía T.
Capítulo IX
Fue temprano y no la vio entrar. Perturbado, volvió a esperar en el café. Ella salió del subterráneo a las 11:30. Él la buscó, la tomó por el brazo y la llevó a la Plaza San Martín. Hablaron y hablaron. Él se refirió a los críticos del arte como cretinos. Ella miraba fijamente a un árbol.
Concluyeron que quizás la ventana era un mensaje de desesperanza, pero que era algo verdadero. Ella le dice que él no debe acercársele puesto que le podría hacer daño. Ella quitó finalmente su mirada del árbol cuando él le preguntó si le parecía elogiable que la ventana fuese un mensaje de desesperanza.
Capítulo X
Ella se fue, y quedaron en verse pronto. En la noche él la llamó.
Capítulo XI
Pasó la noche agitado. Salió en la noche y con sinceridad dijo que por primera vez no vio a la gente con asco. Entró en el café Marzotto, donde la gente suele escuchar Tango «como un creyente de Dios oye la Pasión según San Mateo».
Capítulo XII
A la mañana siguiente, como a las 10, llamó, y la misma mujer le dijo que había salido al campo, pero le dejó una carta. Ella vivía en la calle Posadas casi en la esquina Server. Le abrió la puerta un mucamo que parecía polaco. Después llegó Allende Hunter, esposo de María Iribarne. Físicamente: flaco, alto, hermosa cabeza y ciego.
La carta decía: «Yo también pienso en ti. María». María iba a la estancia del abuelo de Allende, que mantenía su primo Hunter (hombre mujeriego y cínico).
Capítulo XIII
No me gustan los ciegos. Empecé a pensar en todo. De la carta dice que la letra es nerviosa. Le emociona que haya firmado María. Se dio cuenta de que la mucama vaciló porque dijo «Señorita» y no «Señora Iribarne».
Piensa que las limosnas no resuelven el problema de los mendigos, sino que satisfacen psicológicamente a las personas que creen ser generosas. Pensó que María quiso dejarle la carta con el esposo ciego por placer.
Capítulo XIV
Llamé para saber cuándo vendría y averigüé la dirección de la estancia. Le escribí una carta y se la mandé. Tuve un sueño relacionado con una casa, y a su vez, todo estaba relacionado con María.
Capítulo XV
Le contesta la carta donde le menciona que está en el mar, la playa y los caminos. A él le emocionó particularmente que ella lo tuteara en la carta y la parte que dice que él se encuentra entre el mar y ella.
Capítulo XVI
Pasaron los días y le envió una carta que decía: «Te quiero, María, te quiero, te quiero». Ella le contestó: «Tengo miedo de hacerte mucho daño». Él le volvió a contestar: «No me importa. Si no pudiera amarte, me moriría». A esta carta María no contestó, por lo que le envió: «Estás pisoteando este amor». Al día siguiente hablaron y ella le dijo que volvería. Al día siguiente ella lo llamó y quedaron en verse en la Plaza La Recoleta a las 8. Encendió dos fósforos para poder ver las expresiones de María. Él tiene 38 años.
Capítulo XVII
Nos vimos todos los días durante más de un mes. La escena de los fósforos se repitió dos o tres veces más en otros encuentros. Le dijo que si lo engañaba, la mataría. Le dijo **** y ella lloró, pero se consoló rápidamente. Pensó quizás que sí lo era.
Capítulo XVIII
Richard era un amigo de ella que se suicidó. Ella quemó sus cartas. Dice que él era nihilista. «La muerte no es mi tipo, pero a veces me atrae» (así comparó su relación con Richard).
Capítulo XIX
María me dijo en el puente que yo era la primera persona que en verdad quería. A Allende lo quiere como un hermano. Siempre recuerdo cómo el padre de Desdémona le recordó a Otelo que si esta había engañado a su padre, podría engañar a otro hombre (a él).
Capítulo XX
Cuando le dije que engañaba a un ciego se puso muy mal, y arrepentido… Le besé los pies (ella solo sintió piedad).
Capítulo XXII
Tuve un sueño donde llegué a mi casa y un señor me transformó en pájaro.
Capítulo XXIII
Desperté de pie, bañado en sudor frío por el sueño. La llamé, y se había ido para la estancia. Le mandé cuatro cartas. A la quinta me respondió y me dijo que fuera a ella. Corrí a la estación Constitución.
Capítulo XXIV
Llegué a la estación Allende, me recibió un chofer. Estuve a punto de regresarme. Mimi Allende, mujer con acento parisino, malvada y miope. Fumaba con una boquilla larguísima. Llegó proveniente de Mar del Plata.
Capítulo XXV
Mis pintores preferidos: Van Gogh y El Greco. Mimi contestó a esto: «Tiens». *Séptimo Círculo*, novela policial. La novela policial representa en el siglo XX lo que representó Cervantes en la época de la Caballería. Le comenté a María que un atardecer quería ver las Torres de San Gemignano desde una colina.
Capítulo XXVII
Subimos a mi cuarto con la excusa de que íbamos a buscar unas manchas, por lo que bajamos con mi caja de pinturas y mis dibujos para disimular. El cielo tormentoso me hizo recordar el del Tintoretto en el salvamento del sarraceno.
Capítulo XXIX
Regresé en tren y al llegar tomé unos whiskies y tomé un taxi hacia un bar en la calle 25 de Mayo o la Leandro Alem.
