Introducción a la Estructura de la Obra
Miguel de Unamuno no numeró los capítulos, sino que solo indicó separaciones entre cada una de las secciones. En la elaboración de este resumen, hemos interpretado estos apartados como capítulos, respetando las separaciones que estableció el autor.
La novela comienza encabezada con una cita de San Pablo.
Resumen Detallado por Secciones
Capítulo 1
Ángela Carballino inicia el relato a modo de confesión. Quiere contar las experiencias vividas con su padre espiritual, don Manuel. El obispo de Renada está promoviendo la beatificación del sacerdote.
- Recuerda a don Manuel desde su infancia; ella tenía 10 años y él, 37. Era un hombre muy querido, cercano y afable.
- Lázaro, el hermano de Ángela, que vive en América, sugiere a su madre que la envíe a estudiar a un colegio de religiosas en Renada. A don Manuel no le agrada la idea, pero como no había ninguna institución laica, aprueba la decisión para que la joven no se eduque en la «zafiedad de la aldea».
- Ángela marcha al colegio con la intención de hacerse maestra, pero recuerda que «se le atragantó la pedagogía».
Capítulo 2
Hasta el colegio llegan noticias de don Manuel; su fama ha trascendido a Renada. Después de cinco años como interna, Ángela, ya con 15, vuelve a Valverde deseosa de encontrarse con el sacerdote y convertirse en su hija espiritual.
La vida de don Manuel
Ángela nos habla de la vida de don Manuel:
- En los inicios de su carrera eclesiástica, destacó en el seminario por su inteligencia, pero rechazó una trayectoria brillante para convertirse en un simple párroco de pueblo.
- Su vida era muy activa; procuraba estar siempre ocupado para no pensar y solía decir: «Le temo a la soledad». Predicaba con los actos más que con las palabras: mediaba en disputas matrimoniales, entre padres e hijos, etc.
- Entre otras ocupaciones, ayudaba en las labores del campo, partía leña para los pobres, acompañaba al médico en sus visitas, colaboraba en la crianza de niños, ayudaba al maestro en la escuela e, incluso, tocaba el tamboril en los bailes del pueblo.
- Su principal objetivo era que la gente estuviera contenta. Decía: «Que estén todos contentos, nadie debe querer morirse hasta que Dios quiera».
- El efecto de su voz y su presencia era casi milagroso. Recuerda Ángela: «Su maravilla era la voz, una voz divina, que hacía llorar».
- Sentía afecto por todos, especialmente por los más débiles, de ahí la atracción que sentía por Blasillo, el bobo del pueblo.
Inquietudes y miedos
En el sermón del Viernes Santo, reproducía las palabras de Jesús en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?», pronunciadas con tanto sentimiento que todos los fieles lloraban.
Aunque odiaba la soledad, solía retirarse a la orilla del lago, junto a las ruinas de una antigua abadía cisterciense. Ángela le preguntó un día por qué no había optado por la vida del claustro y él le comentó que tenía que mantener a su hermana viuda y a sus sobrinos, y que, además, no podría soportar la soledad de la vida de ermitaño: «La soledad me mataría el alma… yo no podría soportar las tentaciones del desierto. Yo no podría llevar solo la cruz del nacimiento».
Un día llegó al pueblo una familia de titiriteros. El hombre era payaso y su mujer, embarazada y gravemente enferma, tuvo que retirarse en mitad de la función. Don Manuel la ayudó a morir en una cuadra. Sin embargo, el tono con el que don Manuel pronunciaba los sermones y las oraciones en la iglesia deja traslucir —a ojos de Ángela, la narradora— las inquietudes y miedos del sacerdote.
Capítulo 3
Ángela, con 16 años, ha terminado sus estudios y vuelve definitivamente a Valverde. Se confiesa por primera vez con don Manuel, nerviosa, pues piensa que su fe es frágil frente a la fortaleza de ánimo que él le inspira. Don Manuel lo nota y consigue tranquilizarla.
- Durante la confesión, al recordar el fervor con que don Manuel pronunció el «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?», Ángela sintió una callada confesión de la tragedia íntima del sacerdote, hasta el punto de que el respeto que le infundía se convirtió en una «lástima profunda».
- En su segunda confesión, es Ángela quien intenta consolar a don Manuel, pero el párroco evade sus preguntas. Ante su insistencia, replica que ese tipo de dudas solo pueden venir inspiradas por el Demonio. Ángela llora, pues atisba algo doloroso: esa alusión al Demonio parecía un recurso pueril. Cree que don Manuel no cree en el Demonio y se pregunta: ¿creerá entonces en Dios?
- Ángela se convierte en su «diaconisa», ayudándolo con los enfermos, en la iglesia y en la escuela. Poco a poco, empieza a sentir «una especie de afecto maternal» hacia su padre espiritual, deseando aliviarle del peso de su cruz.
Capítulo 4
Han pasado ocho años. Ángela tiene 24 y su hermano Lázaro vuelve de América con ideas progresistas y anticlericales. Tiene la intención de llevarse a su madre y a su hermana a vivir a la ciudad, pero la madre se niega.
- Cuando Lázaro percibe la influencia que ejerce don Manuel sobre el pueblo, se indigna, interpretándola como un resabio feudal, un «ejemplo de la oscura teocracia en que él suponía hundida a España».
- En el pueblo se crea una especie de duelo entre la santidad de don Manuel y la incredulidad de Lázaro. Sin embargo, este empieza a sentir curiosidad por el sacerdote y, tras asistir a una misa, cambia de opinión: «Sí, esto es otra cosa, no es como los otros».
- La madre de Ángela muere ansiando la conversión de su hijo. En su lecho de muerte, Lázaro, instado por don Manuel, le promete rezar por su alma.
- Lázaro y don Manuel empiezan a verse con asiduidad. Finalmente, Lázaro se decide a comulgar, en un acto muy emotivo para todo el pueblo.
- Tras la ceremonia, Lázaro le confiesa la verdad a su hermana: ni él ni don Manuel creen en la vida eterna ni en Dios. Su comunión ha sido un acto para emular la obra de don Manuel, quien finge creer para contagiar al pueblo una felicidad sencilla y evitar que se cuestionen los misterios divinos.
- Ángela se escandaliza: «¡Pero esa comunión tuya ha sido un sacrilegio!». Se produce una fisura en la relación fraternal. Ambos se marchan a sus cuartos: Ángela, a llorar; Lázaro, «no sé bien a qué», recuerda su hermana.
