Análisis de La Casa de Bernarda Alba

Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros en 1898. De ideología progresista y comprometido con los ideales republicanos, murió asesinado en 1936. Poeta y dramaturgo español, se le incluye en la Generación del 27. El gobierno le encargó la dirección de teatro ambulante La Barraca, cuyo objetivo era acercar el teatro español clásico a las clases populares.

Entre sus obras poéticas destacan «Poema del Cante Jondo» y «Romancero Gitano». Como dramaturgo, destacan sus obras «Yerma» y «La Casa de Bernarda Alba».

«La Casa de Bernarda Alba» continúa la línea poética de su teatro, aunque no tiene personajes sobrenaturales, coros, danzas simbólicas ni rituales. Tampoco se considera una obra realista.

El primero es el Plano Simbólico. Los símbolos constituyen uno de los pilares creadores en la producción dramática y lírica de Lorca. Llamamos símbolo al elemento físico que alude a una experiencia psíquica interna.

Los nombres propios también son simbólicos y explican el comportamiento de los personajes. Bernarda significa con fuerza o empuje de oso y su apellido, Alba, muestra obsesión por las apariencias.

Los objetos también se llenan de significado simbólico. El bastón de Bernarda simboliza el poder y la autoridad. El abanico de flores y el vestido verde de Adela son signos de su rebeldía. El retrato de Pepe el Romano simboliza el deseo y la frustración de las hermanas. Las flores son símbolo de rebeldía, de libertad y de amor. La oveja admite varias interpretaciones.

Los colores contribuyen a la creación de la fuerza dramática en la obra. Las paredes son blancas, pero pierden intensidad según avanza la obra; los trajes de luto y los abanicos son negros; las sábanas que cosen y bordan las muchachas son blancas. En contraposición, Martirio y su madre aparecen con un mantón negro sobre los hombros y las estrellas son blancas.

El blanco se utiliza para simbolizar la vida, la alegría, el amor y la libertad; en oposición, el negro, para acentuar la tristeza, el odio, la represión y la muerte.

Los decorados de la obra aparecen como un recurso que tiende a fortalecer la sensación de monotonía y enclaustramiento. En el primer acto destaca la blancura de la habitación interior como expresión del mundo de apariencias. Sus «muros gruesos» sugieren la incomunicación. El mobiliario sugiere lo áspero y lo duro.

El segundo acto presenta menos detalles. Se nos habla de una habitación del interior, «blanca» (no blanquísima). Se dan movimientos simbólicos hacia el interior de la casa. La menor blancura también tiene valor simbólico. El tercer acto se sitúa en el patio interior de la casa. La pérdida de blancura de las paredes simboliza la pérdida de decencia, la deshonra que traen a la familia los encuentros amorosos de Adela y Pepe.

El espacio visible, la casa de Bernarda, es el lugar central, estructura que refuerza la progresión de los 3 actos. Empieza en reposo y acaba en catástrofe, en un proceso intensificativo que va aumentando la tensión entre la acción aparente y la acción que se oculta. La casa simboliza el espacio cerrado y la falta de libertad. Por eso la casa recibe denominaciones peyorativas. Dentro de la casa están las cadenas, el calor, el odio, el silencio y el luto negro.

El espacio aludido es el mundo exterior: el pueblo, el río, el olivar, el campo. La ventana y el corral constituyen los dos espacios de mayor interés. Son lugares de encuentro con el mundo exterior. El corral, el lugar del amor prohibido. La ventana es el lugar donde se realizan los noviazgos. A través de la ventana se establece el contacto con el mundo exterior y con el hombre.

Seguidamente, analizaremos el Plano Poético, donde se combinan realidad y poesía contemplando una dimensión poética.

La hipérbole en la descripción de los caracteres, la acentuada diferencia de edad, las metáforas e imágenes en el habla, la estructuración en doble plano, el dominio de la antítesis, en definitiva, la poetización de una realidad.

El mayor mérito reside en haber integrado el lenguaje poético en el habla de los personajes de manera que parezca real y espontáneo. En el tercer acto es donde se introducen mayor cantidad de elementos poéticos. En definitiva, conforme avanza la obra esta va perdiendo realismo y va ganando carácter poético.

Por otra parte, el lenguaje contribuye a la creación de una violencia in crescendo. Bajo la apariencia realista, y más allá de las intervenciones explícitamente poéticas. La prosa se carga de perturbaciones. A los sonidos procedentes de fuera corresponden los silencios del interior. Sus palabras formularias son como citas de un texto superior e inapelable, una especie de código moral que encubre y legitima el dinero.

En el habla de los personajes conviven rasgos del lenguaje coloquial con exquisitas figuras literarias: comparaciones, imágenes y metáforas, hipérboles y paralelismos.

Respecto al lenguaje de los personajes, podríamos distinguir el de Bernarda de todos los demás. En ella predominan las intervenciones rápidas, secas y cortantes, llenas de agresividad (imperativos, futuro, locuciones adverbiales).

Angustias, Magdalena y Amelia se caracterizan por la monotonía y el tedio de sus palabras. Frente a ellas, Adela se caracteriza por la fuerza y violencia verbal. El lenguaje de Poncia es rico y variado. El lenguaje de María Josefa es una mezcla de lenguaje infantil y de habla perturbada.

El lenguaje de la casa es el lenguaje andaluz llevado muchas veces a su esencia. En cada acto hay un comienzo realista donde se emplea un lenguaje natural y cotidiano pero que se abandona después, para cargarse de valores dramáticos. El lenguaje poético va in crescendo y se irá cargando de dobles sentidos.

Por último, analizaremos el Plano Social. Es evidente la conciencia y la preocupación social, pero por esto no se puede calificar como teatro político. Es verdad que el teatro cumple una función social, y en este sentido, el teatro de Lorca es social, por la crítica que ejerce y su autenticidad.

El subtítulo de la obra ha originado cierta controversia. La obra no quiere representar a las mujeres de todos los pueblos españoles, sino que se centra en un pueblo concreto. Bernarda es tradicional, estricta y dominante, pero no representa a todas las mujeres. La crítica social de la obra se dirige a esa perversión e hipocresía que dirige todos sus actos.

El conflicto entre las dos mujeres es universal. Se trata de la lucha entre la ley individual anárquica manifestada en la sexualidad de Adela y la ley social que representa Bernarda y que reprime esa individualidad. Lorca estudia aquí el problema moral y humano y critica las dos fuerzas, pero lo que interesa es la lucha misma en su fuerza teatral.

Para algunos críticos, la obra tiene una interpretación política, que censura la España tradicional y conservadora y predice la guerra civil. Otros dicen que tiene intención docente y moralizadora. Otros critican a la sociedad patriarcal. Por último, otros rechazan la interpretación política y proponen una lectura poética y artística.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *