Conflictos Familiares y Despertar en la Narrativa de Oliverio: Símbolos y Rebelión

Fragmento 4: El Llanto de Oliverio y la Familia Disfuncional

Este capítulo narra la visita de Oliverio al médico debido a su llanto constante, acompañado por varios familiares que representan distintos modelos del mundo adulto. Desde el inicio, el médico pide quedarse a solas con el niño (“Déjennos solos”), pero antes el texto presenta una enumeración irónica y negativa de los familiares, marcada por sus limitaciones físicas o emocionales: la tía Heráclita con hipertensión, la abuela Clara ciega, el tío Andrés con el cabello teñido y la prima Mariana sobrecargada con tres hijos. Esta caricaturización refuerza la mirada crítica del narrador hacia su entorno familiar.

La Brecha Generacional y el Rol Femenino Tradicional

Se destaca también la brecha generacional en la forma de criar: Mariana es criticada por la abuela Clara, símbolo del modelo tradicional y autoritario, que encarna los valores rígidos de la familia.

Alejandra: La Figura Transgresora y el Despertar Sensual

En contraste, aparece la tía Alejandra, ausente físicamente pero muy presente en el recuerdo de Oliverio. Ella rompe con los mandatos femeninos tradicionales (reproducción y limpieza), presentándose como una mujer rebelde e intelectual, ocupada en sus “exámenes en el instituto”. Su actitud distanciada del drama familiar y su indiferencia ante el llanto del niño muestran su desapego de las normas sociales impuestas por la familia.

Alejandra también representa un símbolo erótico y perturbador en la mente de Oliverio. La grafopeya sensual que él hace de ella (“piernas bronceadas, senos azules, labios carnosos”) mezcla el deseo con la confusión, y convierte a Alejandra en una figura ambigua, atractiva y transgresora. La metáfora de “frutas maduras” refuerza esta carga sexual.

El recuerdo culmina con una escena donde Oliverio la ve desnuda sentada sobre el piano, en un ambiente oscuro. Las teclas blancas iluminadas sugieren sensualidad y tensión. Oliverio compara su belleza con las estatuas del jardín, estableciendo un símil entre Alejandra y las figuras femeninas idealizadas que admira. Incluso se observa una personificación al decir que era “tan buena como esas mujeres de pórfido que acariciaban el jardín”, otorgando voluntad y ternura a las estatuas y, por asociación, a Alejandra.

Conclusión del Fragmento 4

En este fragmento, el llanto de Oliverio funciona como un síntoma de su conflicto interno frente a un entorno familiar disfuncional, donde figuras como Alejandra le provocan tanto fascinación como incomodidad. El texto refleja un momento clave de despertar sexual y emocional en el protagonista.

Fragmento 5: Rebelión Femenina y Crítica Patriarcal

Este capítulo presenta una escena cargada de ironía, crítica social y simbolismo. El narrador es Oliverio, y el título ya anticipa el contenido con un tono absurdo y grotesco: se habla de “domesticar mujeres” (como si fueran animales), pero ellas “le comen una mano” al tío Andrés, lo que sugiere una rebelión femenina contra el dominio patriarcal. El gato que maúlla toda la noche exagera el evento, funcionando como una hipérbole que resalta el caos generado.

La Animalización de la Mujer y la Resistencia Silenciosa

Desde el inicio, las mujeres son descritas en términos animalísticos: “cacarean por la casa”, emitiendo sonidos como gallinas (“cuoc, cuac…”), lo que implica ridiculización y deshumanización. Se las muestra como un grupo homogéneo y anónimo, definido solo por su género. El hecho de que vayan “una detrás de otra” refuerza esta visión colectiva sin individualidad.

El tío Andrés las persigue por la casa, tratando de imponer orden y control, lo que refleja su posición dominante dentro del modelo patriarcal tradicional. Las mujeres, por su parte, se mueven entre espacios domésticos de descanso (sillones, camas), y cada vez que son desplazadas, ya están en otro lugar, lo que sugiere una resistencia persistente y silenciosa. Al hablar de que “invadieron la despensa”, se refuerza la idea de que la casa pertenece al hombre y que ellas están “de paso” o “tomando algo que no les corresponde”, a pesar de que en realidad habitan ese espacio.

El Reloj Roto: Símbolo de la Fragilidad Patriarcal

En un momento, una mujer derrama un líquido desde la cola, lo que puede interpretarse como una reacción física o simbólica de tensión o liberación. Luego, al chocar con un reloj, se desencadena un caos simbólico: el reloj (objeto de orden y tiempo) se destruye, y todas sus partes se esparcen. Las mujeres entonces “picotean todo el día”, como gallinas limpiando, lo que refuerza su rol tradicional de amas de casa. Aparecen metáforas como “comida” y “víctima”, que vinculan limpieza con violencia y con su papel subordinado en el hogar.

El reloj roto, con flores rojas y azules (símbolos de feminidad, pasión y calma) y hecho de porcelana, un material frágil, puede leerse como la fragilidad del modelo familiar tradicional, que se rompe ante cualquier conflicto.

La Destrucción Simbólica del Orden Patriarcal

Finalmente, las mujeres “se comen las piezas del reloj”, una metáfora fuerte que combina animalización, limpieza y destrucción. Esta acción rompe simbólicamente con el orden patriarcal, siguiendo el lema de destrucción que, según Claudia Panisello, atraviesa toda la obra: demoler lo tradicional para construir una nueva identidad familiar.

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