Temas Característicos de Ernesto Sábato
Ernesto Sábato es un escritor marcado por un curioso binomio: su formación científica y su experiencia con el surrealismo. La razón y la lógica se contraponen al sueño, el instinto o la subversión. Para Sábato, el artista es un ser disconforme y antagónico a la realidad. Escribir novelas es, para él, un acto de rebelión contra lo establecido. Enarbola en sus obras el inconformismo como divisa. Su mundo está rodeado de «fantasmas», a los que intenta exorcizar con la escritura (así lo aclara en su ensayo El escritor y sus fantasmas). La literatura, en su opinión, sirve para sacudir y despertar conciencias.
Sus novelas y ensayos buscan ser una metáfora sobre la condición humana.
Su narrativa se mueve en un plano metafísico que apunta a los dolorosos dilemas de la existencia: soledad, muerte, mal, esperanza, ansia de poder, búsqueda de absoluto, sentido o sinsentido de la vida, presencia o ausencia de Dios. La ceguera es un tema reiterativo en su obra, simbolizando las fuerzas del mal.
Pese a reconocer que la esperanza es un sentimiento descabellado —el mundo es trágico—, Sábato es pesimista pero no escéptico, entendiendo el pesimismo en el sentido nietzscheano de «idealista resentido».
Obra Literaria de Ernesto Sábato
El túnel
La primera novela de Sábato narra la desventurada historia de amor de un pintor, Juan Pablo Castel, por María Iribarne, contada por él mismo. Ya desde el comienzo, el protagonista narrador confiesa haber matado a su amante y afirma que va a revelarnos las circunstancias de su crimen. Castel conoció a su amada en una exposición de su pintura. Molesto porque nadie parecía observar con verdadera lucidez un cuadro suyo, observó que, de repente, una mujer joven se quedaba mirándolo. El cuadro representaba una playa solitaria y una mujer observando desde una ventana. Aunque no cruzan palabra, durante meses Castel piensa en la muchacha, hasta que la encuentra por la calle. A partir de entonces, la perseguirá hasta conseguir que sea su amante.
En realidad, María está casada con un ciego, Allende, y, además, tiene muy buena relación con un primo suyo, Hunter. En muchas ocasiones no acude a las citas con Castel y se va a la estancia que su familia tiene en el campo. Castel se atormenta por culpa de los celos y la somete a frecuentes interrogatorios. Su relación con ella varía «entre el amor más puro y el odio más desenfrenado, ante las contradicciones y las inexplicables actitudes de María; de pronto me acometía la duda de que todo era fingido». Angustiado por las dudas sobre la fidelidad de su amante, la mata y después confiesa su crimen ante su marido ciego, en una de las mejores escenas de la novela. Es detenido y desde la cárcel redacta su historia.
Es fácil ver en El túnel una indagación sobre la locura y la violencia en el hombre. La novela posee un fuerte sustrato existencialista, pues se trata de una parábola pesimista sobre la soledad y la radical incomunicación humana.
Sobre héroes y tumbas
Conocemos a un muchacho de clase media, Martín del Castillo, huérfano, indolente, con ciertas pretensiones intelectuales, quien conoce en el parque Lezama de Buenos Aires a Alejandra Vidal, perteneciente a una familia aristocrática en decadencia. Las relaciones entre ambos enseguida se tornan tormentosas. Martín es un hombre inseguro, atormentado por el conocimiento de que su madre intentó que él no naciera, por lo que en su interior la llama «madre-cloaca». Alejandra, tras dos encuentros fugaces, accede a llevarlo hasta su casa, una vieja mansión semiabandonada en el sur de la ciudad, donde viven algunos familiares suyos en un estado de locura que, a ratos, también parece sufrir la muchacha. La primera parte concluye con la unión sexual de los amantes.
En la segunda parte, «Los rostros invisibles», Martín se da cuenta de que busca refugio sentimental en Alejandra, pero ella parece encubrir una existencia secreta que, al mismo tiempo, lo fascina y le repele. La propia muchacha escapa de él y no acude a verlo. Sus relaciones se van deteriorando poco a poco, hasta que Martín descubre el secreto de Alejandra. Tiene un amante, un tal Fernando, y, como ella misma le confiesa a gritos en la calle, ese hombre es su propio padre. El incesto de su amada deja desesperado a Martín, quien vaga por la ciudad en medio del bombardeo de la plaza de Mayo (los hechos coinciden con el golpe de Estado que derroca a Perón).
El amor por Alejandra, hilo principal de la novela, deriva en la sensibilidad de Martín hacia otras preocupaciones de carácter social y político, que son las del mismo Sábato. Martín es el hombre en busca de un orden perdido que tanto se identifica con la familia (madre), el amor (Alejandra) o la sociedad (patria). Es el héroe de Sábato persiguiendo «un original perdido» en medio de un mundo caótico y disgregado.
La última parte, «Un Dios desconocido», narra cómo se ha producido un incendio en la casa de los Vidal que ha provocado la muerte de Alejandra y de su padre y amante, Fernando. Martín enloquece de dolor y piensa suicidarse, pero al final, gracias al afecto de algunos amigos, se sobrepone e inicia un viaje, liberador en cierto modo, hacia la Patagonia.
Se trata de la oposición entre el bien y el mal: luz y tinieblas. Los ciegos parecen retener un conocimiento siniestro y transgresor que, además, les está vedado a los videntes. La historia de amor fracasa. Los anhelos de pureza de Martín se estrellan con la revelación del incesto. La vida de Fernando es el reverso siniestro del amor ideal. Sin embargo, Sábato quiere dejar una puerta abierta y propone una solución vitalista contra toda solución aparente. Es lo que él mismo ha llamado en varias ocasiones la «metafísica de la esperanza». El incendio de la casa de los Vidal significa la destrucción de Alejandra, pero también la resurrección, como el ave Fénix, de Martín. Tras la destrucción, viene la restauración del orden. Ese fuego también es el del odio, cuando los peronistas queman las iglesias de Buenos Aires.
El Informe sobre ciegos
Concebido como una novela dentro de la novela, «El Informe sobre ciegos» es un relato narrado por un personaje, Fernando Vidal Olmos, quien realiza una confesión neurótica sobre su propia vida. Mediante su aventura imaginaria, da rienda suelta a sus obsesiones: el mal, la ceguera, el complejo de Edipo.
Fernando Vidal relata la investigación sistemática de una increíble conjura de los ciegos, convertidos en una secta siniestra dispuesta a hacerse con el control del mundo. Para el narrador, no es Dios sino el demonio quien gobierna el universo, y los ciegos sirven a su amo. Todo comienza cuando, en cierta ocasión, Fernando conoce a un tal Celestino Iglesias, un anarquista que queda ciego por accidente. Y aprovecha la ocasión para vigilarlo, porque está convencido de que todos los ciegos ocultan algo. Siguiendo a Iglesias, se entera de que una organización de asistencia a los ciegos se ha interesado por él. Cierto día, un hombre viene a buscar a Celestino Iglesias y se lo lleva hasta una casa. Fernando espera fuera y, cuando salen los dos hombres, entra en la casa con la idea de registrarla. Descubre una trampilla y unas escaleras. Al final del descenso, encuentra una puerta, la abre y se encuentra con una ciega. Cae semidesmayado y, poco después, se despierta en medio de una barca en un lago oscuro, rodeado de pájaros gigantescos y seres monstruosos. Un pájaro le arranca entonces los ojos. Vuelve a despertar en la habitación de la ciega y trata de escapar. Entonces encuentra un pasadizo que lo lleva a las cloacas de Buenos Aires. A través de un viaje espectral, en medio de la oscuridad más absoluta, siente que está emprendiendo un camino hacia la revelación final de la verdad del mundo, a saber, que va a llegar a la guarida de los ciegos, como así sucede. Cuando vuelve a despertar, se encuentra de nuevo en la habitación de la ciega. Entonces tiene con ella un coito monstruoso que se transforma alucinantemente en un delirio en el que él se siente devorado por la mujer. Por fin, el texto concluye con Fernando despertando en su casa y dispuesto a dirigirse a donde está «Ella», sabiendo que la ciega pretende matarlo, es decir, infligirle el castigo de la secta por intentar descubrirlos.
Abaddón el exterminador
Este texto es una gigantesca metáfora del mundo, planteada caleidoscópicamente a través del autor-personaje Sábato y su doble Bruno.
Predomina la lucha entre el bien y el mal, que tiene como intermediario a los videntes; sin embargo, la caída es inexorable, como manifiesta ese descenso a las cloacas, un infierno dantesco que nos devuelve un ser monstruoso y ciego. La prevalencia del mal parece casi absoluta, pero, al final, como en Sobre héroes y tumbas, Sábato parece querer dejar un lugar a la esperanza.