Evolución temática y estilística en la poesía de Miguel Hernández

TERCERA ETAPA (1936-1939)

Compromiso social y evolución estética

Esta etapa, marcada por la Guerra Civil española, evidencia un cambio radical en la poesía de Miguel Hernández. Abandona sus posturas clasistas y conservadoras, relacionadas con el catolicismo y la influencia de Ramón Sijé, para abrazar la causa republicana. Su obra se impregna de un profundo compromiso social y político.

En «Vientos del Pueblo«, la naturaleza, simbolizada por el viento, se convierte en la voz del pueblo. Se produce una transición de la poesía pura, influenciada por las vanguardias, a la poesía impura, donde el lenguaje se simplifica para que el mensaje llegue al pueblo. Poemas como «El niño yuntero» o «Los aceituneros» son un llamado a la lucha, ejemplos de la poesía de urgencia propia de la guerra.

Sin embargo, en «El hombre acecha«, escrito al final de la guerra, el tono cambia drásticamente. El optimismo y la motivación dan paso al pesimismo y la desolación. El ser humano se animaliza, representado por símbolos como dentelladas y garras. La crudeza de la guerra se refleja en imágenes de huesos y sangre.

Naturaleza, vida y muerte

A pesar del dolor, Miguel Hernández no sucumbe al rencor ni al odio. La naturaleza vuelve a aparecer como símbolo de esperanza, como en la «Elegía primera» dedicada a Federico García Lorca, donde los huesos del poeta darán vida a nuevos manzanos. La temática de la vida y la muerte se entrelaza con un sentido existencialista, que reconoce la muerte como parte inherente de la vida, y un sentido solidario, donde la muerte de uno da paso a la vida de otros.

CUARTA ETAPA: Etapa carcelaria

El amor como redención

Tras la guerra, Miguel Hernández es condenado a 30 años de prisión. En la cárcel, escribe «Cancionero y romancero de ausencias«, una obra de tono personal con una profunda carga simbólica. El amor se convierte en el eje central, un espacio de redención y consuelo en medio del sufrimiento.

El poeta se rehumaniza, explorando su mundo interior y sus vivencias personales. La muerte se presenta como un destino inevitable, resonando las ideas de Manrique sobre la vida como camino hacia la muerte. El vientre materno surge como símbolo del resurgimiento de la vida.

El amor ya no es carnal, como en la segunda etapa, sino un refugio ante la adversidad. La tristeza por la separación de su familia se refleja en «Nanas de la cebolla». El futuro y la esperanza se encarnan en su hijo y en el vientre de su mujer.

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