La Vida de Paco: Un Relato de Inocencia, Conflicto y Tragedia Rural

El Bautizo

La mañana del bautizo fue fría. La ceremonia, aunque con mucha gente enlutada, estuvo bien. Después fueron los invitados al banquete, donde antes de la comida hubo bromas, siempre en torno al niño y su familia. La Jerónima, que era partera y saludadora, le cambiaba afanosa el vendaje del ombligo al niño, y también hacía halagos a los atributos masculinos del crío. Al oler la comida, el cura se acercó a la cuna del niño y le colocó un pequeño escapulario debajo de la almohada. Al empezar la comida, la abuela del chico le atribuyó el nombre de segundo padre a Mosén Millán, pues era su padre desde el nacimiento en la casa de Dios. Vino el médico a ver a Paquito y aprovechó para decirle a la Jerónima que no volviera a tocar el ombligo del chico. A esta no le sentó bien. El cura se acercó, le dio la bendición al niño y miró debajo de la almohada, y allí había un clavo y una pequeña llave formando cruz, obra de la Jerónima. El cura se lo entregó al padre de Paco y Mosén Millán rezó una oración.

Paco, Monaguillo

Paco iba al colegio desde los seis años. Cayó en la cuenta de las maldades de la vida tratando de convencer al perro de casa de que no atacara al gato, cuando, tras no conseguirlo, este huyó al monte y pereció víctima de los búhos. Jugaba con los niños y ayudaba en la misa a Mosén Millán en algunas ocasiones. Una vez los niños consiguieron un revólver viejo, que Paco procuraba guardar, porque decía que así evitaba que lo usaran otros chicos peores que él. A los siete años, el obispo de la diócesis confirmó a los chicos, y a continuación les hizo unas preguntas; Paco le confesó que deseaba ser labrador como su padre. Luego Mosén Millán empezó a preparar a los muchachos para la primera comunión. Paco ayudaba en la misa cuando hacían falta dos monaguillos, y se asustaba de las imágenes, los nombres usados y los ritos de la Semana Santa. Un día tuvo que acompañar al cura a dar la extremaunción a un enfermo que vivía en las cuevas, el sitio más pobre de la aldea. Lo que allí vio le impactó, porque en la cueva no había ni luz ni agua, por el silencio con que lo recibió la mujer que estaba a cargo del enfermo, por la miseria que se respiraba en la habitación y por la prisa que tenía el Mosén por salir de la situación. En el camino, y en su casa, el chico no paraba de preguntar que por qué no ayudaba nadie a la familia del enfermo. El cura le explicó que tenían un hijo en la cárcel, pero Paco no dejó de hablar del episodio durante mucho tiempo, de forma que su padre le prohibió ir más veces a dar la extremaunción con el cura. En el carasol, donde se reunía la gente de la aldea en todo tiempo, la Jerónima contó su versión de los hechos, criticando la falta de piedad de Mosén por la familia del moribundo. A medida que crecía el niño, se fue alejando del cura, adoptando, poco a poco, las formas de hacer y vivir de los mayores, lo que suponía tener las relaciones justas con la Iglesia.

El Matrimonio

Paco había tenido su iniciación en la madurez un día que, como los otros chicos, se había bañado desnudo delante de las mujeres del lavadero. Hablaba con su padre de la hacienda, y se enteró de que los pastos del pueblo pertenecían a un Duque que no vivía allí, que desde tiempos inmemoriales cobraba por ellos, siendo el administrador don Valeriano, uno de los ricos del pueblo. Tras conseguir librarse de ir al servicio militar, porque sacó uno de los números más altos en el sorteo, Paco cortejó a una muchacha durante un par de años, acercándose a ella poco a poco, primero con saludos y luego con algunas frases corteses. Luego procedió como era costumbre, bailando con la moza y haciendo las rondas de rigor entre los jóvenes enamorados. El chico era atrevido, porque en una ocasión, cuando la Guardia Civil lo llevaba detenido para evitar peleas entre rondadores, engañó a los agentes y les quitó los fusiles, y no lograron recuperarlos hasta que Mosén Millán le pidió que se los devolviese. Paco discutió con el cura, en aquella ocasión, sobre la utilidad de la Guardia Civil en el pueblo. Tras la pedida, Mosén Millán casó a los novios, Paco y Águeda, recordando que había sido él quien bautizó al mozo y le dio la primera comunión y quien les daría la extremaunción. Ese mismo día, al caminar hacia el banquete, tuvo una conversación con el zapatero del pueblo, donde salió a relucir la inestabilidad del Gobierno de Madrid y la posibilidad de un cambio de régimen que hiciera peligrar al Rey, cambiando Monarquía por República. Los mismos hechos le comentó el señor Cástulo, otro de los pudientes del pueblo, quien prestó a los novios el coche para ir a la estación, tras la boda, e incluso lo condujo personalmente.

Paco se Involucra en Política

Tras volver del viaje de novios, se celebraron las elecciones, con victoria de los republicanos, contrarios al Rey y al arrendamiento de los pastos por el Duque. En conversación con Mosén Millán, Paco le recordó la visita a las cuevas y sus planes, desde entonces, de tratar de remediar la miseria que había en la aldea, echando mano del dinero de los pastos del pueblo, procedentes de un derecho de señorío que por entonces se había abolido en Madrid con el nuevo régimen. Como se debieron repetir las elecciones, se presentó Paco a las nuevas elecciones y fue elegido concejal. Fue a comunicar a don Valeriano que el pueblo no pagaría los pastos, pero este no se dio por enterado, pidiendo que comunicaran por escrito el acuerdo del municipio.

El Duque puso guardas armados de su confianza para que vigilasen sus montes. Paco propuso contratarlos, con mejor paga, en el sindicato de riegos, lo que aceptaron al instante, depositando sus carabinas en el Ayuntamiento. Don Valeriano intentó de nuevo hablar con Paco y le invitó a merendar. Paco no dio su brazo a torcer, seguía resuelto a que el Duque no tuviera su pago. Don Valeriano decidió abandonar el pueblo, no sin antes hablar con Mosén Millán del comportamiento de Paco. También lo abandonó don Gumersindo, otro de los ricos, que se marchó a la capital de la provincia.

Los Señoritos Violentos y la Huida

Un día, la Guardia Civil se marchó de la aldea, para concentrarse en un lugar de los alrededores donde acudirían las fuerzas de todo el distrito. Esta marcha dio paso a que la aldea fuera invadida por pijaitos de la ciudad, jóvenes de buena pinta y malas obras, que golpearon a algunos y mataron a seis campesinos, algunos de las cuevas, sin que nadie preguntara ni comprendiese nada, de lo asustados que estaban. Paco se escapó de la aldea, y mataron al zapatero a pesar de su neutralidad. Prosiguieron los asesinatos, entre otros de concejales. Nadie sabía dónde estaba Paco el del Molino, pero Mosén Millán, hablando con el padre de Paco, le sonsacó que se había escondido en las Pardinas. Luego los señoritos se lo sonsacaron al cura, quien les hizo prometer que tendría un juicio. Los señoritos, por esos días, habían ametrallado a las mujeres del carasol.

La Extremaunción

Los señoritos fueron a las Pardinas, pero Paco los recibió con los tiros de su carabina. Unos días después volvieron, pero iba con ellos Mosén Millán, que convenció a Paco para que se entregara. Lo encerraron en la cárcel del municipio. Aquella tarde los señoritos reunieron a la gente del pueblo y le hablaron del imperio, del destino inmortal y de la santa fe, aunque nadie les entendió.

Era casi de noche cuando los señoritos sacaron a Paco y a otros dos más de la cárcel y los llevaron a las tapias del cementerio. Como el centurión recordó que no se habían confesado, mandó llamar al cura, quien utilizó como confesionario el coche en el que lo llevaron. Paco pidió clemencia para los dos que iban a matar a la vez que a él, porque no habían hecho nada. Mosén Millán dijo que le habían engañado también a él cuando habían prometido que tendría un juicio y no lo matarían. Tras el tiroteo, Paco seguía vivo y lo remataron. Mosén Millán bajó del coche para dar la extremaunción a los fusilados; el último fue Paco el del Molino.

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