Miguel Hernández selectividad resumen


1. VIDA, AMOR  Y MUERTE EN LA POESÍA DE Miguel HERNÁNDEZ:


La poesía de Miguel Hernández gira en torno a tres grandes temas que él mismo señalara: vida, amor y muerte (“Llegó con tres heridas:/ la del amor,/ la de la muerte,/ la de la vida”). Se trata de temas indisolublemente unidos en la concepción que  él tiene de la poesía, ya la vida es la materia principal con la que compone su arte, como veremos, y ésta está compuesta inevitablemente por dos elementos que son la cara de la misma moneda: el amor y la muerte. /Tras algunos poemas juveniles y un ejercicio de estilo como fue Perito en lunas, El rayo que no cesa representa el descubrimiento del amor.  Es innegable la estrecha relación de este libro con el momento vital del Miguel Hernández, sobe todo si aceptamos la interpretación habitual de que en este poemario es posible distinguir tres tipos de mujer, que se corresponderían con las tres amadas del poeta en ese momento: la amada sencilla y casta, que refrena cualquier instinto carnal del hombre, Josefina Manresa,”;  la mujer desinhibida y alocada, que sí satisface el deseo del hombre, que se correspondería con la pintora Maruja Mallo; y la mujer amada de forma ideal y platónica, identificada con María Cegarra. La visión del amor en El rayo que no cesa tiene su lado positivo y grato, pero también doloroso y destructor (no ha de extrañarnos la fascinación que en ese momento ejercíó sobre Miguel el libro La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre). El libro se inicia con la imagen de un cuchillo “de ala dulce y homicida” que representa las dos caras del amor, la amable y la trágica.  Esta parte trágica se identifica con el  concepto de pena hernandiana, que surge por la no realización del amor, por la contención del deseo erótico, y que sólo remitirá cuando el amado pueda unirse con la amada.  Así, en el soneto “Me tiraste un limón y tan amargo” el poeta experimenta la atracción sexual al contemplar a la amada, pero, al comprender que esa atracción no será satisfecha, tan sólo le queda la dolorosa pena.  Y esta pena puede acabar llevándole a la muerte, como se aprecia en el soneto “como el toro he nacido para el luto”, donde el poeta se identifica con el toro por ser un animal condenado a la muerte precisamente por su fuerza y su bravura. De esta forma llegamos al otro tema central de El rayo que no cesa: la muerte.  El libro se cierra en efecto con la famosa “Elegía” a Ramón Sijé, en la que el poeta parece perder por momentos su racionalidad y rebelarse contra la muerte con todo lo que tiene a su alcance: “En mis manos levanto una tormenta/ de piedras, rayos y hachas estridentes.”/


Con la llegada de la Guerra Civil, Miguel Hernández abre una etapa en su poesía, marcada por el compromiso personal con el pueblo y la república. Se enrola en el ejército republicando y no duda en poner a su poesía al servicio de la misma causa. En Viento del pueblo, libro de poesía manifiestamente social y política, también encontramos los temas de amor y muerte unidos.  La muerte va devastando poco a poco el paisaje y llevándose a seres queridos, como sucede en “Elegía primera” dedicada a Ferderico García Lorca, donde se nos presenta atravesando el campo “con herrumbosas lanzas, y en traje de cañón”.   El amor viene representado, por un lado, por el amor a la tierra, a los pueblos de España que el poeta arenga para que se levanten y luchen, y, por otro lado, por el vientre de la amada que en el poema “Canción del esposo soldado” viene a simbolizar el futuro, la esperanza de un mundo mejor y el motivo para seguir luchando: “para el hijo será la paz que estoy forjando.”  En su siguiente libro, El hombre acecha, sin embargo, el gran tema es la muerte: el poeta está cansado tras tres años de guerra donde sólo ha visto destrucción, hambre y muerte.  Por eso el libro se abre con la devastadora afirmación: “Hoy el amor es muerte, / y el hombre acecha al hombre”. Hay lugar, sin embargo, para el amor fraterno, como puede verse en el poema “Rusia”, donde Miguel afirma que Rusia y España se unirán como fuerzas hermanas para poner fin a la guerra, y para la esperanza, materializada en la imagen de una casa no destruida, solamente pintada en “Canción final.”/Ya en la cárcel Miguel escribe Cancionero y romancero de ausencias, especie de diario de un alma sumida en la soledad, el dolor y el sufrimiento.  De ahí que la mayoría de los poemas se caractericen por la brevedad y la desnudez formal.  Uno de los grandes temas de este libro es el hijo. Primero su hijo muerto, que le inspira poemas como “A mi hijo”, donde el padre establece un conmovedor soliloquio ante el cadáver del hijo, después su segundo hijo, que vive en la más absoluta pobreza, y a quien dedica las estremecedoras “Nanas de la cebolla” (“En la cuna del hambre/ mi niño estaba/ con sangre de cebolla/ se amamantaba”).  También la figura de la esposa vuelve a surgir, de nuevo bajo la forma del vientre prometedor que sirve como asidero en un mundo que se derrumba (“Menos tu vientre”).

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