Neopopularismo Miguel Hernández

5.

Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández


La vida de Miguel Hernández estuvo marcada por un fuerte contraste entre lo tradicional y lo moderno que se reflejó en su obra poética y la condiciónó.
Miguel Hernández tras tener que abandonar los estudios; su formación y lecturas estaban siendo algo desordenadas y de escasa calidad. Al conocer a Carlos Fenoll, Miguel comienza a asistir a tertulias, donde conoce a Ramón Sijé. Fue un gran orientador para Miguel, a quién propónía lecturas fundamentales en su conocimiento literario, hasta el punto de ejercer sobre él una importante influencia, sobre todo en su primera etapa. Entre sus lecturas cabe destacar: Góngora, Lorca, Gabriel Miró y otros como Rubén Darío, Unamuno, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez; de este último adopta sobre todo la poesía pura observaba en sus primeros poemas.
Como sabemos, durante su infancia, Miguel Hernández acudíó a las escuelas del Ave María, en su ciudad natal, Orihuela, lo cual, unido a los trabajos de pastor que desempeñaba la mayor parte del tiempo, lo dotó de un marcado bagaje cultural tradicional. La vida pastoril de su infancia y la educación religiosa que recibíó fueron el tema central de sus primeras obras que incluyen algunos poemas sueltos de sus comienzos, el libro Perito en lunas y la primera parte de El silbo vulnerado. Es sobre todo en Perito en lunas donde se nota el peso de su formación religiosa, que dota a su poesía de una rica imaginería.
En 1933 se publica la obra Perito en lunas, en la cual aparece la influencia de Miguel a la poesía purista de los años veinte. Además en esta obra se observa la influencia del neogongorismo, a través de la tendencia a un léxico cultista, el esquema de la octava, el uso de fórmulas sintácticas e imágenes de gran complejidad, etc.En este libro, además, se pone de manifiesto la influencia que
ejerce sobre Miguel Hernández la generación del 27 (se sabe que el poeta mantuvo relaciones y correspondencia con Federico García Lorca y antes de sus viajes a Madrid Miguel Hernández había escrito décimas en las que Jorge Guillén tubo una marcada influencia) con el neogongorismo.

La relación entre Miguel Hernández y Ramón Sijé se va deteriorando poco a poco hasta la muerte de éste último. La ideología que Sijé inculcaba a su amigo de un neocatolicismo de carácter profético que transforma la poesía en un vehículo ideológico destinado a desempeñar una función moral se va diluyendo por los sucesos que le rodean, como el régimen republicano; Miguel abandona la lírica religiosa y profética por una poesía centrada en el compromiso político. El hecho definitivo de dicho cambio le vino del contacto con la llamada Escuela de Vallecas en Madrid además de la aparición de José María de Cossío y el conocimiento que adopta del mundo del toro al trabajar como colaborador en la enciclopedia Los toros.



Nos hallamos aquí en un período muy interesante y definitorio de la trayectoria de Hernández. Su poética supone un punto de inflexión entre su fase de aprendizaje y la crisis que le ha de conducir hacia una etapa en la que, a pesar de que la poesía pura todavía ejerce sobre él una poderosa influencia, va vislumbrándose un acercamiento a la llamada poesía impura.
Miguel Hernández comienza a cultivar el soneto y el tema amoroso comienza a adquirir un claro protagonismo en su obra. En esta epata final Miguel Hernández ha roto ya todo vínculo con su poesía pura y de carácter religioso inicial y comienza a cultivar la poesía impura. Neruda también influye en Miguel, pues la versificación desbordada del poeta chileno le sirve a Miguel para desbloquearse de ese purismo y gongorismo que venía arrastrando desde sus primeros versos.
En pleno cambio vital y estético, conoce a Vicente Aleixandre, y Miguel Hernández pasa del amor divino al amor humano, ya que queda liberado de la temática religiosa y adopta una temática plenamente amorosa; es aquí donde aparece la figura de Josefina Manresa. Esta nueva temática amorosa que ha asimilado de Quevedo y Garcilaso (también de Aleixandre y Neruda) se refleja en su obra El rayo que no cesa, una obra de transición entre los esquemas métricos tradicionales y una poética progresivamente más vanguardista, en el cual el poeta se ha librado definitivamente del lastre religioso y tradicional, y que está caracterizado por el tema amoroso y las connotaciones eróticas en su poesía. Antes de este libro, su lenguaje se había alimentado de diversos movimientos como el ultraísmo, el creacionismo, el neogongorismo, el neopopularismo y el neocatolicismo, pero ahora, ante el tema del amor, basa su estilo y su lenguaje en Quevedo, fray Luis de León, Pablo Neruda y, sobre todo, de Vicente Aleixandre. El soneto, apoyado más en el modelo quevedesco o ROMántico que en el renacentista o imperial, será el poema principal de este libro. No obstante, la influencia de Neruda y Aleixandre se adivina de tres poemas que no comparten la estructura poética del soneto, pues el poeta está muy próximo al versolibrismo de la poesía de Neruda y Aleixandre, son Un carnívoro cuchillo, Me llamo barro y Elegía a Ramón Sijé, los cuales presentan una estructura de verso libre.
A partir de ahora, la exaltación innovadora de Miguel Hernández se modera, acercándose más a composiciones de índole tradicional, al menos en lo que a estructura métrica se refiere: sus libros siguientes, Viento del pueblo, El hombre acecha y el Cancionero y romancero de ausencias están basados en una poesía más directa que recrea su carácter oral, de ahí el empleo del romance, el octosílabo y el metro corto, que hunde sus raíces en la canción y la lírica tradicional.
Sus dos obras siguientes Viento del pueblo y El hombre acecha quedan influenciadas por el compromiso político y social que Miguel adquiere durante la Guerra Civil española. En el primero aparece la pasión desbordada, la esperanza y el optimismo; los poemas son de carácter oral, de ahí el empleo abundante del romance y del verso octosílabo, como métrica más popular e
inmediata.
La segunda obra, al contrario, queda marcada por una visión desalentadora, triste y trágica, debido a las graves consecuencias de la guerra. Sin embargo, con ambas obras pretende influenciar y animar a los combatientes republicanos que están en el frente.
En su última etapa, dada su intensa experiencia en el amor, la guerra y la muerte; Miguel Hernández se aproxima al aire popular de la canción, del romancillo leve y profundo.
El cancionero y romancero de ausencias es su última obra y se identifica con un tiempo de desgracias para la vida del poeta: una Guerra Civil con un final desalentador, la muerte de su hijo, su condena inicial a la pena de muerte dada su ideología, las cárceles, su enfermedad y sobre todo, la ausencia de los suyos. Todo ello influirá en el poeta, llevándolo a un proceso de intimidación, de reclusión gradual en un yo lírico privado de casi todo.

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