Que es la novela contemporanea

En la década de los 60, la poesía deja de considerarse un modo de comunicación para hablarse de ella como experiencia o conocimiento; lo que explica la presencia de lo íntimo en los poemas, el gusto por el recuerdo y la preocupación por la situación española. Destacaremos a Ángel González como claro ejemplo de la transición hacia el nuevo estilo poético, cuya producción se caracteriza por la tendencia a la sencillez y un cierto matiz irónico, apreciable en obras como Áspero mundo o Sin Esperanza. Otro de los autores destacados de la década de los 60 es Jaime Gil de Biedma quien realiza una crítica del mundo y de la realidad a través de una actitud sarcástica. La sencillez de su escritura se aprecia en obras como Compañeros de viaje o Moralidades. Conviene nombrar asimismo, autores como José Ángel Valente, principal defensor de la poesía como conocimiento (A modo de esperanza) o Antonio Gamoneda, Premio Cervantes (Sublevación inmóvil). 

Posteriormente, en los años 70 surge un grupo poético conocido como Promoción del sesenta y ocho o novísimos, cuyos creadores admiran la poesía anglosajona y vanguardista, entre otras. Tiene lugar, así, un alejamiento del realismo de la literatura precedente considerándose el poema como algo en sí mismo, sin ninguna finalidad exterior a él, lo que da lugar a una cierta actitud de frialdad en la producción poética. Se hace referencia además a elementos culturales y a mitos populares creados por los medios de comunicación y en ocasiones se trata la poesía misma como tema del texto (metapoesía). Como rasgos formales característicos de esta poesía destacaremos la riqueza léxica, con imágenes irracionales y las enumeraciones caóticas.  

A mediados de esta década se retornan los sentimientos y la experiencia del yo poético destacando a autores como Manuel Vázquez Montalbán (Una educación sentimental). 

Desde 1975 hasta principios de la década de los 80 prevalece la estética de la promoción de los 70 o del 68. Al mismo tiempo, continúan su labor los poetas de la promoción de los 60, que viven una etapa de plenitud artística, en la que publican libros fundamentales citados anteriormente. Progresivamente se van desarrollando distintas tendencias entre las que destaca la poesía de carácter realista. En los años 80 se recobra la importancia del yo poético y del compromiso, aparecen el humor, los asuntos intranscendentes de la vida cotidiana, las realidades contemporáneas y urbanas. De todas las tendencias de la poesía de los 80 hay dos que parecen imponerse en la década de los 90: la poesía del silencio, una poesía minimalista que reivindica las vanguardias; y la poesía de la experiencia, la cual habla de la vida y de la cotidianidad mediante un lenguaje coloquial. Conviene hacer alusión a autores como Blanca Andreu, Matilde Camus o Jesús Ferrero. 

Por último, en la década de los 90, se aprecia la influencia de distintas tradiciones literarias (tanto españolas como extranjeras), una disminución de la presencia del yo poético, la búsqueda de la transcendencia, la presencia de signos de nuestro tiempo, extraídos del cine, la publicidad y el deporte. Una tendencia poética crítica que denuncia las injusticias y un regreso a la importancia del lenguaje poético. Destacamos a Vicente Gallego (El sueño verdadero), Jorge Riechmann (Desandar lo andado) y Luisa Castro (señales con una sola bandera), entre otros. 


A comienzos de la década de los sesenta se hace evidente el agotamiento del realismo social, lo que da lugar a que muchos autores busquen nuevas formas narrativas. Será, así, la novela
 Tiempo de Silencio de Martín Santos la que inaugure una etapa de renovación de la narrativa española; una novela dispuesta y atenta a la imaginación además de a la renovación del lenguaje y de las técnicas narrativas. El clima cultural de la época fue propicio a esta renovación: autores de la posguerra como Delibes, Cela o Torrente Ballester se incorporan a los experimentos narrativos, el boom de la novela hispanoamericana llega a España y tiene lugar el conocimiento tardío de la gran novela norteamericana y europea del siglo XX. 

Se cultivará una novela minoritaria y culturalista, hermética y experimental, cuya preocupación fundamental es el lenguaje en la cual, por lo tanto, lo importante no es contar una historia. Asimismo, el relato no es lineal, sino que se fracciona y se funde en reiterados contrapuntos y los personajes no tienen atributos que los definan o diferencien. Existe un monólogo interior, en el que el autor deja fluir libremente el pensamiento de los personajes, usando además la segunda persona en la narración, prescindiendo de los signos de puntuación y rompiendo el orden cronológico. Hablamos de antinovela y metaliteratura y sus principales representantes serán Juan Goytisolo (Señas de identidad), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario), Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa) y Juan Benet (Volverás a Región), quienes confirmarán el cultivo de la nueva orientación estética que proseguirá en los primeros años de la década de los 70. 

Hacia finales de los setenta decae el experimentalismo y se recupera la importancia de los elementos tradicionales del relato, lo que no implica que no se mantengan las nuevas técnicas, sino que serán integradas con moderación. 

Hablaremos ahora de realismo renovado, considerando como obra representativa de esta nueva perspectiva La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. A partir de este momento se reivindica el placer de narrar, es decir, lo que interesa ahora es contar una historia, en la cual la trama y el argumento serán el eje. Por lo general se vuelve a la concepción clásica, narrando una única acción de forma lineal. Destacan en este período obras como Luna de lobos de Julio Llamazares o La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza. En estas novelas se puede apreciar un cambio significativo hacia las personas tradicionales del relato, la primera y la tercera, poniendo además al descubierto la confusión del hombre moderno obligado a reflexionar sobre la realidad que lo rodea, buscándole sentido porque ha perdido la fe en aquellos valores que explicaban el mundo.  

En la actualidad, se observa una gran libertad y diversidad de tendencias y no debemos olvidar que la novela es objeto de consumo, por lo que podemos distinguir diversas tendencias novelísticas. Por un lado, en la metanovela, el narrador reflexiona sobre los aspectos teóricos de la novela que suele trasladar a la ficción como tema o motivo de relato (Fragmentos de apocalipsis de Torrente Ballester). La novela histórica, por su parte, obliga al novelista a documentarse con precisión (El Capitán Alatriste de Pérez Reverte). En la novela lírica, sin embargo, el valor esencial es la búsqueda de la perfección formal (La lluvia amarilla de Julio Llamazares). Hablaremos además de la novela de Intriga y Policíaca con obras de autores como Carlos Ruiz Zafón (La sombra del viento)
, la novela Neorrealista, Culturalista o de Pensamiento con obras como Historias del Kronen de José Ángel Mañás; La tempestad, de Juan Manuel de Prada y Sefard de Muñoz Molina, respectivamente. 

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