Sociedad ilustrada

Nos situamos a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX (hasta 1936). Dentro del contexto histórico nos encontramos con una crisis política, económica y moral en España, que dará lugar a una gran innovación en la literatura española. Dentro del teatro se observa el condicionamiento social en las obras, ya que el público era principalmente burgués y el espectáculo se adaptaba a lo que ellos pedían. La consecuencia es la pobreza del teatro español (teatro que da la espalda a movimientos renovadores).

El teatro modernista y del 98. Valle-Inclán Un teatro «comercial» triunfa en estas primeras décadas. Se siguen representando con
gran éxito las obras de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, que idealizan la sociedad madrileña y andaluza respectivamente; los protagonistas son tipos y reflejan las virtudes y defectos típicos de ambas regiones. Arniches inicia después un teatro tragicómico (La señorita de Trevélez, 1916; Los caciques, 1920), línea que continúan más tarde Jardiel Poncela o Mihura. Entre los autores de éxito destaca Jacinto Benavente (1866-1954), premio Nobel de Literatura en 1922. Su teatro inicial, El nido ajeno (1894), Señora Ama (1908) o La malquerida (1913), participa de la renovación modernista al romper con la tradición melodramática del Siglo XIX, pero pronto cede al éxito y a la «alta comedia» de carácter burgués, si bien consigue superar el tono declamatorio grandilocuente con su lenguaje culto y elegante. En su obra maestra, Los intereses creados (1907), introduce personajes de la comedia del arte italiana (Colombina, Arlequín, Polichinela)
y muestra una sociedad basada en un juego de intereses a través de sus complementarios protagonistas. Entre los autores modernistas y del 98 renovadores se encuentran: Miguel de Unamuno (1864-1936). Sus dramas, al igual que sus novelas y poemas, tratan de modo simbólico el conflicto existencial y carecen de ornamentación escénica y acotaciones precisas para poder profundizar en la caracterización psicológica de los personajes. 


En su producción destacan: Fedra (1910), El otro (1926) y El hermano Juan o el mundo es teatro (1929). José Martínez Ruiz, «Azorín» (1874-1967), crea algunas piezas teatrales entre 1925 y 1936, por ejemplo, la trilogía Lo invisible (1928) y Angelita (1930), su mejor obra. Jacinto Grau (1877-1958) quiere renovar el teatro de su tiempo,
al que acusa de comercial y falto de originalidad, recurriendo a varios temas, enfoques y técnicas:

El teatro modernista y del 98. Valle-Inclán Un teatro «comercial» triunfa en estas primeras décadas. Se siguen representando con gran éxito las obras de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, que idealizan la sociedad madrileña y andaluza respectivamente; los protagonistas son tipos y reflejan las virtudes y defectos típicos de ambas regiones. Arniches inicia después un teatro tragicómico (La señorita de Trevélez, 1916; Los caciques, 1920), línea que continúan más tarde Jardiel Poncela o Mihura. Entre los autores de éxito destaca Jacinto Benavente (1866-1954), premio Nobel de Literatura en 1922. Su teatro inicial, El nido ajeno (1894), Señora Ama (1908) o La malquerida (1913), participa de la renovación modernista al romper con la tradición melodramática del Siglo XIX, pero pronto cede al éxito y a la «alta comedia» de carácter burgués, si bien consigue superar el tono declamatorio grandilocuente con su lenguaje culto y elegante. 


En su obra maestra, Los intereses creados (1907), introduce personajes de la comedia del arte italiana (Colombina, Arlequín, Polichinela)y muestra una sociedad basada en un juego de intereses a través de sus complementarios protagonistas. Entre los autores modernistas y del 98 renovadores se encuentran:Miguel de Unamuno (1864-1936). Sus dramas, al igual que sus novelas y poemas, tratan de modo simbólico el conflicto existencial y carecen de ornamentación escénica y acotaciones precisas para poder profundizar en la caracterización psicológica de los personajes. En su producción destacan: Fedra (1910), El otro (1926) y El hermano Juan o el mundo es teatro (1929). José Martínez Ruiz, «Azorín» (1874-1967), crea algunas piezas teatrales entre 1925 y 1936, por ejemplo, la trilogía Lo invisible (1928) y Angelita (1930), su mejor obra. Jacinto Grau (1877-1958) quiere renovar el teatro de su tiempo,al que acusa de comercial y falto de originalidad, recurriendo a varios temas, enfoques y técnicas: El señor de Pigmalión (1921). Más tarde sigue técnicas expresionistas y simbólicas en obras como El caballero Varona (1929), La señora guapa (1932) o La casa del diablo (1942). Y por encima de todos, Ramón María del Valle-Inclán (1866- 1936), genial innovador del teatro español . Valle rechaza el Realismo burgués del teatro anterior y propone una total renovación de la escena española en todos sus aspectos, experimentando diversos métodos. El crítico Francisco Ruiz Ramón divide su extensa producción en ciclo mítico, ciclo de la farsa y ciclo del esperpento.

Ciclo mítico

Constituido por Comedias bárbaras, El embrujado y Divinas palabras. Las Comedias bárbaras–Ágüila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922)– se sitúan en una Galicia intemporal, arcaica y supersticiosa, con personajes faltos de moral, sacrílegos y feroces, y un mundo de pasiones donde conviven lo sobrenatural, lo misterioso y la muerte Divinas palabras (1920) es una tragicomedia rural: su protagonista es un enano hidrocéfalo al que muestran sus allegados por ferias y caminos para sacar dinero. De nuevo las pasiones se mezclan en un mundo de miseria y crueldad. Escrita en 1913, El embrujado reproduce el ambiente de las obras anteriores. 


Ciclo de la farsa Constituido por Farsa infantil de la cabeza del dragón (1909), La marquesa Rosalinda (1912), Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa y licencia de la reina castiza(1920). En esta etapa, Valle contrapone lo sentimental y lo grotesco para afrontar de otra manera la realidad y desmitificar la sociedad tradicional con un lenguaje cada vez más esperpéntico.  Ciclo del esperpento. El esperpento nace de una determinada situación histórica y sigue la tradición española representada por Quevedo o Goya; intenta, además, una deformación
sistemática de la realidad para ofrecer su imagen grotesca. El esperpento es una nueva estética, una nueva visión del mundo desde una posición crítica que coincide con un movimiento estético de protesta contra la sociedad burguesa, ya que muestra sus aspectos más corruptos e inauténticos de forma despiadada, al tiempo que comporta una intención renovadora de las formas literarias y del lenguaje. El prodigio permanente del esperpento es la deformación idiomática. Se mezcla la forma discreta, refinada y hasta pedante, con las expresiones más vulgares o la jerga más oscura y castiza, el habla de la taberna, de la delincuencia o del prostíbulo. Asimismo, es magistral el uso de la ironía y el sarcasmo para revelar lo absurdo de una sociedad grotesca que vive de las apariencias y desenmascarar la corrupción en todos los estamentos sociales, en las instituciones oficiales y académicas, y en definitiva, en la forma de vida de un pueblo. El ciclo del esperpento se inicia con Luces de bohemia (1920), en la que teoriza sobre este nuevo género y ataca las formas burguesas imperantes. La acción se sitúa en Madrid, y su protagonista, Max Estrella, junto a don
Latino de Hispalis, recorre las calles de la ciudad, las tabernas, las librerías y los organismos oficiales, hasta morir en el quicio oscuro de su propia casa. A su lado, aparecen gentes a las que la vida ha zarandeado como a muñecos. La obra es una crítica de la situación de España y una denuncia de la falsedad y la hipocresía social. Después escribe Martes de carnaval, que reúne tres esperpentos: 


Los cuernos de don Friolera (1921, que ridiculiza el concepto del honor transmitido por el teatro clásico, Las galas del difunto (1926), parodia el mito de don Juan, y La hija del capitán (1927), última obra del autor, que aborda de forma grotesca la dictadura militar. La obra teatral de Valle-Inclán evoluciona desde el Modernismo al esperpento, donde ofrece una visión grotesca y deformada de la realidad para que el espectador se conciencie de cómo es la sociedad.

El ciclo del esperpento se inicia con Luces de bohemia (1920), en la que teoriza sobre este nuevo género y ataca las formas burguesas imperantes. La acción se sitúa en Madrid, y su protagonista, Max Estrella, junto a don Latino de Hispalis, recorre las calles de la ciudad, las tabernas, las librerías y los organismos oficiales, hasta morir en el quicio oscuro de su propia casa. A su lado, aparecen gentes a las que la vida ha zarandeado como a muñecos. La obra es una crítica de la situación de España y una denuncia de la falsedad y la hipocresía social. Después escribe Martes de carnaval, que reúne tres esperpentos: Los cuernos de don Friolera (1921, que ridiculiza el concepto del honor transmitido por el teatro clásico, Las galas del difunto (1926), parodia el mito de don Juan, y La hija del capitán (1927), última obra del autor, que aborda de forma grotesca la dictadura militar. La obra teatral de Valle-Inclán evoluciona desde el Modernismo al esperpento, donde ofrece una visión grotesca y deformada de la realidad para que el espectador se conciencie de cómo es la sociedad. Federico García Lorca (1898-1936) Su producción se inicia con El maleficio de la mariposa (1920), cuyo escaso éxito hace que el autor experimente nuevas fórmulas para acercarse al público. Lorca cree que el teatro debe servir para elevar la sensibilidad del pueblo y cree también en la fuerza del poeta para transformar con la palabra la realidad. Por eso en su obra hay mucha poesía y mucho simbolismo, pero no sólo eso; el teatro lorquiano es un espectáculo total al que contribuyen el texto, la escenografía, la música, la danza y todo lo que es capaz de comunicar. Su producción dramática se puede clasificar en: Farsas:  


 Este procedimiento fue utilizado en cuatro obras, dos de guiñol: Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita (1922) y Retablillo de don Cristóbal (1931), y dos para actores: La zapatera prodigiosa (1930) y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1933), cuyo tema es el matrimonio por interés y la diferencia de edad entre marido y mujer. En todas funde Lorca lo lírico y lo grotesco. Comedias imposibles: Denominadas así por Lorca, son dos obras simbólicas, surrealistas y difíciles de interpretar y representar: El público (1930), formada por una gran complejidad de símbolos, y Así que pasen cinco años (1931), incompleta, lo que hace más difícil la interpretación de los signos que aparecen, y que tienen que ver con el mundo del teatro y con el mundo personal del autor. Dramas sociales Son las más representadas del autor. Mariana Pineda (1927), en verso, recrea la figura de la heroína ajusticiada por defender la libertad. Bodas de
sangre (1933), escrita a partir de un suceso real, recoge la tragedia de la novia raptada el mismo día de la boda por un antiguo amante y camina por un mundo de símbolos
poéticos: la luna, la muerte, el cuchillo o el caballo. Yerma (1934) representa la obsesión de una mujer estéril por ser madre y su conflicto interior. Doña Rosita la
soltera o el lenguaje de las flores (1935) muestra la melancolía de una solterona ante el paso del tiempo mientras espera inútilmente la llegada del amor. La casa de Bernarda Alba (1936), es el «drama de las mujeres de los pueblos de España», tal y como reza el subtítulo de la obra. La acción transcurre en el interior de la casa de Bernarda, donde se desarrolla el conflicto
de las hijas de la protagonista, que acaban de perder a su padre y a las que se les impone un luto de ocho años: en ese espacio cerrado y opresor sólo hay dos salidas
posibles para las mujeres: o la locura o la muerte.

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