2. ¿Qué puede haberle ocurrido al narrador tras el asesinato y a quién dirige sus palabras? sobre el corazon delator

EL CORAZÓN DELATOR. COMENTARIO DE TEXTO

2.1

Este cuento es el retrato psicológico de la mente de un criminal que padece esquizofrenia (oye voces) y paranoia (se siente perseguido). Este personaje cuenta la historia en 1ª persona y se dirige a un “ustedes” inconcreto que tanto podemos ser nosotros, los lectores, como los miembros de un jurado ante el que está confesando su crimen.

Aparte de la confesión final, todo el texto es un intento por parte del narrador por demostrar su cordura ante un auditorio mediante la utilización de un razonamiento lógico: no está loco, y lo demuestra con la insistencia en la meticulosidad con la que planea y lleva a cabo su crimen, y con el constante ejercicio de autocontrol sobre sus emociones. Únicamente admite padecer de nerviosismo y que ello le ha causado una agudización de los sentidos. Al final, comprobaremos que es precisamente esto último, la agudización del sentido del oído, lo que lo lleva a la locura, a la pérdida de control sobre sí mismo y a delatarse ante la policía.

El relato comienza in medias res y apenas sabemos nada sobre la identidad de los dos personajes – el narrador y el viejo – y la relación que existe entre ambos. El narrador vive con él, pero ¿es su cuidador?, ¿es su huésped?, ¿es su hijo? En todo caso, los dos aparecen representados por dos símbolos: el viejo, por su ojo de buitre; y el narrador, por la linterna con que lo alumbra. El cuento parece haberse originado como una variación sobre la superstición popular del mal de ojo. En este sentido, el asesino mataría a su víctima para no sufrir esa maldición. Sin embargo, cabe otra interpretación más acorde con la locura del personaje, quien cometería el crimen porque es el viejo quien lo ve con su ojo, quien conoce su locura y la puede publicar ante los demás y ante el asesino mismo, que intenta en todo momento autoengañarse pensando que está cuerdo. En cuanto a la linterna, parece claro que simboliza la obsesión paranoica del criminal que solo ve aquello que ilumina el rayo de luz que proyecta; el ojo del viejo. El resto no existe pues permanece en la oscuridad.

El corazón que da título al cuento es otro símbolo, pero de significado más ambiguo. La interpretación literal nos lo muestra como el corazón del viejo cuyo latido, percibido por el agudizado oído del protagonista, provoca en éste el pánico por que el vecindario también lo escuche y se alarme, y lo lleva a tomar la decisión de matar al viejo. La actitud de los policías al final del relato, que no oyen los latidos que atormentan al narrador, nos lleva a pensar que el “corazón delator” del título es el suyo propio. Es su pánico el que le hace escuchar el sonido de su corazón, que se le desboca en el pecho cada vez que pierde el difícil autocontrol sobre sí mismo que ejerce durante casi todo el cuento. Por eso, cuando se enfurece al ver el ojo abierto del viejo la octava vez que lo visita, y cuando no le es posible mantener por más tiempo su máscara de inocencia ante los policías y los nervios se le alteran, es cuando su oído no puede soportar por más tiempo el atronador sonido de su corazón, que en realidad es la voz de su subconsciente que está pidiendo un castigo para su horrendo crimen, tal como sucede en Crimen y castigo, de Dostoievski.

Hay que hablar también del miedo que subyace en todo el cuento, el que siente los dos personajes y el que sentimos los lectores. No está provocado por ningún monstruo, sino que se halla en el interior de ellos y de nosotros. Es un miedo psicológico a lo desconocido, a lo que hay al otro lado de la habitación a oscuras, a la maldición que pueda atraer ese ojo de buitre que mira, a lo que imaginamos cuando terminamos de leer el relato y apagamos la luz. Este terror psicológico, tan magistralmente manejado por Poe, es el que hoy aparece en numerosas películas de terror, sobre todo del cine japonés.


Finalmente, como ocurre con gran parte de la producción literaria de Poe, no es fácil de encuadrar este cuento dentro de un movimiento literario determinado. Así, por un lado, encontramos en él claros signos románticos, como el carácter demoníaco del protagonista, su lenguaje apasionado en que se desbordan los sentimientos, y la atmósfera de oscuridad y misterio en donde se desarrollan los hechos, claramente inspirados en la novela gótica. Pero, por otro lado, dada la precisión en la minuciosa descripción del estado mental del protagonista, también es posible situarlo muy cercano al realismo y, sobre todo, al naturalismo, pues Poe es seguro que debió de estudiar con mucha atención los síntomas de la esquizofrenia para construir este relato.
2.2
En cuanto a su aspecto formal, el texto pertenece a la variedad discursiva de la narración, aunque encontramos en él tambien algún pasaje descriptivo y, al final, un díálogo en estilo directo. Los hechos se nos relatan desde el punto de vista de un narrador protagonista en 1ª persona. Es el asesino loco quien nos habla y quien establece una especie de monólogo ante unos interlocutores, a los que se refiere como «ustedes». 
Las formas verbales nos revelan que la historia está contada desde dos tiempos distintos: desde un presente, en que el protagonista habla con su auditorio tratando de convencerle de su cordura («observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia«); y desde un pasado, en que el narrador relata los hechos que le llevaron a asesinar al viejo («Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez«). Los saltos entre uno y otro tiempo son constantes, pues precisamente es el relato de la prudencia y minuciosidad con que prepara y lleva a cabo su crimen el principal argumento que el asesino utiliza para convencer a su auditorio de que no está loco. Destacamos, en los verbos en pasado, el distinto uso de los pretéritos imperfectos de indicativo para las descripciones («su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas«) y para la narración de acciones repetidas en el tiempo («Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría«); y el de los pretéritos perfectos simples de indicativo, para el avance de la acción («abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez«).
En las partes más descriptivas, como en la que nos cuenta la angustia del viejo cuando, en plena noche, un ruido lo ha despertado, predomina el uso del adjetivo antepuesto, que le da un carácter más lírico al texto y contribuye a aumentar la intensidad de la angustia del momento («leve quejido«, «ahogado sonido«, «espantoso eco«, «leve ruido«, «fúnebre influencia«).
El cuento no abunda en recursos literarios. Los que aparecen también cumplen la función de hacer más énfasis tanto en la meticulidad con la que actúa el protagonista, como en su especial agudización de los sentidos: sinestesia («linterna sorda«), hipérbole («El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano«), y símiles («tan negro como la pez», «semejante al hilo de la araña», «un resonar apagado y presuroso como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón«).
Otra manera de guiar al lector a que preste especial atención a aquello que más interesa al narrador – no olvidemos que está tratando de convencer a su auditorio de que no está loco – es la utilización de la letra cursiva para aquellas palabras y frases que él considera más significativas: «jamás, antes de aquella noche había sentido el alcance de mis facultades».
Dejamos para el final el aspecto formal más importante del texto, aquel que caracteriza la locura del personaje. Se trata de las abundantes exclamaciones, interrogaciones y puntos suspensivos, propios de un espíritu exaltado en plena crisis nerviosa. Y también, de las numerosas repeticiones de palabras y de frases, que nos revelan la obsesión paranoica que padece el protagonista. Entre ellas destacamos la repetición «más fuerte… más fuerte… más fuerte… más fuerte!«, del final del relato. Entendemos que estas dos palabras funcionan como una onomatopeya del latido del corazón que atormenta al criminal hasta el punto de que acaba delatándose ante la policía. 
Estos últimos aspectos lingüísticos comentados relacionan este cuento con el movimiento romántico.

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