Introducción: Contexto Histórico y Narrativo
En este ensayo se compararán las semejanzas y diferencias entre el narrador personaje Íñigo Balboa de El Capitán Alatriste y Lázaro de El Lazarillo de Tormes. Ambas obras literarias son españolas y están situadas en la España de los siglos XVI y XVII, una época que atravesaba una dura decadencia, tanto económica como social y religiosa. Las novelas recorren tiempos donde no hay ideales que tiendan a la superación del hombre. Este mundo, teñido por la indiferencia hacia lo humano, carece de ideales de superación. Cada personaje vive dentro de un mundo cerrado del que no puede escapar. La supervivencia se vuelve un tema central; Íñigo y Lázaro serán un claro ejemplo de esto, presentándose a sí mismos en una constante lucha con el mundo que los rodea.
Similitudes Narrativas y Estructura
Una primera similitud entre ambos personajes es que son narradores equiscientes, dándole unidad al texto. Lázaro participa en todos los episodios e Íñigo en la gran mayoría. Ambos cuentan desde la adultez lo que atravesaron en su desafiante infancia, recurriendo por momentos a un lenguaje infantil, propio de la etapa narrada.
Características Epistolares
Las dos novelas son epistolares, aunque con destinatarios distintos:
- Lázaro: Se dirige a “vuestra merced”. Decide contar lo terrible de su vida.
- Íñigo: Se dirige a “vuestras mercedes”. Narra las aventuras vividas con el Capitán.
De todas formas, ambos rememoran sus duras vivencias y las enseñanzas que estas les trajeron.
Orfandad y el Desamparo Familiar
Desde el comienzo, en las novelas, se deja plasmado que los narradores carecen de un fuerte amor paternal. Siendo pequeños, pierden a sus padres en la guerra: uno luchando contra los moros y otro como soldado en la guerra de Flandes. Los dos presentarán a sus padres, que poco conocían, como hombres admirables.
- Íñigo describe al suyo como “un hombre valiente”.
- Lázaro, a pesar de saber que su padre era ladrón, lo describe como “leal criado”.
Como consecuencia de sus muertes, las madres quedan viudas, solas y tristes. Lázaro enfatiza la soledad de la madre numerosas veces. Al llamarle “mi viuda madre”, el orden de las palabras no es casualidad; el hecho de llamarle viuda antes que madre, remarca su desamparo. También la nombra “la triste”, haciendo énfasis nuevamente en su desolación.
Justificación del Abandono Materno
Otra semejanza importante es que los dos justifican de alguna manera el abandono de sus madres, y en lugar de dejarlas retratadas como desinteresadas y despreocupadas, intentan explicar el porqué, excusándolas.
Íñigo sobre su madre: “Además, mi pobre madre no andaba bien de salud y tenía otras dos hijas que alimentar. De ese modo se quitaba una boca de encima y me daba la oportunidad de buscar fortuna en la corte.” En la cita anterior se ve reflejada la justificación que el joven realiza de su madre: estaba sola, en tiempos difíciles y con poco dinero, por lo tanto, la mejor opción era entregarlo al Capitán.
Lázaro sobre su madre: “Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cumplió la sentencia…” Por más que lo haya dejado, él le hace ver al receptor que la madre se sacrificó hasta el final, dejando todo de sí.
La Frialdad de la Despedida
Sin embargo, es interesante ver también cómo los dos en un momento describen la despedida como fría, con carencia de afectividad.
- Íñigo establece que la madre “se quitaba una boca de encima” y que lo “despachó”. Estas afirmaciones son duras, connotando la brusquedad de la separación, explicando el abandono como un acto de deshacerse de él.
- Lázaro recuerda las últimas palabras de su madre: “Hijo, ya sé que no te veré más; procura de ser bueno, y Dios te guíe, criado te he, y con buen amo te he puesto, válete por ti.” A pesar de estar llorando, la despedida es breve y fría, sin palabras de amor. Ella describe la crianza de Lázaro como un deber que hay que cumplir más que un acto de cariño y protección, y le refuerza que está solo frente al mundo.
El Rol Central de la Soledad y la Figura del Amo
La soledad se volverá un tema central en los dos. Una vez que han sido abandonados están solos, desprotegidos y vulnerables, pudiendo confiar únicamente en sí mismos, aunque Íñigo tendrá la oportunidad de fiarse del Capitán, quien se convertirá en un gran ídolo para él.
Las madres, entonces, enviaron a sus hijos con un amo. A Lázaro lo envían con un ciego, quien solicita tomarlo como hijo para “adestrarle”. En cambio, a Íñigo lo mandan porque su padre se lo pidió como favor al Capitán. Ambos amos se encargarán de inculcar su visión del mundo en ellos, pero utilizarán métodos distintos para hacerlo.
Contraste en la Relación Amo-Discípulo
Íñigo y el Capitán Alatriste: La Figura Paternal
Íñigo describe su relación con el Capitán de la siguiente manera: “para lo bueno o para lo malo, nuestras vidas estaban enlazadas”. En esta cita se establece cómo el Capitán lo guiará, lo acompañará y lo ayudará en los caminos más complejos y difíciles de la vida, siendo Íñigo un mozo muy ávido de aprender. En el transcurso de la novela, Íñigo dejará ver que el espadachín se convirtió en algo más que su amo, sino en esa figura paternal que siempre le hizo falta. A pesar de demostrarse frío, serio e impasible, por momentos muestra sus lados sensibles y le hace ver al pequeño que realmente lo quiere y que siente afecto por él:
“La sonrisa que me dirigió aquella mañana… le iluminaba los ojos desmintiendo la imperturbable gravedad del rostro y la aspereza que a menudo se esforzaba en dar a sus palabras…”
Vemos la ternura reflejada nuevamente en el capítulo VIII: “alzaba una mano para tocarme levemente una mejilla, con un roce de afecto desusado en él.” Es tal el afecto y la admiración que Íñigo siente por él, que intentará imitarlo, defenderse de la misma manera que él, lo que demuestra en sus numerosas y valientes intervenciones en las peleas del Capitán, con el fin de ayudarle.
Lázaro y el Ciego: El Escarmiento Brutal
En cuanto a la relación de Lázaro con el ciego, se podría decir que difiere enormemente de la anterior. Si bien coinciden en el hecho de que ambos amos le inculcan enseñanzas de vida, el ciego utilizará un método malvado y demasiado brusco para un niño; el mismo consiste en castigo, escarmiento y burla. Le pega varias veces y lo mata de hambre, incluso le rompe un jarrón en la cabeza. Lázaro se las ingenia y logra robarle comida y vino, pero esto le cuesta nuevos castigos.
De todas maneras, son estos escarmientos los que le ayudan a Lázaro a valerse por sí mismo y a poder enfrentarse de manera confiada a un mundo cruel, donde los pobres no valen nada:
“desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba, y dije entre mí: «Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer».”
De alguna manera, le agradece al ciego su dureza, pues esta le hizo ver la dificultad de la vida: “siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir”. Esta metáfora, que a su vez es antítesis, refleja cómo el ciego, sin poder ver, le ayudó a ver el mundo de otra manera, iluminándolo y enseñándole en el difícil camino de la vida. Sin embargo, eso no quita que se vengue de él hacia el final del Tratado Primero, dejándole estrellarse contra un poste: “y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio, como si diera con una gran calabaza”. Se refleja el poco cariño e interés que Lázaro siente por el ciego otra vez cuando establece: “No supe más lo que Dios hizo de él, ni procuré de saberlo”.
La Crítica a la Sociedad Decadente
La forma de ver el mundo de Íñigo y Lázaro está altamente vinculada. Se presentan algunos de los aspectos más desagradables de la realidad, nunca se presenta como idealizada, sino todo lo contrario. Ambos se ven forzados a vivir realidades angustiantes, por lo que forman una visión similar del mundo.
Astucia, Deshonor y Supervivencia
Ambos son de bajo rango social, de padres humildes, uno de ellos, incluso, delincuente. Sus aspiraciones serán mejorar su condición social, pero para ello recurren a su astucia y a procedimientos ilegítimos como el engaño, la estafa y las peleas. Viven al margen de los códigos de honor, propios de las clases altas de la sociedad de su época. Critican la misma reiteradas veces, dejando en claro la clase de mundo en el que viven.
Íñigo establece que “la vida había que buscársela a salto de mata, en una esquina, entre el brillo de dos aceros.” A través de esta cita se podría decir que en esos tiempos la única manera de ganarse la vida era luchando por el bien de uno. Además, establece que había que estar “procurando no darse las espaldas por si acaso”, es decir, no se puede confiar en nadie y hay que ser precavido, observando y analizando todo.
Lázaro también criticará la sociedad, haciendo énfasis en la hipocresía de las personas: “«¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!»” Resalta la falsedad de las personas, quienes juzgan acerca de la moral de otros, siendo ellos mismos inmorales. También critica la corrupción de la iglesia: “«No nos maravillemos de un clérigo, ni de un fraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas»”. A través de esta cita vemos cómo incluso en la clase del clero el robo y el engaño están permitidos, pero sin embargo, de alguna manera estos mismos lo ven errado en el pobre Zayde. Íñigo también realiza un reproche a la iglesia: “los curas que acuden a jugarse el cepillo de San Eufrasio…”
Conclusión
A modo de conclusión, los dos pequeños deben enfrentarse a una realidad nefasta, en una sociedad donde predomina la hipocresía y la corrupción, un mundo sin familia y sin amor, donde la supervivencia depende únicamente de uno. Enfrentados solos frente al mundo, a pesar de contar con ayuda por momentos, desarrollan una astucia desde niños (“Yo, aunque bien muchacho”), que les permitirá vivir.
