El Siglo XVIII: Racionalismo, Ilustración y Neoclasicismo
En el siglo XVIII se produjeron grandes cambios tanto en lo político, social y religioso, como en el pensamiento y en las actitudes vitales. Las ideas de Bacon, Locke, Descartes y Spinoza se difundieron por toda Europa a través de La Enciclopedia, editada por Diderot y D’Alembert. Estas ideas se basaban en la exaltación de la razón, la libertad y el progreso. El siglo XVIII es el siglo del racionalismo, es el siglo en el que predomina la razón por encima de otras fuentes de conocimiento, y por eso este siglo es también conocido como el Siglo de las Luces.
Ese afán de saber favorecerá el desarrollo científico y técnico, que serán la base para lograr el progreso, concebido como la búsqueda de una mejora de las condiciones de vida. Todo encaminado a la búsqueda de la felicidad. Pero no se puede saber sin una educación adecuada, por eso el siglo XVIII es también el siglo de la Ilustración. La Ilustración es un movimiento cultural e ideológico que renueva el pensamiento y la mentalidad del siglo XVIII. Cuestiona el principio de autoridad y fomenta el espíritu crítico.
Los ilustrados pretendían desterrar la ignorancia mediante la educación para acabar con las falsas creencias del pueblo y mejorar sus condiciones de vida. Para ello, fundaron numerosas instituciones culturales como la Real Academia Española, la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Jardín Botánico, escuelas, universidades…
En el arte y en la literatura, estas ideas de la Ilustración dan lugar al Neoclasicismo, que es un movimiento cultural caracterizado por el buen gusto, es decir, por el predominio de la razón sobre el sentimiento, la verosimilitud sobre la fantasía y el afán didáctico frente al estético. Para los neoclásicos, el arte y la literatura tienen una doble finalidad: estética y utilitaria, que responde al principio de «deleitar aprovechando». Los ilustrados ponen el arte al servicio del bien común, pues se preocupan por los problemas colectivos y participarán en la política e impulsarán el progreso y la ciencia para reformar costumbres.
La Prosa Ilustrada en el Siglo XVIII: El Ensayo
De acuerdo con el espíritu del Siglo de las Luces, los escritores tienden a escribir obras con una finalidad didáctica, dejando claros los principios que deben regir la conducta humana: el decoro, la virtud, la rectitud moral… Los géneros que gozan de prestigio en la época son: la crítica, que denuncia e intenta corregir los males sociales, el ensayo y la literatura con finalidad moral.
El Ensayo Ilustrado y sus Autores
Llamamos ensayistas ilustrados a los críticos del siglo XVIII que analizan la situación española y proponen soluciones para modernizar España y sacarla de la ignorancia y el atraso. El término «ensayo» fue creado por el escritor francés Montaigne como título de su obra más famosa: Essais. Este nuevo género de capítulos relativamente cortos y temas diversos considerados subjetivamente, fue imitado por el inglés Bacon.
Características del Ensayo Ilustrado
El ensayo es un texto en prosa, breve, donde el autor expone sus reflexiones subjetivas sobre cualquier tema de interés (filosófico, artístico, científico…). Hay una gran diversidad de propósitos más o menos literarios. Se utiliza para ello la primera persona, el uso de apelaciones, exhortaciones, interrogaciones retóricas, entre otros recursos expresivos.
El lenguaje es cuidado, elegante y preciso, pero también hallamos símiles, metáforas, tecnicismos, vocablos cultos, léxico abstracto, como corresponde a una exposición rigurosa del pensamiento. La finalidad es informar y convencer al lector. Pero como van dirigidos a una amplia gama de lectores y no solo al público especializado, se procura utilizar recursos que lo hacen ameno y comprensible. Por eso existen también frases hechas, ejemplos, anécdotas, tono coloquial….
Destacan autores como José Cadalso con Cartas Marruecas, José Blanco White, y Gaspar Melchor de Jovellanos.
Gaspar Melchor de Jovellanos: Vida, Obra y Pensamiento Reformista
Nació en Gijón y desde muy joven desarrolló una intensa actividad intelectual, cívica y política. Durante el reinado de Carlos III ocupó diversos cargos políticos y fue una persona muy influyente. La subida al trono de Carlos IV y los sucesos revolucionarios de Francia le acarrearon graves sinsabores que acarrearon su destierro a Asturias. Allí prosiguió su labor ilustrada con la creación del Instituto de Estudios Asturianos, en donde llevó a la práctica sus ideas innovadoras sobre la educación.
En 1797 Godoy lo nombró Ministro de Justicia, pero la oposición de los sectores tradicionales le volvieron a Gijón, donde fue detenido en 1801. Sufrió una durísima prisión en el Castillo de Bellver de Mallorca. Quedó en libertad con la invasión napoleónica de 1808 y no aceptó un ministerio del rey José I. Prefirió formar parte, representando a Asturias, de la Junta Central, gobierno provisional que dirigía la lucha contra los franceses. En este tramo final de su vida dominan en él el desaliento y el escepticismo.
La Producción Escrita de Jovellanos
La producción escrita de Jovellanos es bastante amplia, aunque la estrictamente literaria es más bien escasa. Escribió poesía y teatro (Pelayo y El delincuente honrado), pero donde destaca especialmente es como escritor de textos en prosa, donde aborda los problemas importantes del país y expone sus ideas de reforma para solventarlos.
Obras Clave de Jovellanos
Merecen destacarse:
- Memorias sobre espectáculos y diversiones públicas: Propugna que las formas de entretenimiento estén incluidas en los planes ilustrados de reforma. Critica espectáculos sangrientos como las corridas de toros, defiende la libertad en los bailes y fiestas populares y postula un teatro que se ajuste a las reglas neoclásicas.
- Informe sobre la Ley Agraria: Siguiendo ideas de autores ingleses como Adam Smith, analiza las causas del atraso de la agricultura española y propone remedios que podrían modernizarla: tipos y sistemas de cultivos, regadíos, desamortizaciones de tierras de la Iglesia y nobleza.
- Memorias sobre la educación pública: Obra muy representativa de su permanente preocupación pedagógica. Para él, la educación es la base de la prosperidad de la nación, por lo que había de promover las ciencias útiles y acabar con la rutina escolástica.
Muy significativos son también otros textos suyos carentes de intención didáctica como sus cartas o diarios. Su estilo sobrio y elegante fue considerado por Menéndez Pidal «el mejor tipo de prosa que nos ofrece el siglo XVIII». Jovellanos representa como ningún otro ilustrado, las aspiraciones, inquietudes y tendencias de su época. En él hallamos, además de una gran cultura y capacidad para el cultivo de las letras, una excepcional calidad humana, que ha suscitado la admiración de la posteridad. Educado en el orden y el trabajo, destacó por su sentido de la responsabilidad y voluntad de servicio.
