San Manuel Bueno, mártir: Inquietudes Existenciales y Fe
San Manuel Bueno, mártir es un fiel reflejo de las inquietudes religiosas y existenciales propias de la Generación del 98, corriente literaria a la que se adscribe su autor y que se hizo eco de las corrientes filosóficas irracionalistas, que rechazan la razón como única fuente de conocimiento (Nietzsche) y se relacionan con la angustia existencial al constatar que el hombre ha nacido para la muerte (Jaspers, Bergson).
Además, San Manuel Bueno, mártir reúne todas las características de una «nivola», la peculiar manera de novelar de Unamuno, que ya había explicado en Niebla. Es una novela de ideas y no de acción, utópica (sin lugar) y ucrónica (sin tiempo), pues al autor le interesa poner de relieve un problema humano que puede darse en cualquier tiempo o lugar: el de la inmortalidad del alma y la fe.
Don Manuel personifica la dicotomía dialéctica entre fe y razón. Toda la trama gira en torno a la angustia íntima de don Manuel, quien se debate entre la razón, que le niega la inmortalidad del alma, y su deseo de creer en ella. Ello conduce al enfrentamiento entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria: la razón nos dicta que no hay vida eterna; por tanto, el hombre es un ser destinado a la muerte, y ese sentimiento de la muerte irreparable lleva a una vida angustiada. Frente a ello, la fe permite creer en la inmortalidad del alma.
Don Manuel personifica la dicotomía dialéctica entre fe y razón. Toda la trama gira en torno a la angustia íntima de don Manuel, quien se debate entre la razón, que le niega la inmortalidad del alma, y su deseo de creer en ella. Ello conduce al enfrentamiento entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria: la razón nos dicta que no hay vida eterna; por tanto, el hombre es un ser destinado a la muerte, y ese sentimiento de la muerte irreparable lleva a una vida angustiada. Frente a ello, la fe permite creer en la inmortalidad del alma. Por eso, don Manuel pretende mantener viva la fe de sus feligreses y garantizar así la paz y el contento de vivir. Por eso, don Manuel pretende mantener viva la fe de sus feligreses y garantizar así la paz y el contento de vivir.
Recursos y Simbolismo en San Manuel Bueno, mártir
El recurso del manuscrito encontrado
Se trata de un recurso de clara estirpe cervantina. En la última secuencia, Unamuno finge haber encontrado «este documento, esta memoria de Ángela Carballino», por lo que él sería solo el editor. Unamuno pretende, de esta manera, crear una sensación de verosimilitud, haciéndonos creer que Ángela y don Manuel existieron realmente, por lo que representarían una situación real, un drama humano.
El simbolismo de los nombres
- Manuel (Enmanuel) es el nombre que se le da a Jesús en hebreo y significa «Dios con nosotros».
- Ángela proviene del griego ánguelos, que significa ‘mensajero’. Ángela es la mensajera que deja escrita para siempre la memoria de don Manuel.
- Por último, Lázaro recuerda al del Evangelio, el amigo a quien Cristo resucitó. Aquí, Lázaro es también el amigo de don Manuel y a quien este resucita a la vida espiritual, aunque sea una resurrección aparente.
El simbolismo del paisaje
La acción transcurre en la aldea de Valverde de Lucerna, perteneciente a la diócesis de Renada. Ambos nombres son imaginarios. El de la aldea evoca los conceptos de serenidad (valle), esperanza (verde) y luz física y espiritual (Lucerna). El de la diócesis encierra connotaciones negativas: prefijo re- (‘aumento’) y nada, es decir ‘dos veces nada’.
Por otra parte, lo único que sabemos del paisaje de Valverde de Lucerna es que está configurado por un lago y una montaña. Lago y montaña no son símbolos unívocos, que signifiquen siempre lo mismo. Se suelen usar en combinación y encarnan la dicotomía dialéctica entre la fe (la montaña) y la duda (el lago).
El diálogo
Agiliza la narración y sirve de vehículo portador de las ideas. En ocasiones, desempeña una función narrativa, ya que se utiliza el diálogo para reproducir otros diálogos (diálogo dentro del diálogo).
El camino de Miguel Delibes: Temas y Contexto
El camino, de Miguel Delibes, se publicó en 1950, en los años posteriores a la Guerra Civil Española y en pleno Franquismo. Durante estos años, el género que tuvo mayor éxito fue la novela. Los novelistas volvieron otra vez sus ojos a la realidad cotidiana y a los conflictos personales para escribir sobre ellos.
Ya en el título se condensa la idea central del libro. Como expone don José, el cura, Dios señala a cada uno un camino, y la felicidad consiste en seguirlo por muy humilde que sea, y no en buscar otro por ambición. Daniel piensa que él va a renegar de su camino por la ambición de su padre, que identifica el progreso con la ciudad. Así, el tema central de la novela es la resistencia de Daniel a abandonar su pueblo para ir a estudiar a la ciudad. Sin embargo, su deseo de permanecer en el pueblo no surge de una actitud reaccionaria ante el progreso, sino que permanecer en el medio rural en el que ha nacido y del que se siente parte es cumplir su auténtico destino.
La trama argumental consiste en un mosaico de anécdotas sobre diversos personajes del pueblo, que adquieren coherencia y unidad al ser presentados como recuerdos de Daniel, desvelado en su última noche en el pueblo antes de partir hacia la ciudad. Es importante destacar que, para Delibes, por boca de Daniel, «a un pueblo lo hacían sus hombres y su historia», visión íntimamente emparentada con el concepto unamuniano de intrahistoria (8). No obstante, todas las historias están supeditadas a la historia principal, la de Daniel, a través de unos motivos ligados a ellas y que giran en torno al descubrimiento del origen de la vida, el sexo, el amor, la virilidad, la amistad y la conciencia de la muerte.
Técnicas Narrativas en El camino
Estructura
Externamente la novela está dividida en veintiún capítulos. Se puede apreciar en ella una estructura circular. Empieza con Daniel desvelado y termina al amanecer, próximo ya el momento de su partida. Entre ambos, se desarrolla la rememoración del pasado.
Narrador y estilo
Se emplea un narrador en tercera persona omnisciente que, sin embargo, lo narra todo desde la perspectiva del protagonista, hasta el punto de hacer creer al lector que todo lo que cuenta es fruto de los recuerdos de Daniel. Para ello, se sirve del estilo indirecto libre. Este permite revelar la intimidad del personaje sin prescindir de la tercera persona narrativa.
Simbolismo del nombre del protagonista
El nombre del protagonista tiene un carácter simbólico. Se lo puso su padre por el profeta Daniel, que amansó con la mirada a los leones. Daniel se convierte así en el símbolo de la fuerza que libertará a su estirpe de la pobreza. Sin embargo, pronto será conocido por el mote de Mochuelo, que se le ocurre a Germán, el Tiñoso, por su forma de mirar las cosas.
El espacio
El espacio real se concentra solo en la habitación de Daniel. Desde allí, este evocará múltiples espacios presentes en su memoria: las casas, las calles, la iglesia, la escuela, la taberna, el paisaje del valle (que funciona a modo de espejo de los estados anímicos del personaje)…
El tiempo
La cicatriz de Roque, el Moñigo, fruto de una bomba perdida arrojada por la aviación durante la guerra, permite situar la acción de la novela en los años de la inmediata posguerra. El tiempo real, o tiempo del discurso, abarca la última noche que Daniel pasa desvelado en su cama antes de partir hacia la ciudad. Una vez más, sus recuerdos darán paso al desarrollo del tiempo de la historia, o tiempo evocado, que comprende sus once años de vida e, incluso, algunas cosas que sucedieron antes de que él naciera y que se las han contado. Estas vivencias no siguen un orden cronológico, sino que aparecen ligadas a sucesivas anécdotas de forma imprecisa y subjetiva.
El diálogo
El diálogo es un elemento esencial de la novela. Aporta la perspectiva de los personajes, principalmente la oposición del mundo de los adultos frente al mundo de los niños.
El lenguaje
Por último, cabe destacar que la precisión y la autenticidad del lenguaje inaugura una nueva forma de narrar en la trayectoria de Delibes, que consiste en la depuración de los excesos retóricos y la voluntad de reflejar fielmente el habla de las gentes del pueblo, destacando la riqueza del vocabulario rural que define objetos y realidades de ese ámbito (12). Este deseo corre paralelo al propósito último de sus novelas: la búsqueda de la autenticidad y la fidelidad a los personajes y tierras de Castilla, y su empeño de convertirse en testigo de un mundo condenado a desaparecer por el abandono de los pueblos.
Características del Lenguaje
Características del Lenguaje Publicitario
- Predominio de las funciones conativa, poética y, en la parte informativa, representativa.
- Uso frecuente del imperativo.
- Abundancia de comparativos y superlativos.
- Frecuente uso de oraciones imperativas, exhortativas y exclamativas, en la parte persuasiva del anuncio, y enunciativas, en la parte informativa.
- Frecuentes neologismos.
- En todo anuncio, destaca el eslogan: frase breve, atractiva y fácilmente recordable que contiene una definición o una instrucción y que sirve de frase identificadora de una marca.
- En la parte informativa del anuncio, predomina, como modalidad de la elocución, la expositiva.
Características del Registro Formal
Uso de un registro formal
Está determinado por:
- El tema especializado.
- El canal (escrito).
- La relación entre el emisor y el receptor (formal).
Se caracteriza por:
- El lenguaje cuidado.
- Un léxico rico y preciso.
- Oraciones largas y complejas.
- Predominio de las funciones conativa y representativa.
- Rigor y deseo de abarcar todas las posibilidades, lo que conduce a oraciones muy complejas y a un léxico especializado y preciso.
Carácter conservador
- Uso de arcaísmos.
- Conservación del futuro de subjuntivo.
- Latinismos (heredados del Derecho Romano).
Carácter formulario
Uso de fórmulas y frases hechas («transcurrido que sea el plazo», «en la forma que determine la ley», «a todos los efectos», «hago saber», «lo pronuncio, mando y firmo»…).
- Abuso del gerundio (muchas veces usado de forma incorrecta).
- Modalidades de la elocución: textos expositivos, argumentativos (o expositivo-argumentativos) y prescriptivos.