Crianza, Juventud y Conflicto en la Comedia Romana: Pasajes de Terencio

Prólogo

(1) Después de que el poeta se dio cuenta de que sus escrituras son observadas por gentes injustas y que los adversarios le sacan la puntilla a lo que íbamos a representar, él mismo va a dar prueba de sí mismo; vosotros seréis jueces (5) si conviene que, una vez realizada, sea considerada digna de alabanzas o de reproches. Synapothnescontes es una comedia de Dífilo. Plauto hizo de ella la obra Commorientes. En la obra griega, hay un joven que le arrebata a un lenón una meretriz al principio de la comedia. Plauto dejó (10) ese pasaje intacto; y este la ha tomado para sí en Adelfos y la ha traducido, expresándola palabra por palabra. Esta nueva comedia la vamos a representar nosotros. Entenderla bien: (13) si se ha realizado un robo, (14) o si se ha recuperado algo que fue dejado de lado por negligencia. (15) Pues lo que dicen esos malintencionados: que unos hombres nobles lo ayudan y que escriben juntos normalmente; (17) lo que ellos consideran una tremenda crítica, eso él lo considera como la máxima alabanza, ya que agrada (19) a aquellos que complacen a todos vosotros y al pueblo; (20) cuyos esfuerzos, en la guerra, en el ocio y en los negocios, cada uno ha aprovechado en su momento sin arrogancia. (22) De aquí en adelante, no esperéis un resumen de la obra: (23) los ancianos que aparezcan primero mostrarán una parte; (24) en la actuación se mostrará el resto. Haced que vuestra valoración justa (25) aumente la dedicación del poeta a la escritura.

Acto I, Escena 1

Micio: (26) Esquino no ha regresado esta noche de la cena, (27) ni tampoco ninguno de los esclavuchos que fueron con él. (28) Sin lugar a duda, es cierto lo que dicen: si te ausentas en algún lugar (29) o si te demoras, es mejor que suceda eso (30) que dice y piensa de ti, enfadada, tu esposa, (31) que lo que piensan unos padres benévolos. (32) Si te demoras, una esposa o cree que amas a alguien, (33) o que eres amado, o que bebes, o que sigues tus deseos; (34) y que te va bien a ti solo, mientras a ella le va mal. (35) ¡Qué cosas pienso yo porque mi hijo no ha vuelto, (36) y con qué cosas me atormento ahora! No sea que haya pasado frío, (37) o que haya caído en algún sitio, o que se haya lastimado (38) de algún modo. ¡Bah! ¿Acaso hay que poner a algún hombre en su corazón (39) o preocuparse por querer algo más que a sí mismo?

(40) Y además, este no es mi hijo, sino de mi hermano. Él, (41) desde su juventud, su carácter ha sido muy diferente del mío. (42) Yo he practicado los beneficios de esta vida, urbana y de ocio, (43) y, lo que muchos consideran afortunado, (44) nunca tuve esposa. Él, en cambio, está en contra de estas cosas: (45) vive en el campo, se comporta siempre con austeridad y dureza; (46) tomó esposa, tuvo dos hijos. (47) De ellos, yo adopté al mayor como mío, (48) lo crié desde pequeño, lo he considerado y lo he amado como propio. (49) Disfruto de él; es lo único que me importa. (50) Para que él me vea de la misma manera, me esfuerzo mucho: (51) le doy, le consiento; no creo necesario (52) que se comporte siempre según mi autoridad. Al final, las cosas que otros (53) hacen a escondidas de sus padres, lo que es típico de la juventud, (54) esas cosas he acostumbrado a mi hijo a que no me las ocultara.

Reflexiones sobre la Paternidad

(55) Pues quien se haya acostumbrado a mentir y engañar a su padre, (56) o se atreva a ello, mucho más se atreverá con otros. (57-58) Con honor y buen trato creo que es mejor contener a los hijos, que con miedo. (59) Esto no nos pone de acuerdo ni nos agrada a mi hermano y a mí. (60) Me viene a verme frecuentemente, gritando: “¿Qué haces, Mición? (61) ¿Por qué echas a perder a nuestro joven? ¿Por qué ama? (62) ¿Por qué bebe? ¿Por qué le das dinero para esas cosas? (63) Le consientes demasiado con su vestimenta. ¡Eres demasiado tonto!”

(64) Pero él sí que es demasiado duro, más allá de lo justo y lo bueno. (65) Y, desde luego, en mi opinión, se equivoca del todo (66) quien cree que el poder es más firme y estable por la fuerza (67) que aquella que proporciona la amistad. (68) Esta es mi forma de pensar, y así dirijo mi pensamiento: (69) Quien hace su oficio coaccionado por un castigo (70) mientras cree que va a ser descubierto, tiene cuidado; (71) pero si espera que va a pasar desapercibido, de nuevo vuelve a su forma de ser. (72) Aquel a quien atraes a ti con un favor lo hace de corazón. (73) Se esfuerza por corresponderle y será el mismo estando tú presente y ausente. (74) Esto es propio de un padre: acostumbrar al hijo (75) a actuar correctamente por voluntad propia que por miedo ajeno. (76) Esa es la diferencia entre un padre y un amo. Quien no pueda negarlo, (77) debe admitir que no sabe gobernar a sus hijos.

Encuentro con Demea

(78) Pero, ¿no es aquel de quien estaba hablando? Sí, sin duda es él. (79) No sé por qué lo veo enfadado por algo; creo que ya va a discutir como suele hacer. (80) ¡Bienvenido, Demea! Nos alegramos de que llegues sano y salvo.

Acto I, Escena 2

Demea: (81) Eh, oportunamente: te buscaba a ti.

Micio: (82) ¿Por qué estás malhumorado?

Demea: (83) ¿Me preguntas, cuando tenemos para nosotros a Esquino, (84) por qué yo estoy malhumorado? ¿No dije que esto pasaría? (85) ¿Qué iba a hacer este? El que no se avergüenza (86) de nada; ni teme a nadie; ni cree que (87) ninguna ley lo obligue: pues dejo de lado (88) las cosas que hizo antes; ¡la que acaba de armar!

Micio: (88) ¿Y qué es eso?

Demea: (89) Ha roto la puerta e invadió la casa (90) de otro; golpeó al propio dueño y a toda la familia (91) hasta la muerte; se llevó a la mujer (92) que amaba. Todos gritan que ha sido un acto indignísimo. ¡Cuántos, Mición, (93) me lo contaron al llegar! Todo el pueblo habla de ello. Finalmente, (94) si hay que traer a colación un ejemplo, ¿no ves que su hermano (95) se ocupa de sus asuntos, vive en el campo con moderación y sobriedad? (96) Nunca ha hecho algo similar. Todo esto, Mición, (97) te lo digo a ti cuando hablo de él: tú permites que este se corrompa.

El Debate Continúa

Micio: (98) Nada hay más injusto que un hombre inexperto, (99) que cree que nada es correcto salvo lo que él mismo hace. (100) ¿A dónde quieres llegar con eso? ¿Por qué dices eso? (101) Porque tú, Demea, juzgas mal estas cosas. (102) No es una vergüenza, créeme, que un jovencito (103) ande con prostitutas ni beba; no lo es; ni que las puertas (104) derribe. Si ni yo ni tú hicimos estas cosas, (105) no fue la pobreza la que nos impidió hacerlas. ¿Tú ahora (106) consideras de alabanza eso que hiciste entonces por falta de recursos? (107) Es injusto; porque si hubiera habido con qué hacerlo, (108) lo habríamos hecho; y a ese tu hijo, si fueras un ser humano, (109) permitirías que lo hiciera ahora, mientras por su edad le está permitido, (110) más bien que, cuando te haya echado afuera tras haberte hecho esperar, (111) lo haga igualmente, en una edad que no le corresponde.

Demea: (112) ¡Por Júpiter! Tú, hombre, me llevas a la locura. (113) ¿No es un escándalo que un jovencito haga estas cosas?

Micio: (113) ¡Ah! (114) Escucha: no me machaques más con este asunto. (115) Me diste a tu hijo en adopción: (116) se ha vuelto mío. Si comete algún error, Demea, (117) me lo hace a mí; yo soporto la mayor parte de ello. (118) Compra comida, bebe, apesta a perfume: de lo mío. (119) Ama; de mí saldrá el dinero, cuando sea conveniente. (120) Cuando no lo sea, tal vez será echado fuera. (121) Echa abajo las puertas; se repondrán. (122) Rasgó la ropa; se volverá a zurcir. (123) Hay, gracias a los dioses, de dónde provienen estas cosas, y hasta ese momento no resultan molestas. (124) En fin, o dejas de hablar, o toma a alguien como árbitro: (125) te mostraré en cuántas cosas te equivocas en este asunto.

Demea: (125) ¡Ay de mí!

Micio: (126) Aprende a ser padre de aquellos que verdaderamente saben. (127) Tú eres su padre por naturaleza, yo por mis consejos.

Demea: (128) ¿Tú aconsejas algo?

Micio: (129) ¡Ay, si sigues así, me iré!

Demea: (130) ¿Así actúas?

Micio: (130) ¿Acaso tengo que escuchar tantas veces lo mismo?

Demea: (131) Es mi preocupación.

Micio: (132) Esto también es mi preocupación; pero, Demea, (133) ocupémonos cada uno de nuestra parte justa: tú de uno, (134) yo igualmente del otro; porque cuidar de ambos (135) es casi reclamar de vuelta al hijo que me diste.

Demea: (136) ¡Ah, Mición!

Micio: (137) Es lo que me parece.

Demea: (137) ¿Qué importa? Si eso te parece bien, (138) que derroche, que pierda todo, que se arruine: no me concierne en nada. (139) Ahora, si una sola palabra más a partir de ahora…

Micio: (140) ¿De nuevo, Demea, (141) te molestas?

Demea: (141) ¿Acaso no me crees que te estoy reclamando a quien te entregué? (142) Es doloroso: no soy un extraño. Si estorbo, bah, me retiro.

Micio: (143) Quieres que me ocupe solo de uno; me ocupo; y gracias a los dioses, (144) todo está como quiero. Ese tuyo lo sentirá por sí mismo (145) más adelante… no quiero hablar más duramente de él.

Reflexión de Micio

(146) Ni nada ni todo lo que dice son estas cosas; sin embargo, (147) estas no dejan de ser molestas; pero no quería demostrarle (148) que yo me lo tomo a mal; pero es que él es así; (149) cuando lo aplaco, lo desvío con esfuerzo y lo controlo. (150) Sin embargo, a duras penas se lo toma con calma. Pero si yo aumentara esto, (151) o incluso fuera cómplice de su cólera, (152) enloquecería junto con él, sin duda; aunque Esquino (153) en este asunto, nos causa alguna ofensa.

Acto II, Escena 1

Micio: (154) ¿Qué meretriz no ha amado este? ¿O a cuál no le ha dado algo? (155) Finalmente, hace poco (creo que ya estaba harto de todo) (156) dijo que quería tomar esposa. (157) Esperaba que ya se le hubiera calmado la juventud; (158) me alegraba. Pero mira tú, de nuevo, desde el principio. A menos que… (159) …lo que sea, quiero saberlo, y ver al hombre si está en el foro.

Acto II, Escena 2

Sannio: (160) Os lo ruego, ciudadanos, traed ayuda a un pobre inocente: (161) ¡Ayudad al necesitado!

Syrus: (162) Quédate quieto aquí ahora sin hacer nada. (163) ¿Por qué miras atrás? No hay ningún peligro: mientras yo esté aquí, nunca te tocará. (164) En contra de la voluntad de todos, a esta — (165) Aunque es un criminal, hoy no se expondrá jamás a que se le golpee de nuevo.

Sannio: (166) Escucha, Esquino: no digas que eras desconocedor de mis costumbres; (167) yo soy un lenón. (169) Pero así, como cualquiera, lo hice con la mejor intención. (170) Aunque tú más tarde te disculpes respecto a esto, no querías que esta injusticia fuese hecha a mí, (171) no voy a dar cuenta de esto; créeme esto; (172) y no desharás jamás con palabras el daño que me hiciste con tu acción. (173) Yo conozco estas cosas vuestras: “No quería hacerlo”; se jurará que tú no te mereces esta injusticia; (174) aun cuando yo mismo he recibido los peores tratos.

Syrus: (175) Ve delante, con decisión, y abre las puertas.

Sannio: (176) Tomas en nada todo esto. (178) Pero no voy a tolerar que lo hagas.

Syrus: (177) ¡Entra ya ahora! (179) Acércate aquí, Parmenón; (180) te has alejado demasiado; colócate frente a este. ¡Así es, así lo quiero! (181) Ahora intenta no apartar tus ojos de los míos: (182) y que, sin demora, si hago una seña, dale un puñetazo en la cara inmediatamente.

Sannio: (183) ¡Yo esto quiero que me pase! (184) Oye, mira: suelta a la chica. (185) ¡Oh crimen indigno! (187) ¡Ay, pobre de mí!

Syrus: (186) Se repetirá si no te cuidas. (188) No te había dado la señal; pero es mejor actuar con equivocación de esta manera. (189) ¡Vete ya!

Sannio: (190) ¿Qué es esto? ¿Acaso tú, Esquino, posees un reino aquí? (192) ¿Qué asunto tienes tú contra mí?

Esquino: (191) Si lo poseyera, estarías adornado por tus méritos. (193) Ninguno.

Sannio: (194) ¿Qué me dices? ¿Acaso no sabes quién soy? (196) ¿Acaso he tocado algo tuyo?

Esquino: (195) No quiero. (197) Si lo hubieras hecho, te llevarías un infortunio. (198) ¿Por qué es más lícito para ti tener a la mía, por la cual yo di dinero? (199) Respóndeme.

Esquino: (200) Será mejor que aquí no hagas un escándalo frente a esta casa; (201) porque si sigues siendo molesto, serás arrastrado adentro y allí (202) te azotarán hasta la muerte con látigos.

Sannio: (203) ¿Latigazos a un hombre libre? (205) ¡Oh, hombre impuro! ¿Y dicen que aquí la libertad es igual para todos? (207) ¿Que yo he montado un pollo, o tú a mí? (209) ¿A qué asunto? ¿A dónde tengo que volver? (211) Eso quiero; siempre que sea algo justo. (213) Soy un lenón, lo admito, la ruina común de los jóvenes; (214) soy un mentiroso, una peste; pero de mí no te ha surgido ninguna injusticia. (216) Por favor, vuelve a lo que empezaste, Esquino. (219) ¿Y qué si no quiero vendértela, (220) me obligarás? (222) En efecto, eso me temía.

Esquino: (204) Así será. (206) Si ya has montado el pollo, proxeneta, escúchame si quieres ahora. (208) Déjalo ya y vuelve al asunto. (210) ¿Quieres que te diga ya lo que te interese? (212) ¡Bah! Un lenón no quiere que diga injusticias. (215) ¡Por Hércules, y queda todavía más! (217) Tú la compraste por veinte minas; que este asunto se vuelva en tu contra. (218) Se te dará la misma cantidad de dinero. (221) Para nada. (223) Tampoco creo que deba venderse, (224) ya que es libre; pues yo la llevaré a los tribunales para que se reconozca la causa de su libertad. (225) Ahora elige qué prefieres: ¿recibir el dinero, o preparar tu defensa? (226) Piénsalo mientras vuelvo, lenón.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *