El Limonero Lánguido: Símbolos y Recuerdos en la Poesía de Antonio Machado

El Limonero Lánguido: Un Viaje Simbólico por la Infancia de Machado

Contexto y Simbolismo Inicial

El Limonero Lánguido es el segundo poema de una serie titulada «Recuerdo Infantil», en la que el autor evoca su niñez en el patio de su casa. La obra se centra en elementos típicos de un patio español, como las fuentes y un árbol frutal. En este caso, el limonero es el árbol elegido.

El Árbol como Símbolo Universal

El árbol ha sido un símbolo del hombre desde tiempos inmemoriales. Cada una de sus partes encierra un significado profundo:

  • La raíz representa el origen.
  • El tronco, la fortaleza.
  • Las ramas, la superación.
  • Los frutos, los logros.

Antonio Machado, en su obra, trabaja constantemente con símbolos filosóficos.

Los Símbolos Centrales del Poema

Al inicio del poema, emergen tres grandes símbolos:

  • «el limonero lánguido»
  • «la fuente limpia»
  • «los frutos de oro»

El limonero lánguido (sustantivo + adjetivo) alude a un árbol solitario, lo que representa la soledad del propio autor. El adjetivo lánguido sugiere que se encuentra caído, transmitiendo una sensación de tristeza, abandono y descuido, especialmente cuando se menciona su «pálida rama polvorienta». El limonero, un árbol tradicional con espinas y frutos ácidos, puede simbolizar los sufrimientos o errores del poeta.

La fuente simboliza el paso del tiempo y la vida; representa el espíritu. Al estar «limpia», indica que el espíritu del autor también lo está. Su encanto nos maravilla y nos atrae, pero estas percepciones no son objetivas, sino que nacen de los deseos y las emociones. Esta espiritualidad capta la atención del lector.

Aunque la vida le haya deparado experiencias difíciles, la pureza de la fuente demuestra que, a pesar de las adversidades, el autor mantiene un espíritu puro.

Los frutos de oro representan los logros. Se vinculan con los proyectos, los sueños y los deseos; aquello que nos apasiona y constituye la verdadera riqueza, no la económica, sino la que reside en el valor intrínseco de la vida.

El hecho de que «sueñan en el fondo de la fuente» sugiere que estos anhelos siguen presentes y son numerosos, aunque no sean tangibles en la realidad, permaneciendo vivos en el espíritu.

La Tarde: Serenidad y Melancolía

En el siguiente verso, emerge otro símbolo importante: «es una tarde clara». La tarde representa un momento de serenidad y reflexión. La ausencia y el recuerdo de todo aquello que marcó su infancia se fusionan en una profunda melancolía.

La tarde era «casi primavera», es decir, a finales del invierno. Las estaciones se vinculan con el hombre y el transcurso de la vida; la primavera simboliza la adolescencia. Esto implica que el autor recuerda el final de su niñez.

Los sueños previos a la adolescencia suelen ser percibidos como más reales y lógicos.

Soledad y Búsqueda Interior

El hecho de que el autor se encuentre «solo en el patio silencioso» sugiere un aislamiento del mundo para un encuentro consigo mismo. Este sentimiento de soledad podría deberse a la añoranza de su niñez o a la ausencia de su mujer.

Se halla «buscando una ilusión cándida y añeja», una ilusión inocente de tiempos pasados.

Antítesis y el Símbolo del Muro

Se observa una antítesis en la expresión «la sombra del blanco muro». La sombra puede representar la desilusión, la tristeza o la muerte, mientras que el blanco simboliza la felicidad, la esperanza y la vida.

El muro es otro gran símbolo; representa la separación entre lo real y los sueños de su yo interior. También puede aludir al límite de su vida, la muerte de los sueños, la separación del pasado y el presente, o las circunstancias que lo rodean.

«El pretil de piedra», el borde del muro, funciona como una metáfora.

Recuerdos Sensoriales: Olfato y Emoción

Posteriormente, el autor comienza a evocar recuerdos típicos de su niñez, como la «ténue brisa ligera» y «los aromas de ausencia». Aquí, la forma de expresión y de recordar cambia, apoyándose ahora en el olfato, lo que nos proporciona una imagen sensorial. La «ausente» es la niñez, y los aromas de antaño faltan porque la casa está vacía y abandonada.

Ese aroma «dice al alma luminosa: «¡Nunca!» y al corazón: «¡Espera!»». El alma luminosa representa la razón, que sabe que es solo un sueño. Sin embargo, los sentimientos, el corazón, le infunden esperanzas, persistiendo en el deseo de que aquello suceda, aunque la lógica le dicte lo contrario.

«Los fantasmas» simbolizan los sueños reaparecidos que, sin embargo, no se cumplirán.

El poema continúa con otros recuerdos típicos: «el perfume de la hierbabuena, y la de la buena albahaca que tenía mi madre en sus macetas». La memoria se activa a través de los aromas, del olfato, asociándose con recuerdos y describiendo una perspectiva no visual.

La madre es la única persona que se menciona explícitamente en estos recuerdos.

La Búsqueda de los Sueños y la Transición a la Adultez

El autor integra todos los símbolos en una de las últimas estrofas: «hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan». Esto sugiere que el poeta aún se encuentra inmerso en la niñez de sus recuerdos, sin haber alcanzado la complejidad de la vida adulta. Muestra una inocencia y una comprensión limitada al creer que puede tomar el fruto de la fuente con facilidad, cuando en realidad alcanzar los sueños requiere esfuerzo.

Por esta razón, regresa a la casa: para revisar todos esos sueños y tomar conciencia de la distancia entre el niño y el adulto. Comprende que los sueños no se alcanzan solo con soñarlos. Sin embargo, a pesar de esta revelación, el autor todavía sigue manteniendo vivos esos sueños; no se rinde.

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