La novela de posguerra en España: Evolución y corrientes
La Guerra Civil supuso una fractura total con la literatura anterior. Las nuevas condiciones políticas, sociales e ideológicas determinan las producciones escritas de la época. Así, en los años cuarenta, un gran número de escritores han marchado al exilio, donde continúan con su labor literaria adaptándose a un marco completamente diferente. Otros, afines al régimen, se quedan en España y escriben novelas de exaltación patriótica y propaganda ideológica. Un tercer grupo es el de los autores que permanecen en España sometidos a la censura del nuevo gobierno, que describen la realidad de un país devastado a través de una novela de tipo existencial.
A comienzos de los cincuenta, un grupo de jóvenes novelistas empieza a mostrar una visión crítica de su entorno. La mayoría son universitarios procedentes de familias burguesas acomodadas, pero conscientes de las injusticias sociales y con voluntad de dar testimonio de los cambios que se están produciendo en España. Esta novela social se caracteriza por un realismo objetivista que quiere hacer partícipe al lector de la realidad de su tiempo.
A partir de 1960, se perciben signos de agotamiento en el realismo predominante, lo que se une a la influencia de las innovaciones de la narrativa extranjera, sobre todo de la novela hispanoamericana (el llamado boom). Esto llevará a los autores de la época a explorar nuevas formas narrativas, con una novela experimental, de carácter formalista.
La experimentación continúa en los años setenta, aunque se suaviza debido al desencanto (fracasa el ideal del Mayo del 68, «cambiar la vida»). Así, se recuperan ciertos aspectos de la novela tradicional, como contar historias, en las que reaparecen las preocupaciones individuales y existenciales, a veces desde perspectivas irónicas o humorísticas.
Por otro lado, se da importancia a géneros hasta el momento considerados marginales como la ciencia ficción, el policíaco o el de aventuras.
La novela de los años 40
Los novelistas en el exilio
Los autores que continúan o comienzan su obra en el exilio conforman un grupo muy heterogéneo. Destacamos a Ramón J. Sender, que se encuadra en la novela realista y social, con obras como la serie Crónica del alba, Réquiem por un campesino español y La tesis de Nancy; Arturo Barea, quien se inserta en esta misma corriente con su trilogía La forja de un rebelde; Max Aub, que aborda en sus obras, agrupadas en El laberinto mágico, el tema del hombre como ser social, político y moral; Rosa Chacel, con una novela impregnada de las ideas de Ortega (Memorias de Leticia Valle); por último, Francisco Ayala, que partía de la novela vanguardista, abraza el realismo en el exilio y refleja en sus obras una visión amarga y pesimista de la realidad, con novelas como Muertes de perro o la colección de relatos Los usurpadores.
Pese a la dificultad de agruparlos, podemos enumerar tres aspectos que aparecen en prácticamente todos:
- El recuerdo de España y de la Guerra Civil.
- La presencia de los nuevos lugares en los que tienen que vivir.
- La reflexión sobre temas que afectan a la naturaleza y existencia del ser humano.
La novela existencial y el tremendismo
La novela española de posguerra carece propiamente de interés hasta 1942, año en que Camilo José Cela publica La familia de Pascual Duarte. Esta novela, junto con Nada (1945), de Carmen Laforet, suponen una ruptura con la narrativa imperante hasta el momento, de exaltación patriótica o de crónica de la Guerra Civil desde el bando ganador. Cada una de ellas es testimonio de una existencia desoladora y conflictiva:
- Cela, incorporando a su novela el tremendismo, que se recrea en los aspectos más sórdidos de una realidad miserable de la que el protagonista no puede salir, por mucho que lo intente.
- Laforet, desde el reflejo de la existencia vacía de Andrea, la protagonista de Nada, que es a la vez un reflejo de la debilidad de la burguesía catalana tras la Guerra Civil.
Tremendismo y novela existencial son dos caras de la misma moneda, la literatura desarraigada de los años cuarenta. Aquí te mostramos las características de ambos y, después, unos ejemplos:
Tremendismo
- Pretende reflejar la vida real tal cual se produce, sin obviar sus aspectos más sórdidos.
- Personajes violentos, incluso criminales, lo que tiene consecuencias penales.
- Nace de la vivencia, en primera persona, de los horrores de la Guerra Civil.
- Su estilo hunde sus raíces en el realismo decimonónico.
Novela existencial
- Refleja, de forma intimista, el clima de miseria moral reinante en la primera posguerra.
- Personajes desorientados, disconformes con el mundo que les ha tocado vivir, lo que desemboca en una actitud pesimista ante la vida y en fuertes crisis existenciales.
- Estilo renovador: uso de la primera persona, subjetivismo, intimismo y estilo descriptivo.
La novela social de los años 50
La novela renace en los años cincuenta gracias, sobre todo, a una promoción de jóvenes escritores. Estos, junto a la primera generación de posguerra (Cela, Laforet, Delibes…), desarrollan un tipo de narrativa diferente tanto en los temas, donde prevalece el compromiso social, como en lo formal. Así pues, la novela se convierte en instrumento de denuncia, en el que prima lo político sobre lo estético, con unos rasgos claramente definidos:
- Reflejo de la realidad española como instrumento de denuncia de las injusticias sociales.
- Localización en diferentes ambientes (la ciudad, el campo, el mundo obrero o la burguesía, cuya frivolidad se critica).
- Preferencia por temas como lo cotidiano, la soledad e incomunicación y la visión crítica del pensamiento de la época.
- Sencillez en el lenguaje y en la estructura del relato (lineal y con pocas descripciones).
- Abundancia de diálogos en estilo directo (reflejo del habla viva).
- Acción concentrada en pocos escenarios y corto espacio de tiempo.
- Uso del personaje colectivo y representativo (modelo de un grupo o clase social).
- Narración objetiva, basada en la observación del comportamiento de los personajes (técnica de la cámara cinematográfica).
Citamos, entre los autores de posguerra, a Miguel Delibes, con novelas como El camino o Las ratas, que reflejan la vida rural castellana; 4951 y, sobre todo, a Camilo J. Cela con La colmena, novela colectiva en la que cientos de personajes se entrecruzan y malviven en un ambiente de miseria moral y material en el Madrid de 1943. Su estructura y la perspectiva narrativa adelantan innovaciones posteriores.
Entre los escritores de la nueva generación, destacamos tres: Carmen Martín Gaite, quien profundiza en el análisis de la condición femenina y en una forma particular de ver el mundo «desde la ventana», marcada por la soledad y la incomunicación (Entre visillos); Ana María Matute, que refleja en sus novelas (Los Abel) y cuentos (Los niños tontos) un mundo conflictivo, con los débiles y los pobres como víctimas de la injusticia; y Rafael Sánchez Ferlosio, cuya novela El Jarama parte de un hecho trivial (la excursión de unos jóvenes a este río) y se convierte en un retrato certero de la juventud de la época.
La novela experimental de los años 60
A comienzos de los años sesenta, muchos escritores se replantean los presupuestos del realismo social. La literatura de este periodo opta ahora por una crítica más personal, aludiendo a la realidad sin renunciar al compromiso, pero incorporando, además, las innovaciones técnicas desarrolladas en el resto de Europa y, sobre todo, en EE. UU. e Hispanoamérica, donde destacan, entre otras novelas, La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Por ello, se habla en este periodo de formalismo, frente a la literatura social, que da prioridad al contenido político o ideológico.
En este contexto surge Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos, que inaugura una nueva etapa en nuestra narrativa, a la que se van a incorporar autores que pertenecen a promociones distintas:
- Surgidos en los cuarenta, como Miguel Delibes, con Cinco horas con Mario, donde introduce grandes innovaciones narrativas (monólogo interior, lenguaje coloquial, narración en primera y segunda personas, etc.) o Torrente Ballester, quien publica La saga/fuga de J. B., protagonizada por personajes de distintas épocas, todos con las iniciales J. B., para salvar Castroforte del Baralla, su pueblo.
- Autores de la «Generación de Medio Siglo» como Juan Goytisolo, con Señas de identidad, novela en la que parodia y critica la España tradicional y conservadora, con elementos ajenos al relato, varios puntos de vista, saltos temporales o pasajes en francés; Juan Benet, con Volverás a Región, novela que emplea largos monólogos con diversas voces, alterna recuerdos con descripciones o el lenguaje científico con el lirismo o el humor; y Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa, sátira feroz de las diferencias de clases con un narrador omnisciente que incluye comentarios sarcásticos, el monólogo interior y la parodia.
Pero es Luis Martín-Santos quien cambia el rumbo de la narrativa española con Tiempo de silencio. En esta novela, se parte de un héroe noventayochista (un joven médico dedicado a investigar el cáncer e implicado en un aborto) y un contenido social (el chabolismo o la falta de dinero para la investigación). Junto con la crítica a la realidad española, hallamos técnicas narrativas como estas:
- Punto de vista múltiple (con varios narradores), narración en segunda persona o monólogo interior.
- Desorden cronológico (analepsis o salto al pasado, montaje cinematográfico, elipsis, tiempo abarcado muy reducido o muy amplio, etc.).
- Fusión de géneros («novela-ensayo» o humanística, mezcla de lirismo y poesía, prosa y verso, etc.).
- Límites difusos entre lo real y lo imaginativo, a veces con valor simbólico. Se incorporan géneros marginales (novela policíaca o picaresca) con diversos enfoques (serio, paródico).
- Estructura externa en capítulos o secuencias. Internamente se usan técnicas como el contrapunto (historias que se combinan y alternan) o la novela abierta, sin desenlace.
- Personaje individual en conflicto con su entorno y consigo mismo, como en la novela del 98.
- Renovación estilística: distintos registros; incorporación de textos de diferente naturaleza (informes, anuncios, textos periodísticos…); empleo de humor e ironía; artificios tipográficos (en la puntuación, disposición de párrafos, tipos de letra); importancia de la descripción, a veces metafórica o simbólica.
La novela de los años 70
Denominada por algunos críticos como Generación del 68, los escritores de este grupo siguen recibiendo influencias de la literatura extranjera (tanto europea como americana), buscan nuevas formas de narrar (se avanza en la experimentación) y se produce un claro alejamiento del realismo, aunque breve.
Un ejemplo lo tenemos en Luis Goytisolo, quien escribe la tetralogía Antagonía, especie de metanovela (novela que reflexiona sobre la novela misma). Sin embargo, la publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, fue clave en su momento porque volvía a unos personajes y un argumento definidos, sin olvidar las técnicas narrativas, se modera la experimentación y se observan, además, estas características:
- Se retoman ciertos aspectos de la novela tradicional (contar historias).
- Se recuperan géneros marginales (fantástico, de ciencia ficción, de aventuras…), como sucede con Manuel Vázquez Montalbán, que cultiva el género policíaco (Los mares del sur).
- Predomina el tema del desencanto y se vuelve a preocupaciones existenciales y sentimientos íntimos, desde diversas posturas (irónicas, lúdicas…). Un ejemplo es Francisco Umbral, con obras de difícil clasificación como Mortal y rosa o Trilogía de Madrid.