El Teatro Español de 1960 a 1975: Tendencias y Evolución
El teatro español de los años 60 hasta 1975 se caracterizó por la coexistencia de diversas corrientes: el teatro comercial, el teatro social, el teatro experimental (con figuras como Fernando Arrabal y Francisco Nieva), el teatro simbolista y el teatro independiente.
La Segunda Generación del Realismo Social
Estos autores dramáticos son coetáneos de la generación de poetas y novelistas del «medio siglo». Todos defienden un teatro políticamente comprometido, de inspiración popular y costumbrista, próximo al sainete, a la tragedia grotesca de Arniches, al esperpento de Valle-Inclán y a la obra dramática de Bertolt Brecht. Utilizan el lenguaje coloquial para acentuar el realismo; sus personajes son de extracción humilde, obreros y empleados que malviven o están condenados a emigrar para sobrevivir.
Entre los autores y obras destacadas de esta corriente se encuentran: Lauro Olmo con El cuerpo; José Martín Recuerda con Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca; y Carlos Muñiz con El tintero.
Años 70: Teatro de Vanguardia
Desde mediados del siglo XX surgieron orientaciones dramáticas innovadoras tanto en lo formal como en el contenido de las obras. Estos dramaturgos tuvieron graves dificultades para el estreno de sus obras en la España franquista. Estas dramaturgias se vieron influidas por las innovaciones teatrales europeas, especialmente por dos tendencias principales:
El Teatro del Absurdo
Representado por autores como Samuel Beckett y Eugène Ionesco, esta corriente tenía en común la conciencia de habitar un mundo degradado y la necesidad de denunciarlo. El lenguaje pretendía expresar la crisis de comunicación y el absurdo social en el que se encontraba el ser humano.
El Teatro de la Crueldad
Impulsado por Antonin Artaud, llevó a escena situaciones crueles que subrayaban la incomunicación. Restauró el carácter ritual de los orígenes teatrales y procuró el contacto directo entre espectáculo y público.
Fernando Arrabal: El Teatro Pánico
Con un talante innovador apartado del realismo, Fernando Arrabal desarrolló el teatro pánico. Este se caracteriza por la intención de conciliar lo absurdo con lo cruel, con elementos surrealistas en el lenguaje, y adopta la ceremonia como forma de expresión. Entre sus obras más conocidas se encuentran: Pic-nic, El cementerio de automóviles y El arquitecto y el emperador de Asiria.
Francisco Nieva: Crítica Social y Transgresión
El tema básico de las obras de Francisco Nieva es la represión de la sociedad, que degrada al ser humano. Ante ello, se erige la transgresión, a menudo debida a la necesidad de una liberación sexual. Destacan obras como Nosferatu Pelo de tormenta y La carroza de plomo candente.
El Teatro Independiente: Orígenes y Grupos Clave
A finales de los sesenta, el teatro universitario se transformó en lo que se denominaría teatro independiente. Este movimiento suponía el rechazo del espectáculo conservador mediante la elaboración de una estética peculiar y un intento de autofinanciación. Actuaban al margen de los empresarios teatrales, procurando vencer inercias y limitaciones.
Fue pionero el grupo catalán Els Joglars, encabezado por Albert Boadella, creadores de un teatro del silencio que potencia la expresión corporal. Destacan también: Els Comediants, con sus grandiosos espectáculos de animación en la calle; Dagoll Dagom; La Fura dels Baus; el TEU de Murcia; Tábano (Madrid); La Cuadra (Andalucía), etc. Algunos de estos grupos siguen activos y han alcanzado una estabilidad y una protección de las autoridades impensable hace años. En general, con obras de autor o con creaciones colectivas, han llevado a cabo una síntesis entre la tendencia experimental y los elementos populares, y junto a enfoques críticos, se preocupan por los aspectos lúdicos del espectáculo.
Las Últimas Dramaturgias: Diversidad y Desafíos
En las últimas décadas, la característica más destacada es la variedad de tendencias –conviven autores de distintas promociones– junto a la proliferación de festivales de teatro, la rehabilitación de viejos edificios teatrales y las representaciones ajustadas a los programas académicos, con las que se pretende atraer a un público joven. Con todo, las esperanzas que trajo la democracia no han resultado del todo satisfechas: hasta hace poco escaseaban los autores nuevos con obras de valía, y el teatro se enfrenta, además, con la competencia de otros medios audiovisuales. Además, el público no siempre acepta los montajes vanguardistas, sino que se decanta a menudo por un tipo de teatro más convencional.
De ahí el éxito que alcanzaron obras de Antonio Gala, como Anillos para una dama, de lenguaje poético simbólico (recreación de Doña Jimena, la esposa del Cid); y obras de estética más realista que se interesan por temas de la vida contemporánea y cotidiana, como la repercusión social de la nueva economía, la marginación, la violencia, el impacto de las drogas o el conflicto generacional.
Entre los autores y obras de esta última tendencia, cabe mencionar: Sanchis Sinisterra con ¡Ay, Carmela! y Ñaque; José Luis Alonso de Santos con Bajarse al moro y La estanquera de Vallecas; Fermín Cabal con Castillos en el aire; y Fernando Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano.
En los últimos años han sido bien acogidas por crítica y público obras de Jordi Galcerán (El método Grönholm) o Juan Mayorga (La tortuga de Darwin, El elefante ha ocupado la catedral, Himmelweg), así como los montajes de grupos como Els Joglars (Daaalí, El retablo de las maravillas, 2036 Omena-g), Els Comediants e Yllana (Brokers, 666).