Explorando las Variedades Lingüísticas: Sociolectos y Registros Idiomáticos en la Comunicación

Este documento aborda el Tema 4: Las Variedades Socioculturales y los Registros Idiomáticos, explorando sus clases y principales rasgos.

Introducción a las Variedades Lingüísticas

La función principal del lenguaje es la comunicación. El lenguaje se define como la capacidad que poseen los humanos para comunicarse mediante un sistema de signos lingüísticos. Su realización concreta en una determinada comunidad se denomina lengua. La lengua o idioma es, por tanto, un código común que utilizan los hablantes de una comunidad. Sin embargo, dicha lengua no es una estructura rígida, sino que, según las circunstancias o características sociales y geográficas de los hablantes, se producen diversificaciones en el seno de la misma. Son las llamadas variedades de la lengua. La sociolingüística es la disciplina que las estudia e investiga sobre las relaciones entre la lengua y la sociedad en todos sus ámbitos.

Existen dos tipos de variedades lingüísticas:

  1. Variedades de Lengua, en relación con la competencia lingüística del hablante:
    1. La variedad de la lengua relacionada con el lugar donde se aprende a hablar o se reside habitualmente da lugar a los llamados dialectos geográficos o variedades diatópicas: dialectos, hablas regionales y locales.
    2. La variedad de la lengua en función de circunstancias de carácter supraindividual (ajenas a la voluntad del hablante) como el nivel de instrucción o el estrato social del hablante da lugar a los llamados dialectos sociales o variedades diastráticas. Según su nivel sociocultural, cada hablante queda encuadrado en un nivel de lengua, ya que es fundamental la influencia del grado de cultura en la forma de hablar.
  2. Variedades de Habla, relacionadas con los usos o modalidades que convienen a las diferentes situaciones comunicativas: son las variedades diafásicas. Cualquier hablante elige en cada momento determinados usos y rechaza otros. Este nivel de habla depende de las circunstancias en las que se realiza el acto comunicativo. Estas modalidades de carácter individual reciben además el nombre de variedades de estilo o registro.

De las variedades diatópicas nos ocupamos en un tema anterior. Ahora nos vamos a centrar en las otras dos variedades: las diastráticas y las diafásicas.

Las Variedades Diastráticas: Los Sociolectos

1. Introducción a los Sociolectos

El carácter social de la lengua se fundamenta en el hecho de que es compartida por los individuos de una comunidad. Sin embargo, toda sociedad se halla internamente organizada en clases que se distribuyen a modo de estratos; entre sus diferencias, las de carácter lingüístico ocupan un lugar relevante.

La modalidad que adopta una lengua en una determinada capa social de la comunidad lingüística recibe el nombre de variedad diastrática, dialecto social, sociolecto o nivel de lengua.

Dado que existen fronteras claras en las formas de hablar de las distintas clases sociales, las modalidades lingüísticas parecen corresponder más bien a diferencias socioculturales. Es el grado de instrucción o cultura de un hablante el factor determinante de su variedad de lengua, y no el económico o la clase social. La relación entre cultura y clase social es muy estrecha, ya que las posibilidades de formación de un individuo dependen en gran medida de su nivel económico. Según el grado de instrucción, podemos distinguir los siguientes conjuntos lingüísticos:

  • Personas con sólida formación.
  • Personas de mediana cultura.
  • Personas poco instruidas o incultas.

Además, existen otros factores extralingüísticos. En relación con ellos, se pueden distinguir diversos sociolectos:

  • Según el hábitat: lengua rural y lengua urbana.
  • Según la edad: diferencias condicionadas por la pertenencia a un determinado grupo generacional.
  • Según la procedencia: los dialectos de los barrios. La inmigración suele distribuirse en las ciudades en virtud de su lugar de origen y esto determina diferencias notables en el habla de los distintos barrios.
  • Según los diversos oficios o actividades: las diferencias las encontramos en el nivel léxico-semántico.

Tomando en cuenta todos estos factores (tanto el nivel de formación como los factores extralingüísticos), se distinguen las siguientes variedades sociales: nivel culto, nivel popular, nivel vulgar y nivel estándar.

2. Nivel Culto

Es el propio de personas instruidas y de gran nivel cultural. Funciona como modelo de corrección y como ideal de lengua para los estratos inferiores. Es el nivel más preciso, más estructurado y el más rígido. Sus características fundamentales son:

  • Corrección: Afecta a todos los niveles: al fonético, con una pronunciación que conserva los matices de expresividad y evita todo vulgarismo o localismo; al gramatical, con un uso riguroso de las construcciones sintácticas y utilización de conectores adecuados; al léxico, precisión en el vocablo y rechazo de vulgarismos y barbarismos.
  • Riqueza léxica: La lengua culta dispone de un léxico preciso y rico que abarca las ciencias y la cultura en todos sus ámbitos.
  • Capacidad de abstracción: La lengua culta se diferencia de la popular y la vulgar en que es capaz de expresar con mayor profundidad y precisión los conceptos abstractos.
  • Tradición literaria: La lengua culta recoge el peso de la tradición literaria y puede compartir con ella su belleza formal. Es la más apropiada para todo tipo de actividades intelectuales.

3. Nivel Popular

Se sitúa en un nivel medio de competencia lingüística y se usa en el ámbito de la vida cotidiana. Sus rasgos son:

  • La subjetividad del hablante: uso frecuente de interjecciones, exclamaciones, expresiones irónicas, interpelaciones al oyente…
  • Economía en el uso de medios lingüísticos: oraciones inacabadas o suspendidas, oraciones sincopadas, falta de precisión léxica, frases cortas o muy expresivas, elementos que remiten al contexto extralingüístico (deícticos), muletillas, frases hechas, etc.
  • Continuas apelaciones al oyente.
  • Uso del llamado lenguaje proverbial o refranes ligados a la filosofía popular.

4. Nivel Vulgar

El nivel vulgar es utilizado por las capas más modestas y peor escolarizadas de la sociedad. Es un sistema pobre, con una gramática sencilla y un léxico reducido. Se caracteriza por la alteración de la norma y el uso de vulgarismos, palabras incorrectas o errores lingüísticos debidos a la ignorancia del hablante.

Los vulgarismos son variados y se producen en todos los niveles de la lengua:

  • Vulgarismos fonéticos:
    • Indecisión vocálica: sigún (por según).
    • Simplificación consonántica: dotor (por doctor), istancia (por instancia).
    • Relajación consonántica: colorá (por colorada), toavía (por todavía).
    • Alteración r/l: arquiler (por alquiler).
    • Cambio de consonantes: Grabiel (por Gabriel), probe (por pobre).
  • Vulgarismos morfológicos:
    • Formaciones analógicas: haiga (por haya), ayer caminemos (por ayer caminamos).
    • Leísmo, loísmo y laísmo: la dije (por le dije).
    • Uso de partículas: pienso de que (por pienso que).
    • Alteraciones verbales: cantastes (por cantaste).
  • Vulgarismos sintácticos:
    • Orden de las palabras: me se escapó (por se me escapó).
  • Vulgarismos léxicos:
    • Utilización de determinados términos considerados vulgares: «limpiar» por «robar», «guita» por «dinero», etc.

5. Nivel Estándar

Esta variedad lingüística se sitúa en un nivel medio de la lengua. Adopta las exigencias normativas del idioma, aunque es menos rígida y meticulosa que la variedad culta. Sirve de modelo tanto en la comunicación oral como escrita. Respeta la norma léxica y gramatical que supone el uso correcto del idioma, siguiendo las instrucciones de la Real Academia Española. Se adapta a los cambios que puedan ser introducidos por las modas o préstamos de otras lenguas y se difunde a través de los medios de comunicación y, también, en la enseñanza.

Es una lengua común a la gran mayoría de los hablantes que pertenecen a un nivel sociocultural medio.

6. Los Lenguajes Específicos

Los lenguajes específicos son las variedades de la lengua común o estándar que identifican a un grupo sociocultural. Las características de estos subsistemas afectan fundamentalmente al nivel léxico y, en menor grado, al morfosintáctico. Estos lenguajes específicos son muy heterogéneos e ilimitados: lenguaje publicitario, científico-técnico, jergas de oficios y profesiones, hablas de los grupos marginales…

Se distinguen tres tipos de lenguajes específicos:

  1. Las jergas o argots: son lenguas de grupos sociales marginales con finalidad críptica. Destaca el lenguaje del hampa, el carcelario, tribus urbanas… Los rasgos lingüísticos de los argots afectan fundamentalmente al léxico. Dado que la vida de las palabras es muy breve, la sinonimia adquiere una especial importancia, sobre todo en el argot de la delincuencia, ejemplo: «cantar» por «confesar»…
  2. Los lenguajes sectoriales: empleados por los miembros de diferentes actividades y profesiones. No tienen finalidad críptica y fortalecen los lazos de unión de un grupo, ejemplo: lenguaje jurídico, deportivo, político…
  3. Los lenguajes científico-técnicos: lenguajes de las diversas ciencias. No tienen finalidad críptica, pero resultan incomprensibles para los no iniciados, ejemplo: lenguaje de la medicina, biología, física…

Variedades Diafásicas: Registros Lingüísticos

1. Introducción a los Registros Lingüísticos

El uso individual de la lengua en los diferentes actos de habla da lugar a las variedades diafásicas que el hablante elige en función de la situación en que se produce la comunicación.

Llamamos situación comunicativa al conjunto de circunstancias extralingüísticas en las que se desarrolla el acto de comunicación. Los elementos que conforman la situación comunicativa son:

  • La personalidad de emisor y receptor. El grado de influencia de factores como el nivel sociocultural, la edad, el sexo, ideología, profesión, hábitat o estado de ánimo de quienes intervienen en un acto concreto de comunicación acentúa o difumina determinados rasgos del código lingüístico. Es muestra de ello el carácter innovador o conservador del lenguaje.
  • La atmósfera, tensión comunicativa o grado de formalidad. Refleja el grado de proximidad o distanciamiento entre emisor y receptor, de ahí relaciones que van de lo informal a lo formal.
  • El tema o materia sobre el que versa la comunicación. Puede estar establecido de antemano o, por el contrario, variar e improvisarse en el transcurso del acto comunicativo. Además, el tipo de asunto elegido puede condicionar el lenguaje: no es lo mismo hablar de un tema intrascendente de la vida cotidiana que abordar materias más serias y graves.
  • La intencionalidad. El hecho de entablar un proceso comunicativo puede obedecer a múltiples finalidades: informativa, explicativa, didáctica, prescriptiva…
  • La unilateralidad o no de la comunicación. Unas veces el mensaje circula en una sola dirección, sin que se produzca respuesta inmediata, es el caso de los medios de comunicación. En otras ocasiones, en cambio, se produce la alternancia comunicativa con intercambio de turnos, un debate, por ejemplo.
  • El espacio o ámbito de interacción social, que puede ser: laboral, profesional, académico, familiar…

El conjunto de todas estas circunstancias determina que el hablante elija el código, el medio de expresión y la estructura discursiva que más se ajuste a la situación de comunicación:

  1. El código. El emisor puede decidirse por un código exclusivamente verbal o combinarlo con el no verbal, ejemplo: los medios de comunicación de masas que se sirven de códigos iconográficos (fotografía, dibujos, colores…), tipográficos (tipos y tamaños de letras…) y auditivos (música, efectos sonoros…).
  2. El canal. El medio físico que elijamos para comunicarnos condiciona también nuestro lenguaje, así es distinta la expresión oral y escrita…
  3. La estructura discursiva. Con arreglo a las necesidades del contexto, el usuario optará por un tipo de discurso u otro atendiendo a su especial configuración formal: descripción, narración, argumentación, exposición, monólogo o diálogo.

2. Los Registros Idiomáticos

El uso individual que de la lengua hace el hablante, en virtud de la situación comunicativa en que se encuentre, recibe el nombre de registro idiomático. Cada situación comunicativa requiere un registro idiomático propio. Sin embargo, la adecuación del discurso no siempre es posible. La capacidad de cambiar de registro de los hablantes depende de su competencia lingüística: cuanto mayor sea el grado de instrucción, mayor su nivel de conocimiento de la lengua y más fácil le será pasar de una modalidad a otra.

De acuerdo con el uso más generalizado de la lengua, podemos distinguir dos tipos de registros:

  1. Registro formal. Utilizado en ámbitos especializados: científico, literario, jurídico, técnico o periodístico. En ellos predomina la preocupación por seleccionar la forma correcta y adecuada de los recursos lingüísticos. El registro culto es el registro formal por excelencia. Se caracteriza por utilizar un lenguaje cuidado en todos los aspectos: fónico, morfosintáctico y léxico. Busca, ante todo, la precisión, originalidad y la variedad.
  2. Registro informal. Utilizado en ámbitos familiares o amistosos, en los que predomina una comunicación directa, espontánea e interpersonal. El más significativo es el registro coloquial.

2.1. El Registro Coloquial

Aunque tiene elementos en común con la lengua popular, responde a dos criterios diferentes: la lengua popular es una variedad de la lengua que depende del nivel sociocultural del hablante; por el contrario, el registro coloquial alude a una situación comunicativa determinada. Es característico de la lengua oral, pero ocasionalmente puede aparecer en cartas familiares o en textos literarios, cuentos o novelas, que pretenden imitar el estilo oral. Sus rasgos más destacados son:

  • Carácter dialogado. Por ello, lo prioritario es que el oyente capte el sentido global del mensaje. Se tiende a la cooperación y nivelación para poder sintonizar y adaptarse a las necesidades comunicativas de ambos.
  • Espontaneidad y falta de formalización. Al carecer de reflexión (y planificación), se abusa de la improvisación formal y de la imprecisión expresiva.
  • Confluencia del código verbal y no verbal. El acto conversacional se apoya en un código no lingüístico: posturas corporales, expresiones de la cara reveladoras de los más diversos estados de ánimo…

Rasgos lingüísticos del registro coloquial:

  1. Aspectos fónicos: Relajamiento en la articulación de los sonidos:
    1. Diptongación forzada: vete de ái (por «vete de ahí»).
    2. Reducción de grupos consonánticos: istrucción (por «instrucción»).
    3. Pérdida de un grupo de fonemas: taluégo (por «hasta luego»).
  2. El tratamiento:
    1. Tratamiento pronominal: tú/usted.
    2. Tratamientos nominales: apodos, hipocorísticos (Pili).
    3. Expresiones cariñosas: hijo de mi vida, pedazo de cielo
    4. Comparaciones alusivas al mundo animal: gatita… o humano, princesa
    5. Insultos que resaltan rasgos físicos o defectos de las personas, así como sus conductas sociales o sexuales.
    6. Fórmulas de cortesía con las que se muestra la deferencia del hablante hacia su interlocutor: fórmulas de despedida, presentación, pésame…
  3. La expresividad: la manifestación de la subjetividad o afectividad del hablante se refleja en:
    1. Ampliación de la modalidad de la frase en función de la actitud personal, así a la enunciación se añade: duda, sorpresa, asombro, reproche, enfado…
    2. Organización subjetiva del mensaje. Se articula el discurso siguiendo los dictados del pensamiento-sentimiento sin reparar en la estructura lógica del mismo. Atiende a los siguientes rasgos:
      1. La dislocación sintáctica porque los elementos oracionales se ordenan según el interés del emisor, ej: yo en vacaciones me gusta dormir.
      2. La condensación sintáctica, que se refleja en el uso de expresiones de término único (interjecciones), estructuras oracionales sin predicado o con abundantes elementos omitidos (oraciones incompletas o sincopadas).
      3. La fragmentación del mensaje en unidades aparentemente independientes: yuxtaposición; o predominio de la coordinación sobre la subordinación.
    3. El énfasis lingüístico mediante expresiones autorreafirmativas (te lo digo yo…) y otras que implican la conformidad del interlocutor (ya me entiendes…). Los elementos intensificadores pueden ser:
      1. Presencia de superlativos con sustantivos (mañana es la finalísima).
      2. Impropiedad semántica (voy a ser tremendamente claro).
      3. Redundancia semántica (Este no es persona humana).
      4. Incompatibilidad semántica (Esta mujer tiene una paciencia infinita).
      5. Cambio de género: soltó dos palabros
    4. Creaciones léxicas espontáneas: medios expresivos que surgen esporádicamente en la conversación: Ese muchacho tiene mucha pechonalidad
  4. Economía y comodidad. El emisor se asegura la comunicación con el menor esfuerzo, de ahí el descuido formal e imprecisión expresiva. Los rasgos son:
    1. Formaciones regresivas: apócope y aféresis: cole, tele
    2. Muletillas: o sea, bueno, evidentemente
    3. Frases hechas, expresiones estereotipadas, refranes.
    4. Comodines: cosa, chisme, rollo, cacharro

Una variante del registro coloquial es el familiar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *