I. La Técnica del Cuento en El Aleph
En 1949, Jorge Luis Borges publica una colección de 17 cuentos bajo el título de El Aleph.
La técnica del cuento en esta obra se caracteriza por la utilización constante del mundo fabuloso y fantástico, de la ironía y del juego.
- El mundo fabuloso y fantástico. Los márgenes que separan lo real y lo fantástico están indefinidos. Borges cuenta historias más o menos reales de la vida sudamericana (historias de héroes populares, soldados, gauchos, detectives y figuras históricas) que se desarrollan en un mundo fabuloso o fantástico, en el que abunda la maldad.
- La ironía. Ideológicamente, Borges es ante todo un escéptico, que ha renunciado a entender el mundo que para él es un laberinto por el que el hombre transita perdido. Pero Borges refrena toda angustia oponiéndole una elegante ironía.
- El juego. Junto a sus inquietudes y angustias, en Borges es esencial el juego. Nos propone sutiles juegos mentales y complejos ejercicios de imaginación. Llega a presentar referencias inexistentes inventadas entre una acumulación de citas eruditas (como en “El hombre en el umbral”).
A estas características se une el puro placer de fabular, de crear. Placer que se contagia al lector que entra en el “juego”, sin dejar de inquietarle también.
Características de la Construcción Narrativa
- La construcción destaca, ante todo, por su originalidad: los cuentos comienzan como si se tratara de un estudio erudito, un ensayo o una reflexión filosófica, incluso como una falsa autobiografía.
- El punto de arranque puede ser un párrafo leído en una enciclopedia o en un libro de Historia, un mito, una leyenda antigua, un suceso… Lo que es realmente importante es el desarrollo utilizado por Borges a partir de cualquier motivo y a dónde nos conduce.
- Desde el punto de vista de la estructura narrativa, el relato avanza con un ritmo lento y pausado. Y así, los enigmas que nos presenta van haciéndose más y más densos, más y más inquietantes, y casi siempre, el desenlace nos sorprende en el último párrafo.
- Los cuentos pueden narrarse en tercera persona (“Emma Zunz”, “La espera”) o utilizar la forma autobiográfica de la primera persona (“La escritura del dios”).
- Borges utiliza un estilo preciso y cuidado, aunque con presencia de algunos excesos de retórica como una recargada adjetivación, con insólitas asociaciones de palabras y conceptos (“tenue voz insaciable”) y gusto por las paradojas.
En definitiva, los cuentos de Borges son ejercicios literarios que combinan inteligencia, imaginación, erudición y lirismo.
II. El Género Fantástico en El Aleph
El género fantástico es un género artístico de ficción en el cual los elementos principales del argumento son imaginarios, irreales y sobrenaturales. Estos elementos surgen en un contexto de realidad cotidiana y objetiva.
La visión fantástica está en los orígenes mismos de la literatura argentina, casi siempre en cuentos o novelas cortas, y surge en el primer tercio del siglo XIX, en el período romántico. Jorge Luis Borges se convierte en uno de los principales cultivadores con colecciones de cuentos como Ficciones (1944) y El Aleph (1949).
Borges retoma en este libro sus temas favoritos dándoles un planteamiento imprevisto y deslumbrante. En cada relato arriesga una nueva visión del universo fantástico.
El cuento que abre El Aleph, titulado “El inmortal”, es el más largo de los dieciocho del libro. Es también el de perfiles más cambiantes y borrosos, más fantásticos e inquietantes, ya que explora los posibles efectos que tendría la inmortalidad en los hombres.
Símbolos y Representaciones del Universo
En “El Aleph”, “La escritura del dios” y “El Zahir” hay una clave común de signo fantástico: la imagen microscópica del universo se representa en tres símbolos diferentes:
- El Aleph: la primera letra del alfabeto hebreo y raíz espiritual de las demás.
- La Rueda: de las religiones indias.
- El Zahir: del Islam.
Borges cree que el mundo visible aparece, entero, en cada mínima representación y, paralelamente, cada efecto presupone un número infinito de causas; la historia, por tanto, es una red infinita de causas y efectos. Esta concatenación también está presente en “La busca de Averroes”, donde el orden irrevocable de la causalidad es desafiado.
El universo también es visto como trampa y prisión, como laberinto, en “Abenjacán el bojarí, muerto en su laberinto”, “Los dos reyes y los dos laberintos” y “El hombre en el umbral”. En “La casa de Asterión”, Borges, además, destaca lo fantástico de la condición híbrida del protagonista, el Minotauro de Creta, un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Lo fantástico se alía con lo onírico. Este onirismo premonitorio está presente en “La espera”, con la usurpación de identidad por parte del protagonista de su perseguidor.
La muerte, que espera al hombre al final del laberinto que es la vida, es motivo recurrente en varios cuentos, que recorren el mundo violento y brutal de los compadritos (“La intrusa”, “El muerto”), de los gauchos (“Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”) y de los nazis (“Deutsche Réquiem”).
Borges trasciende lo fantástico, asociándolo a lo filosófico-teológico en “Los teólogos”, y a la intervención de la divinidad en “La otra muerte”, al igualar al ortodoxo con el hereje en un continuado relativismo de las teologías de todos los tiempos.
De los diecisiete cuentos que componen este volumen, como ya señaló el propio Borges en el epílogo de la primera edición, dos de ellos no pertenecen al género fantástico:
- “Emma Zunz”, donde la única protagonista femenina de Borges venga el asesinato de su padre.
- “Historia del guerrero y de la cautiva”, un texto de función ejemplificadora, donde presenciamos el contraste civilización-barbarie.
En definitiva, los relatos de este libro plantean un universo fantástico e imprevisto, en el que se mezclan juegos mentales, culturas exóticas y la tradición argentina.
III. Principales Temas en El Aleph
En 1949, Jorge Luis Borges publica una colección de 17 cuentos bajo el título de El Aleph.
Borges retoma en este libro sus temas favoritos dándoles un planteamiento imprevisto y deslumbrante. El propio autor ha dicho que “hay pocos argumentos posibles”; y es que sus cuentos son variaciones sobre unos temas obsesivos, que pasamos a enumerar:
- La identidad humana. El hombre es símbolo de todos los hombres y, en tal dimensión, su personalidad individual se agota y se anula. Puede llegarse a la usurpación de la identidad de un personaje por otro (rival, perseguidor, denunciador, enemigo). Mencionaremos aquí “Deutsche Réquiem”, “La espera”, “Los teólogos” o “El inmortal”, por ejemplo.
- El destino del hombre. Para Borges el hombre desconoce su verdadero ser y por eso lo presenta en el instante de su vida en que se enfrenta con esta revelación. La fatalidad está presente ya que se pregunta si realmente somos libres. Pueden incluirse aquí “El muerto”, “La espera”, “Los teólogos”, “El hombre en el umbral”, entre otros.
- El tiempo. Pasado, presente y futuro se entrelazan con frecuencia en estos cuentos, para poner aún más en entredicho el destino del hombre y el sentido de la historia. La idea del tiempo circular o del “eterno retorno” está presente en varios de los cuentos (“La otra muerte”).
- La eternidad y el infinito. Son el reverso de las meditaciones sobre el tiempo y la inconsistencia del mundo. La eternidad (o abolición del tiempo), ¿es una salvación o una condena? La idea del infinito, ¿es un consuelo o una pesadilla? Este tema lo representan “El Aleph”, “La escritura del dios” y “El Zahir”.
- El laberinto. En un mundo caótico el hombre deambula sin lograr regresar al punto de partida, recorriendo corredores, puertas, escaleras. El resultado es la angustia. El laberinto puede ser símbolo del caos, del infinito y del cosmos. (“La casa de Asterión”, “El inmortal” y “Abenjacán el bojarí, muerto en su laberinto”).
- La muerte, que inevitablemente espera al hombre al final del sendero o del laberinto. Es la coronación de los destinos. Es condena o alivio. De nuevo desembocamos en temas antes señalados: la identidad, el tiempo circular, la eternidad. (“El muerto”, “La espera” y “Emma Zunz”).
A través de estos cuentos, Borges nos pone en contacto con lo excepcional, con lo insólito. Se caracterizan por la utilización constante del mundo fabuloso y fantástico, de la ironía y del juego, pero también por el puro placer de fabular, de crear de su autor.
IV. Características del Universo Borgiano en El Aleph
En 1949, Jorge Luis Borges publica una colección de 17 cuentos bajo el título de El Aleph. Este libro lo consagró en el campo de la narrativa breve. Su precedente inmediato fue Ficciones (1944).
La interpretación del universo es, para Borges, una tarea en la que Filosofía, Teología y Metafísica están implicadas, pero todos los sistemas creados con tales disciplinas han fracasado; así, la realidad es impenetrable e ignoramos qué es el universo o mundo. El ser humano no entiende el orden del mundo ni su esquema, regido por leyes divinas; aun así, intentamos averiguar su funcionamiento.
Los sistemas que la Filosofía, la Teología y la Metafísica suministran son, como la literatura, juegos verbales; se impone, pues, considerarlos por su valor estético, por lo que tienen de raro o fantástico. Así, la metafísica, cuyo gran tema es el tiempo, es para Borges una rama de la literatura fantástica.
La propuesta temática que subyace en los cuentos borgianos es “un conjunto de hipótesis o conjeturas —sin valor de verdades absolutas— de naturaleza filosófico-teológico-metafísica”: este es el cañamazo sobre el que el escritor urde sus historias.
Estos temas recurrentes y obsesivos, a lo largo de la producción borgiana, son la identidad humana, el destino del hombre, el tiempo, la eternidad y el infinito, el mundo como laberinto, la violencia y la muerte. A través de estos temas, que reflejan su interés por ámbitos tan diferentes como la mitología, la literatura, las matemáticas, la teología, la filosofía y la metafísica, Borges nos pone en contacto con lo insólito y lo fantástico.
El Uso de Símbolos y Alegorías
Además, estas historias, con frecuencia, tienen la dimensión de símbolo o alegoría.
Entre estos símbolos podemos destacar, entre otros:
- El cuchillo: la valentía asesina.
- El río: el flujo de la vida / el tiempo irreversible.
- El universo: el sueño común, compartido por todos.
- El tigre: la selva, la vida y la muerte, la destrucción.
- El laberinto: es el símbolo más usado, espacio cerrado que guarda un secreto.
Pero no podemos perder de vista el puro placer de crear de Borges. Las interpenetraciones y los trasvases son constantes: lo que semeja real se descubre de origen literario y por tanto ficticio; se suprimen los límites entre lo vivido y lo soñado; a la voz del narrador se suman las voces de otras fuentes, de otros personajes y narradores, de autores y obras reales o apócrifas.
Un numeroso grupo de personajes, extraídos de la realidad o de la ficción literaria (escritores, amigos, héroes míticos, filósofos y teólogos, reyes, asesinos y criminales torturadores, militares, gauchos y compadritos) protagonizan estos cuentos y cargan con las ideas e hipótesis que el escritor formula a través del sustrato filosófico-teológico-fantástico.
En definitiva, los cuentos de Borges son ejercicios literarios que combinan inteligencia, imaginación, erudición y lirismo. Para ello utiliza un estilo preciso y cuidado, aunque con presencia de algunos excesos de retórica como una recargada adjetivación, con insólitas asociaciones de palabras y conceptos (“tenue voz insaciable”) y gusto por las paradojas.
V. Tratamiento del Espacio y del Tiempo en El Aleph
En 1949, Jorge Luis Borges publica una colección de 17 cuentos bajo el título de El Aleph.
En estos cuentos hay escenarios realistas (llanuras de la Pampa, montes, calles y plazas de Buenos Aires) y otros genéricos, de ficción y de valor simbólico (laberintos, casas, pirámides y callejones): una arquitectura laberíntica que crea una atmósfera de irrealidad y de angustia; son escenografías que se reduplican para acabar identificándose con el universo, lugar donde se suceden hechos inexplicables.
Otros escenarios son espacios degradados: sótanos, cárceles, oscuros almacenes, desiertos… son correlatos de venganzas, crímenes, locura y destrucción. Borges no repara apenas en los escenarios, apenas algunos merecen la descripción breve como, por ejemplo, la casa-laberinto de Cornwall (en “Abenjacán el Bojarí…”); la casa de Beatriz Viterbo (en “El Aleph”); o la cárcel donde yace Tzinacán, mago de una pirámide, en “La escritura del dios”.
Son, por el contrario, espacios obsesivos y fantásticos aquellos en los que, siempre con reducidos tamaños (moneda, esfera) se sintetiza simultáneamente todo el orbe (“El Aleph”, “El Zahir”).
El Problema del Tiempo
En Borges el problema del tiempo es central y lo llevará a dos ideas principales: la repetición y el eterno retorno.
El vivir del hombre es sentido por Borges como angustia, propiciada por el imparable paso de las horas hacia la muerte. El tiempo lo transforma todo y el pasado no se recupera. El tiempo no es sucesión, sino repetición: revivir un instante idéntico a otro vivido en el pasado anula el flujo del tiempo; así, lo cotidiano, al reiterarse, es garantía de eternidad.
La relación del tiempo con la eternidad lleva al infinito; cuando Dios surge, surge la eternidad, que es el punto cero del tiempo: un presente inmenso en el que están escritos todos los hechos de la Historia; no tiene principio ni fin, pues el tiempo no sucede ni hay nada anterior o posterior a él; es el eterno retorno.
