La literatura de fin de siglo

  • La novela


La crisis del Realismo de finales de siglo también se comprueba en la prosa, que es cada vez menos el
vehículo de narraciones en sentido clásico, ya que las tramas comparten sus páginas con digresiones ensayísticas,
líricas o descriptivas. Esto provoca que las fronteras genéricas empiecen a ser difusas, y que la novela y el ensayo a
menudo aparezcan fundidos en una misma obra.
El propósito de las novelas ya no es reflejar objetivamente la
realidad, sino que esta aparece diluida como un trasfondo de las experiencias subjetivas o de los problemas de
conciencia.
La Generación del 98 es, sin duda, la responsable de la revitalización de la novela.
En 1902 aparecen cuatro
novelas que coinciden en el rechazo al Realismo decimonónico y en la angustia vital propia de esa época de crisis:
Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de ValleInclán.
A partir de entonces se impone la temática existencial, social, filosófica; y, salvo la excepción de la obra de
Valle-Inclán (por entonces, netamente modernista), preocupa más la situación del país que la mera perfección
formal. Los noventayochistas huyen del costumbrismo y la retórica antigua, por eso tienen un estilo sobrio, sencillo y
natural. Junto con la angustia existencial, el otro gran tema es la preocupación por España, su presente y su historia.
Ante el deplorable estado del país, los autores buscan las raíces del “alma española”, que encuentran sobre todo en
Castilla (símbolo de la patria), en sus paisajes y gentes. Se escribirán numerosos libros de viaje, que criticarán los
aspectos negativos de los pueblos con intención reformista: las precarias condiciones del campesinado, el
caciquismo, el abandono de los pueblos, la pobreza, la abulia, la ignorancia. Son comunes el uso de palabras
tradicionales, la técnica impresionista y los diálogos densos que hacen pensar; aunque también es cierto que cada
autor tiene su individualidad: cuidan la expresión para conseguir belleza (Valle-Inclán), minuciosidad (Azorín),
reflexión (Unamuno) o rapidez (Baroja). Detengámonos en los principales autores:
– Ramón María del Valle-Inclán evoluciona desde el Modernismo de sus Sonatas –llenas de melancolía, lujo y
evasión espacio-temporal– hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos, en los que deforma
grotescamente la realidad con personajes fantoches para retratar una sociedad sin ninguna clase de virtud ni
moral. En El ruedo ibérico satiriza la corte de Isabel II: los personajes, incluida la Reina, acaban convertidos en
muñecos de guiñol.
– José Martínez Ruiz, “Azorín”, es el autor que más atención presta al paisaje (Castilla y Los pueblos). En sus
textos parece como si el tiempo se hubiera quedado suspendido y no hubiera habido evolución histórica
alguna. Hay una visión estática de las cosas, que sugiera la idea de que el mundo siempre ha sido así y
seguirá siéndolo. Una de sus novelas más interesante es La voluntad, una obra próxima al ensayo, con
abundantes rasgos autobiográficos, en la que se da rienda suelta a las reflexiones más diversas.
– Miguel de Unamuno dará a sus novelas una denominación nueva: “nivola”. En ellas el autor concede una
gran atención al interior de los personajes, con el propósito de que se conozcan sus inquietudes
existenciales, de ahí que sean muy relevantes los monólogos y los diálogos; y exige al lector que participe
activamente en la interpretación de la obra y a menudo lo interroga para que haga suyas las reflexiones de
los personajes. Otra característica es que a menudo se borran las fronteras entre realidad y ficción, y el
propio Unamuno aparece como personaje o los personajes son lo que visitan al autor mismo, como sucede
en Nieba. San Manuel Bueno, mártir cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero que,
aparentando tenerla, desarrolla una actividad vivísima para que sus feligreses mantengan intactas sus
creencias religiosas.
– Pío Baroja considera que en la novela cabe todo: la aventura, pero también lo filosófico, lo psicológico, el
análisis social… Sus personajes de obras como La busca o El árbol de la ciencia parece que buscaran una
felicidad que no encuentran, bien por su temperamento apático, bien por su inadaptación al mundo y su
enfrentamiento con él.Tema 3: La literatura española del siglo XX hasta 1939: poesía, novela y teatro
14
La Generación del 14 o Novecentismo integra a intelectuales que están entre el noventayochismo y las
vanguardias, aunque son más vitales que los autores que acabamos de comentar, así como más europeístas y
liberales. Aparte de sus ensayos, podemos destacar dos tendencias narrativas: la lírica y la intelectual.
En la novela lírica hay que resaltar la figura de Gabriel Miró, del que se ha afirmado que es “el gran poeta en
prosa de la lengua”. La melancolía y lo sensorial recuerdan la prosa modernista, pero su búsqueda de perfección
formal es novecentista. Podemos citar su novela El obispo leproso.
En la novela intelectual el nombre propio es Ramón Pérez de Ayala. En novelas como Troteras y danzaderas
el autor se acerca al ensayo, porque en ellas se adelgaza la acción para potenciar las reflexiones sobre los temas más
diversos (filosofía, política, estética…). En su obra destaca la cuidadosa construcción, la ironía y el perspectivismo
(ofrece los diferentes puntos de vista de los personajes para mostrar que la realidad es compleja y múltiple, y que en
absoluto puede ser entendida desde un único ángulo de visión).
Finalmente, en los años 30 encontramos los llamados “novelistas sociales de preguerra”. Arderíus, por
ejemplo, aúna contenido social y recursos formales como las asociaciones al modo de las greguerías.
En conclusión, la novela del primer tercio del siglo XX se opone a la copia de la realidad, tal y como había
ocurrido con la novela realista, y se incorporan las reflexiones intelectuales que inquietaban a sus autores. Asimismo,
los recursos formales y la preocupación por la renovación del lenguaje contribuirán notablemente a la
modernización del género.

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