La Prosa Renacentista
Las condiciones sociales y culturales del Renacimiento originan un aumento en el número de libros que se publican y una mayor variedad en cuanto a subgéneros literarios. La prosa se divide en prosa didáctica y prosa de ficción.
En los siglos XVI y XVII, el término «novela» solo se utilizaba para referirse a narraciones breves. Es el caso de las Novelas ejemplares cervantinas. Las narraciones más extensas no tenían un término preciso para designarlas. Sin embargo, la crítica de hoy aplica también este término a esas narraciones largas.
Primera Mitad del Siglo XVI: Reinado de Carlos I
Prosa Didáctica
El Renacimiento tuvo una importante vertiente pedagógica, que el humanismo español cultivó a través de géneros como el diálogo, las misceláneas y la historiografía. Se trata de la prosa didáctica.
El diálogo es un género típicamente renacentista, vinculado a la discusión de la ideología erasmista, que abogaba por una literatura verosímil cuya finalidad era educar. Destacan Alfonso y Juan de Valdés.
Las misceláneas son obras que abordan temas variados con finalidad didáctica y pueden ser consideradas precedente del ensayo.
La historiografía es el conjunto de obras y estudios de carácter histórico. Entre los autores más representativos, destacan Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y fray Bartolomé de las Casas, que son protagonistas de los hechos que narran relativos a la conquista de América.
Prosa de Ficción
La prosa de ficción que se escribe en el siglo XVI comprende la novela sentimental, de caballerías, pastoril, morisca, bizantina, y picaresca.
Novela Sentimental
Aunque proceden de una tradición medieval, las novelas sentimentales fueron muy leídas hasta mediados del XVI. La más importante fue Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, de la que se hicieron en el XVI múltiples reimpresiones. Su sentimentalismo coincide con el de la poesía cancioneril y su prosa está bastante alejada del ideal renacentista. Conecta con el arte medieval de escribir cartas. Puede considerarse como la última obra del género el Proceso de cartas de amores (1548), novela epistolar de Juan de Segura.
Novela de Caballerías
Se denominaron en su tiempo «libros de caballerías». Se remontan también a una tradición medieval. Estos libros proceden de dos grandes ciclos, el bretón y el francés. El ciclo artúrico (bretón) relataba las proezas de los caballeros del rey Arturo y el ciclo carolingio (francés), de los de Carlomagno.
A principios del siglo XIV, se debió de componer uno de los más grandes libros del género, el Amadís de Gaula. La primera edición conocida de esta obra es una versión ya refundida por Garci Rodríguez de Montalvo, que data de 1508, pero hay ediciones perdidas anteriores. El éxito fue enorme y se llegaron a escribir casi un centenar de obras, que se leyeron con fruición hasta fines del XVI. El Quijote es la parodia de estos libros.
Novela Pastoril
Hacia 1559 se publicaron Los siete libros de la Diana, de Jorge de Montemayor, músico portugués que escribía en castellano. Esta obra abrió el género de los «libros de pastores». La acción desarrolla el amor o desamor de refinados pastores en medio de un mundo mítico y de idealizada naturaleza.
Entre las numerosas novelas pastoriles publicadas, destacan Diana enamorada, de Gil Polo, y La Galatea, de Cervantes. En el Quijote, como veremos, la influencia de la novela pastoril es fundamental.
Novela Morisca
Cuando la situación de los moriscos en Granada estaba a punto de estallar en una rebelión, la literatura idealizó la figura del musulmán y la confraternización y tolerancia entre ambas culturas. Recogía lances caballerescos y galantes entre ambos.
El texto que difundió esta moda fue El Abencerraje, conocido también como Historia de Abindarráez y la hermosa Jarifa, que se difundió inserto en Los Siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor. Cervantes intercaló en la primera parte del Quijote la historia del capitán cautivo en Argel, «El capitán cautivo».
Novela Bizantina (Helenística o Griega)
Es una novela de aventuras, que incluye viajes y peripecias que giran en torno a una pareja de enamorados de noble linaje. Termina con el matrimonio de ambos. Este tipo de narración tiene su origen en la Grecia antigua, donde destaca la Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea, atribuida a un tal Heliodoro. Lo más característico de estas narraciones es la estructura: comienzan en medio de la acción (in media re o in medias res) y, poco a poco, se va reconstruyendo el inicio a través de varios personajes que relatan sus historias. Cervantes fue el principal seguidor de este género en su última novela, en el siglo XVII, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, aunque ya La Galatea y el mismo Quijote están impregnados de él.
Novela Picaresca
La publicación en 1554 de la Vida de Lázaro de Tormes y de sus fortunas y adversidades inicia el género de la novela picaresca. La obra fue escrita bastante antes y es seguro que hubo, por lo menos, dos ediciones anteriores perdidas. En ninguna de las cuatro ediciones de 1554 aparece el nombre del autor, por lo que se ha venido publicando como anónima. Dada la calidad de la obra, se ha intentado explicar que no figure aduciendo que lo pudo ocultar por temor a posibles problemas derivados de la crítica anticlerical de tono erasmista que aparece en sus páginas. Se trata de un libro breve y, sin embargo, con él arranca la novela moderna, entendida como un relato verosímil de tono realista en la que el carácter del protagonista es producto, en buena parte, del mundo que lo rodea.
En contraste con otros personajes de ficción, Lázaro es un marginado que, desde niño, tiene que vivir solo en una sociedad dura y cruel. Por primera vez en una narración ficticia, el proceso educativo de un niño va a marcar el carácter del hombre maduro.
La obra se presenta escrita por el protagonista en forma autobiográfica, como una carta a un personaje desconocido, al que se dirige como «Vuestra Merced», que le pide que le relate «el caso», es decir, la situación final de Lázaro y los rumores sobre su mujer. Lázaro deja la respuesta para el final de la novela y comienza explicando la historia desde su nacimiento, con especial atención a la sociedad que lo empujó por ese camino.
Estructura
La obra se estructura desde el final, de manera que los episodios tienen como función justificar el «caso»:
- En los tres primeros tratados, se forja la personalidad de Lázaro.
- A partir del cuarto, comienza su ascensión social.
- En el VII, llega al bienestar material, pero sigue en la miseria moral.
Estructura Externa
En cuanto a la estructura externa, la obra está dividida en siete tratados y un prólogo, que conecta con el desenlace y que solo se entiende tras la lectura completa del texto.
El autor utiliza, a partir del tratado tercero, la estructura narrativa del relato llamado «en sarta», en el que no importa el orden de los episodios, que podrían continuar hasta el infinito.
El objetivo es llevar la ficción narrativa hasta el límite de verosimilitud, cediendo la voz al personaje. Lázaro es quien escribe su biografía. Solo al final sabremos que su oficio es el de pregonero de Toledo y que quiere presentar su vida como ejemplo digno de imitación.
Temas
En la obra se desarrollan los siguientes temas:
- El honor y la honra. En el prólogo, Lázaro confiesa que escribe su vida para que sus lectores vean en el libro un ejemplo de virtud. El pícaro es un personaje opuesto al concepto moral y social de la honra. Y, puesto que el honor era el principio socio-moral en torno al que se estructuraba la sociedad española del XVI, la actitud deshonrosa del pícaro implica una crítica a la concepción superficial del honor, basada en la apariencia, el dinero y la limpieza de sangre.
- El hambre. Aparece de forma gradual en los tres primeros tratados: en el primero, tiene que engañar al ciego para poder comer; en el segundo, ha de robar los panes al clérigo avaro; en el tercero, mendiga para él y para su amo, un escudero que no tiene más que apariencia y vanidad.
- El clero. El sentido religioso de Lázaro ha dado pie a interpretaciones diversas. Es evidente el anticlericalismo de la obra: de los nueve amos, cinco pertenecen al estamento eclesiástico, aunque solo a sus estratos inferiores. Critica en todos ellos la falsa religiosidad y su modo de vida. La obra está claramente influida por la corriente erasmista.
Personajes
La galería de personajes es la síntesis del panorama social español de la época. Muchos de ellos son tipos representativos: el clérigo, el hidalgo, el buldero… Al mismo tiempo, el narrador va trazando una aguda crítica de esa misma sociedad, en la que abundan la miseria, los desheredados y los menesterosos.
Lázaro, como todos los pícaros, aspira al ascenso social. La ocasión le sale al paso y la aprovecha. Se nos revela como un hombre práctico, insensible al qué dirán. No le interesan las apariencias mundanas, como se evidencia en la aceptación de la deshonra final y en las críticas que hace de la actitud del hidalgo. Pero sí le importa la dignidad personal. Cuenta su vida para justificar su situación, para demostrar que ha subido de la nada.
Intencionalidad del Autor
En cuanto a la intencionalidad del autor, la crítica se mueve entre dos polos: obra de burlas y obra de crítica social.
Lenguaje
El lenguaje mantiene el equilibrio entre habla coloquial y norma culta. Para aparentar verosimilitud, el autor emplea un estilo «grosero», de apariencia sencilla, acorde con el nivel social del protagonista.
El Lazarillo se incluyó pronto en el Índice de libros prohibidos. Su interés resurgió en 1599, fecha en que se publicó el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. Este autor vio en el Lazarillo las posibilidades de desarrollar en forma extensa la vida de un pícaro. Tomó de él la fórmula autobiográfica, la condición social y el servicio a varios amos. Por eso se considera al Lazarillo la primera novela picaresca.
Segunda Mitad del Siglo XVI: Reinado de Felipe II
La prosa continúa desarrollándose en sus distintos géneros, con algunas novedades en cuanto a formas, temas y contenidos ideológicos.
Por el devenir de la historia española y europea y por la Contrarreforma, la literatura política refuerza el contenido nacionalista y la prosa religiosa se convierte en una de las peculiaridades más brillantes del Renacimiento español.
En esta segunda mitad de siglo, el pensamiento contrarreformista se canaliza a través de obras teológicas y del espiritualismo ascético-místico. Destacan fray Luis de Granada, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús escribió varias obras en prosa, como Libro de la vida, Libro de las fundaciones, Camino de perfección, Las moradas o Castillo interior, dirigidas, sobre todo, a guiar la conducta de las religiosas de su orden y de los nuevos conventos que fundó.