Los años 40 son años difíciles de posguerra y de dictadura franquista de aislamiento internacional pobreza hambre represión y férrea censura

La novela no se vio afectada por la Guerra Civil de la misma manera que la poesía, ya que la narrativa de los años anteriores a la contienda no se encontraba en una situación tan favorable. Por el contrario, la novela experimentó un resurgimiento a partir de este momento y se mostró como el género más apropiado para reflejar la terrible situación que el país acababa de vivir. Al igual que en los otros géneros literarios, cada una de las décadas está marcada por una tendencia dominante, producto de las circunstancias histórico-políticas y culturales del momento: en los 40 destaca la novela existencial, en los 50 el Realismo social y en los 60 la novela experimental. Los años 40 son años difíciles de posguerra y de dictadura franquista;
De aislamiento internacional, pobreza, hambre, represión y férrea censura. Como ocurre en poesía, encontramos dos tendencias. Así, por un lado, aparece una narrativa triunfalista y maniquea (divide el mundo en buenos y malos), ligada al bando vencedor. Pero la novela verdaderamente interesante es la novela existencial que explora en la angustia vital y en la crueldad de la naturaleza humana. En 1942 Cela publica una novela fundamental, La familia de Pascual Duarte, con la que se inaugura el llamado “tremendismo”, caracterizado por la descripción truculenta de lo más desagradable de la sociedad, con personajes que cuentan hechos violentos con un lenguaje duro, propio de su medio degradado. En ella, Pascual Durante, preso sentenciado a muerte, escribe sus memorias y se duele del trágico destino que lo había empujado al asesinato. Otra novela clave es Nada, de Carmen Laforet. Los temas predominantes son la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte. Los personajes aparecen como seres marginados, violentos u oprimidos, a veces con taras físicas o psíquicas, que viven desorientados. En los años 50 empieza una tímida apertura al exterior, que coincide con una cierta relajación de la censura, con el éxodo rural y la consolidación de la clase media burguesa, así como los conflictos de clase y las protestas de universitarios y obreros contra el régimen. Los autores encuentran en la novela social su instrumento para la denuncia. En esta narrativa destacan los siguientes rasgos comunes: preponderancia del personaje colectivo frente al individuo; lenguaje claro y sencillo, plagado de coloquialismos, con predominio del estilo directo; sencillez estructural con cuadros de situaciones cotidianas y espacios y tiempos reducidos. Pese a este panorama homogéneo que estamos presentando, suele reconocerse dos tendencias de Realismo social: el objetivismo y el Realismo crítico. En ambas hay compromiso social, pero en el caso del objetivismo se refleja fielmente la realidad, como a través de una cámara que recogiera conductas y diálogos de los personajes, sin mediar comentarios o interpretaciones del narrador, mientras que en el Realismo crítico la denuncia es mucho más explícita. La novela objetivista por antonomasia es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, novela que retrata fielmente la conducta y diálogos triviales de unos jóvenes obreros disfrutando de un día de ocio a orillas del Jarama. Los diálogos reflejan sus vidas huecas y vulgares. Representativa del Realismo crítico es Central eléctrica, de López Pacheco, que critica las duras condiciones laborales de los obreros de una presa. De todas formas, la novela más meritoria es La colmena, de Cela, un retrato del Madrid de 1943 por el que desfilan trescientos personajes, la mayoría de clase media empobrecida por la guerra. En el exilio, destacan Ramón J. Sender, con Réquiem por un campesino español, y autores como Max Aub o Francisco Ayala. En general, las tramas de sus novelas giran alrededor de la Guerra Civil y sus consecuencias. Los años 60 son los del desarrollo económico, el crecimiento del turismo y el cambio de mentalidad. Aumenta la emigración y la oposición al régimen franquista. En literatura se produce un desgaste de la novela social y ahora interesa más la renovación lingüística y formal, aunque no se pierda la intención crítica: se trata de la novela experimental. La gran revelación fue Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. En ella, Pedro, un médico becado para investigar sobre el cáncer, conoce el mundo madrileño de las chabolas, de donde obtiene sus ratones de laboratorio. Se ve implicado en un aborto clandestino y es detenido. Aunque consigue demostrar su inocencia, su vida quedará marcada desde entonces por circunstancias trágicas. Los principales cambios formales son los siguientes: organización estructural en secuencias en vez de capítulos; punto de vista múltiple, que incluye monólogo interior, estilo indirecto libre y la segunda persona para hablar con uno mismo; lenguaje experimental y culto: denso, recargado, salpicado de cultismos y brillantes recursos retóricos. Cabe destacar también a Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario) o Juan Goytisolo (Señas de identidad)


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