Poesía y Novela en España: Trayectorias desde 1939 hasta Finales del Siglo XX

La poesía desde 1939 hasta finales del siglo XX

Las ausencias en el panorama poético tras la guerra son significativas por la muerte de García Lorca o el exilio de Salinas. En España, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y los componentes de la Generación del 36 escriben obras fundamentales en la posguerra.

La Generación del 36 se llama también Generación Escondida porque sus miembros vivieron la guerra y participaron en ella.

Tras la Guerra Civil se marcan dos grandes tendencias poéticas: la poesía arraigada y la poesía existencial.

Poesía arraigada y poesía existencial

La primera, la poesía arraigada, es aquella que se desarrolla sin angustia en un mundo armónico y ordenado; se recoge en las revistas El Escorial y Garcilaso. Sus componentes aspiraban a la serenidad clásica renacentista y tratan los temas amorosos, religiosos y patrióticos. Representan esta línea Luis Rosales y Rafael Morales.

La segunda, la poesía existencial, era de tono trágico y existencial; manifiesta la angustia y desesperación del ser humano ante un mundo caótico. El estilo se basa en un lenguaje directo, duro, apasionado y con imágenes tremendistas. Esta poesía aparece hacia 1944 con Hijos de la ira de Dámaso Alonso y en revistas como Espadaña. Representan esta tendencia Dámaso Alonso, Carlos Bousoño y José Hierro, entre otros. También en 1944 se publicó Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, de tono existencial.

Evolución hacia la poesía social

La poesía existencial evoluciona hacia lo social: se pasa de expresar la angustia individual a expresar la solidaridad con los demás. En 1955, se publicaron dos libros que marcan la nueva poesía: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya. Estos poetas consideran que la poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo que rodea al poeta. Los temas que trata la poesía social son la injusticia y la solidaridad.

El estilo es sencillo, pues pretende llegar a la inmensa mayoría. El lenguaje se supedita al contenido, que es el eje del poema. Otros poetas procedentes de la lírica existencial de los años 40 se incorporan a la poesía social: Víctoriano Crémer, Eugenio García de Nora, etc.

La Generación de los 50

Los poetas que marcan la lírica de los años 60 son los componentes de la Generación de los 50; se les conoce también como La Segunda Promoción de la Posguerra. Componen el grupo: Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Carlos Barral.

Comparten unas características que los diferencian de los poetas sociales: tratan temas sobre la experiencia personal, aunque no abandonan lo social. La actitud crítica se manifiesta en ellos como una reflexión cívica o ética y tienden a valorar la expresión poética.

La Generación del 70 o Novísimos

A finales de los 60 surge un nuevo grupo de poetas que escriben una lírica experimental y minoritaria; se les conoce como Venecianos o Generación del 70 (también conocidos como Novísimos). Lo forman: Leopoldo María Panero, Antonio Colinas, entre otros.

Se definen por las siguientes características: su bagaje cultural y literario es amplio; con temas intimistas, combinan temas sociales o políticos y los tratan con ironía, humor y distanciamiento. En general, reflejan una actitud pesimista y escéptica. En el estilo, la renovación del lenguaje poético es para ellos un objetivo principal. Puede decirse que nos hallamos ante un nuevo vanguardismo.

Tendencias a finales del siglo XX

A finales del siglo XX, la poesía se decanta hacia el intimismo. Se distinguen varias tendencias poéticas:

  • Neosimbolismo (Francisco Bejarano)
  • Vanguardismo experimental (Félix Grande)
  • Culturalismo (Luis Antonio de Villena)
  • Minimalismo (Julia Castillo)
  • La poesía de la experiencia (representada por Andrés Trapiello y Luis García Montero)

La novela española de 1939 a 1975: tendencias, autores y obras principales

La novela de posguerra: Años 40

En la inmediata posguerra abundan tres tipos de narraciones de estilo tradicional: la novela ideológica conservadora (La fiel infantería de Rafael García Serrano); la novela humorística (Darío Fernández Flórez) y la novela realista clásica (Mariona Rebull de Ignacio Agustí).

Dos novelas en la década de 1940 se alejan de esas tendencias y marcan la nueva narrativa: La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, publicada en 1942, que dio lugar al llamado tremendismo (efímera moda); y Nada de Carmen Laforet, en 1944. Las dos obras comparten el tono existencial y sombrío, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, generales en la narrativa de la época.

Poco después, Miguel Delibes y Ana María Matute también reflejan en sus novelas el mundo desolado de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial.

Miguel Delibes manifiesta en sus obras el amor a la naturaleza y el rechazo a la deshumanización, al materialismo y al consumismo. Obras destacadas son El camino y Las ratas.

El realismo social: Años 50

En los años 50, la novela abandona la visión existencial y recoge las nuevas preocupaciones sociales, como en otros géneros.

El realismo social, que aparece en 1951 con La colmena de Camilo José Cela, donde se refleja el Madrid de la posguerra, se manifiesta también ese año en La noria de Luis Romero, que presenta la Barcelona de la época.

El tema de la novela de los años 50 es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, la explotación del proletariado, etc. El estilo es sencillo en el lenguaje y en la técnica narrativa, pues se pretende llegar a un amplio público.

Dentro del realismo social se han señalado dos corrientes: el realismo crítico y el objetivismo.

Objetivismo

El objetivismo presenta la realidad desde una perspectiva neutral, pues entiende la novela como un testimonio de la época. Su manifestación extrema fue el conductismo, que consiste en limitarse a registrar la conducta externa de individuos o grupos y a recoger sus palabras sin comentarios ni interpretaciones. La estructura y el estilo son sencillos. Entre los autores están Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Ignacio Aldecoa y Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama).

Realismo crítico

El realismo crítico pretende denunciar de forma más explícita las injusticias sociales. El escritor intenta transformar la sociedad. Algunos de los autores son Alfonso Grosso con La zanja y José Manuel Caballero Bonald con Dos días de septiembre.

La renovación narrativa: Años 60 y 70

En la década de los 60 se defiende la experimentación de nuevas formas narrativas. Se tiende a una novela más compleja, experimental y opaca, es decir, de difícil lectura y minoritaria, ya que se exige la colaboración del lector para interpretarla. La renovación afecta a diversos aspectos como el tiempo, la estructura, etc.

Se toma como modelos a los novelistas que iniciaron desde los años 20 en Europa y Norteamérica la experimentación, como James Joyce y Franz Kafka. Más tarde también a la novela hispanoamericana de los años 60, con figuras como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. En 1962 se publicó Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, novela que revolucionó el ambiente literario por sus innovaciones formales. La crítica considera que esta obra abre una nueva etapa hasta 1975.

A su vez, también continúan escribiéndose novelas realistas. En 1966 aparecieron novelas experimentales que alcanzaron gran resonancia, como Señas de identidad de Juan Goytisolo, Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé y Cinco horas con Mario de Miguel Delibes.

También escribieron relatos experimentales autores ya conocidos como Carmen Martín Gaite o Camilo José Cela.

Se dieron a conocer en los años 60 nuevos narradores como Francisco Umbral.

El relato breve

Desde 1939 hasta la actualidad se han publicado numerosos y excelentes relatos breves, escritos muchas veces por los novelistas mencionados, como Camilo José Cela, Ana María Matute, Manuel Rivas, etc.

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