Renovación del Teatro de Posguerra
Tras la Segunda Guerra Mundial, el teatro europeo experimentó profundas corrientes renovadoras. Destacan figuras como Bertolt Brecht con su teatro social y político, y Antonin Artaud con su concepción revolucionaria del arte escénico.
En este periodo, el teatro del absurdo emergió para mostrar la absurdidad de la existencia, con exponentes clave como Ionesco (*La cantante calva*) y Beckett (*Esperando a Godot*). El teatro experimental cobró gran importancia, incorporando elementos plásticos y sonoros, y una nueva concepción de la relación entre espectáculo y espectadores.
Paralelamente, existió un teatro soterrado que buscaba responder a las exigencias sociales, estéticas y culturales. Durante los años 40 y 50, persistieron tendencias más tradicionales con un teatro de preocupaciones existenciales. En la década de los 50, se desarrolló un teatro realista y social de testimonio y denuncia. En los 60 y 70, el teatro experimental resurgió con una fuerte carga crítica. Los teatros de cámara y los grupos de teatro universitario fueron fundamentales para dar a conocer el teatro del absurdo.
Autores Españoles de Posguerra
En el teatro español de posguerra, autores del teatro benaventino como Pemán, Luca de Tena o López Rubio mantuvieron una ideología tradicional. Surgió también un teatro cómico con Poncela y Mihura, caracterizado por lo inverosímil y lo absurdo.
En oposición, una corriente existencialista se manifestó con Antonio Buero Vallejo (*Historia de una escalera*) y el teatro universitario con Alfonso Sastre (*Escuadra hacia la muerte*). El teatro de testimonio social se inició en los años 50, dirigido a un nuevo público juvenil y universitario, con obras como *Los inocentes de la Moncloa* de Méndez, junto a otros autores como Lauro Olmo y Martín Recuerda, quienes abordaron temas de injusticia social y alienación.
Durante los años 60, surgió una nueva vanguardia con autores como Bellido, Nieva, Martínez Mediero o Antonio Gala, cuyo teatro se englobó en grupos que vivían al margen del mundo del espectáculo, como *Els Joglars* y *Los Goliardos*.
Figuras Clave del Teatro Español de Posguerra
Miguel Mihura: Renovador del Teatro Cómico
Miguel Mihura, nacido en Madrid, renovó el teatro cómico español con sus juegos semánticos y el enredo de lo absurdo. Es autor de comedias célebres como *Bienvenido, Míster Marshall*. Fue elegido miembro de la Real Academia Española, y su obra teatral se clasifica en dos épocas:
- Primer periodo (1932-1946): Se caracteriza por el enfrentamiento entre los protagonistas y su entorno social, como se observa en *Tres sombreros de copa*.
- Segundo periodo: Incluye obras cómico-constructivas, de corte policiaco y de enredo, como *Maribel y la extraña familia*.
En su obra, predomina el conflicto entre hombre y mujer, consolidándose como la primera figura del teatro cómico español posterior a la guerra. El final de sus obras suele ser un interrogante lanzado al espectador, transformando la tragedia en una lucha del hombre con sus limitaciones. Utiliza una técnica dramática que presenta la realidad al espectador tal y como la vive el personaje, abundando en recursos luminosos y sonoros, el detallismo en las acotaciones, un lenguaje dramático particular, la presencia de narradores, el metateatro, la mezcla de realismo y simbolismo, y la presencia de personajes con limitaciones físicas.
Alfonso Sastre: El Teatro de Agitación Social
Alfonso Sastre formó el teatro de agitación social, plasmado en su obra *Drama y Sociedad*. Su trayectoria se divide en tres etapas:
- Dramas de frustración: Ejemplificado por *Uranio 235*.
- Dramas de posibilidad: Incluye obras como *Escuadra hacia la muerte* y *La mordaza*.
- Años 60: Caracterizado por tragedias complejas como *El camarada oscuro*.
Aspectos Clave de *La Fundación* de Buero Vallejo
Iluminación y Efectos Sonoros
En *La Fundación*, Tomás está inmerso en su locura. La luz es brillante cuando se da cuenta de la dura realidad, pero esta luz comienza a atenuarse. Las esquinas, que están a oscuras, representan los recodos de su mente. Existen momentos paralelos entre la mente de Tomás y la vida real. La lámpara, que solo ve Tomás, posee un valor simbólico, ya que en un momento de la obra no se enciende.
La obra comienza y termina con el sonido de *Guillermo Tell* de Rossini. Otros sonidos producidos por los personajes incluyen gruñidos, resoplidos o golpes, pasos de carceleros, y ruidos al abrir y cerrar cerrojos. Cuando la obra termina, surge toda la decoración de la Fundación y la música de Rossini. La pintura, visible a través del ventanal, sugiere al espectador que algo inusual está sucediendo. Estos elementos son fundamentales para el efecto de inmersión, que implica la superación de la objetividad narrativa. Solo al final del cuadro primero, la celda se revela como una cárcel.
Personajes: Nombres Propios y Genéricos
Tomás es el personaje sobre el que recae el mayor peso de la obra, siendo el foco del efecto de inmersión. Es un personaje trastornado que busca huir de la realidad. Su locura, coartada por el miedo, se alimenta de su imaginación. Al final de la obra, asume el papel desempeñado por Asel y se atreve a pensar en el futuro, superando la pasividad y el autoengaño. El dolor ante una realidad que no puede soportar le lleva a imaginar un mundo soñado. El dolor por la muerte de sus compañeros abrirá la brecha de su curación.
Cuatro acontecimientos clave marcan su proceso:
- Descubrir que el hombre que él creía enfermo era un cadáver.
- Descubrir que a Tulio se lo llevan para ejecutarlo.
- Admitir que vive en una cárcel, tras el suicidio de Asel, que da paso a un Tomás activo.
- El asesinato del traidor Max a manos de Lino.
Asel es uno de los personajes más complejos y el líder del grupo. Se rige por unos principios éticos basados en la comprensión, la generosidad y el rechazo a la violencia, diferenciando entre violencia y crueldad, con un claro predominio moral.
Tulio se caracteriza por su hosquedad; al principio se muestra colérico, pero al final de la historia se dedica a fantasear y soñar sobre un futuro mejor. Max es mezquino; ha traicionado al grupo, mostrando una baja moral, y es asesinado por Lino al final de la obra. Lino, apático en un principio, se vuelve más tarde impetuoso, mata a Max y carece de reflexión. El personaje del Hombre es el primer eslabón en el proceso de curación de Tomás.
Berta es atípica, fruto de la imaginación de Tomás; el sentido de sus diálogos se entiende al final de la obra. El ratón, como desdoblamiento de Tomás, es la voz de la conciencia. Muestra el deseo sexual de Tomás y simboliza la pena de Berta. También hay personajes aludidos como compañeros de toda prueba, barrenderos de la galería, el cojo de la celda de enfrente y el coro de voces.
El Espacio Real y el Espacio Soñado: La Puesta en Escena
Se trata de un espacio simbólico, donde el autor utiliza como principal recurso el efecto de inmersión. Buero Vallejo quiere que la acción transcurra en un lugar indeterminado que puede ser cualquiera donde se haya sufrido, se sufra o se pueda sufrir una persecución por motivos ideológicos, buscando conmover al espectador.
Cinco personajes varones son reunidos en un espacio escénico que se va transformando. Al principio, creemos encontrarnos en una confortable habitación con vistas a un paisaje, para finalmente descubrir que es una celda de prisión. El espacio escénico queda vacío al final, y la celda se transforma de nuevo en una habitación de una Fundación, lista para acoger nuevos inquilinos. Por el ventanal se divisa un paisaje agradable, relacionado con la pintura de Turner. Se pasa de un Locus Amoenus inicial al espacio carcelario como anuncio de la realidad. El regreso a la normalidad no es instantáneo; asistimos a la progresiva caracterización del espacio.
La importancia de las acotaciones y de la iluminación en la transformación del espacio es fundamental. La obra se inicia con una luz clara que se va oscureciendo hasta la luz tenue de la cárcel. Al final de la obra, la luz cobra intensidad, sugiriendo un nuevo comienzo. La negación de la realidad como válvula de escape ante un sufrimiento insoportable se relaciona con la capacidad de sufrimiento del ser humano y el deseo de evasión.
El Efecto de Inmersión: Tomás, la Imaginación y los Hologramas
El teatro de Buero se caracteriza por la consistencia y busca que el público sea participante, aunque no lo desee, de los problemas planteados. La finalidad es recuperar para el teatro algo que se estaba perdiendo: la interrelación.
Avanzada la obra, todo se revela como un engaño, y el espectador se preguntará si Tomás no estará viviendo en un error. Buero recurre al símbolo. Presenta una realidad falseada, deformada y embellecida por la mente de Tomás. El ventanal es el único elemento de la Fundación que existe en realidad y simboliza el futuro, una creencia esperanzadora. El retrete descubierto representa la dignidad humana pisoteada.
Los hologramas son imágenes proyectadas en el aire; Tulio era experto en ellos. Suponen una reflexión sobre la naturaleza de la realidad, similar al mito de la Caverna de Platón. Todo este proceso de subjetivación sitúa al autor en la línea de Miller, quien busca la superación de la objetividad. El público ve lo que el personaje ve, lo que impone un punto de vista subjetivo a todo el universo escénico.
Existen deformaciones en la audición de Tomás; por ejemplo, escucha ‘ingeniero’ en vez de ‘tornero’. Con Tomás se camina paso a paso hasta el desvelamiento total de la celda. El efecto de inmersión conduce a un mundo engañoso.