El Siglo XVIII: Ilustración y Neoclasicismo en España
Contexto Histórico y Político
En España, la entrada del siglo XVIII coincide con el final de la Guerra de Sucesión y la llegada al trono de una nueva dinastía, los Borbones, que llevará a cabo una política de reformas y modernización inspirada en los ideales de la Ilustración y del Despotismo Ilustrado. El rey más reformador fue Carlos III (1759-1788), que desarrolló importantes obras públicas. Le sucedió su hijo, Carlos IV, con quien comenzó un periodo de declive que desembocará en la inestabilidad política del siglo XIX. En el exterior, la relevancia de las ideas progresistas que fomentaban la igualdad culminará con la Revolución Francesa (1789).
Sociedad y Cultura en el Siglo de las Luces
En el plano social, mientras la burguesía va adquiriendo mayor protagonismo, se mantiene el poder de la nobleza y el pueblo llano sigue sumido en el analfabetismo. La monarquía se empeña en seguir gestionando el Estado desde la perspectiva del despotismo ilustrado: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Por su parte, la religión experimenta un ligero retroceso en beneficio de la razón, que se alza como la gran diosa del XVIII. El imperio de las «luces» de la Ilustración y de la razón hará florecer en España una serie de instituciones sociales y culturales que irán aumentando su importancia a lo largo del tiempo. Es el caso de:
- La Biblioteca Nacional (1712)
- La Real Academia Española (1713)
- La Real Academia de la Historia (1735)
- El Museo del Prado (1819)
También se promovieron las llamadas Sociedades Económicas de Amigos del País, que fomentaron la industria, la ciencia y la técnica que empezaba a desarrollarse.
La Real Academia Española (RAE)
La Real Academia Española fue fundada en tiempos de Felipe V por Juan Manuel Martínez Pacheco, marqués de Villena, y comenzó su labor bajo el lema «Limpia, fija y da esplendor», que alude a la necesidad de pulir y cuidar la lengua española. Durante el siglo XVIII publicó tres obras fundamentales:
- El Diccionario de autoridades (1726-1739)
- La primera Ortografía (1741)
- Una Gramática (1771)
Panorama Literario del Siglo XVIII: Neoclasicismo
En el plano de la literatura, el siglo XVIII se alimenta durante casi toda su primera mitad de la estética y los valores barrocos, pero después entra de lleno en los ideales ligados al reformismo y al espíritu ilustrado. Por ello, destacarán el didactismo, el racionalismo, el cosmopolitismo y la preocupación por el ser humano y su educación. Estos valores están presentes en la mayor parte de la literatura de la época, por lo que quedarán un tanto de lado los géneros más propiamente literarios, como la narrativa y la poesía lírica, en beneficio del ensayo. El Neoclasicismo se caracteriza por el respeto por las normas, buscando siempre el orden y el equilibrio.
En efecto, durante el siglo XVIII español, la novela experimentará un retroceso con respecto al periodo barroco y no se recuperará hasta bien avanzado el siglo XIX, con el Realismo. La poesía adoptará también un tono cívico y didáctico, salvo en los autores que cultivan una poesía neoclásica, que vuelven la vista al mundo grecorromano. El teatro, por su parte, reivindicará también los valores dieciochescos, con un tono didáctico que lo diferenciará claramente tanto del teatro anterior del Siglo de Oro como de las creaciones posteriores del Romanticismo.
Géneros Literarios en el Siglo XVIII
La Poesía
La poesía del XVIII se mueve entre la continuidad del estilo barroco y la búsqueda de nuevas formas más acordes con los tiempos. Destacan, entre otros, los siguientes autores:
- Félix María de Samaniego (1745-1801): Conocido sobre todo por sus fábulas que ilustran normas de comportamiento. Están recogidas en el libro Fábulas morales, y entre las más conocidas destacan «La lechera» y «La cigarra y la hormiga».
- Tomás de Iriarte (1750-1791): También era fabulista, aunque cultivó otros estilos y otros géneros. Su obra más famosa es Fábulas literarias, dentro de la que se encuentran «La ardilla y el caballo» o «El burro flautista».
- Juan Meléndez Valdés (1754-1817): Cultiva la poesía neoclásica con temas amorosos, como los poemas recogidos en La inconstancia (Odas a Lisi), y otros de tipo pastoril, como sus églogas y sus idilios. Escribió también Odas anacreónticas, a imitación del poeta griego de la Antigüedad Anacreonte, que cantaba a los placeres mundanos, el goce y la sensualidad.
- Manuel José Quintana (1772-1857): De ideas ilustradas, fue un hombre muy activo en la política de su tiempo. Escribió una obra poética de tema patriótico y filosófico, con poemas como «A la invención de la imprenta» o «A la paz entre España y Francia en 1795».
La Prosa
La prosa en este siglo se manifestará a través de diversos subgéneros, como los artículos, las memorias, los diarios, las cartas, etcétera. No obstante, solo nos detendremos en los dos géneros principales: la novela y el ensayo.
A. La Novela
La novela en España entró en una profunda decadencia tras el auge de la picaresca, hacia la mitad del siglo XVII. Los autores del XVIII parecen haberse quedado estancados y sus obras no tienen el valor ni la frescura de las que se están escribiendo por entonces en países como Inglaterra o Francia.
Podemos destacar un par de títulos:
- Vida, de Diego de Torres Villarroel (1694-1770), que narra la experiencia vital de su autor desde un punto de vista picaresco.
- Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, de José Francisco de Isla (1703-1781), planteada como una crítica contra los predicadores ridículos que abundaban en su tiempo.
B. El Ensayo
El ensayo es un género que se basa en la exposición de ideas y en la argumentación, con una temática muy variada. El siglo XVIII es un momento propicio para el desarrollo de este género, a causa del afán didáctico y pedagógico que mueve a los escritores, impulsados por el espíritu de la Ilustración. Este aportará también una renovación del léxico y del lenguaje en la que tuvo un papel importante la publicación de los primeros periódicos.
Los principales ensayistas de este periodo son los siguientes:
- Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764): Monje benedictino y catedrático de Teología en Oviedo, solo escribió ensayos, con una temática muy variada que abarca la filosofía, la religión, las supersticiones, la literatura, la física, etcétera. Estos ensayos, por lo general breves, aparecen recogidos en sus obras Teatro crítico universal y Cartas eruditas y curiosas. A pesar de su tono crítico, nunca llegó a apartarse del cristianismo.
- Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811): Fue un personaje fundamental de la política de su época, perseguido y encarcelado por sus ideas reformistas y por su abierto espíritu ilustrado. Sus obras tienen un carácter didáctico y tratan temas políticos, económicos y filosóficos, entre otros. Destacan Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos (sobre las reformas necesarias en el teatro, las corridas de toros…) y el Informe sobre la ley agraria, en el que plantea una revisión de la propiedad del campo. También escribió algunos poemas y obras de teatro, como El delincuente honrado.
- José Cadalso (1741-1782): Su obra más importante es Cartas marruecas. En ella, mediante el género epistolar, muestra la correspondencia que se cruzan dos marroquíes (Gazel y Ben Beley) y un español (Nuño). Estas cartas le sirven como pretexto para hacer una reflexión crítica sobre España: su decadencia, el atraso científico, las costumbres, etcétera. También escribió Noches lúgubres, obra de tono prerromántico en la que el protagonista, con ayuda de un sepulturero, pretende desenterrar el cuerpo de su amada muerta.
El Teatro
Como la mayor parte de la literatura del siglo XVIII, el teatro se ajustará a las formas y temas propios de la Ilustración, y tendrá un marcado tono didáctico. Influido por el espíritu neoclásico, rescatará las tres unidades clásicas (lugar, acción y tiempo) y volverá a la separación de géneros: la comedia y la tragedia.
En el teatro del XVIII se distinguen dos orientaciones: el teatro popular (representado por Ramón de la Cruz) y el teatro neoclásico, más propio del siglo, cuyo máximo representante fue Leandro Fernández de Moratín (1760-1828).
Leandro Fernández de Moratín
Es el más relevante de los autores teatrales del siglo XVIII, y su obra es el mejor reflejo del neoclasicismo en la escena española. Solo escribió cinco comedias, de entre las que destacan La comedia nueva o El café (que censura y ataca a los malos autores de teatro) y El sí de las niñas, en la que defiende la libertad de la mujer para elegir a su marido y critica los matrimonios entre hombres viejos y jovencitas. Ambas son un ejercicio de técnica teatral neoclásica, ya que respetan al máximo la regla de las tres unidades: la acción de La comedia nueva, por ejemplo, dura exactamente el tiempo en que se representa una pieza teatral en un teatro cercano al café en el que están los personajes.
España en la Primera Mitad del Siglo XIX: El Auge del Romanticismo
Contexto Histórico y Político
Al comienzo del nuevo siglo, la situación política española se mostrará convulsa y complicada: la derrota de Trafalgar frente a los ingleses (1805), el motín de Aranjuez, que trajo el derrocamiento de Carlos IV y la subida al trono de su hijo, Fernando VII (1808), y la Guerra de la Independencia contra los franceses (1808-1814) fueron los acontecimientos que abrieron las puertas del siglo XIX.
Desde aquí hasta la Revolución de La Gloriosa, que bajó del trono a Isabel II (1868), la vida política española estuvo ocupada por amotinamientos ciudadanos, alzamientos militares y una marcada inestabilidad.
En 1812 se proclama la Constitución de Cádiz, de corte liberal, que será derogada dos años después por Fernando VII, quien restaura el absolutismo. En 1820, tras el pronunciamiento militar del general Riego, se sucederán los años del Trienio Liberal (1820-1823), de nuevo bajo la Constitución de Cádiz. Pero la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés enviado a España por la Santa Alianza (defensora del absolutismo y la tradición cristiana más conservadora frente a las nuevas ideas liberales), recuperó la monarquía absoluta y la represión durante la llamada Década Ominosa (1823-1833), que terminó con la muerte de Fernando VII. Este había abolido en 1830 la ley sálica (que impedía que reinasen las mujeres), para facilitar la llegada al trono de su hija, la futura Isabel II, en contra de los intereses de su hermano Carlos María Isidro, el heredero de la corona. Este hecho trajo consigo más inestabilidad con el estallido de las guerras carlistas, promovidas por los partidarios del hermano del rey.
El Romanticismo en España
Panorama Literario
El Romanticismo surge en Alemania durante el último tercio del siglo XVIII, a partir del movimiento Sturm und Drang («tempestad e impulso»), que rechaza el imperio de la razón y promueve la presencia de los sentimientos en la literatura. Pronto se desarrolló en Inglaterra y se extendió por Europa (Francia, Italia, Rusia…). A España tardó algo más en llegar, pero luego se impuso y perduró casi todo el siglo.
La literatura romántica supone una reacción contra el racionalismo del siglo XVIII, y por ello, tendrá entre sus valores principales la expresión de los sentimientos y el idealismo, aspectos tratados, en general, de forma apasionada y que harán de la poesía lírica el gran género del periodo.
En España será muy importante el teatro, donde estarán presentes todos los temas románticos y se mostrarán unos personajes atormentados que serán fiel reflejo de los ideales y del estilo de vida del Romanticismo. Sin embargo, este movimiento llegó tarde a España, sobre todo por el exilio al que se vieron sometidos los principales intelectuales durante el reinado de Fernando VII, dominado por el absolutismo. A esto hay que añadir la férrea censura que recayó sobre el teatro durante este periodo absolutista, que hizo imposible su desarrollo hasta la muerte de Fernando VII (1833). Así, el momento que se considera como el arranque definitivo del Romanticismo español fue el estreno en 1835 del drama del duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino.
Como contrapartida a este retraso, la estética romántica prolongó su presencia durante casi todo el resto del XIX: poetas tan relevantes como Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, enmarcados en este movimiento, escribieron en la segunda mitad del siglo.
Etapas del Romanticismo Español
- El Prerromanticismo: A finales del XVIII y principios del XIX, en el que los nuevos planteamientos conviven con la estética neoclásica. Ejemplo: José Cadalso, Noches lúgubres.
- La Plenitud Romántica: Tras la vuelta del exilio, en 1833, de los intelectuales que huyeron del absolutismo de Fernando VII. Abarca un periodo que va desde 1835 (estreno de Don Álvaro, del duque de Rivas) hasta 1844 (estreno de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla).
- El Posromanticismo: Supone una prolongación de la estética romántica hasta el último tercio del siglo, con la obra de Rosalía de Castro (1837-1885) y Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870).
Características Temáticas del Romanticismo
- Inconformismo y Rebeldía
- Afecta a todos los planos: moral, religioso, político. El romántico tiende a sentirse ajeno al mundo que le rodea, lo que le lleva a refugiarse, a través de la imaginación, en épocas pasadas (sobre todo la Edad Media). El suicidio se convierte también en una vía de escape ante el desaliento. Los modelos de personajes son aquellos que no tienen ataduras con el mundo, como los piratas, que serán una característica de esta época.
- Anhelo de Libertad y Ruptura de Normas
- Se produce como consecuencia del ansia de libertad. En el teatro no se respetan las unidades clásicas; en la poesía se dará una rebelde libertad métrica (polimetría).
- Subjetivismo e Individualismo
- El deseo de libertad y el protagonismo de los sentimientos conducen a la soledad y a la expresión de las pasiones exaltadas del autor.
- Importancia del Paisaje y la Naturaleza
- El paisaje y la naturaleza se convierten en reflejo del estado de ánimo. La melancolía se plasma en los jardines y los paisajes otoñales, la tristeza en las ruinas, y la pasión en los mares tempestuosos y en las tormentas, etcétera.
- El Amor y la Muerte
- El amor puede ser sentimental y lánguido, absolutamente idealizado e inalcanzable, o pasional y turbulento. La muerte se convierte a menudo en la gran aliada del romántico.
Géneros Literarios del Romanticismo
La Poesía
La poesía romántica será el comienzo de la renovación poética que se desarrollará a lo largo de los siglos XIX y XX. Sus rasgos más importantes son la libertad métrica (poco respeto a las normas clásicas de versificación), la polimetría (mezcla de versos con diferentes medidas, o muy largos y muy cortos) y el tono declamatorio (presencia de interrogaciones, exclamaciones, interjecciones, puntos suspensivos…).
A. José de Espronceda
Es el principal representante del Romanticismo liberal exaltado, y su vida lo convierte en un modelo de hombre romántico. Su labor literaria se centró sobre todo en la poesía (aunque también escribió novela y teatro). Sus obras principales son Poesías (1840), donde se mezclan poemas de juventud, aún neoclásicos, con otros plenamente románticos (como su célebre «Canción del pirata»), y, sobre todo, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, poemas extensos que reúnen en sí toda la esencia del Romanticismo. En el primero se recrean las pasiones (el amor, la muerte y la rebeldía) en una Salamanca que parece un inmenso cementerio. El segundo incluye el «Canto a Teresa», intensa confesión personal escrita a la muerte de su amada.
B. Gustavo Adolfo Bécquer
Bécquer, romántico tardío, será uno de los poetas más influyentes en la poesía posterior. Su obra más importante son las Rimas (tituladas por él Libro de los gorriones), que se publicaron póstumamente y que son un prodigio de sencillez y suave retoricismo. En ellas distinguimos como temas fundamentales la reflexión sobre la creación poética, el amor feliz y correspondido, el desengaño amoroso y una visión dolorida de la vida, la soledad, la muerte y el miedo a que esta borre, a medias con el olvido, el recuerdo de su paso por el mundo.
La Prosa
La novela, casi siempre de corte histórico, fue un género muy cultivado por los románticos, y destacó sobre todo en Inglaterra. En España podemos mencionar a Enrique Gil y Carrasco, y su obra El señor de Bembibre (1844).
Mariano José de Larra
Con un agudo e inteligente sentido crítico, Larra escribió fundamentalmente artículos de periódico, en los que expresó su opinión sobre muy variados temas sociales y políticos: la educación, la burocracia, la pena de muerte, las costumbres y tradiciones españolas, la literatura, el matrimonio, etcétera. La España que le tocó vivir fue para él un motivo de reflexión constante, y el dolor que le producía la situación del país se refleja a menudo en sus artículos. Escribió también una novela (El doncel de don Enrique el Doliente) y una obra de teatro (Macías), ambas sobre el mismo personaje, un enamorado medieval.
El Teatro
El drama romántico será una de las grandes aportaciones de este periodo a la literatura europea. Fruto del espíritu de la época, el teatro reacciona contra todas las normas y se configura como un género anárquico, caracterizado por:
- La temática histórica.
- El rechazo de las unidades clásicas (lugar, acción y tiempo).
- La mezcla de la prosa y el verso.
- La fusión de lo trágico y lo cómico.
- La presencia de personajes muy pasionales, casi siempre marcados por un destino misterioso que los hace más atractivos.
Las dos obras más celebradas son Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), del duque de Rivas, y Don Juan Tenorio (1844), de José Zorrilla. Si en la primera el destino fatal se conjura contra el protagonista (esencialmente bueno) para conducirle al mal y a la perdición, en la segunda un personaje sin escrúpulos (burlador de mujeres, asesino) terminará encontrando la salvación de su alma gracias al amor de doña Inés de Ulloa, una de sus víctimas.
Otras obras importantes son La conjuración de Venecia (1834), de Francisco Martínez de la Rosa, El trovador (1836), de Antonio García Gutiérrez, y Los amantes de Teruel (1837), de Juan Eugenio de Hartzenbusch.
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