La Novela Española: De 1975 a Finales del Siglo XX
La muerte de Franco en 1975 es una fecha que se toma como referencia para hablar del arranque de la modernidad en España. Desde el punto de vista político, es trascendental, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la Transición, el restablecimiento de las relaciones con nuestros vecinos de Europa y, en definitiva, la normalidad democrática. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que suponga un verdadero punto de inflexión. Desde luego, se escribe con más libertad, sin censura ni autocensura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras la opresión franquista quedan frustradas.
Fenómenos y Rasgos de la Novela Post-Franco
Un fenómeno importante son los innumerables premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo. Algunos son institucionales, como el *Cervantes*, el más importante en castellano, el *Nacional de las Letras* o el *Nacional de Narrativa*, y otros son convocados por editoriales de prestigio como el *Nadal*, el *Planeta* o el *Alfaguara*.
Si se quieren buscar algunos rasgos comunes a la rica y heterogénea variedad de las novelas de esta época, hay que mencionar en primer lugar un progresivo abandono del furor experimental de los 70 y una recuperación de la narratividad, del gusto por los argumentos nítidos, los personajes coherentes, la anécdota, la obra bien construida. También se revaloriza la novela de género, con auténtico auge de la novela negra y la histórica. En todo caso, se mezclan con libertad todos los subgéneros: novela rosa, ciencia ficción, humor… sin perder de vista muchos de los hallazgos de la novela experimental anterior, con abundante uso de la introspección y el flujo de conciencia.
La Guerra Civil, la posguerra o el mundo rural siguen siendo temas frecuentados, pero la vida moderna, la ciudad o incluso la tecnología, la música *rock* o las drogas se incorporan con naturalidad a los argumentos.
Autores Destacados
Por su lado, los autores de la Generación del Medio Siglo, neorrealistas o realistas sociales, que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y en algunos casos novelas de altísima calidad. Así, por ejemplo:
- Jesús Fernández Santos (*Extramuros*)
- Juan Goytisolo (*Paisaje después de la batalla*)
- Juan García Hortelano (*Gramática parda*)
- Juan Marsé (*El embrujo de Shanghái*)
Pero se puede hablar de un grupo nutrido de autores que empiezan a publicar sus primeros libros importantes tras la muerte del dictador y que están ahora en plena madurez literaria. Por importancia y por ser, según la crítica, responsable en cierta medida de esa vuelta a la narratividad, hay que citar en primer lugar a Eduardo Mendoza. En 1975 publica *La verdad sobre el caso Savolta*, una novela histórica y a la vez policiaca que aprovecha técnicas experimentales y las pone al servicio de la intriga y la acción. Otras obras destacadas suyas son *La ciudad de los prodigios* o *El misterio de la cripta embrujada* y sus secuelas.
Para terminar, hay que hacer alusión a una generación de autores más jóvenes, sobre cuya valía la crítica está muy lejos de ser unánime y a los que el tiempo permitirá juzgar con más perspectiva. Cultivan en general una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje desenfadado que pretende retratar a una generación para la que el *rock*, las drogas o el sexo están en el centro de sus preocupaciones. Hablamos de autores como José Ángel Mañas (*Historias del Kronen*) o Lucía Etxebarría (*Beatriz y los cuerpos celestes*), sin olvidar a otros más ambiciosos literariamente como Juan Manuel de Prada (*La tempestad*) o Benjamín Prado (*Alguien se acerca*).
En resumen, este es un periodo de enorme vitalidad en el que la narrativa y, más en concreto, la novela se han convertido en el género hegemónico. Existe una pléyade de autores de distintas generaciones que conviven y contribuyen a enriquecer el panorama, en algunos casos con verdaderas obras maestras.
La Novela Española: De 1939 a 1975
Las décadas de los 40 y 50 en España coinciden con la denominada “posguerra”, una época durísima no solo desde el punto de vista económico, sino también cultural. Paradójicamente, tras la derrota del eje fascista en la Segunda Guerra Mundial, el Franquismo no es arrastrado por ella, sino que se convierte en aliado anticomunista de Estados Unidos en la Guerra Fría, lo que perpetuará el sistema. El panorama cultural era más bien desértico, dado que gran parte de la intelectualidad se había visto obligada a exiliarse y que la censura que imponía la Iglesia y el gobierno era severa. No obstante, desde los férreos años 40 hasta los 60 se ve una progresiva apertura que permitirá la expresión más o menos crítica de sucesivas generaciones de autores.
La Narrativa en el Exilio
Quizá haya que empezar hablando de la narrativa en el exilio, que se nutrió más de la nostalgia de la patria perdida y el dolor por la contienda que de la resistencia directa a Franco. Entre los muchos autores no podemos olvidar al imaginativo Max Aub, con su larga serie de los *Campos*, al longevo y gran especialista en cuentos Francisco Ayala (*Los usurpadores*) o al fecundo Ramón J. Sender, con su capacidad de indagación en la sociedad española (*Réquiem por un campesino español*).
La Posguerra y el Realismo Tradicional
Ya en España, la literatura siempre estuvo bajo sospecha. La censura directa, la autocensura de los autores y el miedo o imposibilidad de editar impidieron todo desarrollo normal de la narrativa. Al margen de los exitosos géneros de evasión (novela rosa, del oeste, tebeos y fotonovelas), dominaban el panorama autores realistas de ideología muy tradicional (Zunzunegui, Gironella, Sánchez Mazas…). Fue por ello un acontecimiento *Nada*, de Carmen Laforet, quien en 1942 plantea el conflicto existencial de una universitaria en un ambiente asfixiante de la Barcelona de posguerra.
El Realismo Social y la Generación del Medio Siglo
A partir de los años 50 va a surgir una nueva generación de narradores, denominada “Generación del Medio Siglo”, “de los 50” o de “los niños de la guerra”, que se sienten algo más libres para expresar cierta crítica sobre la realidad social. Con una estética realista, influidos por la *nouveau roman* francesa y el conductismo norteamericano, van a dar lugar a lo que se llamó el “realismo social”. Serán novelas donde el narrador desaparece y cede su papel a los personajes.
El panorama narrativo español a principios de los años 60 está protagonizado por la novela social. Autores neorrealistas como José Manuel Caballero Bonald, Juan Goytisolo o Ignacio Aldecoa publican novelas ya maduras dentro de esta estética. Sin embargo, la publicación en 1962 de *Tiempo de silencio*, de Luis Martín-Santos, iba a cambiar abruptamente la trayectoria de nuestra literatura.
El Experimentalismo (Años 60 y 70)
Lo que en los años 60 fue innovación fue cobrando auge y radicalismo y en la primera mitad de los 70 puede hablarse sin error de experimentalismo. Los autores van dejando de lado el tema de España y se centran en el lenguaje, en la propia tarea de escribir. Parecen buscar la destrucción del género novela en una exploración de sus límites: los personajes se desdibujan, el espacio pierde consistencia, el tiempo puede concentrarse en un instante, los argumentos desaparecen en favor de una mente pensante, obsesiva, cada vez más hermética. Ejemplos de ello son obras como *Reivindicación del conde don Julián*, de Juan Goytisolo, *Si te dicen que caí*, de Marsé o *La saga/fuga de JB*, del más mayor Torrente Ballester.
Quizá por su carácter proteico, por servir de cauce a la expresión de la épica cotidiana del hombre actual, la novela se ha convertido en el objeto de consumo dominante de la literatura hoy en día. En esta segunda mitad del siglo XX hemos asistido a un viaje desde el realismo a la experimentación para volver a un realismo distinto, menos crítico y más íntimo, que ha enriquecido sin duda al género. Por calidad y cantidad de autores y obras, podemos afirmar que estamos en un momento de mucha vitalidad y de él debemos disfrutar.
El Teatro Español del Siglo XX
El Teatro Anterior a 1939: La Edad de Plata
Este periodo histórico, muy convulso desde el punto de vista político y social, en el que se vivió el final de la denominada Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y que terminó trágicamente con la Guerra Civil, es también uno de los más fructíferos de nuestras letras, hasta el punto que se suele aludir a él como la «Edad de Plata». Ello es sin duda así en la novela y en la poesía, pero el teatro no vivió un esplendor igual. La crítica coincide en señalar que frente a la vitalidad del género en cuanto a cantidad y variedad, la calidad fue más bien escasa.
Se suele indicar la existencia de dos grandes formas de teatro:
- El Teatro Burgués y Comercial: Repetitivo, convencional, nada arriesgado, acrítico, dirigido a un público burgués que no estaba dispuesto a escuchar conflictos demasiado desagradables.
- El Teatro Innovador: De calidad y transgresor, pero que no encontró más lugar de representación que las salas minoritarias y el rechazo del gran público.
El Teatro Comercial
Al primero pertenece Jacinto Benavente, el mejor representante de la comedia burguesa: dramas bien construidos, de diálogos ágiles pero sin conflictos de verdadera tensión. Pese al éxito que cosechó, hoy apenas se recuerdan de él piezas como *Los intereses creados* y *La malquerida*.
Una fórmula que tuvo también mucho éxito fue el llamado teatro poético. Eran dramas escritos en verso (de ahí el nombre) de escaso interés ya, pensados para un público deseoso de escenas lacrimógenas y asuntos patrióticos, que esperaban la declamación grandilocuente de unos actores famosos. A este teatro pertenecían géneros como el drama rural y la tragedia histórica y a él se dedicaron autores como Eduardo Marquina (*Las hijas del Cid*).
Hay que mencionar también los géneros cómicos. Carlos Arniches, pese a obras interesantes como el drama rural *La señorita de Trévelez*, fue famoso por sus sainetes, obras de un tono casticismo postizo, donde siempre triunfa la bondad. De éxito fue también el denominado “astracán”, piezas disparatadas donde lo único que se buscaba era el chiste.
El Teatro Innovador
El otro teatro, el innovador, tiene su arranque con *Electra*, un ensayo de drama naturalista de Benito Pérez Galdós, que causó enorme revuelo y desagrado entre la burguesía bienpensante. El mismo tono de conflicto social comparte *Juan José*, de Joaquín Dicenta, que no obstante fue un gran éxito.
Los autores de la Generación del 98 acogieron este teatro con entusiasmo y se propusieron regenerar el género. Así, tanto Azorín (*Old Spain*) como Unamuno (*Fedra*) escribieron obras donde condensaban sus temas recurrentes sobre España y el ser humano, pero cuya falta de talento escénico las condenó al fracaso.
La figura central de la generación fue Ramón María del Valle-Inclán, un auténtico hombre de teatro que se adelantó a su tiempo: aunque en vida apenas pudo estrenar, es hoy uno de los más valorados (y representados) en nuestro país. Empezó escribiendo dramas de corte modernista (*Cenizas*), pero pronto cultivó un teatro ambientado en su Galicia natal (*Las comedias bárbaras*) y farsas cómicas y a la vez muy críticas (*La reina castiza*). Sin embargo, su genial aportación a la Historia de la Literatura va a ser el Esperpento. Un teatro de raíz expresionista, que se servirá de la deformación grotesca para mostrar la flaqueza humana y la crueldad social. *Luces de Bohemia* es el mejor ejemplo.
También el grupo del 27 quiso trabajar en favor de la regeneración del teatro, que consideraban degradado. Alberti escribió obras de carácter neopopular (*La pájara pinta*), surrealistas (*El hombre deshabitado*) o de intención social (*Fermín Galán*), pero quien realmente vino a revolucionar las tablas, reuniendo por fin el espíritu innovador y el éxito de público fue Federico García Lorca.
La Guerra se llevó por delante un fértil periodo literario, cuyo teatro estuvo marcado por su carácter comercial, repetitivo y burdo que el público parecía pedir. Contra él se esforzaron, en general sin éxito, autores que buscaron el teatro de calidad, conectado a la modernidad europea y a las vanguardias, y que dieron a luz a unas pocas pero geniales excepciones a la mediocridad general.
El Teatro de 1939 a Finales del Siglo XX
Tras la Guerra Civil, la situación del teatro se puede calificar de catastrófica. Había sido un arma de propaganda y también de evasión durante la contienda y así había de permanecer en los primeros años 40. El gobierno franquista sabía que era un modo de expresión peligroso, por lo que ejerció una severa censura, contradictoria y miope muchas veces, pero que influyó de manera muy negativa no solo en los montajes, sino en la propia creación dramática, en eso que denominamos “autocensura”.
El Teatro de Posguerra: Exilio, Alta Comedia y Humor
Aunque hay un teatro en el exilio, con autores como Max Aub y sobre todo Alejandro Casona (*La sirena varada*), el panorama de los años 40 está protagonizado por dos formas de teatro bastante distintas.
- Alta Comedia o Comedia Burguesa: De influencia benaventina. Son obras bien construidas, con una mezcla de intriga y sentimentalidad muy del gusto del público, en escenarios domésticos de la clase acomodada y temática repetitiva: celos, infidelidades, etc. Además de Jacinto Benavente, cultivaron este teatro autores como Joaquín Calvo Sotelo o José María Pemán.
- Teatro de Humor: Visto hoy con más interés. Enrique Jardiel Poncela, con bastante obra ya antes de la guerra, se aleja de los escenarios realistas y encuentra en las situaciones disparatadas y cómicas un cauce de expresión moderna. Éxitos remarcables son *Eloísa está debajo de un almendro* o *Los ladrones somos gente honrada*.
Pero quizá es Miguel Mihura, quien solo a partir de los 50 estrenará con éxito, el que mejor represente el humor absurdo y algo existencialista. En su mejor obra, *Tres sombreros de copa*, plantea el conflicto universal del hombre: vivir conforme a lo que le conviene o conforme a sus deseos. Su obra posterior quizá se quedó en ese humor blando e intrascendente que se llamó “codornicesco”, por la revista que él dirigió: *La codorniz*.
La Generación Realista (Años 50 y 60)
En los años 50 surge una interesante generación que extenderá su influencia hasta casi los 70. Es la denominada “Generación Realista”. Son autores que entienden que el teatro debe hablar de la circunstancia actual del hombre, que en el caso de España se llamaba dictadura franquista, y hacerlo con espíritu crítico. Se plantean cuál debía ser su actitud: ¿escribir con libertad condenando así sus estrenos sin remedio o plantear su crítica de modo sutil para sortear la censura? Esto último se llamó “posibilismo” y su autor más importante es Antonio Buero Vallejo.
Buero aparece con *Historia de una escalera*, que plantea con pesimismo la imposibilidad del hombre llano de prosperar y salir de su pobreza. Será autor fecundo de un teatro ético de mucha calidad, que tocará temas delicados como la pena de muerte (*La fundación*) o la tortura policial (*La doble historia del doctor Valmy*), cuyas ambientaciones simbólicas le permitieron estrenar sin problemas.
El Teatro Independiente y Actual
A partir de los años 70 surge un fuerte movimiento denominado “teatro independiente”, al margen de la infraestructura comercial que compensaba su modestia de recursos con dosis de imaginación y libertad. Hablamos, por ejemplo, de El grupo Tábano, Los Goliardos, Els Joglars, Comediants, etc., que en general cultivaron lo que se llamó “teatro colectivo”, es decir, sus obras no pertenecían a un autor, sino que se gestaban con la participación de toda la compañía.
El panorama actual del teatro es bastante heterogéneo. Existe por un lado un circuito comercial que se identifica con el teatro de humor y los dramas costumbristas, más bien poco valorado. A su vez, hay una sólida red de teatro institucional que lleva a cabo montajes de calidad tanto de obras clásicas como de apuestas más arriesgadas y contemporáneas. Algunos autores que estrenan desde los años 80 regularmente y con éxito son Luis Alonso de Santos (*Bajarse al moro*), José Sanchís Sinisterra (*Ay, Carmela*) o más recientemente Juan Mayorga (*Hamelin*). Por último, hay que mencionar el circuito de teatro alternativo, heredero del independiente de los 70, muy variado e irreverente.
La Poesía Española: De 1939 a Finales del Siglo XX
La Guerra Civil deja un panorama desolador en las letras españolas. La rica efervescencia cultural de los años 30 da paso a unos duros años en los que los mejores autores están muertos (Lorca, Unamuno, Valle-Inclán) o exiliados (Alberti, Guillén, Cernuda, León Felipe…) o en el denominado exilio interior (Aleixandre). A esa dolorosa ruptura hay que sumar el aislamiento internacional en que nos sumergimos y la censura, no demasiado férrea en el caso de la poesía, para completar un panorama realmente triste.
La Generación del 36 y la Poesía Arraigada
La primera generación tras la guerra, conocida como “del 36”, la forman autores como Luis Rosales (*La casa encendida*), Dionisio Ridruejo (*Cuadernos de Rusia*) y otros, y surge en torno a las revistas *Escorial* y *Garcilaso*. Son poetas que han luchado en el bando nacional y al menos en un primer momento cultivan una poesía clasicista y serena, que tiene a España y a Dios como protagonistas.
Poesía Desarraigada y Social
Pero en 1944 se publica *Hijos de la ira*, de Dámaso Alonso, que va a dar lugar a una corriente de poesía denominada “desarraigada”. El verso libre, las imprecaciones a Dios y un tono desesperado son sus rasgos más llamativos, con los que buscan expresar una angustia existencial imposible de desligar de la difícil circunstancia histórica que estaban viviendo. Poetas desarraigados hay que considerar también a Miguel Hernández (lo poco que pudo escribir tras la guerra) y a Blas de Otero.
Este último va a ser una importante figura de la corriente que se va a iniciar en los años 50, la llamada “poesía social”. Sus autores conciben la poesía como un instrumento para la denuncia y el compromiso, una herramienta para transformar el mundo y despertar las conciencias ante la Historia. Es una poesía dirigida al pueblo, “a la inmensa mayoría”, así titulará Blas de Otero una de sus obras. Cultivan por lo tanto un lenguaje claro, unas formas accesibles, un mensaje nítido. Gabriel Celaya, autor en *Poemas iberos* del poema “La poesía es un arma cargada de futuro” será también en estos años uno de sus máximos exponentes. Se pueden incluir aquí otros nombres como los de José Hierro o Carlos Bousoño.
Los Novísimos y Tendencias Recientes
Esta poesía, que dominará el panorama literario unos años, va perdiendo vigencia al final de la década. Es entonces cuando surge una nueva generación, que unos llaman del Medio Siglo y otros de los 60, que publican sus primeros libros dentro de la estética de la poesía social, pero que pronto derivarán en un intimismo menos altisonante.
Hacia finales de los 60, sin embargo, surge otro grupo de poetas que van a suponer un giro radical respecto de la generación anterior. Son conocidos como “los novísimos”, por la Antología de José María Castellet publicada en 1970, *Nueve poetas novísimos*, y pese a su mucha diversidad se pueden reconocer rasgos comunes como el culturalismo, el desdén por la poesía moral de la generación anterior, una vuelta a la experimentación vanguardista, sobre todo al surrealismo.
A partir de aquí, las últimas tendencias a partir de los años 80 son aún de difícil descripción por falta de perspectiva y por su heterogeneidad. Podemos advertir algunas como la poesía experimental de Jenaro Talens, el clasicismo de Luis Antonio de Villena o la denominada poesía de la experiencia de Luis García Montero. En definitiva, se trata de un panorama muy interesante que abarca el largo y casi siempre penoso periodo dominado por el Franquismo y luego la Transición en el que han surgido sucesivos grupos de poetas con estéticas muy personales y con rasgos comunes que, a medida que se acercan más a nuestro presente, son más difíciles de distinguir.
Modernismo y Generación del 98
El Modernismo (1885-1915)
El Modernismo es un movimiento muy internacional que no se limita a la literatura, sino que abarca diferentes parcelas del arte como la pintura, la arquitectura o las artes decorativas. Se desarrolló, aproximadamente, entre 1885 y 1915, y aunque con diferentes nombres según los países (*Art Nouveau* en Francia, *Jugendstil* en Alemania o *Modern Style* en Inglaterra o América), supone una reacción contra la estética realista que se venía imponiendo en Europa desde mediados del siglo XIX.
En esta época, denominada comúnmente como “Fin de siglo”, parecía haber triunfado la filosofía positivista vinculada al capitalismo, al progreso tecnológico y a los avances imparables de la revolución industrial. Influido directamente por el Simbolismo y el Parnasianismo franceses, pero en realidad íntimamente conectado con la esencia del Romanticismo, se observan en él unos rasgos muy característicos:
- Lenguaje Lujoso y Exótico: Prosa y verso se pueblan de cisnes, orquídeas, góndolas y princesas orientales. Hay un gusto por las palabras extranjeras, por su sonido exótico y sus connotaciones de leyenda.
- Escapismo: El afán por alejarse de escenarios mediocres y naturalistas lleva sus relatos a las refinadas cortes decadentes de Venecia, Samarkanda o el París del siglo XVIII, y muy especialmente, la Grecia clásica. Ello se ve hoy como una forma de crítica al materialismo capitalista en que se había sumergido la sociedad.
- Renovación Formal: Les empuja un aire de libertad que se traduce en importantes renovaciones en la métrica (aparecen el eneasílabo, el decasílabo, el soneto alejandrino), en las figuras retóricas (cultivo de la sinestesia, la aliteración) y en el léxico (arcaísmos, extranjerismos, cultismos).
- Temas Transgresores: El espíritu transgresor se deja ver en el gusto por temas paganos y sensuales, que a menudo se adentran en la pornografía o el satanismo.
El Modernismo en lengua castellana nace en Hispanoamérica con autores como José Martí o José Asunción Silva y será su mejor exponente, el nicaragüense Rubén Darío, quien lo introducirá en España, donde vivió unos años. Obras suyas como *Azul* o *Prosas profanas* causaron enorme impacto y grandes escritores españoles se dejaron seducir por sus novedades. Hay que citar en primer lugar a Manuel Machado, poeta de diferentes voces, cuya obra más reconocida es *Alma*, de 1900. Otro gran autor que, solo en una primera etapa que luego desdeñó, produjo memorables libros modernistas es Juan Ramón Jiménez. Son ejemplos *Arias tristes* o *La soledad sonora*. Ineludibles son también nombres como Antonio Machado o Valle-Inclán.
La Generación del 98
Con este nombre, bastante discutido hoy en día, se conoce a un grupo de autores, nacidos en España entre los años 1860 y 1875, que cultivaron un tipo de literatura con algunos rasgos comunes, distinta si no opuesta al realismo decimonónico. Se ha discutido largamente sobre su filiación u oposición al Modernismo. Hoy la crítica no los considera esencialmente distintos, sino que ve en el 98 la aportación española a ese movimiento amplio y cosmopolita que fue el modernista. Hay, al menos hasta los años 20, algunos elementos afines en sus obras:
- Estilo Antirretórico: Un gusto por la prosa fluida, natural, antirretórica, alejada de la afectación. Preferían la palabra precisa, a menudo arcaizante, de gusto local, pero usada siempre con lirismo.
- El Paisaje Castellano: Descubrieron en el austero paisaje castellano, a pesar de que casi todos nacieron en la periferia, un motivo de inspiración.
- Crítica y Regeneración: También compartieron una visión pesimista de la sociedad española, a la que pretendieron, sin demasiada acción ni compromiso, regenerar.
Otro autor importante fue Miguel de Unamuno. Rector de la universidad de Salamanca, intelectual de inmenso prestigio, fue más conocido como pensador que como autor de ficción, aunque él siempre se consideró sobre todo poeta. En libros como *El Cristo de Velázquez* plasma en versos algo áridos, pero muy valorados hoy, sus inquietudes vitales, siempre en torno a la lucha entre la fe y la razón. Más interesantes se consideraron sus ensayos (*En torno al casticismo*, *Vida de don Quijote y Sancho*) donde introduce conceptos tan universales hoy como el de la intrahistoria.
Antonio Machado es, por otro lado, el mejor poeta de este grupo. Su primer libro, *Soledades*, de 1907, respira un tono modernista, con inquietud por el cromatismo, los versos audaces, pero en un clima más íntimo y moderado, alejado de los cisnes y princesas de Rubén Darío.
Por último, Ramón María del Valle-Inclán fue un genial novelista y dramaturgo. Partiendo de un refinado modernismo con sus *Sonatas*, cultivó también una literatura llamada “mítica”, alrededor de una Galicia mágica y brutal. Pero su hallazgo más feliz fue el Esperpento, género bautizado así por él, que la crítica asocia al movimiento expresionista, en el que se sirve de la deformación caricaturesca de sus personajes y situaciones para hacer una labor de denuncia no solo histórica y circunstancial, sino existencial.
Poesía: La Generación del 27
Una generación literaria es un grupo de escritores que, nacidos en fechas cercanas y movidos por un acontecimiento de su época, se enfrentan a los mismos problemas y reaccionan de modo semejante ante ellos.
Características de la Generación del 27:
- Un grupo de escritores: Los principales representantes del grupo son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández y Luis Cernuda.
- Nacidos en fechas cercanas: Entre el más joven, que es Cernuda, y el mayor, Salinas, solo hay nueve años de diferencia.
- Movidos por un acontecimiento: El acontecimiento que los unió y les dio el nombre fue el homenaje que el grupo hizo a Luis de Góngora en el año 1927 en Sevilla, al conmemorarse el tercer centenario de su muerte. Hay que destacar la influencia ejercida por Juan Ramón Jiménez.
- Reacción semejante: Todos sienten la necesidad de encontrar un lenguaje poético que exprese mejor los temas que tratan.
Tradición y Vanguardismo
Aunque desean encontrar nuevas fórmulas poéticas, no rompen con nuestras tradiciones y sienten admiración por el lenguaje poético de Góngora, por nuestros autores clásicos y por las formas populares del Romancero. A la par que lo tradicional, las corrientes de vanguardia, sobre todo el surrealismo, ejercen gran influencia en el grupo del 27. Los escritores surrealistas exploran el mundo de lo inconsciente y pretenden alcanzar la belleza absoluta, que está por encima de la realidad.
Intención Estética
Intentan encontrar la belleza a través de la imagen. Pretenden eliminar del poema lo que no es belleza y, así, alcanzar la poesía pura. Quieren representar la realidad sin describirla; eliminando todo aquello que no es poesía.
El Novecentismo y las Vanguardias
Bajo este rótulo se conoce un movimiento cultural formado por autores nacidos en los años 80 del siglo XIX, que buscan reafirmar lo propio del nuevo siglo XX rechazando lo característico del anterior: romanticismo, realismo e incluso el modernismo. Varios acontecimientos políticos van a protagonizar las primeras décadas del siglo: en Europa, la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa; en España, el final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Primera República.
Junto a ello, se vive también un periodo de efervescencia cultural y artística agrupado con el nombre de Vanguardias. Son movimientos de gran trascendencia futura que inauguran una nueva forma de entender el arte: ruptura radical, originalidad y deshumanización. Expresionismo en Alemania, Futurismo en Italia, Constructivismo en Rusia, Cubismo, Dadá y más tarde Surrealismo en Francia, Creacionismo o Ultraísmo en España, todos contribuyen a crear una nueva sensibilidad contemporánea.
Características del Novecentismo
Pese a la aparente espiral innovadora de los ismos, lo que caracteriza a los autores novecentistas es:
- Arte Racional y Riguroso: Desprecian todo lo que recuerde a los excesos románticos, incluidas las nostalgias noventayochistas o el exceso de fantasía modernista.
- Arte Puro y Minoritario: Defienden el arte puro, que Ortega llamará deshumanizado, desprovisto de sentimentalismo, autónomo, válido por sí mismo. Un arte que será además minoritario, dirigido a una élite que lo comprende y disfruta, lejos del arte para el gran público que fueron el romántico y el realista.
- Estilo Cuidado: Poseen un estilo cuidado, elegante, que busca la “obra bien hecha”, con un lenguaje pulcro y riguroso, sin dejar por ello de ser brillante.
Autores Clave
De este movimiento destacan, quizá antes que los escritores de ficción, pensadores y ensayistas. De entre figuras como Eugenio d’Ors, Manuel Azaña o Gregorio Marañón sobresale José Ortega y Gasset. Ensayos como *Meditaciones del Quijote* o *La España invertebrada* le dieron pronto fama y quizá es *La deshumanización del arte* su obra sobre estética más importante. En ella describe el arte joven como un arte deliberadamente difícil, creador y no imitador, artístico en oposición a sentimental, deshumanizado frente al anterior arte naturalista. Las características que él vio con lucidez en el arte de vanguardia. Su estilo elegante y claro, con frecuentes metáforas y otros recursos retóricos, han hecho ver en él antes a un escritor que a un filósofo.
Hay que mencionar a Gabriel Miró, quien cultivó en títulos como *Nuestro padre San Damián* o *El obispo leproso* lo que se llamó novela lírica: obras en las que la trama cede terreno a una elaborada descripción de ambientes y a un exquisito tratamiento de la psicología de los personajes.
También fue importante Ramón Pérez de Ayala, cuyo afán innovador dio lugar a la llamada novela intelectual (*Tigre Juan*, *Belarmino y Apolonio*), donde la acción no es lo más importante sino los diálogos y las ideas que en ellos se defienden, así como el carácter alegórico de sus personajes.
Merece ser recordado Ramón Gómez de la Serna, prolífico autor que introdujo el espíritu vanguardista y transgresor en nuestro país. Aunque sus obras puedan parecer algo joviales (*Las greguerías*, por ejemplo), y de un cosmopolitismo superficial (las novelas) laten en ellas un espíritu trágico que tiene como protagonista la soledad radical del individuo.
Por último, hay que hacer referencia al gran poeta Juan Ramón Jiménez, que si por edad y por algunos rasgos puede pertenecer a este grupo, la importancia de su obra desborda del todo sus fronteras. Andaluz, hipersensible y volcado hacia la poesía en cuerpo y alma, su larga trayectoria suele dividirse en tres etapas. Hasta 1915 cultivó un estilo próximo al Modernismo, de largos versos, sonoras rimas y lenguaje lujoso.
En definitiva, podemos considerar el Novecentismo como un movimiento inaugural de lo específico del siglo XX, quizá sin figuras de primer orden, salvo el inclasificable Juan Ramón, con más brillo por su esfuerzo teórico que por sus frutos literarios. A caballo entre el 98 y el 27, un poco oscurecido por ambas, sentó las bases de lo que será nuestra época contemporánea.
