Generación del 98 y Novecentismo: La Renovación de la Literatura Española

La Generación del 98

Contexto de la crisis de fin de siglo

La Generación del 98 es el nombre con el que se ha agrupado tradicionalmente a un conjunto de novelistas, ensayistas y poetas españoles que vivieron con intensidad la crisis moral, política y social provocada por la derrota española en la Guerra hispano-estadounidense y la pérdida de las últimas colonias de Ultramar en 1898. Esta situación generó en España un profundo pesimismo sobre su futuro y supuso el final de su condición de imperio colonial, lo que llevó a los escritores a mirar hacia el interior del país en un intento de comprender su decadencia.

Este grupo se forma en un país marcado por el sistema de turno de partidos, el poder de los terratenientes, los conflictos sociales entre patronos y sindicatos y una crisis de conciencia burguesa manifestada en el Modernismo, movimiento con el que mantienen puntos en común, aunque se diferencian en algunos aspectos. Los autores del 98 rechazan el arte burgués y reaccionan contra el estilo vulgar del Realismo, aunque conservan rasgos modernistas como la renovación del lenguaje, la descripción impresionista, la nostalgia, la evocación del paisaje y cierto espiritualismo.

Nómina de autores

En cuanto a su nómina de autores, se considera precursor a Ángel Ganivet, y como núcleo fundamental a Miguel de Unamuno, Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, quienes incluso publican un Manifiesto en 1901 donde proponen la regeneración nacional. Tradicionalmente se incluyen también a Valle-Inclán y Antonio Machado, por su proximidad estética, así como a otros autores como Ciro Bayo, Manuel Bueno, Eugenio Noel y Manuel Ciges Aparicio.

Rasgos principales de su literatura

  • Pesimismo histórico y existencial, originado por la decadencia nacional y la comparación con un pasado heroico, lo que se relaciona con corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard y el vitalismo de Bergson).
  • Tendencia al idealismo, simbolizada en la figura de Don Quijote, pasando de una actitud crítica y regeneracionista en la juventud a una postura contemplativa y escéptica a partir de 1905.
  • Temas principales: inquietudes religiosas y existenciales (la duda, la angustia, el sentido de la vida) y el “dolor de España”, asociado a una visión casticista centrada en Castilla y a una evolución ideológica desde “europeizar España” hacia “españolizar Europa”.
  • Subjetivismo en la visión de la realidad, siguiendo la línea de Ganivet, proyectando angustias y preocupaciones personales sobre los problemas nacionales.
  • Estilo sobrio y antirretórico, con gran cuidado expresivo, utilización de arcaísmos y léxico tradicional procedente del habla popular y de la literatura antigua.
  • Innovación genérica, especialmente en el ensayo moderno, que logra gran flexibilidad para integrar reflexión, lirismo, visión íntima y análisis histórico, y en la novela, abierta a nuevas técnicas, ritmos y estructuras.

Los grandes prosistas del 98

Los prosistas de la Generación del 98 reaccionan contra el Realismo vulgar, pero recogen influencias distintas: Pío Baroja, el naturalismo; Miguel de Unamuno, el pensamiento alemán existencialista; y Azorín, una sensibilidad basada en la precisión lingüística y ciertas evocaciones románticas.

Pío Baroja

Baroja asume el arte impresionista, entendiendo la literatura como un medio para producir impresiones sencillas, lo que le lleva a buscar naturalidad mediante un tono conversacional y la ausencia de planificación previa, pues la novela debe parecerse a la vida, abierta y cambiante, permitiendo la entrada de múltiples contenidos como filosofía, psicología, aventuras o utopías. Su estilo es antirretórico, con párrafos breves, frases cortas, acción continua, abundancia de personajes y técnicas procedentes del folletín, lo que pretende amenidad y entretenimiento. En el plano temático presenta una visión pesimista y escéptica influida por Nietzsche y Schopenhauer, defendiendo la ataraxia y rechazando la religión, los dogmas y el amor, entendidos como mentiras vitales. Cultiva principalmente la novela, con más de sesenta títulos, destacando La lucha por la vida y El árbol de la ciencia, y escribe sus memorias Desde la última vuelta del camino.

Azorín (José Martínez Ruiz)

Azorín es fundamental como ensayista y novelista, aunque su novela carece de argumento lineal y evolución temporal, sustituyéndose por estampas o cuadros centrados en momentos significativos. En La voluntad asocia la visión del pueblo de Yecla con la visión de España, estableciendo la base ideológica de la Generación del 98. Su libro Castilla (1912) es considerado modelo de su estilo, con unidad temática basada en la historia crítica de España, la preocupación por el tiempo y la literatura. Su estilo se caracteriza por la sencillez, precisión, claridad, emotividad y lirismo, con un léxico rico en neologismos y arcaísmos procedentes de los clásicos españoles, reflejando su finalidad: percibir lo sustantivo de la vida a través de detalles cotidianos.

Miguel de Unamuno

Destaca como ensayista, pensador y novelista, centrado en la problemática existencial y religiosa, intentando conciliar fe e inmortalidad mediante una profunda introspección. Su obra no separa literatura y pensamiento, y crea la nivola con el fin de diferenciarse de la novela realista, caracterizada por la ausencia de preparación, la eliminación descriptiva, el predominio del diálogo y personajes que luchan contra su contingencia existencial. Distingue entre novelas ovíparas (realistas) y vivíparas, nacidas vivas, que constituyen su producción esencial. En obras como Niebla, Amor y pedagogía, La tía Tula o San Manuel Bueno, mártir, trata temas como la muerte, la identidad, la angustia, la voluntad y la fe. En el ensayo aborda cuestiones históricas (En torno al casticismo, Vida de don Quijote y Sancho) e inquietudes religiosas (Del sentimiento trágico de la vida, La agonía del Cristianismo), desarrollando la idea de intrahistoria.

El Novecentismo o Generación del 14

Contexto y objetivos: del cisne al búho

A partir de 1914, España vive importantes cambios históricos y se produce el relevo de modernistas y noventayochistas. Surge el Novecentismo, movimiento renovador que busca un arte intelectual y racional, depurado del sentimentalismo romántico, de los excesos modernistas y de la subjetividad irracionalista del 98. Pedro Salinas definió esta transición como el paso “del cisne al búho”.

Aparece hacia 1910, cuando jóvenes intelectuales rechazan el tono visceral de sus mayores y el arte del siglo XIX. Son liberales, europeizantes y con formación universitaria; se consideran una minoría selecta encargada de modernizar el país desde la prensa, la educación, la cultura y, en ocasiones, la política. Defienden la ciencia, la educación y la vinculación de España con Europa.

Características del arte novecentista

  • Formación intelectual exigente y conciencia de su función como élite para modernizar el país.
  • Interés por la ciencia y la educación, junto a un marcado europeísmo.
  • Racionalismo y cultivo de la inteligencia frente al sentimentalismo.
  • Rechazo de las estéticas decimonónicas, depurando lo patético, los excesos modernistas y el irracionalismo noventayochista.
  • Estética de la inteligencia: proponen un arte de minorías, autosuficiente y separado de la vida (lo que Ortega y Gasset llamó la “deshumanización del arte”).
  • Arte sereno, equilibrado y clásico, fruto de un trabajo disciplinado, con un estilo formal, pulcro y menos emocional.
  • Atención al lenguaje: depurado, enriquecido y con gran variedad de recursos, especialmente la metáfora.
  • El tema de España se aborda desde una perspectiva racional, abandonando el lamento y proponiendo un vitalismo estético y ético para rehacer la historia desde la razón.
  • Ideal de la “obra bien hecha”, depurada formal y temáticamente, abierta a las vanguardias.

El género más cultivado es el ensayo, que invade otros géneros: la novela se hace ensayística (como en Belarmino y Apolonio). Destacan como pensadores y ensayistas Eugenio D’Ors, Manuel Azaña, Cansinos-Assens, Camba, Américo Castro, Madariaga y Marañón, y sobre todos ellos José Ortega y Gasset. En ficción sobresalen Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró, W. Fernández Flórez y en la lírica Juan Ramón Jiménez.

La narrativa novecentista

Los narradores novecentistas abandonan la novela realista y exploran nuevos caminos para renovar el género con distintos recursos y enfoques narrativos. Conviven narradores tradicionales (Concha Espina, Ricardo León) y renovadores (Wenceslao Fernández Flórez, Benjamín Jarnés, Pérez de Ayala y Gabriel Miró).

Características de la novela

  • Fusión de narrativa y ensayo, subordinando la acción a la reflexión.
  • Creación de una realidad propia, no exterior.
  • Predominio del perspectivismo frente al narrador único realista.
  • Originalidad e ingenio, a veces hasta el absurdo.
  • Preferencia por la vida urbana y moderna.
  • Estilo moroso, lento, digresivo, con subordinaciones y párrafos extensos, y cierto retoricismo (metáforas abundantes, adjetivación ociosa).

En 1925, Ideas sobre la novela, de Ortega y Gasset, se convierte en diagnóstico y referente. Los novecentistas renuevan la novela desde posiciones diversas: humorismo, deshumanización experimental, intelectualismo o lirismo.

Principales novelistas

Ramón Pérez de Ayala

Es el gran representante de la novela intelectual, experimental en estructura y punto de vista, con ideas expresadas desde un perspectivismo irónico y con un estilo rico y un léxico que une lo popular y lo culto. Se distinguen tres etapas en su obra:

  1. Novelas autobiográficas (Alberto Díaz de Guzmán): Tinieblas en las cumbres, A.M.D.G., La pata de la raposa, Troteras y danzaderas.
  2. Novelas poemáticas de la vida española: Prometeo, Luz de domingo, La caída de los Limones.
  3. Novelas de temas universales, cercanas al ensayo, con escasa acción y personajes-ideas contrapuestos: Belarmino y Apolonio, Tigre Juan, El curandero de su honra.
Wenceslao Fernández Flórez

Cultiva la novela humorística, con un humor crítico e intelectual para la crítica social (El bosque animado).

Benjamín Jarnés

Desarrolla la novela deshumanizada, intelectual y compleja, de argumento mínimo destinada a la reflexión (El profesor inútil, Locura y muerte de Nadie).

Gabriel Miró

Sobresale en la novela lírica: prosa de gran belleza formal, lirismo depurado, léxico rico y preciso, preferencia por la descripción de sensaciones (luz, colores, olores, sabores, sonidos) y paisajes levantinos; acción escasa (Las cerezas del cementerio, Nuestro Padre San Daniel, El obispo leproso).

El ensayo novecentista

En el ensayo novecentista predominan la reflexión y el tono objetivo. El intelectualismo de sus autores determina la tendencia ensayística, rigurosa y distante del subjetivismo noventayochista. El lenguaje es sencillo y claro, la sintaxis equilibrada, y emplean imágenes y metáforas. Les interesa el valor etimológico de los términos. Sus grandes temas son España —desde una visión crítica, racional y europeizante— y la estética en un momento de auge de las vanguardias.

Principales ensayistas

Eugenio D’Ors

Creador del término “novecentismo”, fue un importante agitador cultural y destacó por sus Glosas.

José Ortega y Gasset

Figura central, desarrolla un pensamiento raciovitalista. Entre sus ensayos destacan Meditaciones del Quijote, El tema de nuestro tiempo, El espectador, España invertebrada (proyecto de vida común contra separatismos, particularismos de clase e ingobernabilidad), y La rebelión de las masas. En Ideas sobre la novela defiende la deshumanización de la novela, potenciando la atmósfera, la intelectualidad, la estructura y el estilo. La deshumanización del arte diagnostica el arte nuevo: un arte puro, no basado en la realidad humana ni en emociones, minoritario e intrascendente como un deporte o un juego, con ironía y atrevimiento. Su estilo es elegante, rítmico, metafórico, con neologismos, cultismos, vulgarismos, tecnicismos y extranjerismos castellanizados.

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