Estética de la Recepción y la Participación: Evolución del Rol del Espectador en el Arte

Referencia: SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo. *De la estética de la recepción a la estética de la participación*. En: *Real/Virtual en la estética y la teoría de las artes*.

La praxis artística engloba tres instancias: una relación tripartita entre el sujeto creador, el objeto producido y la recepción de ese producto. En nuestro tiempo, se advierten cambios radicales en estas instancias, tanto que se vuelven un desafío a las doctrinas estéticas dominantes hasta mediados del siglo XX y, sobre todo, un desafío al papel del receptor, ya que el uso de las nuevas tecnologías lo pone en un papel de actividad hasta entonces impensado.

La relación tripartita ha sido desigual, sino inexistente, para el receptor. Las diversas estéticas han concentrado su atención en el sujeto creador, y cuando algunas prestan algún tipo de atención al receptor, solo se le asigna un papel pasivo. Dicho papel se consagra en la Modernidad, donde la obra, por su forma o belleza, es digna de ser contemplada. El lugar apropiado para la contemplación nace también en esta etapa: el museo, el cual deja al espectador en su rol pasivo.

La Estética de la Recepción: Un Nuevo Paradigma

Pero desde mediados del siglo XX, nos encontramos con una reivindicación del papel activo del receptor y de su intervención como componente esencial, determinante y decisivo en la relación tripartita. Dicha reivindicación se debe a la corriente/escuela llamada “estética de la recepción”, fundada en la Universidad alemana de Constanza por Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser. Jauss, proveniente de la rama de la literatura, sostiene que sin la actividad del receptor no hay obra. Además, que el texto tiene un sentido potencial, no un sentido objetivo, y en el proceso de recepción se constituye la obra. Así, el texto, siendo uno y el mismo, permite diferentes sentidos en su recepción.

Resumiendo, para la estética de la recepción, lo producido por el autor solo es obra de arte por la actualización/concreción que el receptor lleva a cabo, en el marco de las posibilidades que ofrece la obra, y dentro de un horizonte de expectativas que condicionan su actividad.

La Estética de la Participación: Más Allá de la Interpretación

Ahora bien, a partir de los años sesenta, se da un tipo de intervención del receptor que afecta no solo a la interpretación, sino también a su aspecto sensible, material. Se abre así una fase en la participación del receptor que se va a ampliar considerablemente con el uso de las nuevas tecnologías. Sobre esta nueva forma de relación con la obra reflexiona Umberto Eco en lo que él llama *obra abierta*. Lo que propone es que el autor no monopoliza el proceso creador, sino que lo comparte. Esto cambia radicalmente el estatus de la obra, ya que deja de ser una forma compleja y cerrada.

La Democratización del Arte y la Creatividad Compartida

Adolfo Sánchez Vázquez expresa algunas de las ideas expresadas en Bucarest en 1972, en el Congreso Internacional de Estética:

Partiendo de la concepción del hombre como ser de la praxis, se sostiene que su capacidad creadora encuentra en el arte un firme reducto. Pero esa capacidad se concentra en un sector social restringido: el de los artistas profesionales, y los sectores que acceden a esa creatividad solo lo hacen contemplando pasivamente.

De eso se desprendía la necesidad de extender la creatividad a una escala social más amplia, lo que requería una nueva concepción de la que sus productos no sean solo objetos a contemplar, sino a transformar, ampliando al receptor la posibilidad de crear en un proceso que llamaban *creación colectiva*. No solo aparece el cambio positivo de democratizar el arte, el acceso, sino también que el consumidor no se limite a asumir lo producido y que se inserte en el proceso de creación.

El Impacto de la Tecnología en la Creación Artística

En el marco de estas nuevas perspectivas que abre el arte a la sociedad, se puede extender la relación entre el espectador y la obra utilizando positivamente los medios tecnológicos, difuminando la imagen del artista como creador exclusivo. “Ya no solo se trata de participar activamente en el proceso creador, sino de la asombrosa participación que representa la inmersión en el mundo artificial o la realidad virtual que se construye”.

Aparece un proceso de creación totalmente desconocido, donde la máquina deja de ser una simple herramienta para convertirse ella misma en creadora. Si bien algunos autores se han apresurado a decretar ‘la muerte del autor’, la realidad es que la máquina no trabaja por sí sola. Así, el papel del autor no desaparece, sino que se reparte entre el hombre y la máquina en una creatividad compartida.

Dos Modos de Recepción en el Arte Contemporáneo

Culminando este tránsito de la estética de la recepción a la de la participación, cristalizada en el arte electrónico, el autor presenta dos modos fundamentales de recepción:

  • El de la obra cerrada y conclusa y, a la vez, abierta e inconclusa dadas las múltiples interpretaciones. Obras que generan una intervención o actividad mental del receptor que no afecta a la obra en cuanto a producto. Tal es el tipo de recepción consagrado desde los tiempos modernos.
  • El de la obra que, por no cerrar el proceso creador, tiene un carácter abierto, no solo en el sentido de la actividad mental, sino en el de intervención en el proceso creador mismo al modificarlo. Independientemente del valor estético, tiene un gran valor social, en cuanto que permitió promover o socializar la creación más allá del limitado sector social de los artistas.

Conclusión: Coexistencia de Formas de Creatividad

En una sociedad como la de hoy, donde impera la omnipotencia del mercado, la obra de arte, como todo producto humano, tiende a convertirse en mercancía. No obstante, se dan estos hechos importantes: que la creatividad tradicional de los grandes artistas no deja de desplegarse, y que aflora y se enriquece, cada vez más con la utilización de la tecnología, una creatividad compartida. Ambas formas de creatividad coexisten, aunque con desigual presencia en nuestra sociedad. El autor concluye: aunque sea socialmente necesario y deseable el arte que socialice, esto no debe significar que no sea tan necesario y deseable el arte que no solo afirma al hombre como ser creador, sino que también afirma su condición humana. Lejos de excluirse, han de conjugarse, pues lo que se alcanza en una y otra, estética y socialmente, se complementa desde un punto de vista estético y social mutua y necesariamente.

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