La lírica hispanoamericana transita a partir de los años 20 y 30 por derroteros muy diversos.
La Lírica Hispanoamericana
La obra de César Vallejo y Pablo Neruda asimila el vanguardismo y se rehumaniza posteriormente por la vía del compromiso político. Este camino lo continuarán muchos autores como Raúl González Tuñón.
Encuentra una vía muy original en la llamada “poesía negra” o “afroantillana”, que muestra un mundo lleno de vitalidad y sensualidad al tiempo que sirve de denuncia. El poeta más destacado fue Nicolás Guillén.
Esta rehumanización también se produce en una dirección distinta al compromiso social, como con José Lezama Lima, con una concepción denominada trascendentalismo. Sus obras son de estilo barroco y hermético. Le sigue también Octavio Paz.
Otros autores seguirán líneas distintas, como el chileno Nicanor Parra, que escribe una poesía irónica, antirretórica y deliberadamente prosaica.
A partir de los 60 sufre un relativo oscurecimiento a causa de la atención a la magnífica narrativa. Quizás la única excepción la constituya la veterana figura de Jorge Luis Borges. Este muestra sus obsesiones metafísicas y existenciales con precisa palabra, muy cercana al conceptismo.
La Narrativa Hispanoamericana
La Novela Regionalista
Por su parte, en la novela regionalista tiene como tema fundamental el intento del hombre de dominar la todopoderosa naturaleza americana. Esa lucha desproporcionada del débil ser humano alcanza en ocasiones proporciones de epopeya y acaba normalmente con la derrota de los hombres. No obstante, en las tres mejores novelas (La vorágine de José Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes y Doña Bárbara de Rómulo Gallegos) se llega a conclusiones distintas.
Años 40 y 50: Hacia el Realismo Mágico
En los años 40 y 50 el lenguaje, la estructura de las novelas y las técnicas narrativas se renuevan debido a la llegada de intelectuales exiliados españoles a Hispanoamérica, al auge cultural o a la incorporación de las técnicas narrativas europeas, entre otros factores. Surge el Realismo Mágico con la incorporación de elementos míticos, fantásticos o mágicos. Lo urbano cobra importancia. Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y Pedro Páramo de Juan Rulfo son un ejemplo.
La Década de los 70: El Boom Latinoamericano
En la década de los 70 se publican una serie de obras con las que se culmina la renovación fraguada en las décadas anteriores. Este fenómeno, denominado Boom, supuso el reconocimiento internacional de las obras y de los escritores hispanoamericanos a los que elevó a cimas insuperables. Nombres relevantes fueron Carlos Fuentes (La muerte de Artemio Cruz), Ernesto Sabato (Sobre héroes y tumbas) o Augusto Roa Bastos (Yo, el supremo).
Rompen con la técnica realista para abordar la realidad de forma más rica y con un propósito testimonial o de denuncia. Se continúa la innovación en los temas y se consolida el Realismo Mágico. Hay mayor incremento de la experimentación técnica y del lenguaje y es bastante común que se rompa la linealidad del relato. Los autores más reconocidos son Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.
El primero es el autor de la obra más representativa del Realismo Mágico: Cien años de soledad. La obra, ambientada en el mítico pueblo de Macondo, cuenta la historia de varias generaciones de la familia Buendía. Suyas también las celebradas El coronel no tiene quien le escriba o El amor en los tiempos del cólera.
Cortázar, por su parte, fue maestro en relatos cortos y escribe Rayuela, un ejemplo claro de las audacias practicadas por los autores del Boom.
Vargas Llosa escribe La ciudad y los perros, obra de crítica amarga y otras muchas de excelente calidad como La fiesta del Chivo.
Post-Boom y Finales del Siglo XX
A partir de los 70 la narrativa hispanoamericana se centra, con una estética realista, en la esfera privada. Entre los rasgos que la definen se encuentra la renovación de ciertos subgéneros narrativos de consideración menor (novela negra o policíaca, rosa o de ciencia ficción), el auge de la novela histórica que, con nuevos planteamientos y enfoques, evita las visiones reduccionistas del pasado; la presencia de referencias literarias y de la cultura de masas o el reconocimiento de obras de las mujeres escritoras, no adscritas a tendencias concretas como el caso de Isabel Allende o Laura Esquivel.
La narración en los 90 se caracteriza por su cosmopolitismo, por su compromiso con el oficio de escritor y por su interés por desmontar clichés sobre la narración hispanoamericana. En sus obras predominan los juegos intertextuales, las referencias literarias, la experimentación o la ausencia de límites entre la realidad y la ficción, entre otros. Algunos de estos narradores son Roberto Bolaño o Fernando Vallejo.
El Cuento Hispanoamericano
Mención aparte merece el cultivo del cuento. Muchos fueron y son los autores de este género cuyo máximo representante, sin duda, fue Jorge Luis Borges (El Aleph o Ficciones).