La novela después de la Guerra Civil

La novela de Postguerra


Al finalizar la Guerra Civil, en España, da comienzo la dictadura de Franco, que supone represión y censura, provocando un empobrecimiento de la cultura que poco a poco va abríéndose nuevas vías de expresión. A nivel internacional, el final de la 2ª Guerra Mundial, supone la separación del mundo en dos bloques, originándose la llamada Guerra Fría, un periodo marcado por notables avances científicos.
La novela de postguerra, supone una renovación del Realismo, una perdida de importancia de la historia, cierta tendencia a la dramatización y la centralización en los problemas del héroe.
Continúan escribiendo novelistas de épocas anteriores tanto en España como en el exilio, poniendo la literatura al servicio de la política con temas como la Guerra Civil, el nazismo, la 2ª Guerra Mundial o la añoranza por la patria perdida. Entre los autores del exilio destacan Arturo Barea Forja de un rebelde que mezcla realidad, fantasía y tintes autobiográficos, Max Aub quien va desde la narrativa tradicional, a la más vanguardista Las buenas intenciones, Ramón J. Sender Réquiem por un campesino español, Francisco Ayala La cabeza de cordero y El jardín de las delicias y Rosa Chacel Acrópolis y Memoria de Leticia Valle.

Dentro de la novela nacionalista encontramos a Concha Espina quien aporta su visión sobre la Guerra, realizando un duro ataque a los vencidos Retaguardia y Torrente Ballester Javier Mariño.

Según avanza la década de los 40 se continúan tratando temas relacionados con la Guerra Civil, centrándose en sus consecuencias y la desolación que esta deja, apareciendo, el tremendismo social con novelas como La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, Nada de Carmen La Foret o La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, estas obras suponen un giro en la novela, están narradas en primera persona, mostrando el clima de opresión y desolación del momento, aportando una visión cruda y sórdida de la realidad y cierta ternura por los seres desvalidos.
La Colmena de Camilo José Cela aporta una imagen del Madrid de 1942 y enmarca lo que será la novela de los años 50; una novela de tintes realistas e influencias de autores franceses y norteamericanos denominada Realismo objetivista que refleja la realidad de manera cruda y objetiva, a modo de documental, mostrando al ser humano como un individuo cuyo único fin es sobrevivir y que tiene como principales representantes a Ana María Matute Los mercaderes y Solo un pie descalzo, Ignacio Aldecoa El fulgor y la sangre, Carmen Martín Gaite autora de Entre visillos, Nubosidad variable y ensayos como Los usos amorosos en el Siglo XVIII y Rafael Sánchez Ferlosio Industrias y andanzas de Alfanhui y ensayos como El alma y La vergüenza.

El Realismo social, se caracteriza por una novela más idealista, crítica y comprometida que lucha contra la represión, en la que destaca la narración lineal donde el tiempo y el espacio se concretan mucho y prima el contenido frente a la forma y el escritor no permanece al margen de los problemas sociales como Juan Marsé, Juan Goytisolo El mañana efímero y Duelo en el paraíso, Luis Goytisolo, Juan García Hortelano Nuevas amistades y La gramática parda y Francisco Umbral, muy vinculado al periodismo Las ninfas.

La novela de los 60, no ejerce en el ámbito social el protagonismo esperado, se produce un cambio de rumbo con autores que dejan atrás la temática de la Guerra y tratan de afianzar su personalidad artística, alcanzando una mayor intelectualización mediante la búsqueda de innovaciones narrativas que analizan la sociedad desde distintos puntos de vista, llegando incluso a mezclar géneros y abandonando la narración lineal. El monólogo interior está muy presente, invitando a la reflexión y acercándose al en sayo, en busca de un lector culto e instruido, destacan Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos, Señas de identidad y Fin de fiesta de Juan Goytisolo y Cinco horas con Mario y Las ratas de Miguel Delibes.
Torrente Ballester con Don Juan y Luis Martín Santos con Tiempo de silencio abren el campo de la novela intelectual, que rompe con la novela social buscando renovarse, en ella interesa la forma frente al contenido y destaca La saga fuga de JB de Torrente Ballester, en la que hay una mezcla temporal y una visión crítica de la historia,
Juan sin tierra de Juan Goytisolo y Volverá a esa regíón de Juan Benez.
La novela experimental empieza a abrirse paso con obras como El Talón de Aquiles y Los verdes de Mayo hasta el mar de Luis Goytisolo y diversas obras de Juan Marsé.
La novela de los 70 se caracteriza por la confluencia de numerosas corrientes y autores y carece de un estilo definido, sigue desarrollándose la novela tradicional y encontramos autores contrarios al régimen como Manuel Vázquez Montalbán gran representante de la novela policíaca y Eduardo Mendoza La verdad sobre el caso Savolta, quienes tienden a la intelectualizar la novela.
La novela de los 70 destaca por su argumento mínimo y la necesidad de intervención de lector mediante la imaginación, pasado y presente se mezclan y los personajes pierden importancia a favor de los hechos. Destacan autores como Antonio Muñoz Molina Un invierno en Lisboa, Javier Marías Travésía del horizonte, Julio Llamazares La Lluvia amarilla, José Antonio Gabriel y Galán Punto de referencia,
 A salto de mata, Juan José Millas Letra muerta, Luis Landero Juegos de la edad tardía, Soledad Puertolas Con la miel en los labios y Esther Tusquet El silencio de las sirenas.

Durante la década de los 80, la obra se simplifica con el fin de atraer al lector, buscando un destinatario amplio y en gran parte incitados por las editoriales, por lo que se produce un boom editorial y surgen numerosos autores, en su mayoría efímeros, destacan Manuel Vázquez Montalbán Asesinato en el comité central, Almudena Grande Malena es un nombre de tango y Las edades de Lulú, Arturo Pérez Reverté La tabla de Flandes y La piel del tambor, Martín Casariego y Carlos Ruiz Zafón.
En los años 90, predominan las novelas de acción y el reportaje, así como los Best-Seller de gran tirada, son autores que han viajado mucho y conocen gran variedad de culturas como Javier Marías Corazón tan blanco, aunque continúan escribiendo también, autores de décadas anteriores como Antonio Gabriel y Galán Muchos años después y Miguel Delibes Diario de un jubilado.

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