Jorge Manrique era sobrino de Gómez Manrique, uno de los hombres más representativos de las letras castellanas del siglo XV. De Jorge Manrique solo se conservan cuarenta y ocho poemas; la mayoría de los cuales son de tema amoroso, aunque hay alguno de carácter burlesco y las Coplas a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su padre, de hondo contenido moral. Si no fuera por las Coplas, Manrique sería uno más entre los muchísimos poetas que en el siglo XV cantaban a sus damas con los tópicos del amor cortés. Pero la hondura y sinceridad con que el poeta expresa sus sentimientos ante la brevedad de la vida y la vanidad de las cosas mundanas, además de la emoción con que transmite el elogio fúnebre de su padre, hacen de las Coplas no solo la más famosa elegía de la literatura española, sino una de sus cumbres.
Características de la Obra
Esta obra, escrita por Jorge Manrique, es considerada la cumbre poética del siglo XV. Esta superioridad se debe a una sola composición, la que vamos a tratar: Las Coplas a la muerte de su padre.
Manrique era un poeta típico del siglo XV, época en la cual se hacía poesía lírica o de cancionero. La poesía de cancionero estaba de moda en aquella época; no expresaba sentimientos muy profundos, sino que se basaba en una especie de competición para ver quién escribía el poema más rebuscado, lo que resultaba en composiciones muy artificiosas.
Su obra poética no es muy extensa. El Cancionero publicado contiene 49 poemas, clasificados en tres grupos. La más numerosa es la poesía amorosa, representada por 45 poemas. La burlesca la representan 3, y la moral, tan solo una composición, la que estamos tratando: Las Coplas a la muerte de su padre.
A Jorge Manrique le afectó profundamente la muerte de su padre. Con ese sentimiento de dolor y pena, escribió una obra que se desmarcaba de lo anteriormente producido, a la que se llamó Coplas a la muerte de su padre. En ellas, expresaba un sentimiento muy profundo, a la vez que estaban muy bien escritas. Este poeta medieval sintió vivamente el paso del tiempo y el poder destructor de la Muerte; de este modo, su creación poética fue una poesía vivida.
Jorge Manrique nos ofrece en sus Coplas una serena meditación impregnada de un sentimiento hondo y sincero, no exento de melancolía, del paso del tiempo, la caducidad de todas las glorias y bienes mundanos, la inestabilidad de la fortuna y la fuerza igualitaria de la Muerte que no respeta poderes ni riquezas. Pero, al mismo tiempo, se exaltan los bienes que resisten el paso del tiempo, la inestabilidad de la fortuna y el poder destructor de la Muerte. Son las virtudes que nos abren las puertas de la eternidad, conquistada con el ejercicio de una vida cristiana ejemplar. Así, el hombre puede desafiar al tiempo, como lo hizo su padre, don Rodrigo Manrique. De aquí se desprende que de la elegía emane un sentimiento de serenidad, por lo que las Coplas pertenecen al género de la poesía elegíaca.
El material poético lo organizó en tres planos sucesivos, de lo general a lo particular. Pero, en este caso, solamente vamos a tratar el primer plano. Esta primera parte es de carácter general. El autor expresa ideas acerca de la brevedad de la vida, la fugacidad de los bienes mundanos (hermosura, juventud, riquezas, poder, honor…), y la inestabilidad de las cosas de este mundo; todo acaba con la Muerte. Esta primera parte la constituyen las estrofas 1-13, inclusive.
Estructura de las Coplas
Las Coplas a la muerte de su padre, del mejor poeta del siglo XV, Jorge Manrique, se pueden estructurar externa o internamente; es decir, a simple vista o teniendo en cuenta el sentido del texto. Como hemos dicho anteriormente, en este caso nos vamos a dedicar al primer plano de las coplas, parte que abarca las trece primeras.
Estructura Externa
En esta primera parte de Las Coplas a la muerte de su padre se pueden observar trece estrofas, compuestas por doce versos que forman dos sestillas dobles.
Estructura Interna
El primer plano de Las Coplas a la muerte de su padre de Manrique se puede dividir en cinco apartados diferentes en lo que se refiere al contenido:
De la 1ª a la 3ª estrofa
Introducción o proposición del tema, es decir, de lo que se va a hablar posteriormente.
La 4ª estrofa
Invocación a Cristo.
De la 5ª a la 6ª estrofa
En estas dos estrofas se habla de la finalidad de este mundo.
De la 7ª a la 13ª estrofa
En estas últimas estrofas del primer plano se habla de los bienes engañosos o mundanales y se trata el tema de la Muerte.
Análisis de la Forma y Contenido
Estrofas 1ª – 3ª
En estas tres estrofas se hace una pequeña introducción de lo que posteriormente se va a decir. La vida es un camino que nos conduce a otra mejor, a la vida eterna. Es un camino muy breve; el presente es muy fugaz, se contempla como cosa pasada, y no hay que creer que el futuro va a durar más que el pasado, ya que el paso del tiempo es siempre igual: el tiempo futuro transcurrirá con la misma fugacidad. Pero, al final, este camino que es la vida va a tener su fin, un fin que llega a todo el mundo de manera igualitaria, ya que no importa quién seas, porque la Muerte es algo que nos llega a todos.
Estrofa 4ª
En esta estrofa se deja a un lado todo lo pagano, invocando solamente a Cristo. Se pondrá su obra bajo la advocación de Cristo.
Estrofas 5ª – 6ª
Aquí se explica cómo esta vida es un camino en el que hay que prepararse bien para llegar a la otra vida. Este mundo, si lo usamos bien, es bueno; y para que el otro también lo sea y podamos ir al cielo, hay que hacer buen uso de él. En la última sestilla, Manrique nos dice cómo Cristo también bajó a este mundo para nacer y morir.
Estrofas 7ª – 13ª
Aquí se habla de la caducidad de los bienes terrenales. Las cosas materiales no tienen ningún valor, ya que antes de morir las hemos perdido. Algunas, como la belleza y la juventud, desaparecen con la edad; y otras, al morir, se quedan aquí, en este mundo, como el poder y la fortuna. Cuanto mayor sea el poder o la fortuna, la caída será mayor y, a la vez, más dura.
Las riquezas materiales son propias de la rueda de la fortuna; es decir, un día puedes ser muy rico y al siguiente ya no. Por eso, no hay que aferrarse a los bienes terrenales. Como bien hemos dicho anteriormente, los deleites de la vida son temporales, pero, al contrario, los tormentos del infierno son para siempre, por lo que es sugerible hacer buen uso de esta vida para poder descansar y tener una buena vida eterna. Pero hay que tener cuidado, ya que los placeres de esta vida son caminos llenos de trampas que nos llevan a la Muerte, y solo las descubrimos cuando esta nos llega. No nos esforzamos en mejorar espiritualmente el alma, como sí lo haríamos con la imagen, y aquí erramos.
En Las Coplas a la muerte de su padre se recoge una constelación de temas procedentes del complejo cultural elaborado a lo largo de toda la Edad Media. Este bagaje tradicional sobre el que se construye nuestro poema queda definido por un conjunto de tópicos en torno a los cuales se articula el pensamiento medieval. Estos tópicos consisten en una serie de verdades que, sancionadas por la autoridad de la Iglesia, eran asumidas con toda sinceridad. Sobre ellos se sustentaba una visión global del mundo que establecía el cauce del comportamiento humano. Manrique lleva a cabo una cuidada selección de estos temas básicos y los presenta formando un entramado que los relaciona hábilmente entre sí. Esta es la razón de que en su poema se haya querido ver una brillante síntesis de la cultura medieval. Se puede decir que en esta primera parte los temas más importantes son los siguientes:
- La Muerte como igualadora: La Muerte llega a todo el mundo, sin importar quién y cómo seas (rico, pobre, libre, esclavo…); la Muerte nos iguala a todos.
- Fugacidad de la vida y paso del tiempo: La vida es muy fugaz, el tiempo pasa muy rápido, tan rápido que, cuando te das cuenta, te ha llegado la Muerte.
- La caducidad de los bienes terrenales: Los bienes mundanales (belleza, juventud, fortuna, poder…), con el paso del tiempo y la Muerte, se terminan y desaparecen. Manrique rechaza los bienes terrenales.
- La vida como un camino: “Homo viator”: La vida es un camino que nos guía a la verdadera vida, es decir, a la vida eterna. Identifica la vida con un río que nos lleva a la Muerte y con un camino hacia la vida eterna.
- Variabilidad de la fortuna: La fortuna es muy variable; un día puedes ser muy rico, pero tal vez al siguiente, al despertar, todo haya desaparecido.
Manrique, para transmitirnos todo esto, se ha valido principalmente de la narración, a pesar de que se pueda observar la descripción. En este caso, ha elegido el plural de modestia, mediante el cual el lector se siente incluido y participante de la misma perspectiva que el autor. Cabe decir que es una perspectiva subjetiva, ya que es fruto de sus propios sentimientos y vivencias. El tono se podría decir que es alegre, pero a la vez melancólico. Manrique presenta una postura negadora del mundo ante la Muerte, a la que ve como una liberación de este destierro y, por tanto, la recibe con alegría porque nos abre las puertas de la eternidad. Pero, si observamos la quinta estrofa, ya no hay alegría. A pesar del convencimiento cristiano de la transitoriedad de los bienes de este mundo y de la perennidad de los espirituales, la pérdida de los terrenales deja un fondo de melancolía en el poeta.
Segunda Parte de las Coplas
Se extiende desde la copla catorce hasta la veinticuatro. En ellas, describe ejemplos de contemporáneos suyos que emplearon su vida en placeres efímeros, como el poder, la belleza, la riqueza, etc., que no pueden sobrevivir a la Muerte. Frente a estos ejemplos, recuerda que debemos cuidar nuestra alma para ganar el favor divino.
Manrique hace alusión a que, por medio del poder, no se alcanza la “tercera vida de la fama”. Por más poderosa que sea una persona, lo que ha conseguido con su poder no dura más que hasta la Muerte.
En otra copla, hace alusión a la fugacidad del dinero. También se refiere al poder igualitario de la Muerte.
Tercera Parte de las Coplas
Abarca desde la copla veinticinco hasta la treinta y tres. Relata las hazañas y las virtudes de su padre, el Maestre D. Rodrigo, a quien describe como un hombre muy virtuoso, resaltando su religiosidad, generosidad, lealtad y valentía. En su interés laudatorio, lo compara con grandes personajes históricos como Julio César, Constantino, Marco Aurelio, Trajano y otros.
Consideraba que su padre nunca estuvo en pecado, puesto que, a pesar de poseer tierras y tener grandes influencias, estos bienes materiales los había conseguido luchando por la Iglesia contra los moros y, posteriormente, pactando con inteligencia.
Por último, destaca su lealtad al rey y que, al final, después de una vida virtuosa, el Maestre Don Rodrigo murió en su villa de Ocaña rodeado de su familia.
Cuarta Parte de las Coplas
Esta última parte de la obra, desde la copla treinta y cuatro hasta la cuarenta, desarrolla el diálogo que establece la Muerte con su padre.
Al contrario que en todas las obras literarias anteriores a Manrique, aquí la Muerte aparece como algo, podría decirse, bueno. Manrique la representa educada y gentil, como una voz que pide permiso al muerto; no como en obras literarias de la Edad Media o del siglo XIV en las que la Muerte es macabra y despiadada.
Por último, alude a las tres vidas en las que él cree: la vida terrenal, que abandona su padre; la vida eterna, a la que accederá don Rodrigo gracias a la virtuosa vida que llevó en la tierra; y, por último, la vida de la fama, del recuerdo de todos hacia un difunto. A esta vida también accederá su padre, ya que ha sido muy bueno y será recordado por todos.
Comentario Estilístico
Las frases, en su mayor parte, son enunciativas, pero cabe decir que en las estrofas 8, 9, 10 y 13 se producen varias rupturas tonales. En el sexto verso de la octava estrofa y en el tercer verso de la décima estrofa se pueden observar las rupturas tonales producidas por la interrogación retórica, así como en las estrofas novena y decimotercera se produce un cambio de tono a causa de la exclamación. La enunciativa se utiliza para narrar y describir, así como la exclamativa sirve para enfatizar sus sentimientos.
Si nos referimos a la métrica, se puede decir que la forman sextillas dobles, coplas de pie quebrado o estrofas manriqueñas, las cuales siguen el siguiente esquema métrico: 8a, 8b, 4c, 8a, 8b, 4c. A veces el verso tetrasílabo se sustituye por un pentasílabo. El pensamiento manriqueño se desarrolla en dos sextillas dobles, es decir, en doce versos.
En las Coplas se producen bastantes encabalgamientos, los cuales, en su mayoría e importancia, son abruptos. Estos, en su mayor parte, se producen entre los dos últimos versos de los tercetos. Gracias a los encabalgamientos, el ritmo del poema se vuelve más dinámico y, al ser abruptos, se destacan o enfatizan el significado de las palabras encabalgadas. Al margen de los encabalgamientos abruptos, también se observan algunos suaves, pero estos son de menor importancia.
- “… y despierte / contemplando.” (1ª estrofa, 2º-3º versos).
- “… tiempo pasado / fue mejor.” (1ª estrofa, 11º-12º versos).
- “… cuando morimos / descansamos.” (5ª estrofa, 11º-12º versos).
Se puede observar durante este primer plano, sobre todo en la última parte (estrofas 7-13), la aliteración producida por la “S”. También aparecen repeticiones de vocablos al principio de varios versos; es decir, se pueden encontrar anáforas que sirven para enlazar los versos que empiezan igual, como:
- 1ª estrofa, 4-5 versos: “cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte”
- 3ª estrofa, 2-3 versos: “que van a dar en la mar, / que es…”
- 3ª estrofa, 7-8 versos: “allí los ríos… / allí los otros…”
- 4ª estrofa, 7-8 versos: “Aquél solo me… / Aquél solo invocó…”
- 7ª estrofa, 7-8-10 versos: “de ellas deshace… / de ellas casos… / de ellas, por…”
Para buscar una musicalidad o ritmo en el texto, se ha valido de diferentes recursos, pero cabe destacar las bimembraciones y los paralelismos. Veamos algunos ejemplos que se pueden encontrar en esta primera parte de Las Coplas a la muerte de su padre.
Bimembraciones
- “… el linaje y la nobleza” (9ª estrofa, 2º verso).
- “… vías y modos” (9ª estrofa, 4º verso).
- “… bajos y abatidos” (9ª estrofa, 8º verso).
- “… estados y riquezas” (10ª estrofa, 1º verso).
- “… placeres y dulzores” (12ª estrofa, 1º verso).
Paralelismos
- “cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte” (1ª estrofa, 2º-3º versos).
- “Aquél solo me encomiendo; / Aquél solo invoco yo” (4ª estrofa, 7º-8º versos).
- “Partimos cuando nacemos / andamos mientras vivimos,” (5ª estrofa, 7º-8º versos).
- “de ellas deshace la edad, / de ellas casos desastrados” (7ª estrofa, 7º-8º versos).
- “ni estar estable ni queda / en una cosa.” (10ª estrofa, 11º-12º versos).
En este caso, podríamos decir que el sintagma verbal es el que toma protagonismo, pero cabe destacar que forman una sintaxis sencilla, ya que las oraciones son más bien simples.
Teniendo en cuenta que se habla de un tema bastante abstracto como la Muerte, específicamente de un elogio a un ser querido, Manrique, para expresarnos sus ideas y sentimientos, se va a valer principalmente de los sustantivos abstractos, como: alma, Muerte, vida, placer, dolor, tiempo, etc. También se observan los concretos, mediante los cuales simboliza términos más complejos o abstractos; como se puede ver en el caso de los ríos que sirven para simbolizar la vida o el mar que representa la Muerte, etc. Cabe destacar la aparición del único nombre propio, que es el de Dios. Este aparece en el sexto verso cuando pone su obra bajo la advocación de Dios.
Los adjetivos, como lo son generalmente en la poesía, son explicativos, los cuales utiliza para describir, como: ríos caudales, famosos poetas, gentil frescura, cara hermosa, etc.
Si la trabazón interna entre los elementos conceptuales y las imágenes, metáforas y fórmulas que sirven para expresar aquellos es un rasgo general del poema, la exhortación es el procedimiento que mantiene la coherencia entre las coplas desde la primera palabra, por ejemplo:
- “Recuerde el alma…” (1ª estrofa).
- “Avive… despierte…” (2ª estrofa).
- “Non se engañe nadie…” (2ª estrofa).
- “Non les pidamos firmeza…” (6ª estrofa).
Junto a las exhortaciones, hay que señalar también las expresiones vocativas: “Ved de cuán poco valor…” (8ª estrofa) y “Dezidme: la hermosura…” (9ª estrofa).
Estas formas o expresiones exhortativas responden a una actitud admonitoria, propia del sermón, que consiste en advertir a alguien de algo.
Los imperativos de “Ved…” y “Dezidme…”, que apelan al lector para que sea testigo de lo que se dice, insisten en esta actitud, que implica que el lector se sienta llamado, casi diríamos persuadido, a participar del sentimiento del poeta, sobre todo si la fórmula exhortatoria va en primera persona del plural. En esta circunstancia, el destinatario de la obra tiende a hacer suyas las consideraciones, ideas o sentimientos del autor.
Además de involucrar al lector, el uso de las primeras personas del plural produce el efecto estilístico de dotar de universalidad a lo que afirma. Quizá no haya mejor ejemplo de ello que el de la copla tercera:
- “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir…”
La primera persona del plural hace que todos quedemos involucrados por la afirmación; el acierto expresivo de la metáfora hace el resto, por lo que nos resultará difícil sustraernos al sentimiento desazonante que provoca el fluir de nuestras existencias hacia la Muerte. El predominio de estas construcciones es notorio en esta primera parte del poema.
La sentenciosidad es la tendencia estilística a condensar el contenido conceptual del poema en fórmulas expresivas breves. Tras haber expuesto en una serie de versos consideraciones varias sobre un determinado tema, el poeta resume en solo dos o tres versos su contenido, de forma que, además, en ocasiones realiza hallazgos expresivos únicos. Podrían servir de ejemplos los versos finales de las siguientes coplas:
- “cualquier tiempo pasado / fue mejor” (1ª estrofa).
- “pues que todo ha de pasar / por tal manera” (2ª estrofa).
- “la cual non puede ser una / ni estar estable ni queda / en una cosa” (9ª estrofa).
- “desde que vemos el engaño / y queremos dar la vuelta / no hay lugar” (13ª estrofa).
Este es uno de los procedimientos en que se basa la esencialidad que se atribuye a las Coplas. Con ello, Manrique consigue atraer la atención del lector, que, sin detenerse en los pasajes discursivos, se centra en la condensación emotiva de la sentencia. Sin duda, esta es también una forma de hacer más persuasiva la lección moral que pretende ofrecernos el autor.
El recurso estilístico de la construcción de la oración de relativo equivalente a un posesivo, por ejemplo: “Esta vida trabajada / que tenemos” = nuestra vida trabajada; se fundamenta en el valor dinámico (nos referimos al dinamismo interno de la acción verbal) de la construcción con relativo.
Frente al estatismo del posesivo, la construcción dinámica involucra al lector, pues, admitida de suyo la posesión (es obvio que somos poseedores de nuestra propia vida), pone de relieve la acción misma de poseerla. De esta forma, se realza la comunidad de la experiencia (ya sugerida por la primera persona del plural) entre el autor y el lector, con lo que Manrique nos atrae de nuevo al ámbito del sermón. Este posesivo exhortativo encaja perfectamente dentro del tono exhortativo y didáctico que mantiene el poema en la primera parte.
Manrique, al escribir las Coplas, se valió de una escasa ornamentación, por lo que, al contrario que los autores de su misma época, no compuso una obra artificiosa. Esto no quiere decir que exista parquedad de los recursos retóricos, ya que se pueden encontrar un gran número de ellos que le dan un mayor enriquecimiento al texto. Veamos unos pocos ejemplos:
- “… alma dormida”. Personificación (1ª estrofa).
- “… viene la muerte”. Personificación (1ª estrofa).
- “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en el mar, / que es el morir;”. Metáfora (3ª estrofa).
- “Este mundo es el camino / para el otro, que es…”. Metáfora (5ª estrofa).
Anáfora y paralelismo
“cómo se pasa la vida / cómo se viene la muerte”
Anáfora
“de ellas desface la edad / de ellas casos desastrados / de ellas por su calidad”
Anáfora y pregunta retórica
“¿Qué fue de tanto galán? / ¿Qué fue de tanta invención / como trujeron?”
Anáfora, paralelismo, exclamación, hipérbole
“¡Qué amigo de sus amigos! / ¡Qué señor para criados / y parientes! / ¡Qué enemigo de enemigos! / ¡Qué maestro de esforzados y valientes!”
El lenguaje del cual se ha valido Manrique para transmitirnos Las Coplas a la muerte de su padre es culto, como es propio de la poesía. El simple hecho de estar en verso, es decir, de utilizar un lenguaje retórico, lo convierte en culto.
Comentario Personal
Las Coplas a la muerte de su padre es una elegía que el poeta español Jorge Manrique compuso tras la muerte de su padre, Rodrigo. Es una de las creaciones líricas más profundas y bellas de la literatura española. Con ella, el poeta quiso rendir tributo de admiración y de piedad filial a quien había sido su permanente ejemplo en la vida; e inmortalizando al héroe, se inmortalizó a sí mismo.
El poema consta de 40 coplas de pie quebrado, estrofa que puede ofrecer varias combinaciones. La forma escogida por Manrique (pareja de sextillas constituidas a su vez por una doble serie de dos octosílabos más un tetrasílabo, con rima abc, abc) había sido utilizada primeramente por Juan de Mena, pero adquiere su mayor difusión en los días de Manrique, que es quien la emplea en mayor número de composiciones; por esto y por la popularidad recibida de la más famosa de ellas, han venido también a llamarse por antonomasia “coplas manriqueñas”.
Las Coplas siguen con fluida agilidad el ritmo de un pensamiento que se desarrolla de un modo silogístico, ya que parte de un hecho para iluminar con las luces de la fe un alma que se angustia, llevándola a la resignada aceptación de su dolor. El poeta parte de la contemplación de las cosas humanas: perpetua vicisitud donde cada instante de vida ya es el instante de la Muerte. Sin embargo, Cristo, al que invoca el poeta, nos reveló la verdad; más allá del tiempo está lo eterno, que se conquista en el tiempo. Con tal de no confiarnos a lo transitorio, a lo que son los bienes de la fortuna.
Aquí, efectivamente, está el reino de la Muerte y aquí lo arrastra todo el olvido. Cuando la Muerte llega, no hay remedios contra ella, al igual que no los hubo para don Rodrigo Manrique. La Muerte llegó, pero le habló con promesas de felicidad eterna; y él la aceptó para conformarse a la voluntad divina. Cristo falleció devolviendo el alma a su creador y dejando, como consuelo por haberle perdido, su recuerdo. Puesto que tal recuerdo ha llegado a ser la exaltación de la verdad cristiana, que el padre del poeta experimentó y vivió.
El poema puede considerarse dividido en tres partes. En este caso, hemos analizado la primera, la cual abarca las trece primeras coplas que contienen una consideración general sobre la fugacidad de la vida; el tema se plantea de forma universal, sin ninguna particularización: el poeta exhorta al hombre para que recuerde su condición mortal y su destino divino. A estas tres partes convienen las que se denominan “las tres vidas”, o las tres “dimensiones” de la vida: la eterna, la mortal y la de la fama que vive en el recuerdo de la posteridad.
El primer aspecto destacable ha de ser la propia naturaleza del poema. Las Coplas son inequívocamente una elegía a la muerte de Rodrigo, género de largo cultivo en la Edad Media bajo los nombres, principalmente, de planto. El planto de Juan Ruiz a la muerte de Trotaconventos viene estimándose como la primera y quizá la más alta manifestación castellana de esta especie poética antes de las Coplas. Juan Ruiz añade el sentimiento de dolor, que se manifiesta en un cúmulo de imprecaciones contra la Muerte, causante de todas las desgracias; el sentimiento de la autocompasión, no exento de la ironía que conlleva un lamento funeral por una vieja tercera. En este mismo siglo XV, encontramos el planto de Pleberio, en el acto final, en prosa, de La Celestina. Tras el suicidio de Melibea, su padre se queja de la fortuna, del mundo y del amor, fuerzas irracionales e injustas que introducen el caos en el mundo. El hombre no debe esperar que el orden y la armonía imperen en este mundo y, si llega a hacerlo, la Muerte le convencerá de su error.
Ningún aspecto de las Coplas está, sin embargo, tan inserto en la tradición como el tema fundamental que se nos impone desde los versos primeros: el de la Muerte, la fugacidad del tiempo y de la fortuna, y la consecuente insignificancia de los bienes terrenos en una vida mortal. El tema venía formulado desde el vanitas vanitatum del Eclesiastés, y es la concepción medular del cristianismo; puede, pues, encontrárselo glosado bajo todas las formas inimaginables en toda la literatura cristiana, que encuentra en el espíritu religioso de la Edad Media plena aceptación.
La ligera forma estrófica utilizada por el autor, y que podría teóricamente parecer poco apropiada para la gravedad de la elegía, contribuye, sin embargo, con su musical flexibilidad a la fluidez del pensamiento. Genial intuición del gran poeta, que expresa sus profundas ideas con asombrosa naturalidad, sin retorcimientos conceptistas ni altisonantes comparaciones, sin asomo de afectación, sin pedantes cultismos, casi sin hipérbaton; con supresión total de vanos adjetivos, para concretarse en el meollo de lo sustantivo con intemporal y rara elegancia que le deja a cubierto de modas transitorias o de caducos gustos de época. Pocas veces unas palabras y un ritmo poético se han ceñido tan magistralmente a un pensamiento. De hecho, todo el acierto de Manrique se basa en un esfuerzo de sobriedad y eliminación.
Aunque el concepto cristiano-medieval de la caducidad de todo lo humano y terrestre parece representar el tema básico de las Coplas, es un canto sereno, reposado y alentador. La Muerte es inevitable, pero puede ser vencida por una vida de honor y de heroísmo, que no solo conquista el premio justo en una salvación eterna, sino también una nueva vida terrena: la de la fama.