La Tristeza y la Imaginación en los Cuentos de Matute

El Jorobado: El niño distinto por ser jorobado estaba muy triste, porque su padre no le dejaba actuar en el teatro de guiñol, que representaba el papel de los distintos muñecos de su teatro de guiñol. Probablemente, para que el público no se ría de él; nos introduce a pensarlo el trato que dispensa a su hijo. Porque le da la sensación de que su padre se avergüenza de él. Por ello, le da de comer bien y le compra juguetes. Un muñeco típico del teatro de guiñol en la mente del niño. Mezcla de realidad y fantasía. No se da cuenta de que no es un muñeco. Otra vez, aparece un padre en los cuentos de Matute, que no puede comprender a su hijo. Aliteración: repetición interna de palabras, ritmo de timbre. Parece una canción infantil o un romancillo. El niño quiere ser muñeco, quiere morir, transformarse de niño a muñeco. COSIFICACIÓN Y TRANSFORMACIÓN. Narrador omnisciente, del niño protagonista. Crueldad del padre, sobreprotección, vergüenza por la diferencia. Oposición padre-niño, adultos-infancia. Niño distinto-tonto, marginado, solo, disminuido, jorobado.

El Niño de los Hornos:

La conducta incomprensible del padre y unos celos provocados por el sentimiento de desamparo del niño son el tema de este cuento. Es una imagen escogida por la autora para conseguir un cuento redondo desde el punto de vista estructural; al final del relato, el niño acaba metiendo dentro del horno <>. Ello no exime al protagonista de la crueldad de su acto. Resulta sospechoso que el narrador nos diga que <>, precisamente. Podría interpretarse como un primer intento de hacerle daño. Los niños de los dos cuentos son raros, pero existe entre ambos una diferencia esencial: uno quema la casa, podríamos pensar que en un sentido metafórico, y el otro, a su hermano con premeditación. Niño tonto, esclavismo infantil, tema social: España, antes los niños trabajaban de pequeños. Crueldad, marginación, NO INFANCIA. Narrador omnisciente, punto de vista del niño protagonista. Celos entre hermanos.

Mar:

Un niño que no ha visto nunca el mar se ha forjado una imagen distorsionada de él. El médico le receta una cura de mar. Se lo imaginaba «alto y verde»; creía, además, que entrar en él era como «estar dentro de una caracola grandísima», «llena de rumores, cánticos, voces». De ahí su estupefacción al verlo en realidad, una sorpresa que le provoca vergüenza y estimula su deseo de explorarlo. En su intento de cerciorarse de que era como él había creído, se adentra en sus aguas peligrosamente y el mar lo acaba engullendo. Para el pobre niño, la constatación es un triunfo; finalmente ha podido comprobar que era «alto y verde»; se cumple lo que él había soñado. El tema del relato es la persecución de un sueño hasta las últimas consecuencias, que aquí representan la muerte del niño que se ahoga. Se trata de un nuevo ejemplo del conflicto que se les plantea a los niños «matutianos» cuando la realidad no se ajusta a sus sueños.

Con un título muy escueto, Mar, la autora encabeza el último cuento de Los niños tontos. Aunque parco, un conciso y escueto sustantivo frente a la profusión de niños, con epíteto o distintivo adjunto, que dan nombre a la mayoría de los textos del libro, orienta la lectura y deja claro de antemano el protagonismo de este «mar» en el desarrollo de la breve trama. Matute ha elegido a un niño de características similares a los otros como protagonista. Un «pobre niño», según la voz narrativa, porque todo indica que está enfermo: estaba doblado, amarillo, y «el hombre que curaba» le recomienda que vaya al mar para restablecerse. Aunque se trata de una narración y esta forma de expresión es la que predomina, también está muy presente la descripción, pues podemos visualizar cromáticamente la disyuntiva ante la que está el niño: si su imaginación le decía que (el mar) era «alto y verde», la vista le mostraba lo blanco de la espuma, «como el borde de la cerveza que cosquilleaba sus pies». Además, al principio y al final de la segunda parte, como enmarcándola, hace acto de presencia el diálogo. En cuanto a la estructura externa, el relato está constituido por seis párrafos y, aunque su brevedad permitiría concebirlo como un todo, podríamos hablar de que existen dos partes internas marcadas por el antes y el después de la llegada al mar. En la primera parte, conocemos las circunstancias del niño y la imagen del mar que se ha fabricado en su imaginación. El uso de verbos como «se figuró», «creía», prueba que se trata de un mar imaginado. Un «Pero» adversativo marcaría el inicio de la segunda parte, el momento en que queda patente su sorpresa al descubrir cómo es el mar en realidad, lo que pondría en evidencia la disyuntiva entre realidad e imaginación. A partir de ahí, se inicia la fase de la experimentación del sueño, y el relato se precipita hacia el desenlace. El nexo adversativo «Pero» reaparece al inicio del último párrafo para poner de manifiesto un nuevo contraste, la doble perspectiva desde la que se puede interpretar su final cerrado: una positiva para el niño, pues su exclamación no parece dejar lugar a dudas, y una negativa para los que están en la orilla y consideran su muerte un hecho fatídico. El doble nexo adversativo, pues, marca dos contrastes muy significativos del relato y sirve como elemento estructural. El narrador del cuento está en tercera persona, por lo que nos encontramos, en principio, ante un narrador omnisciente que no se limita a ser un mero observador objetivo. Es, en realidad, un narrador equisciente, que relata la historia en tercera persona desde el punto de vista de un narrador externo a la acción, pero emplazado en la conciencia del protagonista y que conoce todo lo que concierne al personaje con el que se identifica.

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