Lorca y *La Casa de Bernarda Alba*: Claves de un Drama Universal sobre Represión y Simbolismo

Introducción al autor y al tema

Federico García Lorca nació en Fuente Vaquero (Granada) en 1898 y murió asesinado en Granada en 1936. Su vida transcurrió entre el «desastre del 98» y la Guerra Civil española, siendo víctima de esta última. Pocos escritores han irradiado tanta luminosidad y encanto como Lorca. Su brillante trayectoria teatral y poética se desarrolló en un intenso periodo de apenas ocho años: desde el Romancero gitano (1928) hasta La casa de Bernarda Alba (1936).

La casa de Bernarda Alba (LCBA) se escribió en 1936, unas semanas antes de que lo mataran. Es considerada la obra maestra de Lorca y culminación de su teatro. En ella, Bernarda ostenta un poder tiránico y su misión autoimpuesta es reprimir el universo femenino de su casa, compuesto por sus cinco hijas y su madre. El subgénero de la obra ha sido objeto de debate: mientras algunos críticos la incluyen en una trilogía de tragedias rurales junto a Bodas de sangre y Yerma, Lorca la subtituló «Drama de mujeres en los pueblos de España». Se puede considerar un drama por la evolución de la tensión y los conflictos internos de los personajes, más que por un destino trágico ineludible impuesto por fuerzas superiores. Otro aspecto relevante es el realismo; Lorca afirmaba que esta obra estaba basada en una historia real y que en ella intentaba alcanzar un realismo fotográfico, incluso evitando el verso. Sin embargo, como se verá, la dimensión poética es innegable y fundamental en la obra.

A continuación, se explorarán tres planos importantes para comprender la riqueza de esta pieza teatral:

Plano simbólico

Los símbolos constituyen un pilar fundamental en la producción de Lorca, y en La casa de Bernarda Alba abundan los elementos con profundo valor simbólico.

  • La obra está interpretada exclusivamente por mujeres, quienes tradicionalmente eran víctimas de la sociedad patriarcal. En este caso, paradójicamente, es otra mujer, Bernarda, la que ejerce la opresión más férrea.
  • Las edades de los personajes no son casuales y representan momentos clave del ciclo vital femenino y sus frustraciones: desde la juventud ansiosa de Adela hasta la vejez delirante de María Josefa.
  • La similitud entre Cristo y Adela: algunos críticos han señalado paralelismos, como el sufrimiento y el sacrificio (Adela es, en cierto modo, «descolgada» tras su muerte, como un Cristo).
  • Los nombres propios poseen una carga semántica evidente: Angustias (su vida es un tormento), Magdalena (llora como la Magdalena bíblica), Martirio (atormentada por un amor imposible), Adela (de «adelantarse», la que se rebela), Bernarda (significa «con fuerza de oso»).
  • Los objetos:
    • El bastón de Bernarda: símbolo de su poder tiránico y represor. Su ruptura por Adela es el clímax de la rebelión.
    • El abanico de flores y el vestido verde de Adela: emblemas de su vitalidad, su deseo de libertad y su rebeldía contra el luto impuesto.
    • Las flores: anhelo de libertad, amor y vida.
    • La oveja que María Josefa acuna: símbolo de la maternidad frustrada y anhelada, y también de la inocencia y la locura que dice verdades.
    • El retrato de Pepe el Romano: objeto de deseo y discordia entre las hermanas.
  • Los colores:
    • Blanco: tradicionalmente asociado a la pureza y la vida, en la obra adquiere connotaciones de frialdad, esterilidad y muerte (las paredes blanquísimas de la casa-cárcel, las sábanas, el pelo cano de María Josefa, el caballo garañón como símbolo de la pasión reprimida).
    • Negro: símbolo del luto, la tristeza, la muerte, el odio y la represión (la vestimenta de las mujeres, la noche).
    • Verde: color de la rebeldía y la esperanza de Adela, pero también de la muerte trágica.
  • Los decorados: El espacio visible, la casa, se configura como una cárcel para las hijas, un lugar dominado por el calor sofocante, el silencio impuesto y el odio latente. Las paredes gruesas y las ventanas enrejadas refuerzan esta idea.
  • El espacio aludido: El exterior (la calle, el campo, el corral, la ventana) representa la libertad anhelada, el mundo de los hombres, el lugar del amor prohibido (Adela y Pepe) y el permitido (Angustias y Pepe, aunque sea por interés).

Plano poético

Al analizar el lenguaje de La casa de Bernarda Alba, también se evidencia una profunda carga poética, a pesar de estar escrita en prosa:

  • a) La obra presenta un comienzo que puede parecer realista, con un lenguaje natural y cotidiano (especialmente en los parlamentos de Poncia, la criada). Sin embargo, progresivamente, el lenguaje se carga de intensidad y valores dramáticos, haciendo que la obra trascienda el mero realismo para adquirir un marcado carácter poético.
  • b) En la obra apenas hay acción física externa; el dramatismo se transmite fundamentalmente a través de la palabra: diálogos tensos, réplicas cortantes, silencios cargados de significado, insultos velados o directos. Al bullicio y la vida del exterior (los ruidos de la calle, los cantos de los segadores) se contrapone el silencio opresivo y la quietud mortal del interior de la casa.
  • c) En el habla de los personajes coexisten rasgos del lenguaje coloquial y rural andaluz con abundantes figuras literarias (comparaciones, metáforas, hipérboles, personificaciones) que elevan la expresión y la dotan de universalidad.
  • d) El uso de expresiones y refranes de carácter popular contribuye a situar la acción en un entorno rural y a caracterizar a los personajes.
  • e) Respecto al lenguaje individual de los personajes, este sirve para definirlos:
    • Bernarda: Utiliza frases cortas, secas, agresivas y autoritarias, reflejo de su carácter dominante e inflexible («¡Silencio!»).
    • Martirio: Su lenguaje está lleno de resentimiento, amargura y amenazas veladas.
    • Adela: Se caracteriza por la fuerza, la pasión y la violencia verbal de su rebeldía, con un uso frecuente del imperativo cortante.
    • Poncia: Posee un vocabulario rico y variado, con matices de sabiduría popular, pragmatismo y una franqueza a veces brutal.
    • María Josefa: Su habla es una mezcla de lenguaje infantil, anhelos reprimidos (casarse en la orilla del mar) y expresiones perturbadoras y poéticas, vehículo de verdades incómodas que las demás callan.

Así pues, Lorca logra que sus personajes utilicen una lengua poética que, paradójicamente, resulta verosímil y natural. Este logro es aún más notable al tratarse de una obra escrita predominantemente en prosa, donde la poesía surge de la fuerza de las imágenes, los símbolos y la tensión dramática del lenguaje.

Plano social

Lorca poseía una profunda conciencia social, que se manifestó en su implicación en proyectos como La Barraca, compañía de teatro universitario que buscaba llevar el teatro clásico y contemporáneo a los pueblos de España. En sus últimas obras, como La casa de Bernarda Alba, Lorca realiza una encendida defensa de la libertad individual frente a la autoridad opresora, denuncia las desigualdades sociales y critica el atraso, las convenciones asfixiantes y la hipocresía del mundo rural de su época.

La mujer ocupa un lugar central en su obra, a menudo retratada como un ser desprotegido y víctima de una sociedad patriarcal y represiva. En La casa de Bernarda Alba, Lorca muestra un complejo conflicto dentro del universo femenino. Las mujeres no son solo víctimas pasivas; en algunos casos, como el de Bernarda, se convierten ellas mismas en agentes de la represión, perpetuando el sistema que las oprime, movidas por el miedo al «qué dirán» y la obsesión por la honra.

Bernarda encarna valores autoritarios, machistas, clasistas y una crueldad implacable, obsesionada únicamente por la apariencia y la reputación de su familia, sin importarle el sufrimiento de sus propias hijas. Esta tiranía provoca la rebelión, manifestada de distintas formas: la abierta y pasional de Adela, y la locura lúcida y simbólica de María Josefa. Ambas son aplastadas.

Por último, aunque la historia se ambiente en «unos pueblos de España», la pugna entre Adela (representante del deseo de libertad individual, de la pasión y la vida) y Bernarda (encarnación de la ley social represora, la tradición anquilosante y la muerte en vida) trasciende lo local para convertirse en una lucha universal y profundamente humana: el enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad, entre la realidad y el deseo.

Introducción al autor y al tema

Federico García Lorca nació en Fuente Vaquero (Granada) en 1898 y murió asesinado en Granada en 1936. Su vida transcurrió entre el «desastre del 98» y la Guerra Civil española, siendo víctima de esta última. Pocos escritores han irradiado tanta luminosidad y encanto como Lorca. Su brillante trayectoria teatral y poética se desarrolló en un intenso periodo de apenas ocho años: desde el Romancero gitano (1928) hasta La casa de Bernarda Alba (1936).

La casa de Bernarda Alba (LCBA), escrita en 1936 pocas semanas antes del asesinato de Lorca, fue publicada póstumamente y es considerada una de sus obras maestras y la culminación de su teatro. Subtitulada «drama de mujeres en los pueblos de España», es un intenso drama rural en el que la figura ausente pero omnipresente de Pepe el Romano, el hombre deseado, desencadena una tragedia que termina en muerte y encierro perpetuo. El tema central es el crudo enfrentamiento entre una moral autoritaria y represiva (obsesionada por las apariencias, el autoritarismo, los prejuicios sociales y la honra) y el anhelo irrefrenable de libertad (para sentir, pensar, opinar y actuar). Además, se exploran temas secundarios de gran calado, como el amor frustrado, la hipocresía social, la injusticia, el odio y la crítica a la falsedad.

1. TEMA CENTRAL: enfrentamiento entre la moral autoritaria y el deseo de la libertad

Bernarda Alba intenta imponer sus normas opresivas (simbolizadas en los ocho años de luto riguroso tras la muerte de su segundo marido) basándose en su autoridad incontestable y en una concepción arcaica de la honra. Todas sus hijas parecen obedecer sumisamente, excepto María Josefa (la madre de Bernarda, cuya locura le permite expresar verdades y anhelos prohibidos) y Adela, la hija menor. Adela desafía la autoridad de Bernarda con gestos simbólicos de vitalidad y rebeldía, como ponerse un vestido verde o usar un abanico de flores, hasta que su enfrentamiento culmina en la rotura del bastón de mando de su madre, símbolo del poder tiránico. Sin embargo, su trágico suicidio, provocado por el engaño de Martirio y la aparente muerte de Pepe el Romano a manos de Bernarda, no solo sella su destino, sino que también ciega cualquier atisbo de libertad para sus hermanas, perpetuando el encierro y la oscuridad. María Josefa, por su parte, expresa su rebeldía y su anhelo de libertad a través de una locura que, paradójicamente, le permite decir verdades que las demás callan, soñando con un mar que simboliza la libertad. En resumen, el autoritarismo asfixiante de Bernarda provoca dos respuestas extremas y trágicas: el suicidio (Adela) y la locura (María Josefa), ambas formas de evasión de una realidad insoportable.

2. TEMAS SECUNDARIOS

2.1 El amor sensual y la búsqueda del varón

El drama de estas mujeres se materializa en la ausencia del amor y la sexualidad, y el temor a permanecer solteras, exacerbado por la imposición del luto que les impide establecer cualquier relación amorosa. En este contexto, Pepe el Romano, aunque nunca aparece en escena, se convierte en la encarnación del deseo y la única vía de escape del yugo de Bernarda (a través del matrimonio). Su presencia invisible desencadena un feroz conflicto entre las hermanas: Angustias, la mayor y heredera, es su prometida oficial (aunque él la busca por su dinero); Martirio lo ama en secreto con un amor resentido y envidioso; y Adela, la más joven y vital, mantiene relaciones clandestinas con él, impulsada por una pasión irrefrenable. La temática amorosa y la sexualidad reprimida se manifiestan de dos maneras:

  • Mediante referencias a historias de transgresión sexual sucedidas fuera de escena (Paca la Roseta, que se fue con los segadores; la hija de la Librada, madre soltera asesinada por el pueblo), que sirven de contrapunto moralizante y advertencia sobre el castigo social.
  • A través de las vivencias y reacciones intensas de los personajes (por ejemplo, la desesperación y la rebeldía de Adela al conocer el compromiso de Angustias con Pepe, o la amargura de Martirio).

2.2 La hipocresía y el mundo de las falsas apariencias

Este tema es central en la obra y se centra en la preocupación obsesiva por la opinión ajena («el qué dirán») y el deseo de mantener una fachada de respetabilidad y virtud, aunque sea completamente falsa. Se manifiesta en varios aspectos:

  • La obsesión por la limpieza de la casa: Bernarda insiste maniáticamente en la blancura de las paredes, que simboliza su intento de mantener una apariencia impoluta ante el pueblo.
  • El temor a la murmuración y al escándalo: La vida en un pueblo pequeño, donde todos se conocen y juzgan, marca la conducta de Bernarda y sus hijas. Bernarda llega a ocultar a su propia madre, María Josefa, para evitar que sus palabras o su comportamiento «inadecuado» dañen la reputación familiar.
  • La hipocresía y la necesidad de aparentar: Se manifiesta hasta en el momento más trágico. Ante el suicidio de Adela, la principal preocupación de Bernarda es esconder la verdad y proclamar que su hija murió virgen para salvaguardar la «honra» familiar: «¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestidla como una doncella. ¡Nadie dirá nada! Ella ha muerto virgen».

2.3 El odio y la envidia

La atmósfera de la casa está cargada de odio y envidia. El encierro forzado, la represión de sus deseos más elementales y la rivalidad por el único hombre accesible (Pepe el Romano) empujan a las hermanas a odiarse mutuamente. Este sentimiento se manifiesta a través de insultos, insinuaciones maliciosas, silencios hostiles y expresiones directas de rencor (especialmente entre Adela y Martirio, y de esta hacia Angustias). Además, la injusticia social y el trato despótico de Bernarda generan el odio contenido de las criadas (Poncia y la Criada) y, por extensión, de las mujeres del pueblo hacia ella y su familia.

2.4 La injusticia social

La crítica social es especialmente palpable desde el primer acto. Lorca denuncia la injusticia, las profundas desigualdades sociales y la crueldad que rigen las relaciones en esta sociedad jerarquizada. Se establece una clara jerarquía social dentro y fuera de la casa:

  • Bernarda y su familia: Ocupan la cúspide dentro de la casa, aunque ellas mismas son víctimas de las normas que Bernarda impone.
  • Poncia: La criada principal, con cierta familiaridad y derecho a opinar, pero siempre subordinada y consciente de su lugar.
  • La Criada: En un escalón inferior a Poncia, objeto de las humillaciones de esta y de Bernarda.
  • La Mendiga: Representa la exclusión social total, pidiendo las sobras.

Esta jerarquía se sustenta en la crueldad, donde cada personaje con algo de poder tiende a humillar al que tiene por debajo. La desigualdad económica también es un factor determinante: Pepe el Romano se casa con Angustias, la primogénita y heredera de una fortuna considerable, principalmente por su dinero, como Poncia no duda en señalar.

2.5 La marginación de la mujer

Para denunciar la marginación de la mujer en la sociedad rural española de su tiempo, Lorca contrasta dos modelos de comportamiento femenino:

  • Uno basado en una moral considerada «relajada» o transgresora, representado por figuras externas como Paca la Roseta o la hija de la Librada. Estas mujeres, que buscan vivir su sexualidad o su maternidad con libertad al margen de las normas, son duramente condenadas y castigadas por la comunidad.
  • Otro basado en la sumisión a las normas sociales y la «pureza» impuesta. Este modelo dicta que «la mujer, en casa y con la pata quebrada», confinada al ámbito doméstico y a la espera del matrimonio como única salida. Se establece una doble moral: el hombre goza de libertad en el campo y en la calle («hilo y aguja para las hembras, látigo y mula para el varón»), pudiendo incluso tener relaciones extramatrimoniales sin el mismo reproche social que sufriría una mujer.

2.6 La honra

Este concepto está intrínsecamente ligado al de las apariencias y la reputación social. Bernarda se rige por unos principios férreos, anclados en la tradición, que exigen mantener una imagen social intachable, una «honra» limpia ante los ojos del pueblo. La honra no se entiende como una virtud íntima, sino como la opinión que los demás tienen de la familia. Por ello, ante la tragedia de la muerte de Adela, su única y obsesiva preocupación es que se proclame su virginidad para salvaguardar la honra familiar, incluso por encima del dolor, la verdad y la dignidad de su hija muerta. Este concepto de honra es uno de los principales motores de la represión en la obra.

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